Una vez más la campaña electoral en nuestro país transcurre sin ningún
contenido programático. Y no es porque las organizaciones que tercian en el
mismo carezcan de este, ya que por ley están precisadas a presentarlo, sino
más bien a que no les interesa debatir ideas que luego tengan que verse
forzados, cuando menos, a referirse a ellas.
Consciente de la carencia de una población políticamente educada, sus
ofertas no rebasan las trivialidades. De ahí la aparición de consignas tan sosas
como las que, por ejemplo, enarboló el PLD, cuando era oposición, en el
2004: ‘’Es pa’ fuera que van’’, o la enarbolada ahora por el PRM: ‘’Se van’’.
Todo esto como si no tuviéramos problemas merecedores del debate. Y los
candidatos, sobre todo los mejores posicionados, les huyen, en ocasiones por
temor a cometer errores que puedan restarles simpatía, y, en otras por lo
expuesto ya más arriba.
El candidato presidencial del partido oficial, se empeña en resaltar las obras y
acciones, desde su punto de vista consideradas como positivas, realizadas
durante la gestión del actual mandatario, Danilo Medina; en tanto que los de
la oposición procuran priorizar los principales entuertos de quienes
gobiernan, sin trascender de los temas ya habituales. A lo sumo se toca el
problema de la corrupción administrativa, y en ocasiones los relacionados
con la educación y la salud.
No se les escucha hablar sobre el problema migratorio, en especial de
nuestras relaciones con los vecinos haitianos; no se aborda lo referente a la
propiedad terrateniente que como se sabe constituye la principal retranca
para el deseado desarrollo; ni lo concerniente a la libertad sindical de los
trabajadores, ni la inseguridad ciudadana…
Para nuestros partidos y candidatos resulta mucho más cómodo llevar a la
ciudadanía pan y circo. De esta manera aseguran su embrutecimiento, para
que no adquieran la más mínima capacidad de cuestionarlos y exigirles cosas
de trascendencias, es decir, se limiten, casi de manera exclusiva, a
mendigarles pequeñas dádivas, porque, a fin de cuenta, desde su lógica,
bueno es el que da, sin importar que salga de sus bolsillos del erario público,
o sea, de los bolsillos de cada uno de nosotros.
Mensaje difundido bajo la protección del Art. 19 de la Declaración de Derechos Humanos, que señala: “Todo persona tiene derecho a la libertad de opinión y expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión”. Asamblea General de la ONU a 10.12.1948.
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