RAFAEL PERALTA ROMERO
Especial para Quisqueyaseralibre.com
“Temprano levantó la muerte el vuelo, temprano madrugó la
madrugada, temprano estás rodando por el suelo”. Estos
versos del poeta español Miguel Hernández han aleteado
sobre mii durante la semana. La tragedia de la discoteca
Jet Set, en la madrugada del martes, ha repartido el duelo
entre muchas familias, con repercusión en la conciencia
nacional.
Porque se reparta entre muchos, el dolor no llega mermado
a quienes han perdido a los suyos. Al distribuirse se
multiplica. La muerte se torna antojadiza y en este caso
quiso ser abarcadora, aplicó proporcionalidad geográfica y
hasta tuvo en cuenta a los sectores de clase social. Se los
llevó a sabiendas de que diseminaría el dolor por todo el
territorio.
Gente de negocios, deportistas, servidores públicos,
músicos, cantantes, artista de otras áreas y profesionales
varios fueron arrebatados en esa madrugada. Como
también quiso la muerte combinar la desgracia por
procedencia, cada región hubo de aportar los suyos. Desde
Montecristi hasta Higüey, de San Cristóbal al Cibao, con un
torbellino en Baní.
Puede decirse que la familia dominicana ha sido vapuleada
hondamente, la que termina ha sido una semana de
estremecimientos y desgarramientos. Sin necesidad de
tener un hijo, un hermano o un sobrino bajo el peso de los
fatídicos escombros, un íntimo sentir atormenta a los
dominicanos.
Algo que debemos tener en cuenta es que, con los
cuerpos no identificados aún, a cualquiera le puede
aparecer un pariente fallecido. Es como un sorteo en el que
todos tenemos boletos. No todo quien estuvo ahí avisó a un
pariente que estaría, pues hay personas que viven solas y
no dan cuenta de su vida a nadie.
Falta contar a los no identificados y aquellos que se
esperaba tuvieran en otro lugar. La gente muy libre sale
hacia un destino sin saber dónde concluirá la noche. Otro
detalle: ¿Qué ha pasado con los servidores del funesto
establecimiento? ¿Habrán escapado, fueron rescatados o
yacen bajo los trozos del techo?
Lo ocurrido es para contarlo llorando. Lo que debería salir
es una elegida tan sentida como la de Miguel Hernández
por Ramón Sijé. Con la diferencia de que ahora
sobrepasan de 200 los muertos y son muchos más a
quienes nos duelen. Temprano los asaltó la muerte y trocó
por tristeza la alegría. Y la tristeza se ha esparcido.
Ha muerto gente mayormente joven y en edad productiva.
Celebraban la vida y ejercían el derecho al esparcimiento,
pero todo cambió de súbito. El desplome del techo apagó
luces, apagó voces y apagó vidas. Pero no apagó la
esperanza de que se investigue la causa de la tragedia y
haya resarcimiento a la sociedad.
El dolor colectivo derivado de la tragedia debe contribuir a
convencer a los dueños de negocios que reúnen personas,
que no es solo sacar ganancias, sino es preciso invertir en
las instalaciones para ofrecer mejor servicio y garantizar la
seguridad de los clientes.