ÁNGELES MAESTRO: «SI YO ME PUSIERA UNA VACUNA, SERÍA LA CUBANA»

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«El medicamento se ha convertido en un producto del mercado, que no escapa a la generación de beneficios»

Lo que quiero decir en relación a las vacunas del coronavirus -escribe Ángeles Mastro – lo hago desde posiciones profesionales científicamente fundadas. Desde luego nada que ver con el posicionamiento «antivacunas» (…).

POR ÁNGELES MAESTRO (*) 


      Lo que quiero decir en relación a las vacunas del 

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Lo que quiero decir en relación a las vacunas del coronavirus, lo hago desde posiciones profesionales científicamente fundadas. Desde luego nada que ver con el posicionamiento «antivacunas», con el que se pretende desacreditar a   gente que manifiesta serias dudas sobre  el enfoque  hacia la pandemia y ,en general , a las  vacunas.

    Aprovecho la oportunidad para  puntualizar que esa facilidad con la que se  etiqueta como «antivacunas» a todos aquellos que que planteamos dudas acerca de lo que está sucediendo, recuerda mucho, por cierto, a la acusación de «antisemitismo» con la que el gobierno sionista  pretende estigmatizar a quienes nos solidarizamos con la lucha del pueblo palestino.

     La enfermedad, las pandemias y las enfermedades infecciosas,  el cáncer, las enfermedades cardiovasculares, suelen tener orígenes sociales. Quiere ello decir que afectan de manera diferente a las personas en función de la clase social a la que pertenecen. Esto, que ha sido demostrado reiteradamente, también se produce   ahora con la epidemia de COVID. Es claramente detectable cómo en los barrios obreros, los asalariados que han tenido la necesidad de continuar trabajando, moviéndose en transportes públicos, hacinados en viviendas  en las que malvive  mucha gente, o sufriendo condiciones de trabajo de semiesclavitud, como sucede  con los  inmigrantes, han sido áreas en las que  el virus encontrado un excelente caldo de cultivo para los contagios  y la muerte generada por el virus..

    Este elemento es importante tenerlo en cuenta. Por ello, si se desea intervenir de una manera eficaz sobre cualquier enfermedad, es preciso tener en cuenta los factores sociales y las condiciones de trabajo.

      Los datos recientes nos aportan pruebas fehacientes de lo que decimos.  Por ejemplo, en Cuba la mortalidad por COVID  es de 13 personas por millón de habitantes. Mientras,  en los Estados Unidos la cifra se eleva a 1.067 por millón de habitantes.

   ¿«Milagro» cubano? Es el «milagro» de una revolución que mantiene las condiciones de vida de la población, fundamentalmente en lo que se refiere a la alimentación, vivienda, salud y la educación, en condiciones incomparablemente mejores a la de muchos países capitalistas del mundo, incluida por supuesto,  las de la  principal potencia imperialista.

    Creo que es muy difícil que a mí se me pueda señalar cómo una simpatizante de la corriente «antivacunas». Como profesional de la Salud Pública, entiendo el extraordinario papel que han jugado las vacunas en la  infancia,  desde el punto de vista de los medicamentos. Aunque su papel no sea el más importante. El papel clave, como decía, es el de las condiciones de vida.

    Pero en el marco de los  medicamentos, las vacunas infantiles son las que han tenido una decisiva  repercusión en la mejora de la mortalidad en todos los países del mundo.

LA VACUNA COMO NEGOCIO

    A la hora de enfrentar el tema de las vacunas resulta preciso, sin embargo, que  tengamos en cuenta que  en la mayoría de los países capitalistas la producción y prescripción de medicamentos está en manos de empresas multinacionales. Y que, por lo tanto el medicamento es generalmente un producto del mercado, que no escapa del hecho de poder generar suculentos beneficios a los dueños de esas empresas.

   Eso no quiere decir, ni mucho menos, que la investigación científica, los investigadores, no dispongan de una cierta independencia con respecto al capital. Pero de lo que  estamos hablando ahora no es de la producción científica, sino de quién es el que se  apropia de  esos  descubrimientos científicos. Y algo aún más importante: quién determina sobre lo que se debe y no debe investigarse. Y es que lo que no se investiga porque «no es negocio», constituye un elemento clave  en la industria farmacológica, y uno de los mayores escándalos del modo de producción capitalista. Es decir, la cantidad de avances de la humanidad que no llegan a materializarse porque son los balances empresariales los que determinan  sobre lo que debe investigarse, en función exclusivamente en sí  tales investigaciones constituirán  o no, una fuente de  negocio.

   Hay elementos concretos que explican claramente este proceso y que se han producido  hace poco tiempo. Recordarán la epidemia de «gripe aviar», donde se produjeron vacunas y medicamentos, supuestamente eficaces como el Tamiflu. Parece necesario recordar  que la Organización Mundial de la Salud, denunció en su momento  que su Comité de Médicos había sido sobornado por las farmacéuticas. Eso había significado que durante el proceso de investigación de esas vacunas no se habían producido los ensayos clínicos suficientes. Y que cuando produjeron no se hicieron públicos para evitar dar cuenta  tanto de los   graves efectos secundarios de estos medicamentos provocaban, como de la ineficacia de los mismos.

   En el Estado español y en la Unión Europa, entre los años 2009 y 2010, cuando la crisis económica se pretendía combatir a base de importantes recortes en los servicios públicos se gastaron, sin embargo, cientos de millones en unos medicamentos que finalmente  terminaron por no usarse durante la epidemia, porque tenían efectos colaterales negativos muy importantes.

     En el proceso de elaboración de la vacuna de la Pfizer Biotec, que es la que se está  aplicando en el Estado español, se han estado utilizando procedimientos desconocidos,  para su utilización masiva como vacuna. Es decir, la principal incógnita de esta vacuna es que en, realidad, no es una vacuna. Vacuna, según definición de la Real Academia Española, es un microrganismo muerto, o más bien adecuado que se inocula, para producir efectos determinados. Bueno, pues el procedimiento usado en la vacuna de Pfizer y de Moderna es completamente nuevo y supone la utilización de un ácido nucleico, ácido ribonucleico que introduce la orden en las células de las personas a las que se inocula, de fabricar una parte del coronavirus.

    Es esa persona, las células de las personas inoculadas, las que producen una parte del coronavirus, que se supone que después genera la inmunidad, , o sea, los anticuerpos correspondientes. Lo que es preciso subrayar  al respecto, es que no  existe información suficiente. Como todos sabemos, se han producido ensayos clínicos en pocos meses  cuando, en general, las vacunas llevan años de experimentación, y como decía, sobre todo, no se tiene información porque el procedimiento de producción constituye un  secreto comercial del fármaco de Pfizer.  Existen, además,  otros estudios de comunidades científicas que demuestran que este fármaco no disminuye las infecciones graves, solamente se dice que disminuyen síntomas menores, como fiebre, dolor de cabeza, etc. No se  conoce tampoco si produce inmunidad y cuánto dura esta. Se ignora si las personas vacunadas pueden contagiar o no. Si dejan o no de transmitir coronavirus. No se conocen los efectos secundarios a largo plazo. Vale decir, por ejemplo, que la vacuna de la gripe A  ha producido narcolepsia de niños en 12 países.

    Decir por último, para resumir,  existen serias dudas sobre si la letalidad  que provoca el coronavirus, o sea, las personas que mueren después de resultar infectadas, es  tan grave como para hacer correr a millones y millones de personas sanas el riesgo de vacunarlas sin haber culminado los ensayos indispensables para  detectar los efectos a largo plazo.

¿Y LAS OTRAS VACUNAS?

   ¿Qué pasa con otras vacunas? Realmente la información existente  no es muy grande. Pero un criterio básico a tener en cuenta, es si  la vacuna pretende  ser un negocio para la empresa, o es el resultado de la investigación de  un laboratorio público que investiga  ara producir un fármaco que mejore la vida de las gentes, que disminuya la enfermedad y aumente la calidad de vida.

     Por lo tanto, todas las vacunas, que están producidas en laboratorios públicos son más fiables, como es la vacuna cubana, como la vacuna rusa, que se está producida en un laboratorio público, como alguna de las vacunas chinas. Creo que, en principio, la perversión del negocio detrás de ellas no existe. Por conocimiento personal, estudié Salud Publica en Cuba, conozco bien el rigor, la calidad del trabajo y los avances en biotecnología de Cuba, de los científicos cubanos, especialmente en lo que tiene que ver con vacunas.  Si yo me pusiera una vacuna,  esta sería la cubana.

      Es muy recomendable es que luchemos por la existencia de  laboratorios públicos, de investigación y fabricación de medicamentos esenciales en cada país. 

(*) Angeles Maestro  es médica y especialista en Salud Pública

https://canarias-semanal.org/art/29559/angeles-maestro-si-yo-me-pusiera-una-vacuna-seria-la-cubana
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