Voces y ecos
RAFAEL PERALTA ROMERO
rafaelperaltar@gmail.com
Especial para Quisqueyaseralibre.com
La mutación más notable que se aprecia en la intolerancia política es la de los
nombres de sus actores. En la segunda mitad del siglo XIX, cuando nacía la
República Dominicana, el despotismo se encarnó en Pedro Santana. Al final
de esa centuria asumió el nombre de Ulises Heureaux. En el segundo tercio
del siglo XX, ese infame papel correspondió a Rafael L. Trujillo.
Durante el último tercio de ese siglo el autoritarismo pasó a llamarse Joaquín
Balaguer, quien procedía de la escuela de Trujillo, pero aplicó su propio
librito. En su ristra –no breve- de asesinatos por razones políticas sobresale,
por burda, evidente, descarada, la del ingeniero Amín Abel Hasbún, solo 28
años de edad.
Había nacido en Santo Domingo el 12 de octubre de 1942, hijo de
comerciantes de origen palestino. Era militante de la izquierda, cuestionador,
con hechos, del gobierno de Balaguer, un persistente violador de los
derechos humanos. Agentes del crimen se presentaron a su casa, a las 6:15
de la mañana, del 24 de septiembre de 1970.
Detenido, mientras el fiscal actuante miraba hacia cualquier lado, le pegaron
un tiro en la cabeza. Y la sangre del hombre corrió por las escaleras como
cosa sin valor. Presenciaron la sanguinaria escena su esposa, Mirna Santos,
quien estaba embarazada, y su primogénito Ernesto, de dos años. Luego
nació el hijo homónimo.
Las tenebrosas acciones de los gobiernos despóticos son comparables a las
catástrofes naturales (ciclón, terremoto,…).Ceemos que con el paso del
fenómeno ha cesado todo, y hasta decimos, muy creídos, que después de la
tempestad viene la calma. No es cierto, pues las catástrofes, como las
dictaduras, tienen efecto residual.
Los dos hijos de Amín Abel Hasbún se criaron sin su padre y el menor, nunca
lo vio. Los hijos de ambos nacieron incompletos, pues les faltó el abuelo
paterno. Es decir que la intolerancia balaguerista le mató su abuelo a unos
niños que llegarían al mundo algunos treinta años después. Los estragos de
una dictadura perduran mucho después de terminada.
Se ha informado que quien disparó contra Abel fue el raso Hermógenes Luis
López Acosta, pero eso nada aporta. Ese pobre instrumento de la maldad
quizá no tuvo otra opción. Hay que decirlo: Amín Abel Hasbún murió por
causa de sus anhelos de cambio, cambio político, cambio contra el abuso de
poder, la persecución, el encarcelamiento.
Quienes ordenaron el crimen, quienes lo prepararon ni quienes lo
ejecutaron han pagado por el hecho. Su castigo debe ser que todos
mantengamos el apego a las ideas democráticas y al respeto de los demás.
Ellos que yazgan en la letrina de la Historia.