«Trotski, en su afán de situarse en lugar visible, ha falseado «involuntariamente» la posición de Lenin»

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El partido y la preparación de Octubre

Segunda parte del discurso de Stalin en el Pleno del grupo comunista del Consejo Central de los Sindicatos Soviéticos 19 de noviembre de 1924

(Para leer la primera parte de este discurso pincha aquí)

Pasemos ahora al problema de la preparación de Octubre. Escuchando a Trotski, podría suponerse que en todo el período de preparación, de marzo a octubre, el Partido Bolchevique no hacía sino agitarse sin ton ni son; que estaba corroído por contradicciones internas y ponía a Lenin toda clase de estorbos, y que, de no haber sido por Trotski, nadie sabe cómo habría terminado la Revolución de Octubre.

Hasta cierto punto divierten estas peregrinas palabras acerca del Partido en boca de Trotski, quien en el mismo «prefacio» al tomo III declara que «el fundamental instrumento de la revolución proletariaes el Partido», que, «sin el Partido, haciendo caso omiso del Partido, dando de lado al Partido, con un sucedáneo del Partido, la revolución proletaria no puede vencer».

En fin, ni el mismísimo Alá alcanzará a comprender cómo pudo triunfar nuestra revolución si «su fundamental instrumento» resultó inservible y si, «dando de lado al Partido», no hay ninguna posibilidad de vencer.

Pero no es la primera vez que Trotski nos obsequia con tales extravagancias. Es de suponer que estos divertidos razonamientos acerca de nuestro Partido sean las habituales extravagancias de Trotski.

Examinemos, brevemente, la historia de la preparación de Octubre por períodos.

1) El período de nueva orientación del Partido (marzo-abril). Hechos principales de este período:

a) el derrocamiento del zarismo;
b) la formación del Gobierno Provisional (dictadura de la burguesía);
c) la aparición de los Soviets de Diputados Obreros y Soldados (dictadura del proletariado y del campesinado);
d) la dualidad de poderes;
e) la manifestación de abril;
f) la primera crisis de Poder.

El rasgo característico de este período es que existen, una al lado de otra, juntas, al mismo tiempo, la dictadura de la burguesía y la dictadura del proletariado y del campesinado, con la particularidad de que la segunda tiene confianza en la primera, supone en ella anhelos de paz, entrega voluntariamente el Poder a la burguesía y se convierte, de este modo, en un apéndice suyo. Aun no hay conflictos graves entre las dos dictaduras. Pero, en cambio hay una «comisión de enlace».

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Fue éste un grandioso viraje en la historia de Rusia y un viraje inusitado en la historia de nuestro Partido. La vieja plataforma de derrocamiento directo del gobierno, formulada antes de la revolución, era clara y concreta, pero ya no servía para las nuevas condiciones de la lucha. Ahora ya no se podía marchar directamente al derrocamiento del gobierno, porque estaba ligado a los Soviets, que se hallaban bajo la influencia de los defensistas, y el Partido hubiera tenido que sostener una guerra superior a sus fuerzas contra el gobierno y contra los Soviets. Pero tampoco se podía aplicar una política de apoyo al Gobierno Provisional, porque era un gobierno del imperialismo. Se imponía una nueva orientación del Partido en las nuevas condiciones de la lucha.

El Partido (su mayoría) marchaba a tientas hacía esa nueva orientación. Adoptó la política de presión de los Soviets sobre el Gobierno Provisional en el problema de la paz y no se decidió a pasar de golpe, de la vieja consigna de dictadura del proletariado y del campesinado, a la nueva consigna del Poder de los Soviets. Con esta política de medias tintas se quería que los Soviets pudieran ver en las cuestiones concretas de la paz la verdadera naturaleza imperialista del Gobierno Provisional y apartarlos así de él. Pero ésa era una posición profundamente errónea, pues engendraba ilusiones pacifistas, llevaba el agua al molino del defensismo y dificultaba la educación revolucionaria de las masas.

Esa posición errónea la compartía yo entonces con otros camaradas del Partido y no la abandoné del todo hasta mediados de abril, cuando me solidaricé con las tesis de Lenin. Se imponía una nueva orientación. Esa nueva orientación la dió Lenin al Partido en sus famosas Tesis de Abril. No voy a extenderme acerca de las tesis, pues todos y cada uno de vosotros las conocéis. ¿Tuvo entonces el Partido divergencias con Lenin? Sí, las tuvo. ¿Cuánto duraron esas divergencias? Dos semanas, a lo sumo. La Conferencia local de Petrogrado (segunda quincena de abril), que aprobó las tesis de Lenin, fue un punto crucial en el desarrollo de nuestro Partido. La Conferencia de toda Rusia celebrada a fines de abril no hizo más que llevar a término en escala nacional lo hecho por la Conferencia de Petrogrado, agrupando en torno a una posición única del Partido a las nueve décimas partes de éste.

Ahora, siete años después, Trotski manifiesta una alegría maligna por las pasadas divergencias entre los bolcheviques y las presenta casi como una lucha de dos partidos en el seno del bolchevismo. Pero, en primer lugar, Trotski exagera y abulta las cosas desmesuradamente, pues el Partido Bolchevique salió de estas divergencias sin haber sufrido la menor conmoción. En segundo lugar, nuestro Partido sería una casta, y no un partido revolucionario, si no admitiera en su seno matices del pensamiento. Además, es sabido que también en el pasado hubo entre nosotros divergencias, por ejemplo, en el período de la III Duma, lo que no fue óbice para que nuestro Partido se mantuviese unido. En tercer lugar, no estará de más que preguntemos cuál era entoncesla posición del propio Trotski, que ahora manifiesta sin recato una alegría maligna con motivo de las pasadas divergencias de los bolcheviques. Lentsner, el llamado redactor de las obras de Trotski, asegura que las cartas americanas de Trotski (marzo) «se adelantaron en todo» a las «Cartas de lejos» de Lenin (marzo), que sirvieron de base a las Tesis de Abril de Lenin.

Así lo dice: «Se adelantaron en todo». Trotski no pone peros a esa analogía, aceptándola, por lo visto, con agradecimiento. Pero, en primer lugar, las cartas de Trotski «no se parecen en nada» a las de Lenin ni por su espíritu ni por las conclusiones, pues reflejan enteramente la consigna antibolchevique de Trotski «sin zar, por un gobierno obrero», consigna que significa: revolución sin los campesinos. Basta con leer estas dos series de cartas para convencerse de ello. En segundo lugar, ¿cómo explicar, en tal caso, que Lenin estimara necesario desolidarizarse de Trotski al día siguiente de haber llegado del extranjero? ¿Quién no conoce las reiteradas declaraciones de Lenin de que la consigna de Trotski «sin zar, por un gobierno obrero» es un intento de «saltar por encima del movimiento campesino, cuyas posibilidades no han sido agotadas», que esa consigna es «jugar a la toma del Poder por un gobierno obrero»?

¿Qué puede haber de común entre las tesis bolcheviques de Lenin y el esquema antibolchevique de Trotski con su «juego a la toma del Poder»? ¿De dónde saldrá esa propensión de la gente a comparar una casucha con el Monte Blanco? ¿Qué falta le hacía a Lentsner sumar tan irreflexivamente al montón de viejas leyendas sobre nuestra revolución esa otra leyenda de que las cartas americanas de Trotski «se adelantaron» a las conocidas «Cartas de lejos» de Lenin?

Por algo se dice que un oso servicial es más peligroso que un enemigo.

2) El período de movilización revolucionaria de las masas (mayo-agosto). Hechos principales de este período:

a) la manifestación de abril en Petrogrado y la formación de un gobierno de coalición, en el que participan los «socialistas»;
b) la manifestación del Primero de Mayo en los principales centros de Rusia, con la consigna de «paz democrática»;
c) la manifestación de junio en Petrogrado con la consigna fundamental de «¡Abajo los ministros capitalistas!»;
d) la ofensiva de junio en el frente y los reveses del ejército ruso;
e) la manifestación armada de julio en Petrogrado y la salida de los ministros demócratas constitucionalistas del gobierno;
f) la llegada de tropas contrarrevolucionarias sacadas del frente, el asalto y la destrucción de la redacción de «Pravda», la lucha de la contrarrevolución contra los Soviets y la formaciónde un nuevo gobierno de coalición encabezado por Kerenski ;
g) el VI Congreso de nuestro Partido, que lanza la consigna de preparación de la insurrección armada;
h) la contrarrevolucionaria Conferencia de Estado y la huelga general de Moscú;
i) la fracasada ofensiva de Kornílov sobre Petrogrado, la vivificación de los Soviets, la dimisión de los demócratas constitucionalistas y la formación del «Directorio».

El rasgo característico de este período es la agudización de la crisis y la ruptura del inestable equilibrio entre los Soviets y el Gobierno Provisional, equilibrio que -bien o mal- existía en el período precedente. La dualidad de poderes se ha hecho insostenible para ambas partes. El frágil edificio de la «comisión de enlace» vive sus últimos días. «Crisis de Poder» y «carrousel ministerial» eran en aquellos momentos las palabras más en boga. La crisis en el frente y la ruina en la retaguardia hacen su obra, reforzando los flancos extremos y presionando por ambos lados a los conciliadores defensistas. La revolución se moviliza, haciendo con ello que se movilice la contrarrevolución. La contrarrevolución, a su vez, espolea a la revolución, suscitando nuevas oleadas de la marea revolucionaria. La cuestión del paso del Poder a una nueva clase se pone a la orden del día.

¿Había entonces divergencias en nuestro Partido? Sí, las había. Pero se referían exclusivamente a cuestiones de carácter práctico, contrariamente a lo que afirma Trotski, quien trata de descubrir un ala «derecha» y un ala «izquierda» en el Partido. Es decir, había esas divergencias sin las que, en general, no existe una vida activa de Partido y un verdadero trabajo de Partido.

No tiene razón Trotski cuando afirma que la manifestación de abril en Petrogrado suscitó divergencias en el seno del Comité Central. El Comité Central se mantuvo absolutamente unánime en esta cuestión, condenando el intento de un grupo de camaradas de detener al Gobierno Provisional en un momento en que los bolcheviques estaban en minoría en los Soviets y en el ejército. Si Trotski no escribiera la «historia» de Octubre a lo Sujánov, sino basándose en documentos fidedignos, se convencería sin gran trabajo de que su afirmación es errónea.

No tiene absolutamente ninguna razón Trotski cuando afirma que el intento, «a iniciativa de Lenin», de organizar una manifestación el 10 de junio fue tachado de «aventura» por los «derechistas» del Comité Central. Si Trotski no escribiera a lo Sujánov, sabría seguramente que la manifestación del 10 de junio fue aplazada de pleno acuerdo con Lenin y que precisamente Lenin defendió la necesidad de aplazarla en un gran discurso pronunciado en la conocida reunión del Comité de Petrogrado (v. las actas del Comité de Petrogrado).

No tiene ninguna razón Trotski cuando habla de divergencias «trágicas» en el seno del CC con motivo de la manifestación armada de julio. Trotski, sencillamente, inventa, suponiendo que algunos miembros del grupo dirigente del CC «debían ver en el episodio de julio una aventura nociva». Trotski, que entonces aún no formaba parte de nuestro CC y era tan sólo un parlamentario nuestro en los Soviets, podía, naturalmente, no saber que el CC consideraba la manifestación de julio como un mero medio para tantear al enemigo; que el CC (y Lenin) no querían ni pensaban convertir la manifestación en insurrección en un momento en que los Soviets de la capital seguían aún a los defensistas.

Es muy posible que algunos de los bolcheviques lloriquearan, en efecto, con motivo de la derrota de julio. Yo sé, por ejemplo, que algunos de los bolcheviques detenidos entonces estaban incluso dispuestos a abandonar nuestras filas. Pero hacer de aquí deducciones contra algunos supuestos «derechistas», a los que se dice miembros del CC, es tergiversar desvergonzadamente la historia.

No tiene razón Trotski cuando declara que en los días de la korníloviada se puso de manifiesto en parte de los dirigentes del Partido la tendencia a concertar un bloque con los defensistas, a apoyar al Gobierno Provisional. Se trata, naturalmente, de esos mismos supuestos «derechistas» que quitan el sueño a Trotski. Trotski no tiene razón, pues existen tales documentos como el Órgano Central del Partido, que echa por tierra la declaración de Trotski. Este invoca la carta de Lenin al CC previniendo contra el apoyo a Kerenski. Pero Trotski no comprende las cartas de Lenin, ni su significado, ni su misión.

A veces, Lenin se adelanta deliberadamente en sus cartas a los acontecimientos, llevando a un primer plano errores posibles, y criticándolos por anticipado, a fin de prevenir al Partido y ponerlo a salvo de ellos, o, a veces, exagera las «pequeñeces» y hace «de una mosca un elefante», con el mismo fin pedagógico. El jefe del Partido, sobre todo si se encuentra en la clandestinidad, no puede obrar de otro modo, pues debe ver más allá que sus compañeros de lucha y está obligado a dar la señal de alarma con motivo de cualquier error posible, incluso con motivo de «pequeñeces». Pero sacar de estas cartas de Lenin (que no son pocas) la conclusión de que hubo divergencias «trágicas» y alborotar a cuenta de ello significa no comprender las cartas de Lenin, no conocer a Lenin. Quizá sea ésta la explicación de que Trotski no dé a veces en el clavo. Resumiendo: en el CC no hubo ninguna divergencia, absolutamente ninguna, en los días de la intentona de Kornílov.

Después de la derrota de julio, entre el CC y Lenin surgieron, efectivamente, divergencias respecto a la suerte de los Soviets. Es sabido que Lenin, deseando concentrar la atención del Partido en los preparativos de la insurrección fuera de los Soviets, prevenía contra el excesivo entusiasmo por los Soviets, considerando que éstos, envilecidos por los defensistas, ya no tenían ningún valor. El Comité Central y el VI Congreso del Partido adoptaron una línea más prudente, considerando que no había fundamento para estimar excluida una vivificación de los Soviets. La intentona de Kornílov demostró que esta decisión había sido acertada. Por lo demás, esas divergencias no fueron una cuestión de actualidad para el Partido. Lenin reconoció posteriormente que la línea del VI Congreso había sido acertada. Es interesante que Trotski no se haya aferrado a esta divergencia ni la haya abultado hasta darle proporciones «monstruosas».

Un partido unido y monolítico, centro de la movilización revolucionaria de las masas: tal es el cuadro de la situación de nuestro Partido en este período.

3) El período de organización del asalto (septiembre-octubre). Hechos principales de este período:

a) la convocatoria de la Conferencia Democrática y el fracaso de la idea de formar un bloque con los demócratas constitucionalistas;
b) paso de los Soviets de Moscú y de Petrogrado al lado de los bolcheviques;
c) el Congreso de los Soviets de la Región del Norte y la resolución del Soviet de Petrogrado contra la evacuación de las tropas;
d) la resolución del CC del Partido sobre la insurrección y la formación del Comité Militar Revolucionario del Soviet de Petrogrado;
e) la resolución de la guarnición de Petrogrado sobre el apoyo armado al Soviet de Petrogrado y la organización del sistema de comisarios del Comité Militar Revolucionario;
f) las fuerzas armadas de los bolcheviques se lanzan a la calle; detención de los miembros del Gobierno Provisional;
g) la toma del Poder por el Comité Militar Revolucionario del Soviet de Petrogrado y la formación del Consejo de Comisarios del Pueblo por el II Congreso de los Soviets.

El rasgo característico de este período es la rápida agravación de la crisis, el completo desconcierto de los círculos gobernantes, el aislamiento de los eseristas y los mencheviques y el paso en masa de los elementos vacilantes al lado de los bolcheviques. Conviene señalar una particularidad original de la táctica de la revolución en este período. Consiste esta particularidad en que cada paso, o casi cada paso, de su ofensiva de la revolución procura dado como si fuera un paso defensivo. Es indudable que la negativa a evacuar las tropas de Petrogrado fue un serio paso de la ofensiva de la revolución, pero, no obstante, esa ofensiva se hizo bajo la consigna de defensa de Petrogrado contra una posible ofensiva del enemigo exterior.

Es indudable que la formación del Comité Militar Revolucionario fue un paso todavía más importante de la ofensiva contra el Gobierno Provisional, pero, no obstante, se dió bajo la consigna de organizar el control de los Soviets sobre la actividad del Estado Mayor de la Zona. Es indudable que el paso franco de la guarnición al lado del Comité Militar Revolucionario y la organización del sistema de comisarios soviéticos señalaron el comienzo de la insurrección, pero, no obstante, estos pasos los dió la revolución bajo la consigna de defensa del Soviet de Petrogrado contra posibles acciones de la contrarrevolución.

Parecía como si la revolución camuflara sus acciones de ofensiva con la envoltura de la defensa para que le fuese más fácil arrastrar a su órbita a los elementos indecisos, vacilantes. A ello se debe, quizá, el carácter aparentemente defensivo de los discursos, artículos y consignas de este período, que, no obstante, tienen un carácter profundamente ofensivo por su contenido interno.

¿Hubo en este período divergencias en el seno del Comité Central? Sí, y no pequeñas. Ya he hablado de las divergencias en el problema de la insurrección, reflejadas íntegramente en las actas del CC del 10 y del 16 de octubre. Por ello no voy a repetir lo dicho antes. Ahora es necesario detenerse en tres cuestiones: la participación en el anteparlamento, el papel de los Soviets en la insurrección y la fecha de la insurrección. Es tanto más necesario por cuanto Trotski, en su afán de situarse en lugar visible, ha falseado «involuntariamente» la posición de Lenin en las dos últimas cuestiones.

Es indudable que las divergencias respecto al anteparlamento fueron serias. ¿Cuál era el fin, por decirlo así, del anteparlamento? Ayudar a la burguesía a relegar los Soviets a segundo plano y echar los cimientos del parlamentarismo burgués. Si podía o no el anteparlamento alcanzar ese fin en la situación revolucionaria de entonces, es ya otra cuestión. Los acontecimientos demostraron que ese fin era inalcanzable y que el propio anteparlamento era un aborto de la korniloviada. Pero es indudable que con el anteparlamento los mencheviques y los eseristas perseguían precisamente ese fin. ¿A qué podía llevar en tales condiciones la participación de los bolcheviques en el anteparlamento? Únicamente a desorientar a las masas proletarias respecto a la verdadera faz del anteparlamento. A ello, principalmente, se debe la vehemencia con que fustiga Lenin en sus cartas a los defensores de la participación en el anteparlamento. La participación en el anteparlamento fue, sin duda, una grave equivocación.

Pero sería erróneo suponer, como lo hace Trotski, que los defensores de la participación fueron al anteparlamerrto con el fin de desarrollar allí una labor orgánica, con el fin de «llevar el movimiento obrero» «al cauce de la socialdemocracia». Eso es completamente falso. Eso es mentira. Si eso fuera cierto, el Partido no habría logrado corregir esta equivocación «en un dos por tres», retirándose ostensiblemente del anteparlamento. La vitalidad y la fuerza revolucionaria de nuestro Partido se expresaron, entre otras cosas, en que enmendó esta equivocación en un abrir y cerrar de ojos.

Ahora, permitidme que corrija una pequeña inexactitud que se ha deslizado en la relación que Lentsner, el «redactor» de las obras de Trotski, hace de la reunión del grupo bolchevique en que se resolvió la cuestión del anteparlamento. Lentsner dice que en la reunión hubo dos informantes: Kárnenev y Trotski. Eso no es cierto. En realidad, los informantes fueron cuatro: dos en favor del boicot del anteparlamento (Trotski y Stalin) y dos en favor de la participación (Kámenev y Noguín).

Aún procede peor Trotski cuando se refiere a la posición de Lenin en cuanto a la forma de la insurrección. Según Trotski, resulta que Lenin quería que el Partido tomase en octubre el Poder «independientemente del Soviet y a espaldas de éste». Criticando después esta necedad atribuida a Lenin, Trotski «galopa y caracolea», soltando, por último, esta condescendiente frase: «Eso hubiera sido un error». Aquí Trotski no dice la verdad acerca de Lenin, tergiversa la idea de Lenin acerca del papel de los Soviets en la insurrección. Podría citar un montón de documentos demostrativos de que Lenin proponía tomar el Poder a través de los Soviets, del de Petrogrado o del de Moscú, y no a espaldas de ellos.

¿Qué fin persigue Trotski con esa leyenda, más que extraña, acerca de Lenin?

Trotski no procede mejor cuando «analiza» la posición del CC y de Lenin en cuanto a la fecha de la insurrección. Al relatar la célebre reunión del CC del 10 de octubre, Trotski afirma que en esta reunión «se adoptó una resolución diciendo que la insurrección debería producirse, a más tardar, el 15 de octubre». Resulta que el CC señaló para el 15 de octubre la fecha de la insurrección y que luego, faltando él mismo a su acuerdo, la aplazó hasta el 25 de octubre. ¿Es cierto eso? No, no es cierto. El Comité Central sólo adoptó en este período dos resoluciones sobre la insurrección, la del 10 y la del 16 de octubre. Leamos estas resoluciones.

Resolución del 10 de octubre:

«El CC reconoce que tanto la situación internacional de la revolución rusa (insurrección en la flota alemana, manifestación extrema de la marcha ascendente, en toda Europa, de la revolución socialista mundial, y, además, la amenaza de una paz de los imperialistas, con el fin de estrangular la revolución en Rusia) como la situación militar (decisión indudable de la burguesía rusa y de Kerenski y Cia. de entregar Petrogrado a los alemanes) y la conquista de la mayoría dentro de los Soviets por el Partido proletario -todo ello, unido a la insurrección campesina y al viraje de la confianza del pueblo hacia nuestro Partido (elecciones de Moscú)-, así como, finalmente, la preparación manifiesta de una segunda korniloviada (evacuación de tropas de Petrogrado, envío de cosacos a esta capital, cerco de Minsk por los cosacos, etc.), ponen a la orden del día la insurrección armada. Reconociendo, pues, que la insurrección armada es inevitable y que ha alcanzado plena madurez, el CC insta a todas las organizaciones del Partido a guiarse por ello y a examinar y resolver desde este punto de vista todos los problemas prácticos»

(Congreso de los Soviets de la Región del Norte, evacuación de tropas de Petrogrado, acciones en Moscú y en Minsk, etc.).

Resolución de la reunión del CC con camaradas en puestos de responsabilidad del 16 de octubre:

«La reunión aprueba y apoya por completo la resolución del CC, llama a todas las organizaciones y a todos los obreros y soldados a preparar en todos sus aspectos y con toda intensidad la insurrección armada y a apoyar el Centro creado para ello por el Comité Central, y expresa su plena seguridad en que el CC y el Soviet indicarán oportunamente el momento propicio y los procedimientos de ofensiva más convenientes».

Ya veis que la memoria le ha sido infiel a Trotski en cuanto a la fecha de la insurrección y a la resolución del CC sobre la insurrección.

Trotski no tiene ninguna razón cuando afirma que Lenin menospreciaba la legalidad de los Soviets, que Lenin no comprendía la gran importancia de la toma del Poder por el Congreso de los Soviets de toda Rusia el 25 de octubre y que, precisamente por ello, insistía en que se tomara el Poder antes del 25 de octubre. Eso no es cierto. Lenin proponía tomar el Poder antes del 25 de octubre por dos razones: En primer lugar, porque los contrarrevolucionarios podían entregar Petrogrado en cualquier momento, lo que hubiera enervado a insurrección en ascenso, por lo que cada día era precioso. En segundo lugar, porque el error del Soviet de Petrogrado, que señaló abiertamente e hizo pública la fecha de la insurrección (25 de octubre), no podía ser enmendado más que por la insurrección efectiva antes de esta fecha legal de la insurrección.

Lo que ocurre es que Lenin consideraba la insurrección como un arte y no podía menos de saber que el enemigo, prevenido (por la imprudencia del Soviet de Petrogrado) de la fecha señalada para la insurrección, se prepararía sin falta para ese día, por lo que era imprescindible adelantársele, es decir, comenzar la insurrección, inexcusablemente, antes del plazo legal. A ello, principalmente, se debe la vehemencia con que Lenin fustigaba en sus cartas a los fetichistas del 25 de octubre. Los acontecimientos demostraron que Lenin tenía toda la razón. Sabido es que la insurrección empezó antes del Congreso de los Soviets de toda Rusia.

Sabido es que el Poder fue tomado, de hecho, antes de la apertura del Congreso de los Soviets de toda Rusia, y que no lo tomó el Congreso de los Soviets, sino que lo tomaron el Soviet de Petrogrado y el Comité Militar Revolucionario. El Congreso de los Soviets se limitó a recibir el Poder de manos del Soviet de Petrogrado. Por eso, los largos razonamientos de Trotski acerca de la importancia de la legalidad de los Soviets son completamente superfluos.

Un partido lleno de vitalidad y fuerza, encabezando a las masas revolucionarias, que se lanzan al asalto del Poder burgués y derrocan ese Poder: tal es la situación de nuestro Partido en ese período.

Esto es lo que hay en cuanto a las leyendas sobre la preparación de Octubre.

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