
Desde su colonización, el país africano no ha dejado de ser explotado por potencias imperialistas
En las mismas entrañas de África, la República Democrática del Congo (RDC) se desangra en un conflicto silenciado, no por casualidad, por los grandes medios de comunicación occidentales. La riqueza mineral de este vasto territorio se ha convertido en una auténtica maldición que ha atraído históricamente la codicia de potencias extranjeras y empresas transnacionales. Conozca los factores políticos y económicos que han facilitado el fenómeno (…).
Por EUGENIO FERNÁNDEZ PARA CANARIAS-SEMANAL.ORG.-
En las entrañas de África, la República Democrática del Congo (RDC) se desangra en un conflicto silenciado, no por casualidad, por los grandes medios de comunicación de Occidente.
La riqueza mineral de este vasto territorio se ha convertido en una maldición que ha atraído históricamente la codicia de potencias extranjeras y empresas transnacionales.
La violencia, alimentada por el contrabando de minerales preciosos como el coltán y el cobalto, es perpetrada por mercenarios y milicias, muchas veces con la complicidad o el apoyo directo de países como Ruanda, con el aval de Estados Unidos, Francia, Bélgica e Inglaterra.
La historia del Congo está marcada por la explotación colonial y postcolonial. Desde la asignación de su territorio a Bélgica en la Conferencia de Berlín de 1885, pasando por el genocidio perpetrado por el rey Leopoldo II, hasta la independencia en 1960, el país ha sufrido constantemente.
La lucha por la independencia, liderada por figuras como Patrice Lumumba, fue rápidamente cooptada por intereses extranjeros, dejando al país en manos de dictadores y gobiernos corruptos que sirvieron a los intereses de las potencias extranjeras y las corporaciones, en lugar de a su gente.
Modus operandi que no solo perpetúa la violencia y la inestabilidad en el Congo, sino que también refleja un patrón más amplio de intervencionismo y explotación por parte de las potencias extranjeras en África.
La explotación de los recursos naturales del Congo se efectúa bajo condiciones de trabajo atroces y con graves consecuencias ambientales y humanitarias.
Las potencias implicadas en esta situación, en beneficio de sus corporaciones transnacionales, que se benefician directamente de la explotación de los recursos del Congo, incluyen a Estados Unidos, Francia, Bélgica e Inglaterra, junto con Ruanda como actor regional clave. Cada uno de ellos desempeña un papel en el mantenimiento de una estructura que perpetúa el conflicto y el sufrimiento para asegurar el flujo continuo de recursos valiosos hacia el mercado global.
La intervención de estos actores no solo se manifiesta a través de la explotación económica, sino también mediante el apoyo político y militar a grupos armados, como el M23, que operan dentro del Congo para controlar las ricas zonas mineras.
La complicidad internacional ha transformado al Congo en un escenario donde se libra una guerra alimentada por intereses externos que buscan maximizar sus beneficios a costa de la población congoleña.
El papel de Ruanda, bajo el liderazgo de Paul Kagame, destaca por su implicación directa en el apoyo a milicias y la explotación de los recursos del Congo, actuando como un estado gendarme que refleja los intereses de sus aliados occidentales y se beneficia enormemente del contrabando de minerales.
Este escenario convierte al Congo en un ejemplo emblemático de cómo el imperialismo moderno y el capitalismo global operan mano a mano, dejando a su paso destrucción y miseria, mientras que unas pocas élites y corporaciones acumulan riquezas.