
En un momento en que el fascismo vuelve a ganar terreno en el escenario mundial, es imperioso recordar a las mujeres que, durante la II Guerra Mundial, tomaron las armas y lucharon valientemente para defender no solo a la patria socialista, sino al mundo entero contra la amenaza fascista.
Recordar a estas heroicas mujeres soviéticas es más importante que nunca, pues fue su determinación lo que ayudó a frenar el avance del nazismo y a garantizar la victoria del socialismo. Fueron combatientes audaces, médicas decididas, francotiradoras certeras, aviadoras legendarias, tanquistas incansables… Combatieron al lado de sus hermanos y padres en una lucha que definió no solo la historia de la Unión Soviética, sino la de la humanidad misma.
El 22 de junio de 1 941, el ejército nazi lanzó la Operación Barbarroja; con un total de 3 117 000 hombres, 3 350 tanques y 2 700 aviones, la Unión Soviética se vio invadida por el monstruo fascista. Después del 3 de julio de 1 941 las mujeres soviéticas, que ya habían mostrado su temple durante la Guerra Civil, empezaron a presentarse como voluntarias y se unieron al Ejército Rojo en cifras cada vez más crecientes. Algunas incluso falsificaron su edad para poder enlistarse, como fue el caso de Klava Panteléiva, quien añadió un año a su edad con tal de ingresar al frente.
Aproximadamente entre 17 000 y 27 000 mujeres combatieron en 1 941. Se alistaron como voluntarias para defender a la patria socialista y, durante la guerra, se desempeñarían una variedad de roles como instructoras sanitarias, secretarias, encargadas de transporte, exploradoras, personal de comunicaciones, francotiradoras, tiradoras de ametralladora, comandantes de cañón antiaéreo, zapadoras, aviadoras, tanquistas o partisanas.
Fue en 1 942 cuando la Academia Central de Francotiradores abrió sus puertas, formando a un gran número de mujeres que se distinguirían en el campo de batalla por su puntería y destreza. Se calcula que unas 2 484 francotiradoras sirvieron durante la guerra en el Ejército Soviético. Algunos ejemplos de la tenacidad de estas combatientes son las historias de mujeres como Liudmila Pavlichenko, quien entre agosto de 1 941 y mayo de 1 942 abatió a 309 soldados nazis, incluidos 36 francotiradores enemigos. Otra heroína la legendaria fue Roza Shánina, conocida por algunos como «el terror invisible» quien falleció a finales de enero de 1 945 a pocos kilómetros de Königsberg debido a heridas de metralla tras haber abatido a 59 nazis.
Una de las historias más conmovedoras es la de las francotiradoras Maria Polivanova y Natasha Kovshova, quienes murieron heroicamente juntas al lanzar una granada para volar con varios enemigos que las tenían rodeadas en Sutoki, en Nóvgorod. La puntería de ambas les otorgó una notable reputación; juntas lograron más de 300 bajas nazis. Póstumamente fueron galardonadas con el título de Héroe de la Unión Soviética, el más alto título honorario y el grado de distinción superior del país de los soviets.

Nina Pavlovna Petrova, profesora de educación física, tenía 48 años cuando entró en combate a finales de 1 941. Llegó a vencer a más de 100 soldados nazis y a entrenar a más de 500 francotiradores para el Regimiento 284 º. Lobkovskaia comandó el 3er Ejército de Choque, un pelotón exclusivamente femenino de 50 francotiradoras al que se le atribuye la baja de 3 112 soldados nazis.
Las mujeres también demostraron su coraje en otros campos. En la aviación, figuras como Marina Raskova, quien fundó el 588 º Regimiento de Bombardeo Nocturno, reclutaron a valientes aviadoras que se distinguieron por su audacia y pericia. Utilizando biplanos ligeros Polikarpov 2, inicialmente usados para adiestramiento y fumigación de campos, podían transportar una carga de entre 200 y 300 kilogramos de bombas ligeras. Este regimiento comandado por Yevdokiya Bershánskaya llevó a cabo más de 23 672 misiones durante la guerra, arrojó más de 2 900 toneladas de bombas y 26 000 ampollas con líquido inflamable sobre los nazis, quienes las llamaban «Brujas de la noche». Además, también abastecieron con bolsas de municiones y comida a las tropas soviéticas.

Lera Jomiakova fue la primera mujer en derribar un avión nazi, concretamente un bombardero Junker Ju-88, en septiembre de 1 942; fue condecorada con la Orden Militar de la Bandera Roja y premiada económicamente.
Tamara Kazárinova comandó el 586 º Regimiento Femenino de Combate Aéreo, una unidad formada por las aviadoras más avezadas. Pilotaban el Yákovlev Yak-I, el caza más avanzado que tenían los soviéticos por entonces, armado con dos ametralladoras de disparo rápido y un cañón. Fue el primero de los regimientos en participar en el conflicto en abril de 1 942, llegaron a realizar 4 419 misiones, derribaron 38 aeronaves enemigas en 125 combates aéreos.

La aviadora soviética más famosa fue Lídia Litviak. Miembro del regimiento 586 º de cazas femenino y llamada la «Rosa Blanca de Stalingrado» logró 12 victorias en solitario y 4 compartidas antes de su desaparición durante el desarrollo de la batalla de Kursk.
Uno de los ejemplos más emblemáticos en la historia de las tanquistas es el de María Oktyabrskaya. Tras la muerte de su esposo a manos de los nazis, María vendió sus posesiones para comprar su propio T-34; en octubre de 1 943 y a la edad de 38 años entró en combate con la 26a Brigada de Tanques de la Guardia, siendo la primera mujer conductora de tanques del país. Luchó en las batallas más intensas, demostrando una valentía excepcional. Su determinación la llevó a ser considerada una de las más grandes heroínas de la guerra, recibiendo el título de Héroe de la Unión Soviética después de su trágica muerte el 15 de marzo de 1 944, luego de estar dos meses en coma debido a un fragmento de mina que se había alojado en su cerebro tras salir a reparar la oruga de su tanque durante una batalla cerca de Vitebsk.
Solo en 1 942, el Vsevobuch (sistema de entrenamiento militar) capacitó a 4 500 mujeres como operadoras de ametralladoras pesadas, y a otras 7 800 en ametralladoras ligeras. El caso Nina Onilova y Manshuk Mametova, también resalta el papel vital que las mujeres desempeñaron en la guerra. Onilova luchó en el 54 ° Regimiento de la División de Rifle durante la defensa de Odessa en septiembre de 1 941, fue herida de gravedad, pero aun así permaneció luchando con su unidad hasta la evacuación completa de la ciudad. Después de estar dos meses en el hospital tras ser gravemente herida, volvió al frente para seguir luchando, salió de su trinchera y se arrastró a través de 20 metros de terreno abierto para destruir un tanque nazi con dos cócteles Molotov; se ganó la Orden de la Bandera Roja por su valentía.
Manshuk Mametova, quien se unió al Ejército Rojo como enfermera en agosto de 1 942, comenzó a formarse en el manejo de la ametralladora pesada. Lideró con destreza su unidad en la defensa de la ciudad de Nével, donde se destacó por su habilidad para operar el arma. Los nazis atacaron con fuego de mortero las posiciones de los soldados soviéticos y asesinaron a quienes debían operar las otras ametralladoras, Manshuk fue la única sobreviviente. Tuvo que turnarse para disparar las otras ametralladoras restantes, controlando todas las direcciones por las que atacaban los nazis. Fue asesinada en combate, pero su legado perdura como símbolo de lucha y sacrificio.
Más del 40 % de todos los médicos, cirujanos, paramédicos y los enfermeros médicos y el 100 % de enfermeras del Ejército Soviético durante la guerra fueron mujeres. Y era un personal médico que también combatía, pues tenía instrucción militar para ello. Muchas médicas y enfermeras rescataron un gran número de soldados heridos en el campo de batalla, incluso tomaron armas en la batalla, ya fuesen de muertos en combate o las que se les habían asignado. La historia de Nadezhda Vasílievna Anísomova, instructora sanitaria en una unidad de ametralladoras, quien arrastró a un herido durante 8 horas para salvarlo, es solo una de muchas muestras de heroísmo en el campo médico.

Las operadoras de comunicaciones, como Yelena Stempkovskaya, que transmitió información vital durante días a pesar de la ofensiva nazi, fueron fundamentales para mantener la coordinación en las fuerzas soviéticas. La valentía de Stempkovskaya no pasó desapercibida: después de ser capturada y torturada, fue ejecutada por los nazis y, póstumamente, se le otorgó el título de Héroe de la Unión Soviética.
En el movimiento partisano, que en 1 944 contaba con al menos 280 000 partisanos activos, las mujeres representaban el 25 % de ese total. Fue otra área clave en la que las mujeres desempeñaron un papel crucial, saboteando puentes, comunicaciones y tendiendo emboscadas. Mujeres como Fiokla Strui, diputada del Soviet Supremo, quien perdió las piernas al congelárselas durante un enfrentamiento con los nazis y tuvieron que amputarlas, son ejemplos del sacrificio que miles de mujeres hicieron para asegurar la victoria en la lucha contra el fascismo.
Zoya Kosmodemiánskaya fue la partisana más conocida. Tenía apenas 18 años cuando fue traicionada por un campesino ruso llamado Svirídov, quien, al ver que Zoya estaba quemando su granero, alertó a los nazis estacionados en el pueblo de Petrishcevo. La apresaron, la torturaron y, finalmente, la colgaron hasta la muerte. Mientras iba hacia el patíbulo, arengó un pequeño discurso sobre la futura victoria frente a los nazis, manteniendo esa firmeza inquebrantable hasta su último aliento.
Más de 900 000 mujeres sirvieron en el glorioso Ejército Rojo durante toda la II Guerra Mundial. Fueron las únicas mujeres soldados que lucharon fuera de las fronteras de su propio país durante esa contienda imperialista. Recordarlas hoy es fundamental para reconocer la enorme contribución que hicieron a la victoria sobre el fascismo.
Ante el resurgir de los elementos más reaccionarios que, en particular, dirigen sus ideas y acciones fascistas ante todo contra las mujeres, es necesario, urgente y oportuno que las mujeres del pueblo sigamos el ejemplo del linaje femenino más revolucionario que nos antecede, para conformar los destacamentos de mujeres dispuestas a vencer definitivamente las hordas fascistas; que nos decidamos a acometer las tareas de restauración del Partido del proletariado revolucionario en Colombia y la Internacional Comunista, centros de dirección que dirigirán a los ejércitos de mujeres y hombres con la firme tarea de erradicar a los imperialistas y su expresión fascista, e iniciar el camino de socialismo en vía al comunismo.