IV. ¡Fuego contra el cuartel general!
Lo que venimos comentando sobre el feminismo “rojo” de la FMC no era, con toda probabilidad, completamente evidente para la vanguardia, y mucho menos hasta sus implicaciones últimas ─sólo ahora tenemos la suficiente distancia histórica como para ejercer una crítica revolucionaria completa. Pero el tono desvergonzadamente burgués de la Zhongguo Funu era inocultable. Por poner algunos ejemplos: la revista solicitaba a sus lectoras que enviasen cartas expresando sus puntos de vista (“opiniones, deseos y voces”) acerca de temas tales como “¿para qué vive una mujer?” o “¿bajo qué criterio escoger marido?”[75] ¡Cosas de chicas![76]
El panorama tan sombrío que hemos esbozado aquí no era, afortunadamente, lo único que se alcanzaba a ver en China: como ya adelantamos, a pesar de su progresiva marginación, la izquierda del PCC todavía contaba con ciertos resortes políticos y, especialmente, con una revivificada concepción del mundo. Todo esto le permitía, aunque malamente, manejarse en esta situación. Paralelamente al movimiento femenino burgués, seguía madurando el movimiento femenino proletario.[77] La contraofensiva de la izquierda se inicia con el Movimiento de Educación Socialista de 1964 y, oportunamente, arrancó con dos elementos ideológicos clave: una campaña de crítica contra el feminismo[78] y el rechazo de la consigna de la lucha antifeudal,[79] tan manoseada por la FMC.
Las primeras acciones guerrilleras tuvieron lugar en ese mismo 1964, justamente en el marco de la campaña anti-feminista. Wan Mu-chun, una joven obrera, da la señal de asalto a la fortaleza con un incendiario artículo en Honqi, Cómo se deberían contemplar los problemas de las mujeres. Empezando por las zafiedades sexistas de la Zhongguo Funu, Wan señala cuál es la cuestión central:
“La concepción de la vida y la concepción del mundo pueden distinguirse únicamente atendiendo a la clase, y son o bien la concepción de la vida y el mundo de la clase revolucionaria de avanzada, o bien la concepción de la vida y el mundo de clase reaccionaria decadente. Ciertamente, no pueden ser distinguidas en función del sexo, en función de la concepción de la vida y el mundo del ‘hombre’ o de la ‘mujer’. Suscitar la pregunta ‘¿para qué viven las mujeres?’ es lo mismo que admitir que las mujeres pueden tener una concepción especial de la vida y el mundo no en razón de su clase, sino en razón de su sexo.”[80]
El toque a rebato desata una masiva oleada de cartas contra la Zhongguo Funu enviadas por mujeres de toda China, lo que indica que había un público de vanguardia receptivo a los planteamientos proletarios de la izquierda. Arrancaba la Gran Revolución Cultural Proletaria. En 1966, la FMC, en una maniobra desesperada, sacrifica a la editora jefe de la revista, Dong Bian. Pero la caja de Pandora ya había sido abierta:
“Zhongguo Funu consagró un amplio espacio para la publicación de artículos del estilo ‘¿A quién amar?’ y ‘Una buena vida material es la felicidad’. ¿A qué viene esto? ¿Qué asunción es ésta de que un cuadro revolucionario no sabe para qué vive?”[81]
“Desde la liberación, hace 16 años, las mujeres de la nueva China se han hecho las dueñas del país. Trabajan, se esfuerzan y estudian hombro con hombro con los hombres en el frente político, en el frente económico y en el frente cultural. No sólo son aptas para realizar el trabajo revolucionario en tierra, mar y en el subsuelo; también han volado ya hasta el cielo.”[82]
“La camarada Liu Ju-lan dijo: ‘la vida de lucha por la causa comunista es la vida más gloriosa. El trabajo revolucionario es la principal empresa de mi vida’.”[83]
“¡Dong Bian, aprende la razón por la que vivimos las mujeres trabajadoras! Mi marido Liu Ching-hai era el líder de un escuadrón armado durante la Guerra de Resistencia contra el Japón. Eran seis hermanos. Tres de ellos fueron vendidos por traidores nacionales y arrestados por diablos [soldados japoneses] y espías. Fueron apalizados y colgados, pero el enemigo no les pudo hacer cantar. Desesperados, los mataron a los tres. El líder de los espías vio que yo era joven, y trazó un plan malvado para utilizarme. […] envió a un lacayo a mi familia para casarme con él. Si yo lo hubiese consentido, le habría asegurado seguridad y felicidad a mi familia. ¿Para qué vive una mujer? ¿Vive para el dinero? ¿Vive para la ‘felicidad’ de la traición al pueblo y de la traición a sí misma? No. Yo tenía una deuda de sangre y lágrimas. Yo estaba llena de odio de clase. […] Los traidores nacionales y los espías no me pudieron cazar. Así que arrestaron a mi hermano mayor y lo mataron cortándolo en dos por la cintura […] Yo no tenía ya marido, ni hijos, ni familia. ¡Pero prefiero perderme sola por ahí a solazarme disfrutando de la ‘felicidad’ de una buena vida material!”[84]
Las múltiples referencias a la Guerra de Liberación no son fortuitas. Como ya vimos en el Gran Salto Adelante, el marco de referencia revolucionaria de la izquierda consistía, no en vano, en el movimiento de masas campesino y nacional y las tradiciones guerrilleras. Independientemente de todas las limitaciones históricas que este marco pudiera tener de cara a la etapa socialista de la revolución, era, efectivamente, la historia revolucionaria que la prensa rosa de la FMC les estaba arrebatando a las proletarias: una “calumnia y un menosprecio extremadamente serio hacia nosotras, las mujeres revolucionarias, dirigido a hacernos olvidar la revolución, mandarla a paseo y volver de nuevo a la cocina.”[85]
Con esta trepidante campaña de acoso y derribo contra las feministas de la FMC, ni la destitución de Dong Bian puede impedir que su aparato político-organizativo caiga en manos de la izquierda, que lo emplea en un decisivo golpe de mano propagandístico a escala nacional. El lector sabrá disculparnos la extensa cita:
“Debemos barrer las ideas burguesas y feudales anidadas en nuestras almas y continuar la lucha ideológica para elaborar el pensamiento proletario y demoler el pensamiento burgués: el ‘feminismo’, el ‘arribismo individual’, el ‘amor materno’ y la ‘felicidad de familias individuales’ que intentan en vano corromper a las mujeres obreras, campesinas y a los cuadros revolucionarios femeninos […] Para triunfar en la revolucionarización del pensamiento de los individuos, es imprescindible llevar a cabo la demolición y construcción a gran escala. Cuando la demolición es suprema, en sí misma implica construcción. Demolición significa crítica, lucha y transformación… las mujeres deben ser las críticas de los viejos pensamientos, de las viejas costumbres y de los viejos hábitos y elaborar creativamente nuevos pensamientos, costumbres y hábitos proletarios. Debemos liberarnos a nosotras mismas de los grilletes de las ideas burguesas y feudales… Con el reclamo de resolver los pretendidos problemas personales de las mujeres, Zhongguo Funu propagó el revisionismo e intentó difuminar el punto de vista de clase de las mujeres, para que no se molestasen por los asuntos importantes del Estado, sino únicamente por la vida de sus familias individuales y la supuesta felicidad de sus maridos e hijos. Intentó disolver el espíritu de lucha de las mujeres revolucionarias y abrir una brecha en China para el retorno del capitalismo.”[86]
No sería exagerado decir que ésta es la racionalización más elevada de la cuestión de la mujer en el Ciclo de Octubre. La izquierda, aquí, sitúa la lucha contra la burguesía, el revisionismo y el feminismo ─las tres en pie de igualdad─ en el terreno ideológico, en la concepción del mundo, y, además, emplaza a las mujeres la tarea de vanguardia de elaborar creativamente los nuevos pensamientos, la concepción del mundo proletario-revolucionaria (algo más pertinente hoy, si cabe, que entonces, dado el actual estado de liquidación ideológica del comunismo). Todo ello en el contexto de la transformación social bajo la propia dictadura del proletariado, en la demolición a gran escala de los baluartes de lo viejo y la construcción de sus propias instituciones revolucionarias, de clase, desde las cuales proseguir la revolución hasta el triunfo del comunismo (y que tampoco están exentas de ser demolidas cuando dejen de servir a esta causa). En efecto, se trata de toda una Revolución Cultural.
Atrás queda, definitivamente superada por la maduración revolucionaria de la clase, aquella grandiosa incorporación de las mujeres al trabajo productivo pilotada por la vanguardia, primer y necesario paso histórico del proletariado en su andadura independiente (bolchevismo). Atrás queda, incluso, la disyuntiva entre una u otra forma de llevar adelante la colectivización (el Gran Salto Adelante). Ahora, por primera vez, al proletariado maduro se le plantea la tarea de crear su propio sendero, de proyectarlo ─cosa inseparable de la dimensión del marxismo como concepción del mundo, como teoría de vanguardia, como vara de medir general de qué se hace y por qué se hace─ y de poner los medios para llevarlo a cabo; esto es, para transformar el mundo. En efecto:
“El proletariado aspira a transformar el universo según su concepción del mundo, y a otro tanto aspira la burguesía.”[87]
Y este combate abarca y agota todo el recorrido entre la sociedad de clases y la sociedad comunista, entre los círculos de estudio del marxismo y la nueva civilización en estado de libertad, pasando por la (re)constitución del pivote social que posibilita esa transformación a gran escala (Partido Comunista) y la dictadura del proletariado. Si la participación de la mujer en la revolución proletaria siempre fue una constante, imbricada y exigida en los propios fundamentos del marxismo, sólo ahora ha dejado de tener un contenido principalmente negativo (independencia económica respecto del varón y supresión de la familia) para desplegar todo su contenido positivo sustantivo, la creación consciente del hombre nuevo y de un mundo acorde, no determinado por la necesidad natural sino por la libre autodeterminación de la humanidad, su definitiva humanización[88] ─empresa constructiva orgánicamente vinculada, ahora sí, a la destrucción del viejo mundo, de la familia, la propiedad privada y el Estado.[89] En este sentido, la divisoria entre revolución y reacción se sitúa, justamente, en la planificación y dirección del proceso y en la compre(he)nsión de las herramientas que se disponen a tal fin. Y ese principio es el que preside, no por casualidad, la actividad de vanguardia:
“todo lo que sea inclinarse ante la espontaneidad del movimiento obrero, todo lo que sea rebajar el papel del ‘elemento consciente’ […] equivale ─en absoluto independientemente de la voluntad de quien lo hace─ a fortalecer la ideología burguesa sobre los obreros. Todo el que hable de ‘sobreestimación de la ideología’, de exageración del papel del elemento consciente, etc., se imagina que el movimiento puramente obrero puede de por sí elaborar y elaborará una ideología independiente.”[90]
Precisamente, el espontaneísmo es un problema universal del movimiento obrero, es la tendencia a sumergir el factor consciente, la acción subjetiva y creadora de vanguardia, bajo las procelosas aguas espontáneas del mundo burgués y la repetición trillada de sus esquemas, instituciones y pensamientos; es decir, de la ideología burguesa. El obrerismo es quizás la forma más obvia y evidente de espontaneísmo, siendo el revisionismo su correlato ideológico. Pero no es la única. En el frente de la mujer, el espontaneísmo y el oportunismo se traducen, y sólo se pueden traducir, como feminismo, “rojo”, verde o multicolor, como la forma de conciencia burguesa, espontánea, de las mujeres que no se reconocen a sí mismas como más que lo que ya son: hombres del sexo femenino.
Hablando en general, a medida que avanzaba el Ciclo, la cuestión de la mujer iba dejando de ser principalmente la cuestión de su incorporación a la vida productiva (cuestión efectivamente clave para resolver este problema histórico pero que por sí misma no permite ir mucho más allá) para pasar a enfatizar su elemento determinante: la concepción del mundo, la razón profunda del qué se hace y por qué se hace, enmarcando de forma más abarcadora las herramientas que se dispongan a tal fin ─como las levas industriales femeninas o los organismos generados para el trabajo entre las mujeres. Una vez más, la grandeza de las mujeres comunistas consistió (y consiste) en no fetichizar ni dejarse amedrentar por su carga opresiva añadida, sino en aferrar, con todas sus consecuencias, la tarea de construcción histórica que es el comunismo, porque saben lo que quieren y ninguna activista de género podrá ponerlo, de forma paternalista, en cuestión. Simultáneamente, y como muestra en negativo de la madurez del sujeto, el feminismo también se ha desarrollado desde sus mocedades liberales y sufragistas hasta su actual configuración como cuerpo ideológico completo (género, patriarcado, etc.), encerrando a las mujeres en su simple dimensión de hembras humanas, sin proyección de futuro precisamente porque mira hacia atrás, hacia lo que para las mujeres ha sido el resultado espontáneo de la sociedad de clases (de ahí que el feminismo se esfuerce por demostrar que sus conceptos, como el eterno femenino del género o el patriarcado, subyacen a toda la historia precedente). Su precoz maduración en China nos pone sobre la pista de que, a pesar de su actual fortaleza, es el síntoma de la histórica adultez del proletariado y del carácter universal de su empresa. ¡No era cosa de exotismos, sino la auténtica lucha final!
Y en esta medida, la lucha contra el feminismo ya no es, en efecto, una simple lucha político-organizativa, sino, en rigor, una batalla entre las dos alternativas civilizatorias que la lucha de clases ya ha desplegado. Por un lado, el comunismo, el movimiento real que supera el estado actual de cosas y somete el mundo objetivo a la libre autodeterminación de la humanidad emancipada; por el otro, el feminismo, el sometimiento de las mujeres oprimidas a lo que el mundo objetivo, la sociedad de clases, ha hecho espontáneamente de ellas, sumado a su necesaria gestión ─y, si acaso, medidas básicas de alivio─ por la institución que por excelencia puede conducir, encauzar y mantener cohesionada una sociedad basada en el libre desarrollo de la espontaneidad: el Estado. En efecto, una contradicción entre la lanza y el escudo que perdura hasta que esta disyuntiva sea finalmente superada en la civilización comunista o, por el contrario, dejemos que sea eternamente reproducida por la sociedad de clases.
Por eso, y volviendo a China, la izquierda al mando del aparato de la FMC, tras aquella importantísima y trascendental declaración programática, toma rápidamente la decisión de destruirlo. Fue un auténtico bombardeo del cuartel general. En la cúspide del Ciclo, parece que el proletariado consigue, por fin, zafarse de aquella maldición que Marx había enunciado sobre la revolución moderna: “Todas las revoluciones perfeccionaban esta máquina en lugar de quebrarla.”[91] Sencillamente, aquel mastodonte de comisiones, círculos femeninos de estudio y asambleas de representantes no servía a los intereses revolucionarios del proletariado, no había forma de instrumentalizarlo, era un dinosaurio hecho por y a medida de la burguesía burocrática china y su política feminista.[92] De forma tampoco fortuita, las referencias a la Comuna de París acompañan todo el recorrido de la Revolución Cultural, como sano y vigoroso recordatorio de que aquel Estado situado por encima de las masas, por el simple hecho de estarlo, tenía un contenido de clase bien determinado.[93] Y ello tuvo, también, una correlación positiva con la participación de las masas de mujeres, ahora de forma potencialmente favorable al programa de la izquierda.[94]
V. Para terminar
No podemos abundar aquí en el desenlace de la Revolución Cultural ni en sus limitaciones. Como ya hemos señalado en otro lugar,[95] la negativa de la izquierda en enero de 1967 a tomar el camino de la Comuna marcará el principio del fin. Si en la esfera ideológica conquistó una opinión pública favorable para soplar un vendaval oriental que manda por los aires la casita de paja de la FMC, la izquierda no hizo apenas nada por dotar a ese estado de opinión ─cuya potencialidad hemos visto─ de un cuerpo político-organizativo a su medida.[96] El rechazo de la Comuna y del armamento de las masas fue su puntilla, que marca el ordenado retorno a la vida normal a lo largo de los siguientes meses. Simplemente nos queda apuntar un par de cosas que confirman algunas de nuestras valoraciones sobre el episodio.
En el número 0 de Línea Proletaria calificábamos a los Comités Revolucionarios o de Triple Alianza como una solución de compromiso con la derecha y el Ejército Popular de Liberación.[97] La vía de la Comuna, por su parte, podía haber supuesto el medio ambiente idóneo para el desarrollo de la ofensiva de la GRCP y podía haber creado las condiciones más favorables para luchar contra la división del trabajo y la restauración del capitalismo.[98] Esta tesis se confirma en el frente de la mujer. Efectivamente, tras enero de 1967, una de las directivas que las autoridades locales reciben inmediatamente desde los organismos centrales del Estado fue la de aumentar el número de mujeres en los Comités de Triple Alianza.[99] Este fetichismo de la promoción, de rellenar puestecitos y comisiones con mujeres sin atender a la línea ideológica y política, ya nos es sobradamente conocido: podemos ver en ella la mano huesuda de un cadáver redivivo. Y así fue. Entre 1972 y 1973, apoyándose en los Comités de Triple Alianza, la FMC es reconstruida a nivel local y provincial[100] y consigue el privilegio de estar obligatoriamente representada en todos los municipios.[101]
Y, como ocurre habitualmente con los resucitados, trajo consigo a sus colegas del inframundo. Soong Ching-ling, antigua sufragista, venerada figura del Frente Unido y viuda del doctor Sun Yat-sen, abre la caja. Aquí hay gato encerrado, y está… vivo. A pesar de los progresos realizados, nos dice la momia, el movimiento de liberación de la mujer todavía era necesario por la persistencia de la ideología feudal-patriarcal.[102]
La debilidad de la izquierda en este momento, sumada muy probablemente a los expedientes ideológicos del período de la Guerra de Liberación, la conduce a ceder y caer en la trampa de la derecha, en los tópicos antifeudales, cuando la revolución ya navegaba por mares netamente socialistas. En la campaña contra Confucio y Lin Piao de 1973 no veremos ya por ninguna parte la consigna de abolición de la familia o la socialización de la vida doméstica, sino un conformista llamamiento a que los miembros de la familia se repartan el trabajo doméstico bajo el ya anacrónico hogar individual (otro piadoso deseo de las feministas al uso) y a luchar contra las ideas confucianas de la superioridad del hombre sobre la mujer.[103] Poco a poco, la FMC consigue revertir todas las conquistas de la izquierda: empezando por los Comités de Triple Alianza (donde, no hay que olvidarlo, el EPL actuaba como árbitro de la reconstrucción), consigue escalar de nuevo todas las posiciones del entramado estatal (convenientemente ayudada desde arriba) y lanzar una campaña política a su medida, que desarticula ideológicamente a la izquierda y la incapacita para poder desviar el siniestro rumbo que estaba tomando la República Popular. Muerto Mao, arrestados los últimos miembros de la izquierda y pacificado el país, la FMC será restablecida a escala estatal por su viejo amigo Deng Xiaoping en 1978. Ya sin la amenaza proletaria, la FMC pudo desplegar sin rubor todo su potencial como brazo feminista corporativo del socialfascismo chino, involucrada, hasta el día presente, en empresas sociales como programas de emprendimiento para mujeres, mientras otros tantos espectros ─la familia, el paro, la prostitución─ aplastan rigurosamente a las oprimidas.
Éste es el expediente del feminismo “rojo”. Su culminación consecuente por el oportunismo chino debería ser la prueba empírica de que lo que hoy defienden nuestros feminismos de clase no es ni nuevo ni revolucionario. Ya fue puesto en práctica y ya fue, también, combatido por el proletariado. Empuñar la lanza del marxismo revolucionario es la única forma de retomar este combate. Reconstituir el comunismo es prepararnos para el definitivo asalto a la fortaleza de la sociedad de clases. Sin satisfacer esa premisa, y por todo lo dicho, la emancipación de la mujer es una frase huera, repetida por los charlatanes del mercado. Hagámoslo, pues. Que las proletarias revolucionarias impongan su voz a la de los vendehumos de toda especie, porque ellas sostienen la mitad del cielo y, de nuevo, habrán de navegarlo en su totalidad.
Comité por la Reconstitución
Diciembre de 2021
[75] CROLL: Op. cit., pp. 298 y ss.
[76] Y por cierto, que nos conocemos: hubo una feminista que estuvo en China de viaje y vio este tipo de publicaciones, en las que las chicas contaban sus gustos y expectativas en materia romántica. ¿Su opinión? Veamos: “Simone de Beauvoir y otras visitaron China en los últimos 25 años y reportaron que esto no suponía un problema para el movimiento de mujeres [burgués, añadimos nosotros] en China. Simone de Beauvoir recalcó que, para muchas mujeres chinas, la cama significaba una forma de esclavitud tan odiosa que para ellas el derecho de escoger sus propios compañeros de matrimonio era visto como un gran avance en sí mismo”. CROLL: Op. cit., p. 302. ¡Vaya chasco! ¡Las atrasadas chinas se podían dar por contentas con lo que las señoritas educadas de la Europa liberal llevaban haciendo más de un siglo! ¡No la mitad del cielo, sino la mitad de la cama!
[77] “… los primeros años 60 vieron el desarrollo de dos movimientos separados, uno para elevar la conciencia de las mujeres como miembros de su sexo y que sufrían una forma particular de opresión cultural, y el otro para elevar la conciencia de clase de hombres y mujeres.” CROLL: Feminism and Socialism…, p. 290 (la negrita es nuestra ─N. de la R.).
[78] “En efecto, la Revolución Cultural reafirmó las cuestiones de clase y la lucha de clases como las categorías primarias para entender todos los problemas sociales y condujo al rechazo del género como categoría social significativa. En la misma línea, el énfasis en la lucha contra la cultura burguesa y la restauración capitalista condujo a la reactivación de la hostilidad que los marxistas revolucionarios, en China y todas partes, han dirigido frecuentemente [sic] contra el feminismo como una manifestación de pensamiento ‘burgués’.” JOHNSON: Op. cit., p. 180 (la negrita es nuestra ─N. de la R.).
[79] Ibídem, p. 179.
[80] WANG MU-CHUN: How the Problem of Women should be Viewed; en CROLL: Women’s Movement in China…, p. 20 (la negrita es nuestra ─N. de la R.). “¿Qué requiere este principio básico del marxismo-leninismo? Requiere que, al discutir problemas relacionados con las mujeres, debemos tener un punto de vista histórico materialista claro y hacer un análisis de clase claro de los puntos de vista ideológicos de las mujeres de diferentes períodos y diferentes posiciones de clase, y no suscitar preguntas sobre concepciones de la vida y opiniones en el amor.” Ibídem, p. 22.
[81] Carta de Liu Li-wen (una lectora de Hupeh) a Zhongguo Funu; en Ibíd., p. 24 (la negrita es nuestra ─N. de la R.).
[82] Carta de Chung Hui-fang (mecanógrafa del Consejo del Pueblo de Yungning) a Zhongguo Funu; en Ibíd., p. 25 (la negrita es nuestra ─N. de la R.).
[83] Carta de Chang Kuei-jung (presidenta del Congreso de Mujeres de la Brigada de Tahonan) a Zhongguo Funu; en ídem.
[84] Carta de Chang Yu-ping (presidenta del Congreso de Mujeres de la Brigada de Miaoying) a Zhongguo Funu; en Ibíd., p. 26 (la negrita es nuestra ─N. de la R.).
[85] CROLL: Feminism and Socialism…, p. 308 (la negrita es nuestra ─N. de la R.). No por casualidad, esta época es profusa en producciones culturales (ballets, obras de teatro, películas) que exaltan el arrojo de las mujeres revolucionarias en la época de la Guerra de Liberación. El destacamento rojo de mujeres, Rompiendo con las viejas ideas y un largo etcétera constituyen parte irrenunciable del patrimonio artístico y cultural del comunismo revolucionario.
[86] Editorial de Zhongguo Funu del 10 de julio de 1966; en CROLL: Women’s Movement in China…, pp. 26-27 (la negrita es nuestra ─N. de la R.).
[87] Sobre el tratamiento correcto de las contradicciones en el seno del pueblo; en MAO: O. E., t. V, p. 446.
[88] “Los hombres […], a medida que se alejan más de los animales en el sentido estrecho de la palabra, en mayor grado hacen su historia ellos mismos, conscientemente, y tanto menor es la influencia que ejercen sobre esta historia las circunstancias imprevistas y las fuerzas incontroladas, y tanto más se corresponde el resultado histórico con los fines establecidos de antemano. […] Únicamente una organización consciente de la producción social, en la que la producción y la distribución obedezcan a un plan, puede elevar socialmente a los hombres sobre el resto del mundo animal, del mismo modo que la producción en general les elevó como especie.” Introducción a la dialéctica de la naturaleza; en ENGELS; MARX: O. E., t. II, pp. 71-72.
[89] Sobre la separación necesaria de ambos elementos, el destructivo y el constructivo, en el arranque del Ciclo de Octubre, cf. “El peso de la consecuencia”, en Ellas quieren la libertad y el comunismo…, pp. 35 y ss. Insistimos: separación, porque el marxismo siempre situó el factor subjetivo, la transformación de los hombres, como el objetivo último de la transformación del mundo. Por eso no es exacto, tampoco, reducir el Ciclo de Octubre, y en particular la revolución bolchevique, al dominio de las tendencias espontáneas objetivas desatadas por el mundo burgués (la incorporación de la mujer a la producción, por ejemplo); precisamente, la conclusión que arroja nuestro Balance es que ese dominio iba intrínsecamente vinculado al destacamento del sujeto proletario como el factor clave, con sus elementos propios sustantivos (la proyección consciente del fin, como la supresión de la familia, o la institucionalidad propia de dicho sujeto, ejemplarmente desarrollada en el Partido Comunista y, en el caso que nos ocupa, en el Zhenotdel en particular). Efectivamente, primer Ciclo de la Revolución Proletaria Mundial.
[90] LENIN, V. I. ¿Qué hacer? Problemas candentes de nuestro movimiento. Akal. Madrid, 2015, p. 38.
[91] MARX, K. El dieciocho Brumario de Luis Bonaparte. Alianza. Madrid, 2012, p. 159.
[92] Esto es la evidencia de la maduración revolucionaria de nuestra clase, que sólo se completa con el episodio de la Revolución Cultural. Justamente, la inmadurez previa, en la Revolución bolchevique y en la propia Revolución china, la falta de una andadura independiente de la clase, sumado a condicionantes históricos de primer orden, impedía la ruptura práctica de esta maldición. Aunque tanto los bolcheviques como la izquierda revolucionaria del PCC eran perfectamente conscientes del problema, la falta de ese recorrido sustantivo impedía pergeñar una alternativa a lo que era, en rigor, la constante histórica de la revolución moderna, tal y como emerge de la revolución democrático-burguesa.
[93] Tampoco era incidental que la derecha, explotando los viejos prejuicios de la ya disuelta FMC, lamentase que durante la Revolución Cultural, y tras la destrucción del entramado de la Federación, no hubiese suficientes mujeres en los puestos de liderazgo y dirección. CROLL: Feminism and Socialism…, p. 312.
[94] “Hay abundantes evidencias que sugieren que las mujeres jugaron un papel significativo en los eventos de la Revolución Cultural en un plano local y nacional. Era la continuación del trabajo del Partido Comunista para promover cambios en el sistema de creencias o la superestructura, romper las divisiones entre las esferas pública y doméstica y efectuar una solución política de todos los problemas de las mujeres. La misma definición de los términos de clase fue elaborada para incluir actitudes de y hacia las mujeres. Pero también hay cierta evidencia que incorporando los intereses de las mujeres en definiciones de clase más abarcadoras y en los objetivos políticos más amplios de la lucha de clases, los intereses especiales y la historia de las mujeres fueron dejados de lado.” Ibídem, p. 314 (la negrita es nuestra ─N. de la R.). ¡Qué cosas! ¿No será que combatir el discursito feminista de los intereses especiales y la historia de las mujeres era la precondición de los éxitos de la GRCP en este frente?
[95] En la encrucijada de la historia…, pp. 39-43.
[96] A este respecto, “Algunas enseñanzas universales de lo que no pudo ser: elementos para la reconstitución del PCC en 1966”; en Ibídem, p. 50 y ss.
[97] Ibíd., p. 40.
[98] Puntualización: decimos creado porque, al contrario de lo que sostienen algunos intelectuales de izquierda precisamente al hilo de la Comuna, que una forma de Estado, incluso radicalmente democrática ─como lo son, por ejemplo, las masas armadas─, resuelva la contradicción entre Estado y sociedad civil es un oxímoron, es pedirle al árbol que no dé sombra, cuando lo que hace falta es un leñador. Es, en fin, otro de los subproductos del dogmatismo antileninista dominante en nuestra época: “La democracia es una forma de Estado, una de las variedades del Estado. Y, consiguientemente, representa, como todo Estado, la aplicación organizada y sistemática de la violencia sobre los hombres” LENIN, V. I. El Estado y la Revolución. Alianza. Madrid, 2012, p. 169. “En las consideraciones corrientes acerca del Estado, se comete constantemente el error contra el que precave Engels […]: se olvida constantemente que la destrucción del Estado es también la destrucción de la democracia, que la extinción del Estado implica la extinción de la democracia.” Ibídem, p. 144.
[99] JOHNSON: Op. cit., p. 185.
[100] Ibídem, p. 195.
[101] CROLL: Feminism and Socialism…, p. 322.
[102] JOHNSON: Op. cit., pp. 194-195.
[103] Ibídem, p. 197.
Fuente: Reconstitución.net