Isla La Española (República Dominicana- Haití): Campo histórico novedoso

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 Manuel Sogas Cotano 

«La sociedad de los bucaneros fue un caso original. Nació, vivió y murió, todo en unos 50 años, y no se sometió nunca a las leyes generales de otras sociedades; ni a las políticas de Francia ni a las sociales y económicas de Santo Domingo ni a las de la violencia de los piratas…»

La Edad Moderna (nacimiento y desarrollo del modo de producción capitalista) se inicia en 1492 con el descubrimiento de América por parte de Castilla y Aragón (España como tal no existía entonces), siendo su protagonista histórico Cristóbal Colón, quien denominó La Española a la isla que constituye actualmente los territorios de la República Dominicana y Haití, al Este de la misma la primera y al Oeste Haití. 

Este acontecimiento histórico de primera magnitud dio origen a otros hechos no menos importantes, al menos como invitación a la reflexión para los marxistas, como fue la aparición en el siglo XVII de un nuevo tipo de sociedad: la sociedad bucanera, aunque desconocidos o muy poco divulgados por la historiografía oficial, aunque sí ampliamente deformados y falseados  por la industria cinematográfica y algún tipo de literatura,  especialmente lo que respecta a los bucaneros, a los que sencillamente se les equipara o confunde con piratas o corsarios, con los que absolutamente nada tuvieron que ver.

En el primer tercio del siglo XVI la producción de azúcar se había convertido en la actividad económica más importante de La Española. «La producción azucarera se sustentó principalmente en la mano de obra esclavista traída de África, pues la población indígena estaba desapareciendo. Para el año 1520 había unos 20.000 esclavos africanos». [1]

A partir de 1580 la producción azucarera entró en crisis por diferentes motivos, entre otros, por el derrumbe de precios para la exportación que cayeron un 88% entre los años 1583-1589; la aparición de Brasil como gran productor de azúcar; el encarecimiento del precio de compra de los esclavos que se duplicaron en unos 20 años; los ataques de corsarios y piratas a los buques españoles procedentes del Nuevo Mundo, llegando incluso la ocupación material de la Isla, como la llevada a cabo en Santo Domingo en 1586 por el corsario inglés Drake, que no abandonó la Isla hasta no recibir la cantidad de dinero exigida; los levantamientos y rebeliones protagonizadas por los esclavos negros africanos frente a los blancos; el contrabando que alcanzó un punto tal que se llegaba a realizar abiertamente y claramente avisando por parte de los propios piratas el lugar donde se llevarían a cabo las operaciones de contrabando de las mercancías correspondientes, de modo que el contrabando llegó a constituirse en la actividad económica más importante de la Isla, lo que le ocasionaba grandes perjuicios a las arcas españolas.

Para hacer frente y erradicar esta situación, el Rey de España Felipe III, no temiendo ninguna invasión enemiga por el Oeste de la Isla y zonas colindantes en las que de forma preferente se realizaba el contrabando, dado que en esas fechas no había todavía colonias de otros países en América, salvo en algunos puntos como en La Florida,  ordenó la despoblación total de aquella parte de la Isla, con la advertencia de pena de muerte para todo aquél que pudiera volver a habitar aquellas zonas que se había ordenado deshabitar. Y así, las poblaciones de las villas de Bayalá, La Yaguana, Puerto Plata y Monte Cristi, se trasladaron a la cercanía de Santo Domingo: Bayaguana y Monte Plata, cuyos nombres integraban los de las villas que habían sido destruidas. [2]

Cumplida la orden real, la población de La Española quedó concentrada en 11 poblaciones, las comprendidas en el cuadrilátero formado por la línea imaginaria: Santiago-El Seibo- Higüei-Santo Domingo- Azua-Santiago, que representaba un tercio aproximadamente del total de la superficie poblada de La Española, quedando por tanto despoblada las dos terceras partes restantes de la Isla. Siendo esta circunstancia, el despoblamiento de la parte occidental de La Española, la que aprovecharon los bucaneros para instalarse en ella.

Un grupo de franceses, huyendo de la isla de San Cristóbal por la guerra que España mantenía con Francia e Inglaterra, llegaron a la isla de La Tortuga, situada al Norte de lo que hoy es Haití, y cercana a sus costas. A los «residentes en la isla de La tortuga se les llamó filibusteros. Los filibusteros luego penetraron en la parte occidental de la isla (de La Española), o sea, en lo que hoy es Haití, donde se dedicaron a la cacería del vacuno que vivía de forma salvaje, con el fin de aprovechar pieles y sebo. A quienes se dedicaron a esa actividad se les llamó bucaneros». [3]

 «La sociedad de los bucaneros fue un caso original. Nació, vivió y murió, todo en unos 50 años, y no se sometió nunca a las leyes generales de otras sociedades; ni a las políticas de Francia ni a las sociales y económicas de Santo Domingo ni a las de la violencia de los piratas…». [4] «… formaron una sociedad pasajera, que desapareció cuando se acabaron las reses; fue una sociedad sin propiedades y sin afán de dominio, que ni le disputó ni le quitó nada a nadie, que mataba reses sin dueño tal y como un grupo de pescadores recoge peces en alta mar sin ánimo de adueñarse del mar». [5] «…, la sociedad bucanera fue uno de los hechos más fascinantes de los tiempos modernos, la primera –y tal vez la única- sociedad de hombres libres que se mantuvo, sin leyes y sin autoridades, gracias al respeto de cada uno de sus miembros por los derechos y la individualidad de los restantes». [6] «Cuando surgían diferencias serias entre los bucaneros, las arreglaban en lances personales y nadie se metía a averiguar nada sobre lo que había pasado». [7]  «La sociedad bucanera se extinguió cuando se extinguieron las reses, que eran su medio de vida, y las reses se extinguieron no sólo debido a la cacería de los bucaneros sino también debido a la actividad de las cincuentenas, grupos de lanceros dominicanos compuestos por cincuenta hombres a caballo, que mataban vacas, terneros y toros para arruinar el negocio de los bucaneros». [8]

Lo novedoso de la sociedad bucanera que se dio en el Oeste de La Española durante la mayor parte del siglo XVII y que llegó a ocupar más de las tres cuartas partes de la misma, viene determinado por lo que puede tener de ejemplo práctico para la demostración de la posibilidad de la existencia real de una sociedad sin clases sociales ni aparato político represor (Estado) para el dominio de unas personas por otras, lo que vienen a suponer lo más cercano a la sociedad comunista propugnada por el marxismo.

«Fue calumniada porque fue libre y no se sometió a las corrientes de la época. Pero lo cierto es que por mucho que se hurgue en ella, esa sociedad de los bucaneros no hizo nada que justifique las calumnias que se le han hecho a base de lo que dijo de ella el antiguo bucanero Bertrand de Ogerón». [9]

«Al llegar a las costas del Oeste, los franceses de San Cristóbal se dedicaron a la cacería de reses, pero al paso de los días fueron agrupándose de acuerdo con sus inclinaciones y sus conocimientos, y así, unos escogieron la cacería como medio de vida, y estos acabaron formando la sociedad bucanera; otros prefirieron sembrar víveres y tabaco, y acabaron fijándose como agricultores en la tierra, por lo que se les llamó “habitantes”, y unos cuantos, más agresivos y aventureros, construyeron piraguas y balsas y se lanzaron atacar pequeñas embarcaciones; y esos terminaron formando la sociedad de los filibusteros o piratas, la temida asociación de los “Hermanos de la Costa (…) Los piratas o filibusteros formaron una sociedad de malhechores, similar a otras muchas que hubo antes y ha habido después». [10]

El mayor detractor y difamador de la sociedad bucanera, Bertrand de Ogerón, al que en Francia se consideraba el exterminador de la misma, era gobernador de La Tortuga, bastión y plaza fuerte de la piratería, pretendía que los pobladores de la parte Oeste de La Española volvieran a La Tortuga, pretensión que era imposible en tanto en cuanto existiera la sociedad bucanera, y de aquí que no ahorra esfuerzos  en hacer cuantas acusaciones falsas hicieran falta contra los bucaneros para lograr sus propósitos o acusarlos de hacer “mil fechorías” le pedía a Luis XIV, rey de Francia, que prohibiese a los bucaneros, bajo pena de muerte, «habitar dicha Isla Española y se les ordenase retirarse de allí en el plazo de dos meses para pasar a La Tortuga». Pero también «Bertrand de Ogerón participaba en un diez por cien de todo lo que robaban los piratas en su oficio de criminales del mar, prestaba sus almacenes para que se guardaran en ellos las mercancías robadas por los piratas…». [11]

«De Ogerón, que hablaba tan mal de los bucaneros y que pretendía destruir su extraña sociedad, no decía lo mismo de los piratas. Al contrario, se hallaba a gusto con ellos, y fue a ellos a los que confió el asalto de 1667 a Santiago de los Caballeros, que había sido atacada en la Semana Santa de 1659 por los mismos desalmados piratas de La Tortuga». [12]

Notas

⇧1Archivo General de La Nación, volumen CXVIII. Historia dominicana: desde los aborígenes hasta la Guerra de Abril. Basado en el texto del libro de Roberto Cassá, Historia social y económica de la República Dominicana. Adaptación versión popular. Augusto Sención Villanova, 2010. Pág. 52.
⇧2Archivo General de la Nación. O.C. Pág. 68.
⇧3Archivo General de la Nación. O.C. Pág. 71.
⇧4Juan Bosch. Composición social dominicana. Ediciones fundación Juan Bosch, 2013.  Págs. 87-88.
⇧5Juan Bosch. Obra Citada. Pág. 89.
⇧6Juan Bosch. O.C. Pág. 77
⇧7Juan Bosch. O.C. Pág. 83.
⇧8Juan Bosch. O.C. Págs. 83-84.
⇧9Juan Bosch. O.C. Pág. 88.
⇧10Juan Bosch. O.C. Pág. 82.
⇧11Juan Bosch. O.C. Pág. 85.
⇧12Juan Bosch. O.C. Pág. 86.
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