
Las últimas obras de Stalin sobre la lingüística son un ejemplo de aplicación de las tesis generales del marxismo a un campo científico concreto; trazan al mismo tiempo una profundidad infinitamente preciosa a los métodos de análisis concretos sobre la base de los principios generales del materialismo dialéctico e histórico. Descubriendo nuevos aspectos del trabajo creador en la ciencia, estas obras constituyen un aporte capital al tesoro del marxismo-leninismo, al tesoro del pensamiento humano.
En su carta al camarada Kholopov, Stalin afirma:
«El marxismo, como ciencia que es, no puede permanecer estancado: se desarrolla y perfecciona. En su desarrollo, el marxismo no puede dejar de enriquecerse con nuevas experiencias, con nuevos conocimientos y, por tanto, algunas de sus fórmulas y conclusiones tienen forzosamente que cambiar con el tiempo, tienen forzosamente que ser sustituidas por nuevas fórmulas y conclusiones, correspondientes a las nuevas tareas históricas. El marxismo no reconoce conclusiones y fórmulas inmutables, obligatorias para todas las épocas y períodos. El marxismo es enemigo de todo dogmatismo«.(28-07-1950)
Las recientes obras de Stalin, desarrollo del pensamiento marxista vivo y creador, dan en este campo un fuerte golpe a los adversarios del marxismo, arrancándoles de las manos cualquier arma.
Al mismo tiempo, lo que no es menos importante, son un estímulo para otras investigaciones que permitirán descubrir nuevas leyes de desarrollo, las cuales permitirán dirigir aún más eficazmente la transformación de la sociedad y de la naturaleza.
Más de una vez se ha trabajado con diferentes conceptos del materialismo histórico sin definirlos o delimitarlos estrictamente. Así, la infraestructura se identifica frecuentemente con el conjunto de las condiciones materiales de la vida de la sociedad y la superestructura con la conciencia social, aunque el conjunto de las condiciones materiales sea un concepto considerablemente más amplio que la infraestructura y la conciencia social de un concepto más amplio que el de la superestructura.
Las últimas obras de Stalin trajeron a este campo la claridad y la precisión de terminología.
La infraestructura, en el sentido de la definición de Stalin, es la estructura económica de la sociedad en un período determinado (o etapa). Es un error identificar la infraestructura con la producción o con el modo de producción, ya que el concepto de infraestructura solamente comprende un aspecto del modo de producción, a saber, las relaciones de producción entre los hombres, que constituyen claramente una unidad dialéctica con el otro aspecto del modo de producción, que son las fuerzas productivas. En cuanto a las relaciones de producción, es decir, las relaciones entre los hombres en el proceso de producción, puede ser, como anteriormente explicó Stalin, relaciones de colaboración y ayuda mutua de los hombres libres de toda explotación; pueden ser las relaciones de sujeción; pueden ser, al fin y al cabo, de un tipo intermedio entre los dos.
Las fuerzas productivas representan una continuidad material en la evolución de la sociedad; la infraestructura, por el contrario, desaparece con la formación sociaI a la que corresponde.
Stalin caracterizó con mucho sarcasmo a esos pseudomarxistas que, después de la revolución, no querían utilizar los instrumentos de producción heredados del capitalismo.
«En tiempos hubo entre nosotros «marxistas» que afirmaban que las líneas férreas que habían quedado en nuestro país después de la Revolución de Octubre eran burguesas y no procedía que nosotros, los marxistas, las utilizásemos. Decían que era preciso desmontarlas y construir ferrocarriles nuevos, «proletarios». Debido a ello, esas gentes recibieron el sobrenombre de «trogloditas»«. (20-06-1950)
Ahora bien, es sólo el modo de producción socialista el que desarrolla plenamente las fuerzas productivas heredadas del modo de producción capitalista, frenadas hasta entonces por las relaciones de producción que trataban su rápido desarrollo.
En Polonia, el Estado Popular, como resultado de las transformaciones revolucionarias llevadas a cabo, destruyó la infraestructura económica capitalista y creó nuevas relaciones de producción, una nueva infraestructura, correspondiente al período de transición al socialismo.
Por el contrario, las fuerzas productivas, es decir, primero de todo, los instrumentos de producción, la técnica, encuentran pleno empleo en el nuevo modo producción, basado en la nueva infraestructura.
«La superestructura la constituyen las concepciones políticas, jurídicas, religiosas, artísticas y filosóficas de la sociedad y las instituciones políticas, jurídicas, etc., etc., que les corresponden«. («A propósito del marxismo en la lingüística«)
Y continúa Stalin:
«La superestructura es producto de una época en el curso de la cual existe y funciona una base económica dada. Por eso, la superestructura no vive largo tiempo; es liquidada y desaparece con la destrucción y la desaparición de la base dada«.
La superestructura no comprende en absoluto el conjunto de las ideas y de las opiniones existentes en una determinada época en una sociedad, sino un conjunto bien definido de opiniones e instituciones que le corresponden. Lo que las define como superestructura es la función de esas opiniones e instituciones, el papel auxiliar que relativamente tiene una infraestructura determinada.
Desde que la superestructura es liquidada con la infraestructura, a la que sirve, y deja de existir como grupo de opiniones y de instituciones, sus diversos elementos constitutivos pueden subsistir bajo cualquier forma, especialmente si la formación social a la que sucede es también una formación con clases antagónicas. Tales elementos pueden incluso entrar en el seno de la nueva superestructura, evidentemente, en otra constelación. Así sucede, por ejemplo, con las opiniones e instituciones religiosas. Uno de los rasgos que atribuyen importancia a las últimas obras de Stalin es la crítica de los vestigios, que aún dominaban aquí y allí, de una concepción no dialéctica de las relaciones entre la infraestructura y la superestructura, de una manera de tratar la superestructura unicamente como un producto pasivo de la infraestructura.
Stalin destaca con fuerza el papel activo de la superestructura.
La superestructura es generada por la infraestructura, pero eso no significa, en absoluto, que sea sólo el reflejo de la infraestructura, que sea pasiva, neutra, que permanezca indiferente al destino de su infraestructura, al destino de las clases, al carácter del régimen. Por el contrario, después de llegar a la luz, se convierte en una inmensa fuerza activa, ayuda activamente a su infraestructura a formarse y consolidarse, recurre a todos los medios para ayudar al nuevo régimen a dar el golpe de gracia en la vieja infraestructura y en las viejas clases, y a liquidarlas.
Y no puede ser de otro modo. La superestructura es creada por la infraestructura con el único fin de servirla, de ayudarla activamente a formarse y consolidarse, a luchar activamente con el fin de liquidar la vieja infraestructura caduca y su vieja superestructura. Basta que la superestructura renuncie a ese papel auxiliar, basta que pase de una posición de defensa activa de su infraestructura a una posición de indiferencia relativa a esta, basta adoptar una actitud idéntica en todas las clases para que pierda su calidad y deje de ser una superestructura.
Esta demostración tiene un alcance singular para Polonia y las otras democracias populares. Se confirma con las propias experiencias de esos países. Bastará ilustrarla con dos ejemplos.
¿Qué era la lucha contra el gomulkismo, si no la lucha emprendida para consolidar la superestructura, para hacer que ella luche activamente por la liquidación de la antigua infraestructura, particularmente en la agricultura, para que la superestructura no pierda su color y no se vuelva indiferente respecto a la nueva infraestructura, no se rebaje a adoptar una actitud similar a todas las clases, actitud que de hecho tendría el camino libre para el retorno de la antigua infraestructura? ¿Y no es precisamente en la agricultura que la antigua infraestructura todavía tiene raíces más extensas? Es por ello que, en esta materia, surgen gigantescas tareas ante la superestructura.
Cojamos ahora un ejemplo de otro campo: la evolución en el trabajo. ¿No se vuelve esta un poderoso factor de activación de la superestructura, en la lucha por la consolidación de la nueva infraestructura, de nuevas y superiores relaciones de producción?
Ya dije anteriormente que no son todos los elementos de la consciencia social los que pertenecen a la superestructura. Esto se refiere, en particular, al idioma, cuestión a la que Stalin dedicó, en sus recientes obras, una demostración que enamora. Pero, ¿en cuánto a la ciencia?
No escondemos que estábamos bajo el peso de una concepción simplista en cuanto al carácter de clase de la ciencia. Conviene examinar a la luz de las últimas obras de Stalin el carácter específico de cada aspecto, de la conciencia social, del cambio de su función y de su papel en las diferentes formaciones sociales.
Las adquisiciones científicas permanentes y no efímeras, que permiten juzgar hasta qué punto el pensamiento humano se aproxima de la verdad objetiva, son utilizadas no sólo por una formación social o por una sola clase, sino por toda la nación y por toda la humanidad.
La orientación de las investigaciones científicas, por el contrario, y su organización, que se llevan a cabo bajo las condiciones de una encarnizada lucha de clases, están condicionados, en cuanto a su carácter de clase, en la medida en que desempeñan un papel auxiliar respecto a la infraestructura de un determinado régimen, del mismo modo que la concepción filosófica está en la base de tales investigaciones. En ese dominio, ciertos elementos esenciales de la ciencia se aferran a la superestructura en un grado mucho más intenso en las ciencias sociales que en las ciencias naturales.
La experiencia de la historia nos enseña que, cuando la clase explotadora se encuentra en su fase descendente, su orientación científica conduce a la degradación de la ciencia, o incluso a su ruina. Cediendo a las concepciones religiosas, fideístas e idealistas, la ciencia pierde, entonces, la capacidad de reflexionar eficazmente la realidad y de aproximarse a la verdad objetiva. Un ejemplo de esto pueden ofrecerlo las teorías neomalthusianistas que recientemente se ponen de moda en los países capitalistas. No es ningún secreto que las investigaciones científicas emprendidas en los Estados Unidos, en vastos sectores, dependen absolutamente de los grupos militares, que las subordinan sin ninguna alternativa a sus fines homicidas.
Sólo cuando la orientación de las investigaciones están al servicio de la infraestructura de la clase ascendente, en el momento del rápido desarrollo que esta asegura a la ciencia, que se verifican revoluciones científicas, grandes saltos al frente, después de los cuales vienen períodos de estancamiento; de esto es testimonio la historia de las ciencias, no el transcurrir de las edades. En fin, que sólo una orientación al servicio de la infraestructura de una sociedad sin clases, o liberada del antagonismo de las clases, ofrece la posibilidad de un desarrollo completo e ilimitado de la ciencia, como hoy lo vemos en la Unión Soviética, donde florecen completamente el sentido profundamente humanista de la ciencia y la orientación de su desarrollo.
Merece especial atención la preciosa contribución de las últimas obras de Stalin a los problemas del desarrollo de la nación y de la continuidad de la civilización. Durante décadas, la reacción y el fascismo, empleando en la lucha contra las fuerzas revolucionarias un terror implacable, con el fin de mantener a raya a las masas, se ejercitaron al mismo tiempo en el manejo del arma envenenada de la mentira y de la calumnia.
Entre estas mentiras, una de las más monstruosas es el espantapájaros que presenta la victoria del proletariado como la destrucción de la cultura, el fin de la civilización, la desaparición de la independencia. La realidad niega categóricamente esta invención. Lo demuestra el maravilloso florecimiento de la cultura de los pueblos de la Unión Soviética; la elevación, gracias a la revolución socialista, de numerosos pueblos y numerosas civilizaciones, atrasados en su evolución; una cadencia de desarrollo económico sin precedentes; planes impetuosos de transformación de la naturaleza, al servicio del hombre y de la civilización humana. Lo demuestra el poderoso empuje de los países de la democracia popular que entraron en el camino del socialismo.
Pero esto no impide que los detractores imperialistas sigan propagando sus descaradas y desgastadas mentiras. Lo cual es aún más cínico cuando son precisamente ellos los que traen la ruina de la cultura y de la civilización, precisamente los que suprimen la independencia de las naciones europeas. No se limitan a propagar sus pequeñas teorías, en virtud de las cuales la soberanía nacional sería una concepción anticuada y desfasada, ni a reclamar el famoso gobierno mundial, el gobierno de Washington. En la práctica, por el Tratado del Atlántico Norte y la «Federación Europea», Inglaterra, Francia, Italia, una parte de Alemania y otros pueblos se suben al carro de su política genocida y de aniquilamento, política que sólo sirve a los apetitos insaciables del imperialismo norteamericano y a los planes aventureros que prepara este nuevo «Herrenvolk» (raza superior, como decían los nazis de sí mismos, N.D.T.), para conquistar y subyugar al mundo entero.

A estos bárbaros raptos, el mundo de la paz y del socialismo opone no solamente todo el poder de sus fuerzas y reservas, sino también las teorías e ideas más profundamente humanas.
En sus obras sobre la lingüística, analizando dialécticamente la ley de la unidad y de la lucha de los contrarios, y aplicándola a la lucha de clases, Stalin escribe:
«Naturalmente, no es cierto que, debido a una encarnizada lucha de clases, la sociedad se haya desintegrado en clases que ya no están ligadas económicamente las unas a las otras en el seno de una sociedad única. Al contrario: mientras subsista el capitalismo, burgueses y proletarios estarán ligados recíprocamente por todos los lazos de la economía, como partes constitutivas de una sociedad capitalista única. Los burgueses no pueden vivir ni enriquecerse si no disponen de obreros asalariados; los proletarios no pueden subsistir sin vender su fuerza de trabajo a los capitalistas. El cese de toda relación económica entre ellos implica el cese de toda producción, y el cese de toda producción conduce al perecimiento de la sociedad, al perecimiento de las clases mismas. De por sí se desprende que ninguna clase quiere condenarse a perecer. Por eso, la lucha de clases, por aguda que sea, no puede conducir a la desintegración de la sociedad«. («A propósito del marxismo en la lingüística«.)
Durante el debate que se desarrolló sobre este tema en la sesión del Consejo Científico del Instituto de Filosofía de la Academia de las Ciencias de la Unión Soviética, se subrayó que no siempre se había comprendido que el desarrollo consiste en la sustitución de una antigua unidad de contrarios por una nueva y superior unidad. La Revolución de Octubre, al mismo tiempo que era la desaparición de una antigua unidad, dio a luz a una nueva unidad. Los pueblos socialistas son precisamente la realización de esta nueva unidad. Quién se engaña en la unidad de los contrarios no puede dejar de engañarse en la lucha de los contrarios.
Subrayar los principios de la unidad, al canalizar las leyes de la unidad y de la lucha de los contrarios, que es el núcleo de la dialéctica, no significa de ninguna manera subestimar la lucha de estos contrarios, ni las tendencias de estas contradicciones como podrían pensar los simpatizantes izquierdistas de las primitivas concepciones anarquistas.
Stalin subrayó más de una vez lo inevitable e irresistible de la lucha que opone el proletariado a la burguesía en el seno de la sociedad capitalista. Vale la pena citar aquí la muy conocida declaración de Stalin, según la cual la burguesía no puede destruir el marxismo, expresión de los intereses fundamentales del proletariado, porque para hacerlo debería destruir el proletariado. Ahora, abandonada a sí misma, sin proletariado, ella no puede vivir ni enriquecerse.
En el citado debate del Instituto de Filosofía también se subrayó que las últimas obras de Stalin nos arman contra las concepciones cosmopolitas que tratan el factor clase como la negación del factor nación. Stalin demostró que la división de la sociedad en clases antagónicas no es absolutamente incompatible con la existencia y la unidad de nación como comunidad humana estable. Esta unidad, de que el idioma es expresión, se refiere también a otros rasgos característicos de la nación.
El problema de la continuidad de la civilización fue muchas veces puesto a la luz por los clásicos del marxismo, que señalaron este principio sobretodo en su lucha contra los intentos de desfigurar el marxismo.
Hace 30 años, en su polémica con el «Proletkult», Lenin escribía:
«Nos equivocaríamos si pensáramos que basta con saber las consignas comunistas, las conclusiones de la ciencia comunista, sin haber asimilado la suma de conocimientos de los que es consecuencia el comunismo. El marxismo es un ejemplo de cómo el comunismo ha resultado de la suma de conocimientos adquiridos por la humanidad«.
Y más tarde:
«Marx se apoyaba en la sólida base de los conocimientos humanos adquiridos bajo el capitalismo. (…) Todo lo que había creado la sociedad humana, lo analizó Marx en un espíritu crítico, sin desdeñar un solo punto. Todo~ lo que había creado el pensamiento humano, lo analizó, lo sometió a la crítica, lo comprobó en el movimiento obrero; formuló luego las conclusiones que los hombres, encerrados en los límites estrechos del marco burgués o encadenados por los prejuicios burgueses, no podían extraer. La cultura proletaria tiene que ser desarrollo lógico del acervo de conocimientos conquistados por la humanidad bajo el yugo de la sociedad capitalista, de la sociedad de los terratenientes y los burócratas«.
Se trata, evidentemente, como escribió Lenin en «Materialismo y Empiriocriticismo» de saber asimilar y elaborar de manera crítica estas adquisiciones, estos conocimientos adquiridos y «saber rechazar de plano su tendencia reaccionaria, saber seguir una línea propia y luchar contra toda la línea de las fuerzas y clases que nos son enemigas«.
Stalin, en sus obras sobre lingüística, volvió a abordar estas cuestiones y repelió resueltamente todos los intentos de vaciar de su sentido nuestra concepción de relaciones recíprocas, de unión entre la evolución y la revolución. Stalin saca a la luz la ley decisiva del proceso histórico, en virtud de la cual el cambio de las infraestructuras y de las superestructuras en el desarrollo de la sociedad se opera por saltos, a través de transformaciones revolucionarias de una estructura social en otra. Al mismo tiempo, sin embargo, Stalin remarca la unión a la continuidad, en el encadenamiento en la historia, en el desarrollo de la técnica, de la lengua.
Y así es como, en la lucha encarnizada contra el idealismo, contra la ideología burguesa en sus diversos aspectos, triunfando sobre el «Proletkult», sobre el R.A.P.P., sobre la tendencia Pokrovista en la historia, sobre la tendencia de Marr en la lingüística, prefeccionando sus métodos de investigación, el marxismo abre camino para un nuevo florecimiento de la ciencia en los diferentes dominios.
Traducido por «Cultura Proletaria» de la revista «Fundamentos», nº20, Julio de 1951