HISTORIA.- NI LOS TANQUES NI LA ARTILLERÍA AYUDARON EN EL REICHSTAG. TODO SE DECIDIDIÓ CON UNA GRANADA Y UN FUSIL”

Correo
Facebook
Telegram
Twitter
WhatsApp

¿Fue la caída del Reichstag solo una victoria militar o también una victoria de clase?

En abril de 1945, en el corazón de una Berlín devastada, se libró una de las batallas más simbólicas de la historia contemporánea: la toma del Reichstag. Lo que parecía solo una operación militar, terminó siendo el acto final en la derrota del fascismo y la confirmación de una verdad histórica: que el pueblo organizado, armado de convicción y memoria, puede aplastar a los monstruos que nacen en las entrañas del capital.

POR MANUEL MEDINA (*) PARA CANARIAS SEMANAL.ORG

      [Img #84301]

Abril de 1945. Berlín ardía como un cadáver que tratara de resistirse a ser enterrado. Lo que durante años fue presentado como el corazón invencible del Tercer Reich, se deshacía entre escombros, fuego y gritos. 

     Pero lo que estaba en juego no era solo una ciudad. Lo que agonizaba en esas calles era todo un proyecto ideológico: el fascismo como máxima expresión de la violencia del capital en crisis. El Ejército Rojo no avanzaba solamente para cerrar una guerra, sino para clausurar un ciclo histórico.

    El sonido atronador de la artillería soviética no era solo militar. Era el eco de millones de muertos, de pueblos devastados, de una Europa estrangulada. Entre el humo y las ruinas, emergía un símbolo: el edificio del Reichstag

 “NI LOS TANQUES NI LA ARTILLERÍA AYUDARÁN EN EL REICHSTAG. TODO SE DECIDIRÁ CON UNA GRANADA Y UN FUSIL”

      Abandonado desde que los nazis lo incendiaron en 1933 para justificar la represión de los comunistas y los opositores, el edificio ya no cumplía ninguna función práctica. Pero eso no importaba. Como bien intuyó el coronel soviético Fiódor Zínchenko cuando lo divisó entre el humo: 

   “Una estructura enorme, pesada y sombría asomaba entre las nubes de humo. Sobre ella, la cúpula nervada brillaba con fragmentos de cristales rotos”.

    Para los soviéticos, el Reichstag era mucho más que un edificio. Era la encarnación material del poder burgués alemán, ahora convertido en fascismo. Su toma no respondía a criterios tácticos: no era un centro de mando, ni un arsenal, ni albergaba a ningún alto cargo nazi. Pero era el símbolo. El origen y, ahora, el final del Tercer Reich.

DEFENDER LO INDEFENDIBLE: EL REICHSTAG COMO TRINCHERA IDEOLÓGICA

       La defensa del Reichstag fue tan simbólica como su asalto. En su interior se atrincheraron más de mil hombres: restos desperdigados de la Wehrmacht, miembros fanáticos de las Waffen-SS, cadetes navales que jamás habían visto el mar, milicianos del Volkssturm –esos adolescentes y ancianos lanzados a una guerra sin sentido–. Un ejército descompuesto, que ya no combatía por una victoria imposible, sino por una idea que se desmoronaba bajo los cañones soviéticos.

      Los preparativos para la defensa fueron desesperados. Se tapiaron ventanas, se cavaron trincheras improvisadas, se posicionaron francotiradores y ametralladoras. Pero no podían contener la avalancha. ¿Por qué resistir, entonces? Porque incluso en su ocaso, el fascismo sigue siendo una fuerza desesperada, que se aferra al poder, aunque ya no tenga futuro. Los defensores del Reichstag no luchaban por ganar: luchaban por no desaparecer.

     Ya al anochecer del 30 de abril, bajo el fuego hostil proveniente de edificios vecinos, varios soldados lograron alcanzar el tejado e izar banderas rojas. Hubo varios intentos y varias banderas colocadas por distintas unidades en diferentes puntos del tejado.

 [Img #84304]

     Sin embargo, la historia consagraría la imagen de la Bandera de la Victoria oficial, el estandarte número 5 del 3er Ejército de Choque, colocada por los exploradores Mijaíl Yegorov y Melitón Kantaria, pertenecientes al 756º Regimiento de Fusiles del coronel Zínchenko. 

     Lograron asegurarla cerca de un grupo escultórico en el tejado, un acto realizado bajo fuego enemigo que milagrosamente no consiguió derribarla. Más tarde, una vez cesados los combates, esta bandera sería trasladada a la posición más alta y visible: la cima de la dañada cúpula.

       La imagen de la bandera roja ondeando sobre el Reichstag, reproducida en fotografías que darían la vuelta al mundo (aunque la más famosa fuera una recreación posterior), se convirtió instantáneamente en el símbolo imperecedero del triunfo sobre el nazismo. Era la culminación visual de la lucha ideológica que había impulsado la batalla. 

      Esa bandera no era solo un trozo de tela; representaba la sangre derramada por millones de soviéticos en la lucha contra la barbarie fascista, la victoria del socialismo y de los pueblos libres sobre la tiranía, y la validación definitiva de los inmensos sacrificios realizados. El símbolo construido por la narrativa soviética se había materializado en la realidad a través del coraje de sus soldados.

     LA AVALANCHA SOVIÉTICA: CUANDO LA HISTORIA SE DECIDE CON GRANADAS

   El 30 de abril al mediodía, el cielo sobre Berlín se desgarró con el estruendo del bombardeo soviético. El 3er Ejército de Choque concentró fuego sobre el Reichstag. Artillería pesada, tanques y cañones autopropulsados golpeaban sin cesar. Era el preludio del asalto final. La infantería se preparaba para lo inevitable.

     Zínchenko lo describió con precisión:

      “Los soldados que se preparan para atacar eligen un punto de apoyo para la pierna, para el codo y colocan su ‘arsenal’ personal más convenientemente”

    En ese momento, sabía que “ni los tanques ni la artillería ayudarán en el Reichstag, todo se decidirá con una ametralladora, un fusil y una granada”. Era el combate en su forma más directa, más cruda. La historia se decidiría cuerpo a cuerpo.

“LA BANDERA ROJA SOBRE EL REICHSTAG NO FUE UNA DECORACIÓN: FUE UNA CONDENA HISTÓRICA AL FASCISMO

      A las 14:30 comenzó el asalto. La Königsplatz –hoy Platz der Republik– era un campo abierto mortal. Apenas 250 metros separaban a los soldados soviéticos del edificio. Pero esos 250 metros estaban saturados de fuego enemigo. Ametralladoras, fusiles, cañones antitanque. Muchos no llegaron ni a la mitad.

“Quedaron literalmente clavados en el suelo”,  recuerdan los combatientes. 

     Sin embargo, no se detuvieron. Metro a metro, arrastrándose sobre cadáveres, cráteres y restos de vehículos, siguieron avanzando. Uno de los combatientes, citado en los informes soviéticos, recuerda así el momento: 

       “Llegamos a la amplia escalera del Reichstag. Un increíble movimiento de gente, gritos, órdenes. Los heridos llaman a los médicos, los alcanzados por una bala caen hacia atrás”.

EL INFIERNO DE PIEDRA: LA BATALLA DENTRO DEL REICHSTAG

     Lo que siguió fue una carnicería sin orden. La lucha dentro del Reichstag fue salvajeSalón por salón, habitación por habitación. El humo, las explosiones, los gritos. La organización militar fue sustituida por la iniciativa individual, por la desesperación y la determinación de no retroceder.

     “Los pasillos, salas y habitaciones se llenaron del estruendo de los disparos, las explosiones de granadas y los gritos de los adversarios enzarzados en un combate mortal”,  escribió Zínchenko

     Dentro del edificio, no había estrategia posible. Solo el instinto. Solo la voluntad.

     El 1 de mayo, tras una noche entera de combates, los soviéticos ya habían tomado el primer piso. Allí instalaron un puesto de mando provisional y un pequeño hospital de campaña. Era la confirmación de que, incluso en medio del infierno, había organización. El avance continuó. Sin tregua. Sin respiro.

LA BANDERA ROJA SOBRE EL TEJADO: EL SIMBOLISMO HECHO HISTORIA

     Mientras los combates continuaban, un objetivo latía con fuerza entre los soldados: izar la Bandera Roja sobre el Reichstag. No era un gesto decorativo. Era la consumación de toda una guerra ideológica. Era el momento en que la victoria militar se convertía en victoria simbólica y moral.

     Varias unidades lo intentaron. Hubo múltiples banderas

    Era el 30 de abril, al anochecer. Aún no todo el edificio estaba en manos soviéticas, pero la imagen ya se había sellado en la memoria del siglo.

     Un oficial soviético relató después:

     “No era solo una bandera. Era un pedazo de nuestra historia, de nuestras madres, de nuestros camaradas muertos. Era la vida que regresaba sobre las ruinas del fascismo”.

 

EL EPÍLOGO: LA RENDICIÓN DEL FASCISMO

    Tras una breve y tensa tregua nocturna, los combates se reanudaron con furia el 1 de mayo, continuando durante todo el día, como hemos  descrito anteriormente. 

    Hacia las 19:00 horas de ese día, el Ejército Rojo había rodeado completamente el Reichstag. Los defensores alemanes, ahora confinados principalmente a los sótanos, estaban completamente aislados. Cualquier esperanza de recibir ayuda o refuerzos del exterior se había desvanecido. La guarnición de Berlín estaba colapsando por todas partes.

     El 1 de mayo por la noche, el Reichstag estaba completamente rodeado. Los últimos soldados alemanes, unos 300, resistían en los sótanos. Intentaron negociar. Buscaron condiciones. Pero no había espacio para eso. No después de 27 millones de soviéticos muertos. La única opción era la rendición incondicional.

     Con la situación militar desesperada, los alemanes en el Reichstag ofrecieron negociar. Intentaron regatear, buscando obtener ciertas condiciones para su rendición. Quizás buscaban garantías, un trato diferente al que sabían que les esperaba.

   Pero para el mando soviético, después de la brutalidad de aquella guerra y la ferocidad de esta batalla específica por un símbolo tan cargado, solo había una respuesta posible. La exigencia fue categórica: rendición incondicional y completa. No habría términos medios ni concesiones para los representantes del régimen fascista en su último reducto

    La madrugada del 2 de mayo, el último reducto del nazismo en Berlín se rindió. El símbolo había caído. Con él, el régimen. Con él, la ideología. Y, como toda ideología derrotada, dejó tras de sí ruinas, cadáveres y una lección histórica: el fascismo se combate hasta el final.

 

TRAS LAS RUINAS: UNA VICTORIA DEL PUEBLO TRABAJADOR

     La toma del Reichstag no fue una victoria de generales, sino de soldados anónimos. Fue el resultado del sacrificio de millones de trabajadores soviéticos que resistieron y lucharon, no solo por su patria, sino por un mundo donde el fascismo no pudiera volver a echar raíces.

    El Reichstag simbolizó la lucha entre dos proyectos históricos: el de la reacción capitalista y el del socialismo. El primero apostó por la destrucción, el racismo, la guerra. El segundo, pese a todos sus errores y contradicciones, representaba la esperanza de una humanidad emancipada del capital y la explotación.

 

      La imagen de la bandera roja ondeando sobre las ruinas del Reichstag quedó grabada para siempre. Es el recordatorio de que la historia no es un desfile de vencedores eternos, sino una lucha entre clases. Y en esa lucha, como enseñaron aquellos soldados que se lanzaron a pecho descubierto por la Königsplatz, solo hay un camino: resistir, avanzar, vencer.

(*) MANUEL MEDINA es profesor de Historia y divulgador de temas relacionados con esa materia. 

https://canarias-semanal.org/art/37108/la-toma-del-reichtag

Nuestro periodismo es democrático e independiente . Si te gusta nuestro trabajo, apóyanos tú también. Página informativa sobre eventos que ocurren en el mundo y sobre todo en nuestro país, ya que como dice nuestro editorial; creemos que todo no está perdido. Sabemos que esta democracia está presa sin posibilidad de salvarse aunque su agonía es lenta. Tenemos que empujar las puertas, son pesadas, por eso, necesitamos la cooperación de todos. Soñamos con una patria próspera y feliz, como idealizó el patricio Juan Pablo Duarte. necesitamos más que nunca vuestra cooperación. Haciendo clic AQUÍ ó en el botón rojo de arriba
Correo
Facebook
Telegram
Twitter
WhatsApp

Noticas Recientes

Opinión