HISTORIA.- Las Olimpiadas Obreras

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Rechazaban la comercialización del deporte y defendían el amateurismo y que todas las personas lo pudieran practicar. La Internacional era el himno que unía a todas las naciones

Las Olimpiadas ObrerasRevista ‘Mundo Gráfico’ sobre la Olimpiada Popular de Barcelona de julio de 1936

Cuando este número de Mundo Obrero vea la luz, estarán celebrándose las Olimpiadas de París. En el 85 aniversario de las Olimpiadas Populares de Barcelona escribí sobre el significado de aquella convocatoria antifascista, abortada por el golpe franquista; y recientemente lo hice sobre los ciclistas británicos que murieron combatiendo con las Brigadas Internacionales. Y ahora, bajo el prisma de la actualidad, quiero recordar la historia de otros Juegos Olímpicos, las Olimpiadas Obreras.

Los deportes con normas fijas, reglas de juego escritas, entrenamientos, son un fenómeno social que se inicia con la burguesía, tras la revolución industrial. Aunque en muchos casos se derivan de juegos relacionados con los ritos, los bailes, o el trabajo, que practicaban muchas culturas en la antigüedad, éstos tienen poco que ver con el resultado final donde desembocan, el deporte moderno. Para practicar deporte se necesitaban dos cosas: tiempo de ocio y medios económicos. Y ninguno de estos factores se daba en ese momento histórico en el seno de la clase obrera.

En 1894, Francia, representada por el Barón de Coubertin, y otras once naciones crearon en París el Comité Olímpico Internacional (COI), con el objetivo de restaurar los antiguos Juegos Olímpicos. Desde entonces, el COI es el responsable de la gestión de todos los aspectos relacionados con los Juegos Olímpicos. Es titular de todos los derechos asociados a los símbolos, a la bandera, al himno; y controla todos los derechos de difusión y publicidad. También es responsable de seleccionar las ciudades anfitrionas. Por tanto, con la creación del COI se estableció un auténtico monopolio. En 1896 tras el éxito de la iniciativa de Coubertin, se celebraron los primeros Juegos Olímpicos modernos en Atenas.

Nació cuando el entusiasmo por el deporte de los jóvenes de la clase trabajadora entró en conflicto con la exclusividad de las federaciones oficiales, controladas por nobles y burgueses

A comienzos del siglo XX comenzó a desarrollarse el movimiento deportivo obrero. El entusiasmo por el deporte, creciente entre los jóvenes de la clase trabajadora, entró en conflicto con la exclusividad de las federaciones oficiales, controladas en esa época por nobles y burgueses. Se crearon sociedades deportivas obreras en contraposición a los clubes tradicionales, excluyentes, integrados por los grupos más elitistas de la sociedad. Este movimiento deportivo obrero creció después de la I Guerra Mundial y tras el triunfo de la Revolución Rusa. Pretendía promover el deporte, la amistad, y no enconar rivalidades nacionales a través de guerras deportivas. Sus principios declarados: no buscar la competencia en forma extrema, sino el espíritu de mejora; evitar la adulación de los atletas; rechazar la comercialización del deporte y defender el amateurismo; servir a la masa social y que todas las personas lo pudieran practicar. Y para evitar la exaltación de los sentimientos nacionalistas, en las citas deportivas obreras sonaba “La Internacional”, en lugar de los himnos de cada país. Y ondeaba sólo la bandera roja, símbolo del movimiento obrero.

Ese movimiento deportivo obrero vivió dividido, con la grieta abierta entre socialistas y comunistas, separados por la implicación de la socialdemocracia en la I Guerra Mundial; y por la creación de la Internacional Deportiva Roja desde la Internacional Comunista, con el objetivo manifiesto de influir en el deporte mundial con sus ideas anticapitalistas. Esta Internacional Deportiva Roja tuvo mucho peso en el deporte mundial en los años treinta, apoyando en el plano deportivo la nueva estrategia de los Frentes Populares aprobada por la Internacional Comunista, guiada por el búlgaro Dimitrov. Esa orientación fue decisiva para la creación en España, en 1931, de la Federación Cultural Deportiva Obrera (FCDO), que se adhirió a la Internacional Deportiva Roja. A partir de 1934, con la nueva orientación, pudieron organizarse Olimpiadas Obreras unitarias, como las de Barcelona, 1936, o la de Amberes, 1937. En total se disputaron nueve Olimpiadas Obreras, sumando las de ambos signos políticos, en las siguientes ciudades: Praga (3), Frankfurt, Moscú, Viena, Berlín, Barcelona, suspendida la víspera, y Amberes.

Después de la II Guerra Mundial, las federaciones internacionales del deporte obrero desaparecieron. Son diversas las circunstancias que condujeron al fin de este proyecto. En primer lugar la guerra fría, la aparición de la política de bloques cerrados. En segundo lugar la admisión de todos los países comunistas en el COI, fruto de los pactos políticos tras la guerra, unificando el deporte mundial y todas sus competiciones. Quedará un rastro de ese deporte obrero en el amateurismo, ajeno al mercantilismo, que mantendrá como seña de identidad el mundo comunista, librándose a escala internacional una nueva lucha, entre el profesionalismo del capitalismo y el deporte aficionado del socialismo real. Durante muchos años, la fuerza de este último campo en las instituciones olímpicas hará que de los Juegos Olímpicos quede excluido el deporte profesional. Pero las Olimpiadas Obreras mundiales, como escena alternativa, desaparecerán.

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