¿Por qué Occidente ha perseverado a lo largo de décadas en minimizar el papel del Ejército Rojo en la derrota del nazismo? ¿Qué razones se esconden tras este engaño?
La Segunda Guerra Mundial dejó más de 26 millones de muertos soviéticos. Sin embargo, Occidente con los EEUU y la Unión Europea han perseverado a lo largo de las últimas décadas en glorificar su propio papel tratando que ignoremos que el aporte decisivo en la derrota de Alemania fue desempeñado por la URSS ¿Cuál es la razón por la que su narrativa histórica silencia el esfuerzo colosal del Ejército Rojo? ¿Que condiciones existían en la Unión Soviética de entonces que permitieron, contra todos los augurios occidentales, que el territorio de ese país se convirtiera en la tumba del fascismo? Nuestro colaborador Manuel Medina nos lo cuenta con todo detalle en este artículo suyo.
POR MANUEL MEDINA (*) PARA CANARIAS-SEMANAL.ORG.-
La Segunda Guerra Mundial, especialmente en el Frente Oriental, fue un escenario donde se definió el destino del nazismo. A pesar de los relatos predominantes en Occidente, los hechos históricos muestran que el Ejército Rojo soportó el peso principal de la lucha contra la Alemania nazi.
Según el historiador Geoffrey Roberts, experto en historia soviética,
“alrededor del 80% de las bajas alemanas ocurrieron en el Frente Oriental, lo que demuestra que la Unión Soviética fue decisiva en la derrota del Tercer Reich”.
El mariscal soviético Gueorgui Zhúkov, (ver vídeo adjunto) considerado uno de los más grandes estrategas militares del siglo XX, lideró las operaciones que marcaron el punto de inflexión en la guerra, incluyendo la emblemática Batalla de Stalingrado y la ofensiva final sobre Berlín. En sus memorias, Zhúkov dejó claro que la victoria soviética fue resultado de una inmensa movilización de recursos y sacrificios humanos.
«Más de 20 millones de soviéticos murieron durante la guerra, incluyendo soldados y civiles. El sufrimiento fue incalculable, pero nunca flaqueamos», afirmó Zhúkov en sus Memorias.
El sacrificio soviético es palpable en cifras abrumadoras: de los más de 70 millones de muertos que dejó la guerra, la Unión Soviética perdió más de 26 millones de personas, entre ellas casi 9 millones de soldados del Ejército Rojo.
«Para comprender cómo fue posible
sacrificio del pueblo soviético durante la
Segunda Guerra Mundial, resulta
imprescindible tener en cuenta que la
URSS de entonces no era la Rusia
capitalista de nuestros días«.
En comparación, los Estados Unidos, cuya participación en la narrativa occidental suele ser elevada por ellos mismos a la enésima potencia, perdieron alrededor de 400.000 soldados.
EL SACRIFICIO SOVIÉTICO Y EL CONTEXTO DE SU ÉPOCA
Para comprender cómo fue posible el gigantesco sacrificio del pueblo soviético durante la Segunda Guerra Mundial es imprescindible tener en cuenta que la URSS de entonces no era la Rusia capitalista de nuestros días.
Cuando los nazis invadieron su territorio, en 1941, la Unión Soviética no era un país cualquiera: era una sociedad comprometida con un proyecto político y social colectivo que, en apenas dos décadas desde la Revolución de Octubre, había logrado transformar un país feudal y atrasado, gobernado por los zares, en una potencia industrial y militar de primer orden, capaz de enfrentarse a la poderosa Alemania nazi.
El sistema soviético había logrado movilizar a millones de trabajadores y campesinos para llevar a cabo, en un tiempo récord, una industrialización sin precedentes, erradicar el analfabetismo y garantizar derechos básicos tales como la educación, la salud y el empleo.
Este compromiso colectivo, basado en una ideología socialista que pretendía construir una sociedad nueva, priorizaba el bienestar común sobre el individualismo, fue una de las razones clave por las cuales el pueblo soviético fue capaz de resistir y superar las enormes dificultades que le presentó la guerra.
El Frente Oriental no fue una mera batalla militar, sino también un combate a vida o muerte por defender los logros de un modelo que había transformado profundamente a una sociedad que, décadas antes, vivía bajo un régimen cuasi feudal.
El sacrificio, pues, no solo fue militar. Las ciudades soviéticas enfrentaron asedios brutales, como el sitio de Leningrado, donde más de un millón de civiles murieron por hambre y bombardeos continuos. En un testimonio recogido por el historiador británico Antony Beevor en su libro Stalingrad, un sobreviviente narró:
“Vivíamos bajo bombardeos constantes, pero nunca dejamos de resistir. Sabíamos que nuestra lucha significaba la supervivencia de nuestra patria”.
Además, el impacto de la guerra en la vida cotidiana de los civiles soviéticos fue devastador. Familias enteras fueron separadas, las mujeres y los niños asumieron tareas fundamentales para mantener la producción industrial y agrícola y la población urbana soportó racionamientos severísimos. Una trabajadora de una fábrica de armamento en los Urales recordaba:
“Dormíamos cuatro horas al día, y la comida era escasa, pero sabíamos que nuestras armas eran necesarias para que los soldados en el frente pudieran luchar”.
Este nivel de resistencia no tiene comparación con las experiencias vividas en otros frentes. La estrategia nazi de la “guerra total” buscaba exterminar a los soviéticos y ocupar sus territorios para establecer el Lebensraum (espacio vital) que Hitler consideraba esencial para el Tercer Reich. En este contexto, el Frente Oriental no solo fue un campo de batalla, sino un escenario de genocidio masivo.
El escritor estadounidense Timothy Snyder describe, en Bloodlands, cómo las políticas nazis en Europa del Este causaron la muerte de millones de civiles, destacando el papel central de la Unión Soviética en detener esta maquinaria de destrucción.
EL OLVIDO OCCIDENTAL: ¿QUIÉN GANÓ LA GUERRA?
A pesar del incuestionable y decisivo protagonismo soviético, las narrativas históricas en Occidente han minimizado sistemáticamente su papel en la derrota del nazismo. Esto no es un accidente, sino el resultado deliberado de una campaña de propaganda posterior a la guerra.
Según un estudio de IFOP realizado en 2015, el 55% de los estadounidenses cree que Estados Unidos fue el principal responsable de derrotar a la Alemania nazi, mientras que solo el 11 % reconoce a la Unión Soviética como el actor decisivo. Esta percepción, que contradice los hechos, refleja el éxito de décadas de desinformación.
La estrategia de Occidente para subestimar la contribución soviética no fue solo ideológica, sino política.
En el contexto de la Guerra Fría, los países occidentales, liderados por Estados Unidos, buscaban consolidar una narrativa que les permitiera posicionarse como los “salvadores del mundo libre”.
En palabras del historiador Jacques Pauwels,
“los gobiernos de Estados Unidos y Reino Unido desplegaron una inmensa maquinaria de propaganda para reescribir la historia de la guerra, eliminando deliberadamente el papel central desempeñado por la URSS”.
EL PACTO RIBBENTROP-MÓLOTOV: UN INSTRUMENTO DE PROPAGANDA
Un elemento recurrente en las narrativas occidentales es el uso del Pacto Ribbentrop-Mólotov como símbolo de complicidad entre la Unión Soviética y la Alemania nazi. Sin embargo, esta interpretación ignora absolutamente el contexto histórico. El pacto fue firmado en 1939, tras el fracaso de las negociaciones de la URSS con Reino Unido y Francia para formar una alianza contra Hitler.
Según el historiador Richard Overy,
“el pacto no fue un acto de colaboración ideológica, sino un movimiento estratégico para ganar tiempo ante la inminente invasión nazi”.
Occidente, por su parte, había venido practicando políticas de apaciguamiento mucho antes, como el Acuerdo de Múnich de 1938, que permitió a Alemania anexar Checoslovaquia sin la menor oposición. La insistencia en culpar a la URSS del estallido de la guerra refleja un doble rasero que no solo distorsiona la historia, sino que trata de borrar el sacrificio soviético en la lucha contra el fascismo.
LOS COMUNICADOS DE LA UNIÓN EUROPEA: UNA REESCRITURA DEL PASADO
En los últimos años, la Unión Europea ha emitido comunicados que, de manera implícita o explícita, equiparan a la Unión Soviética con la Alemania nazi como responsables conjuntos del estallido de la Segunda Guerra Mundial.
Esta burda interpretación, reflejada en resoluciones como la adoptada en el Parlamento Europeo en 2019, supone un intento por reescribir la historia desde una perspectiva profundamente ideológica. Según esta narrativa, el Pacto Ribbentrop-Mólotov de 1939 es señalado como una muestra de colusión soviético-alemana, obviando deliberadamente las políticas de apaciguamiento llevadas a cabo por Reino Unido y Francia, así como los intereses de expansión imperialista de los propios países occidentales.
Este enfoque ha sido duramente criticado por historiadores de renombre, como Stephen Kotkin, quien ha señalado que
“Reducir la historia del conflicto a un simple intercambio de culpas entre los totalitarismos es una grave distorsión de los hechos y trata de minimizar el papel central de la Alemania nazi como agresor”.
Asimismo, la insistencia de la UE en igualar al régimen nazi con la URSS, ignorando el sacrificio soviético y su papel decisivo en la liberación de Europa, constituye una afrenta a la memoria de millones de personas que dieron su vida en la lucha contra el fascismo.
Esta narrativa no es casual, sino una manifestación del interés de las élites occidentales por desacreditar cualquier forma de resistencia al imperialismo capitalista. Equiparar al el nazismo con el comunismo no solo borra las diferencias fundamentales entre ambos sistemas —uno basado en la explotación y el genocidio, y otro en la búsqueda de la igualdad y la emancipación de los trabajadores—, sino que también permite legitimar las políticas actuales de la OTAN y la UE.
IMPACTO GEOPOLÍTICO DEL SACRIFICIO SOVIÉTICO
El sacrificio soviético no solo definió la guerra, sino también el orden mundial de la posguerra. La creación de la ONU, la derrota de los regímenes fascistas en Europa con las excepciones de España y Portugal, así como el ascenso de los movimientos de liberación nacional en Asia y África, fueron posibles gracias a la derrota de la Alemania nazi, lograda principalmente por el Ejército Rojo.
Sin embargo, el inicio de la Guerra Fría y el dominio de las potencias occidentales en los organismos internacionales minimizaron este legado. En palabras del historiador E.H. Carr,
“la victoria soviética fue el punto culminante de la lucha de los pueblos oprimidos contra el imperialismo, pero también marcó el inicio de una nueva era de antagonismos entre el capitalismo y el socialismo”.
TESTIMONIOS QUE DESTACAN LA VERDAD
Además de las cifras y análisis históricos, los testimonios de veteranos de guerra son cruciales para entender la magnitud del sacrificio soviético. Nikolái Nikulin, un soldado soviético que combatió en el frente de Leningrado, escribió en sus memorias:
“No éramos héroes, éramos supervivientes. Pero sabíamos que nuestra lucha decidiría el destino del mundo”.
Estas palabras, recogidas por historiadores soviéticos, contrastan con las versiones simplificadas de Occidente, que a menudo glorifican las victorias aliadas sin mencionar el costo humano en el Este.
Por su parte, historiadores como Richard Overy, en su libro Russia’s War, han destacado que sin las batallas decisivas de Stalingrado y Kursk, lideradas por comandantes soviéticos como Zhúkov, la guerra habría tenido un desenlace muy diferente. Overy sostiene que
“la resistencia soviética, más que cualquier otro tipo de factores, destruyó la capacidad militar de Alemania”.
UN SACRIFICIO OLVIDADO
El sacrificio soviético durante la Segunda Guerra Mundial no fue solo inmenso, sino crucial para la derrota del nazismo. Sin embargo, décadas de propaganda y distorsión histórica en Occidente, realizadas especialmente desde la cinematografía hollywoodense, han oscurecido esta realidad, reduciendo a la Unión Soviética a un actor secundario en su propia victoria.
La historia, sin embargo, es clara: el Frente Oriental fue el epicentro de la lucha, y el pueblo soviético pagó el precio más alto para liberar al mundo de la amenaza nazi.
Reconocer esta verdad no es solo un acto de justicia histórica, sino una lección esencial para evitar los errores del pasado. Como advirtiera el propio mariscal Zhúkov:
“Los sacrificios del pueblo soviético no deben olvidarse, porque el precio de olvidarlos es repetir los horrores de la guerra”.
FUENTES CONSULTADAS:
- Geoffrey Roberts – Historiador especializado en historia soviética, citado en varios de sus libros y artículos, como Stalin’s Wars: From World War to Cold War, 1939–1953.
- Richard Overy – Citado en su libro Russia’s War: A History of the Soviet Effort in World War II.
- Jacques Pauwels – Historiador citado sobre la propaganda occidental en su libro The Myth of the Good War. Jacques Pauwels en Monthly Review
- Stephen Kotkin – Historiador crítico con las narrativas sobre el pacto Ribbentrop-Mólotov. Citado de sus conferencias y libros como Stalin: Waiting for Hitler, 1929-1941. Perfil en Princeton University
- E.H. Carr – Reflexiones tomadas de The Twenty Years’ Crisis: 1919–1939 y otras obras sobre la Unión Soviética.The Twenty Years’ Crisis en Goodreads
- Nikolái Nikulin – Testimonios recogidos de su libro Memorias de la Guerra. Nikulin – Memorias de la guerra
- Resoluciones de la Unión Europea – Resolución del Parlamento Europeo de 2019 sobre la memoria histórica. Enlace al documento oficial: Resolución del Parlamento Europeo (2019)
- Michel Chossudovsky – Artículos sobre la colaboración de corporaciones estadounidenses con el nazismo. Global Research – Michel Chossudovsky
(*) MANUEL MEDINA es profesor de Historia y divulgador de temas relacionados con esa materia.
VÍDEO: De la mano del mismo mariscal Gueorgui Zhúkov, en una entrevista realizada en 1966, este cuenta cuáles fueron los momentos más difíciles de la guerra contra Alemania, y cómo los soviéticos lograron superar al ejército de la Wehrmacht en la contienda bélica más grande de todos los tiempos.
https://canarias-semanal.org/art/36863/frente-antiempialista