EDUCACIÓN.- PENSAMIENTO CRÍTICO.- Frantz Fanon (en su centenario)

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Manuel Desviat

Frantz Fanon (en su centenario)

Se cumplen cien años del nacimiento de Frantz Fanon (1925-1961), autor de culto de la descolonización, cuya obra formó parte de la mochila de los revolucionarios de los años sesenta, como Ernesto Che Guevara, Patrice Lumumba o Nelson Mandela y contribuyó a forjar la ideología de la resistencia y luchas revolucionarias del Sur Global.

Nacido en Martinica cuando la isla aún era una colonia francesa Fanon reúne una triple condición: ser negro, psiquiatra y militante del Frente de Liberación Nacional (FLN) durante la guerra de independencia de Argelia. Aún adolescente, se adhiere al movimiento cultural y político de la Negritud, que promovieron Aimé Césaire -compatriota que fue su maestro de literatura-, Leopoldo Sédar Senghor y Léon-Gontran Damas. Césaire, gran poeta, político, comunista, va a influir profundamente en Fanon, en especial en su primer libro Piel negra, máscaras blancas, donde trata de la alienación del negro en la sociedad blanca a través de observaciones clínicas, diagnosticando los síntomas patológicos del racismo en la vida cotidiana. Analiza las relaciones neuróticas donde el concepto de raza se reproduce y se naturaliza. Su análisis desentraña una civilización en la que el sujeto dominado debe plegarse a las máscaras blancas del colonizador, adoptar sus significados (la blanquitud) y renunciar a los propios (la negritud). En este proceso de alienación todos se apresuran a parecerse al blanco, sumidos en una angustia identitaria. Es en la reivindicación de la negritud donde Fanon se diferencia de sus maestros, los ideólogos de la nación negra, porque a su antirracismo antepone la revolución social, la lucha por otra sociedad sin opresores ni oprimidos, donde no cuente el color de la piel, donde se acepte la diferencia.

Fanon estudia medicina en Lyon con una beca por haber combatido con las fuerzas aliadas contra los nazis. Especializado en psiquiatría, irá a trabajar, tras un par de años en Francia con Francesc Tosquelles –psiquiatra catalán exiliado a tras la Guerra Civil, cofundador del POUM y precursor de la psicoterapia institucional– a Argelia como director médico del hospital psiquiátrico de Blida-Joinville, con más de dos mil pacientes en condiciones inhumanas y un escaso personal sanitario.

Fanon llega a Argelia en los prolegómenos de la guerra de independencia, donde su pronta afiliación al FLN le obligará compaginar su labor de terapeuta con la militancia clandestina, utilizando el hospital como refugio y clínica de asistencia a los insurgentes. En su consulta atiende a víctimas y victimarios de la colonización, casos clínicos de sujetos afectados por la guerra, colonos y colonizados, torturadores y torturados. Torturadores que van a su consulta a la salida de las sesiones de tortura, quejándose de diversos malestares que no vinculan con su actividad, digamos, laboral.

Como psiquiatra, Fanon va más allá de lo aprendido en Saint Alban, adelantándose a Franco Basaglia –quien recurriría al ejemplo de Blida en su negación de la institución psiquiátrica– al plantear que el microcosmos social de la psicoterapia institucional cronifica al internado, que el encierro limita siempre el valor desalienante de la terapia y que el auténtico medio socioterapéutico es la sociedad. Lo que le lleva a procurar el tratamiento fuera del manicomio, promoviendo una terapia que confronte al sujeto con el conflicto que le provocó la crisis, con la toxicidad de la realidad. Esa misma realidad que, militante clandestino, lo obliga a exiliarse a Túnez, donde funda el primer hospital psiquiátrico de día en África y actúa como estratega y teórico de la revolución, portavoz en todo el África negra del Gobierno Provisional de la República de Argelia. Una revolución que Fanon aspira a que se convierta en la vanguardia de la revolución de toda África.

Será su último libro, Los condenados de la tierra (cuyo título nos remite a la primera estrofa de la Internacional)escrito ya enfermo de leucemia –morirá a los 36 años en 1961–, por el que será mundialmente reconocido. En él nos hace ver que la violencia de la barbarie colonial no solo se manifiesta en las masacres genocidas, sino, sobre todo, en la imposición a los pueblos y razas colonizados de una dependencia servil, degradante y que, por eso mismo, porque la carencia y la sumisión se reviste de humillación, la respuesta liberadora, la emancipación, siempre tendrá que ser una insurgencia violenta.

Más de seis décadas nos separan de la muerte de Fanon, la brecha entre la riqueza y la pobreza en el mundo se ha reconfigurado, como lo ha hecho el colonialismo, perdurando en formas de racismo, xenofobia y explotación, salvo en Palestina, donde se mantiene de hecho la ocupación. Una ocupación genocida que el gobierno de Israel defiende como un derecho de salvaguarda de la civilización occidental, partiendo de la asentada creencia de que este derecho prevalece sobre el de otros pueblos a los que se puede arrasar. Mientras que Europa le pide “contención en las masacres” y le mantiene como socio comercial, incluyendo las armas.

Hoy muchos y muchas estaríamos con Fanon cuando reniega de Europa, de una Europa tramposa con sus valores, aquellos que él fue a defender en las trincheras siendo adolescente, y cuya verdadera cara extiende por el mundo occidental.

Hace dos siglos –escribe en la que quizás fue su última carta, que cierra como conclusión Los Condenados de la Tierra y que nos parece premonitoria– una antigua colonia europea decidió imitar a Europa. Lo logró hasta tal punto que los Estados Unidos de América se han convertido en un monstruo donde las taras, las enfermedades y la inhumanidad de Europa han alcanzado terribles dimensiones.

El caso es que, con las imágenes de Gaza naturalizando la inhumanidad día tras día, las banderas patrias cerrando fronteras y aupando a una extrema derecha  claramente fascista, al releer a Fanon cuando dice: “El colonialismo no se comprende sin la posibilidad de torturar, de violar o de matar” (Fanon F., Por la revolución africana., México, FCE, 1974, p.71), uno no puede dejar de pensar que tampoco se pueden entender las democracias liberales en las que habitamos, y que mantenemos, sin la explotación, la alienación social y la guerra inherentes al capitalismo que las constituye.

La habitabilidad social de este planeta solo será posible con la subversión del orden existente y esto requiere una toma de conciencia colectiva.

Manuel Desviat es psiquiatra

https://vientosur.info/frantz-fanon-en-su-centenario

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