
Para plantear justamente este problema es preciso pasar de las abstracciones hueras a la discusión
concreta, es decir, a la discusión actual. Tomad esta discusión como queráis, como surgió en la V Conferencia
Sindical de toda Rusia o como la planteó y orientó el propio Trotski en su folleto-plataforma el 25
de diciembre, y veréis que todo el enfoque de Trotski y toda su orientación son falsos. No ha comprendido
que los sindicatos deben y pueden ser enfocados como escuela cuando se enuncia el tema del
«tradeunionismo soviético», y cuando se habla en general de propaganda en el terreno de la producción y
cuando se plantea como lo hace Trotski el problema del «enlazamiento», de la participación de los
sindicatos en la dirección de la producción. Y en este último problema, tal y como se plantea en todo el folleto-plataforma de Trotski, la falsedad reside en no comprender que los sindicatos son e s c u e l a
de dirección técnico-administrativa de la producción. En esta discusión, en la forma en que Trotski ha
planteado el problema, los sindicatos no son «de un lado, escuela; de otro, algo distinto»; de todos los
lados, los sindicatos son escuela, escuela de agrupación, unificación, escuela de solidaridad, escuela de
defensa de sus intereses, escuela de administración, escuela de gobierno. En vez de comprender y
corregir este error cardinal del camarada Trotski, el camarada Bujarin ha hecho una enmienda
pequeña y ridícula: «de un lado, de otro lado».
Abordemos de manera más concreta la cuestión. Veamos qué son los sindicatos actuales como
«aparato» de dirección de la producción. Hemos visto que, según datos incompletos, alrededor de 900
obreros, miembros y delegados de los sindicatos, dirigen la producción. Decuplicad este número,
centuplicadlo, si queréis; admitamos incluso, para haceros una concesión y explicaros vuestro error cardinal,
un «avance» increíblemente rápido dentro de poco tiempo; aun así resultará que los obreros que administran
directamente representan una parte insignificante de la masa general de seis millones de
afiliados a los sindicatos. Y eso muestra con mayor claridad aún que fijar toda la atención en
la «capa dirigente», como hace Trotski, hablar del papel de los sindicatos en la producción y de la
dirección de la producción, sin tener en cuenta que el 9872% aprenden (6.000.000—
90.000=5.910.000=98V2% de la suma) y deberán aprender durante largo tiempo, significa cometer un error
cardinal. Los sindicatos no son escuela y administración, sino e s c u e l a de administración.
Al discutir con Zinóviev el 30 de diciembre y acusarle, de manera completamente infundada
e injusta, de que niega el «designacionismo», es decir, el derecho y la obligación del CC de
designar, al camarada Trotski se le escapó sin querer una contraposición peculiar en extremo:
«.. .Zinóviev —dijo— enfoca de una manera demasiado propagandística toda cuestión práctica y eficiente,
olvidándose de que no se trata sólo de material para la agitación, sino de una cuestión que debe ser resuelta
administrativamente» (pág. 27).
Ahora explicaré con detalle cuál podría ser el enfoque administrativo de esta cuestión. Pero el error
cardinal del camarada Trotski consiste precisamente en que ha enfocado las cuestiones (mejor dicho, se ha
lanzado sobre ellas) planteadas por él mismo en su folleto-plataforma, como un administrador, en tanto que
podía y debía haberlas abordado exclusivamente como propagandista.
En efecto. ¿Qué tiene de bueno Trotski? Es buena y útil, sin duda alguna, la propaganda en el terreno
de la producción, no en sus tesis, sino en sus discursos (sobre todo cuando olvida su desafortunada polémica
con el ala pretendidamente «conservadora» de los dirigentes sindicales). Con una labor «administrativa»
práctica en la comisión sindical, con sus intervenciones orales y escritas como participante y funcionario
del Buró Ruso de Propaganda de la Producción, el camarada Trotski reportaría indudablemente (e
indudablemente reportará) no poco provecho a la causa. El error está en las «tesis-plataforma». En ellas
resalta, como hilo de engarce, el enfoque que un administrador hace de la «crisis» en la
organización sindical, de las «dos tendencias» en los sindicatos, de la interpretación del Programa del PCR,
del «tradeunionismo soviético», de la «instrucción en el terreno de la producción» y del
«enlazamiento». Acabo de citar todos los temas principales de la «plataforma» de Trotski, y el
enfoque acertado precisamente de estos temas en el momento actual, con el material de que dispone Trotski,
puede ser exclusivamente propagandístico.
El Estado es la esfera de la coerción. Sería una locura renunciar a la coerción, sobre todo eh la época
de la dictadura del proletariado. La «administración» y el enfoque de administrador son, en este
caso, imprescindibles. El partido es la vanguardia del proletariado, vanguardia que ejerce directamente el
poder; el partido es el dirigente. El medio específico de influencia, el medio de depuración y temple
de la vanguardia, es la expulsión del partido, y no la coerción. Los sindicatos son una fuente de poder estatal,
una escuela de comunismo, una escuela de administración. En este terreno, lo específico y principal no es la
administración, sino la «ligazón» «entre la administración central» (y la local también, naturalmente)
«del Estado, la economía nacional y las grandes masas trabajadoras» (como se dice en el Programa
de nuestro partido, § 5 de la parte económica, dedicada a los sindicatos).
En todo el folleto-plataforma de Trotski sobresale el planteamiento equivocado de esta cuestión, la
incomprensión de esa correlación.
Imaginaos que Trotski concibiese el decantado «enlaza-miento» en conexión con los demás temas de
su plataforma, enfocando toda la cuestión desde otro lado. Imaginaos que su folleto estuviese dedicado
íntegramente a investigar con detalle, pongamos por caso, 90 de 900 casos de «enlazamiento», de
desempeño simultáneo de cargos de dirección de la industria en el Consejo Superior de Economía
Nacional y de cargos electivos en representación de los sindicatos, casos de simultaneidad de cargos
ocupados por afiliados a los sindicatos y funcionarios permanentes del movimiento sindical. Imaginaos que
estos 90 casos fuesen analizados a la par con los datos de una investigación estadística selectiva, a la par con
los informes y resúmenes de revisores e instructores de la Rabkrín* y de los respectivos Comisariados del Pueblo; es decir, analizados según los datos de las instituciones administradoras, analizados desde el
punto de vista de los resúmenes y resultados del trabajo, de los éxitos de la producción, etc.
Semejante enfoque de la cuestión sería un enfoque administrativo acertado y justificaría plenamente la
línea de «sacudir», o sea, de fijar la atención en qué personas deben ser destituidas,
trasladadas o designadas y en qué exigencias deben presentarse ahora mismo a la «capa dirigente». Si
Bujarin dijo en su discurso de Petrogrado del 3 de enero, editado por los «cectranistas», que Trotski sustentaba antes el punto de vista de «sacudir» los sindicatos y ahora ha renunciado a él, incurre
también en un eclecticismo risible en la práctica y absolutamente inadmisible en la teoría para un
marxista. Bujarin toma la cuestión en
*Inspección Obrera y Campesina. (N. de la Edit.)
abstracto, no sabiendo (o no queriendo) enfocarla de una manera concreta. Mientras nosotros, el CG
del partido y todo el partido, administremos, es decir, gobernemos el Estado, jamás
renunciaremos ni podremos renunciar a «sacudir», es decir, a destituir, trasladar, designar, despedir,
etc. Pero en el folleto-plataforma de Trotski no se toma ni mucho menos el material debido, no se plantea en
modo alguno una «cuestión práctica y útil». La cuestión que discutieron Zinóviev y Trotski, que discutimos
Bujarin y yo, que discute todo el partido, no es una «cuestión práctica y útil», sino la cuestión de las
«tendencias en el movimiento sindical» (final de la tesis 4 de Trotski).
Es, en el fondo, una cuestión política. Corregir el error de Trotski con pequeñas enmiendas y
adiciones eclécticas, como quiere Bujarin (henchido, por supuesto, de los más humanos sentimientos e
intenciones), es, por la esencia misma del asunto —del «asunto» dado, concreto—, imposible.
La solución en este caso sólo puede ser una y nada más que una.
Resolver acertadamente la cuestión política de las «tendencias en el movimiento sindical», de la
correlación de las clases, de la correlación de la política y la economía, de los papeles específicos
del Estado, del partido y de los sindicatos como «escuela» y aparato, etc. Eso, primero.
Segundo. Sobre la base de una solución política acertada, llevar a cabo —mejor dicho,
efectuar cada día— una propaganda prolongada, sistemática, tenaz, paciente, polifacética y reiterada en el
terreno de la producción; efectuarla a escala de todo el Estado, en nombre y bajo la dirección de una
entidad estatal.
Tercero. No confundir las «cuestiones prácticas y útiles» con las polémicas en torno a las tendencias,
las cuales (las polémicas) son patrimonio lógico de la «parlería general del partido» y de las
discusiones amplias, sino plantearlas con sentido práctico, en comisiones prácticas, interrogando a testigos,
estudiando informes, resúmenes y estadísticas; sobre la base de todo esto —sólo sobre la base de todo esto,
sólo con tales condiciones—, «sacudir» únicamente por decisión del correspondiente organismo del
Estado o del partido, o de ambos organismos.
Pero a Trotski y Bujarin les ha resultado una mezcolanza de errores políticos en el
enfoque, de ruptura de la conexión transmisora y de las correas de transmisión en medio y de
acometida o embestida infructuosa, marchando en vacío, contra la «administración». La raíz «teórica» del
error —puesto que Bujarin ha planteado con su «vaso» la cuestión de la raíz teórica— es clara. El error
teórico —en este caso, gnoseológico— de Bujarin consiste en que ha suplantado la dialéctica con el
eclecticismo. Al plantear el problema eclécticamente, Bujarin se ha embrollado por completo y ha llegado
a caer en el sindicalismo. El error de Trotski está en la unilateralidad, el apasionamiento, la
exageración y la tozudez. La plataforma de Trotski consiste en que el vaso es un recipiente que sirve
para beber, pero ha resultado que el vaso en cuestión no tiene fondo.
- TOMADO DE LAS OBRAS ESCOGIDAS DE LENIN
CONTINUARÁ