
DIALÉCTICA Y ECLECTICISMO. «ESCUELA» Y «APARATO»
Entre las numerosas cualidades valiosísimas del cama-rada Bujarin figura su capacidad para la
teoría y su interés por tratar de descubrir las raíces teóricas de toda cuestión. Es una cualidad muy valiosa,
pues es imposible explicarse por completo ningún error, incluidos los errores políticos, sin descubrir sus
raíces teóricas en quien los comete partiendo de premisas concretas y admitidas conscientemente.
De conformidad con este afán suyo de profundizar teóricamente la cuestión, el camarada
Bujarin, a partir de la discusión del 30 de diciembre, si no antes, lleva la controversia precisamente a
ese terreno. El 30 de diciembre dijo:
«Considero absolutamente necesario —en eso consiste la esencia teórica de lo que se denomina aquí «fracción de tope» o su
ideología—, y me parece totalmente indiscutible, que no se puede dar de lado ni este aspecto político ni este aspecto
económico…» (pág. 47).
La esencia teórica del error en que incurre en este caso el camarada Bujarin consiste en que
sustituye la relación dialéctica entre la política y la economía (que nos enseña el marxismo) con
el eclecticismo. «Lo uno y lo otro», «de un lado, de otro lado»: tal es la posición teórica de Bujarin. Y
eso es eclecticismo. La dialéctica exige que las correlaciones sean tenidas en cuenta en todos los aspectos en
su desarrollo concreto, y no que se arranque un trocito de un sitio y un trocito de otro. Lo he mostrado ya con
el ejemplo de la política y la economía.
En el ejemplo del «tope» tampoco deja lugar a dudas. El tope es útil y necesario si el
tren del partido va cuesta abajo hacia el descarrilamiento. Eso es indiscutible. Bujarin ha planteado la
tarea del «tope» de una manera ecléctica, tomando un trozo de Zinóviev y otro trozo de Trotski. Como
partidario del «tope», Bujarin debería haber determinado por sí solo dónde, cuándo y en qué se
equivocaba el uno o el otro, los unos y los otros, si el error era teórico, o de falta de tacto político, o de
fraccionismo en una intervención, o de exageración, etc., y lanzarse con todas sus fuerzas contra cada error
de ese género. Bujarin no ha comprendido esta tarea suya de «tope». El siguiente hecho es una
prueba evidente de ello.
El grupo comunista del Buró de Petrogrado del Cectrán (Comité Central del Sindicato Ferroviario y
del Transporte Fluvial y Marítimo) —organización que simpatiza con Trotski y declara francamente que,
a su juicio, «las posiciones de los camaradas Trotski y Bujarin en la cuestión fundamental, en la del papel
de los sindicatos en la producción, son variedades del mismo punto de vista»—, ha editado en Petrogrado un
folleto con el coinforme que el camarada Bujarin ha pronunciado allí el 3 de enero de 1921 (N. Bujarin:
Acerca de las tareas de los sindicatos, Petrogrado, 1921). En este coinforme leemos:
«AI principio, el camarada Trotski formuló que era necesario cambiar la composición de la dirección de los sindicatos,
seleccionar a camaradas adecuados, etc., y antes aún sostuvo incluso el punto de vista de «sacudir» los sindicatos, al que ha renunciado
ahora, por lo que es completamente absurdo presentar el «sacudimiento» como un argumento contra el camarada Trotski» (pág. 5).
No me detendré a analizar las numerosas inexactitudes fácticas que contiene esta exposición. (Trotski
utilizó la palabreja «sacudir» en la V Conferencia Sindical de toda Rusia, celebrada del 2 al 6 de noviembre. Habló de la «selección de personal dirigente» en el § 5 de sus tesis, presentadas al CC
el 8 de noviembre y publicadas, dicho sea de pasada, por un partidario de Trotski en forma de hoja
suelta. Todo el folleto de Trotski El papel y las tareas de los sindicatos, del 25 de diciembre, está
impregnado por completo de la misma mentalidad y del mismo espíritu que he señalado antes. No se
sabe en absoluto dónde y en qué se ha expresado la «renuncia».) Mi tema es ahora otro. Si el
«tope» es ecléctico, pasa por alto unos errores y menciona otros; silencia los errores cometidos el 30 de
diciembre de 1920 en Moscú, ante miles de activistas del PCR llegados de toda Rusia; habla de los errores
cometidos en Petrogrado el 3 de enero de 1921. Si el «tope» es dialéctico, arremete con todas sus
fuerzas contra cada error que observa en ambas partes o en todas las partes. Y eso es
precisamente lo que no hace Bujarin. Ni siquiera intenta analizar el folleto de Trotski desde el
punto de vista de la política de sacudimiento. Simplemente, no habla de ella. No es de extrañar que
semejante cumplimiento de su papel de «tope» haga reír a todos.
Prosigamos. En el mismo discurso de Bujarin en Petrogrado leemos en la página 7:
«El error del camarada Trotski consiste en que no defiende en grado suficiente el aspecto de escuela de
comunismo».
En la discusión del 30 de diciembre, Bujarin razonó así:
«El camarada Zinóviev ha dicho que los sindicatos son escuela de comunismo, y Trotski ha afirmado que son un aparato
técnico-administrativo de dirección de la producción. No veo bases lógicas de ningún género que demuestre que no es justo ni lo
primero ni lo segundo: son justos ambos enunciados y la unión de estos dos enunciados» (pág. 48).
La misma idea encontramos en la 6a
tesis de Bujarin y su «grupo» o «fracción»: «. . .de un
lado, son (los sindicatos) escuela de comunismo… de otro lado —por cierto, en grado creciente—
son parte integrante del aparato administrativo y del aparato del poder estatal en general. . .» (Pravda, 16 de
enero).
El error teórico fundamental del camarada Bujarin radica precisamente en que sustituye la
dialéctica del marxismo con el eclecticismo (extendido de modo singular entre los autores de
diversos sistemas filosóficos «de moda» y reaccionarios).
El camarada Bujarin habla de bases «lógicas». Todo su razonamiento prueba que —quizá
inconscientemente— sustenta en este terreno el punto de vista de la lógica formal o escolástica, y
no el de la lógica dialéctica o marxista. Para aclararlo empezaré con el simplísimo ejemplo que puso el
propio camarada Bujarin. En la discusión del 30 de diciembre dijo:
«Camaradas: Las discusiones que sostenemos aquí producen en muchos de vosotros una impresión del siguiente
carácter, aproximadamente: llegan dos individuos y se preguntan el uno al otro qué es el vaso que está encima de
la tribuna. Uno dice: «Es un cilindro de cristal, y maldito sea quien afirme que eso no es así». El segundo dice:
«El vaso es un recipiente que sirve para beber, y maldito sea quien afirme que eso no es así» » (pág. 46).
Como ve el lector, Bujarin quiso con este ejemplo explicarme de manera popular el daño de la
unilateralidad. Acepto la aclaración agradecido, y para demostrar con hechos mi gratitud le respondo con una
explicación popular de lo que es el eclecticismo, a diferencia de la dialéctica.
El vaso es, indiscutiblemente, un cilindro de cristal y un recipiente que sirve para beber.
Pero no sólo tiene estas dos propiedades, o cualidades, o aspectos, sino una cantidad infinita de otras
propiedades, cualidades, aspectos y relaciones mutuas y «mediaciones» con todo el mundo restante. El vaso
es un objeto pesado que puede emplearse como instrumento arrojadizo. Puede servir de pisapapeles o
de alojamiento para una mariposa capturada; puede tener valor como objeto tallado o dibujado con arte,
independientemente por completo de que sirva para beber, de que esté hecho de cristal, de que su forma
sea cilíndrica o no lo sea del todo, y así sucesivamente.
Prosigamos. Si ahora necesito un vaso como recipiente que sirve para beber, no me importa en
absoluto saber si su forma es totalmente cilíndrica y si está hecho, en efecto, de cristal; pero, en
cambio, me importa que el fondo no esté agrietado, que no corte los labios al utilizarlo, etc.
Si no lo necesito para beber, sino para lo que sirve cualquier cilindro de cristal, entonces me sirve
también un vaso con el fondo agrietado o incluso sin fondo, etc.
La lógica formal a que se limitan en las escuelas (y deben limitarse —con enmiendas— en los
grados inferiores de la escuela) toma las definiciones formales, guiándose por lo que es más habitual o por
lo que salta a la vista más a menudo y se limita a eso. Si, al proceder así, se toman dos o más
definiciones distintas y se unen de manera completamente casual (cilindro de cristal y recipiente que
sirve para beber), tendremos una definición ecléctica que indica diversos aspectos del objeto y nada más.
La lógica dialéctica exige que vayamos más lejos. Para conocer de verdad el objeto hay que abarcar y
estudiar todos sus aspectos, todos sus vínculos y «mediaciones». Jamás lo conseguiremos por completo, pero
la exigencia de la multilateralidad nos prevendrá contra los errores y el anquilosa-miento. Eso, en primer
lugar. En segundo lugar, la lógica dialéctica requiere que el objeto sea tomado en su desarrollo, en su «automovimiento» (como dice Hegel a veces), en su cambio. Con relación al vaso, esto no se ve claro
en el acto, pero el vaso tampoco es inmutable: cambia, en particular, su destino, su uso, su nexo con el mundo
circundante. En tercer lugar, toda la práctica del* género humano debe entrar en la «definición» completa del
objeto como criterio de la verdad y como determinante práctico del vínculo del objeto con lo que necesita el
hombre. En cuarto lugar, la lógica dialéctica enseña que «la verdad abstracta no existe, la verdad es siempre
concreta», como le gustaba decir, después de Hegel, al difunto Plejánov. (Entre paréntesis, creo oportuno
señalar para los jóvenes miembros del partido que no se puede ser un comunista consciente, de verdad, sin
estudiar —precisamente estudiar— todo lo que escribió Plejánov sobre filosofía, pues es lo mejor de toda la
literatura internacional del marxismo*.)
- A propósito, no se puede por menos de desear, primero, que la edición de las obras de Plejánov que está viendo la luz
ahora incluya todos los artículos de filosofía en un volumen o volúmenes especiales con detalladísimo índice, etc., pues deben
figurar entre los manuales obligatorios de comunismo. Segundo, el Estado obrero, a mi juicio, debe exigir a los profesores de
filosofía que conozcan la exposición que hizo Plejánov de la filosofía marxista y sepan transmitir esos conocimientos a los
estudiantes. Pero esto es ya apartarse de la «propaganda» para caer en los métodos de «ordeno y mando».
Con esto, como es natural, no he agotado el concepto de la lógica dialéctica. Mas, por ahora, basta
con lo dicho. Podemos pasar del vaso a los sindicatos y a la plataforma de Trotski.
«De un lado, escuela; de otro, aparato», dice y escribe Bujarin en sus tesis. El error de Trotski consiste
en que «no defiende en grado suficiente el aspecto de escuela». . . Zinóviev se queda corto en cuanto al
«aspecto» de aparato.
¿Por qué este razonamiento de Bujarin es eclecticismo inerte y vacío? Porque Bujarin no hace el
menor intento de analizar por sí mismo, desde su punto de vista, tanto la historia íntegra de la
presente discusión (el marxismo, o sea, la lógica dialéctica, lo exige absolutamente) como todo el enfoque de
la cuestión, todo su planteamiento —o, si queréis, toda la orientación del planteamiento— en el momento
actual, en las actuales circunstancias concretas. ¡Bujarin no revela la menor intención de hacerlo! Lo
aborda sin el menor estudio concreto, con puras abstracciones, y toma un trocito de Zinóviev y otro de
Trotski. Y eso es precisamente eclecticismo.
Pondré un ejemplo para que la explicación sea más clara. No conozco absolutamente nada de los
insurgentes y los revolucionarios del Sur de China (excepto dos o tres artículos de Sun Yat-sen y algunos
libros y artículos de periódico que leí hace muchos años). Puesto que allí se producen insurrecciones, es
probable que haya también discusiones entre el chino Nº 1, el cual dice que la insurrección es producto de la
lucha de clases más enconada que ha abarcado a toda la nación, y el chino Nº 2, el cual afirma que la
insurrección es un arte. Sin saber nada más, puedo escribir tesis como las de Bujarin: «de un
lado. … de otro lado». Uno no ha tenido en cuenta en grado suficiente el «aspecto» de arte; el
otro, el «aspecto de enconamiento», etc. Eso será eclecticismo inerte y vacío, pues no hay estudio concreto de
la discusión dada, de la cuestión dada, de su enfoque dado, etc.
Los sindicatos son, de un lado, escuela; de otro, aparato; del tercer lado, una organización de los
trabajadores; del cuarto lado, una organización casi exclusivamente de obreros industriales; del quinto lado,
una organización por industrias*, etc., etc. En Bujarin no hay ni pizca de argumentación, ni pizca de análisis
propio, para demostrar por qué deben tomarse los dos primeros «lados» de la cuestión u objeto, y no
el tercero, el cuarto, el quinto, etc. Por eso, las tesis del grupo de Bujarin son pura vacuidad ecléctica. Bujarin
plantea mal, de una manera equivocada de raíz, eclécticamente, el problema de la correlación existente entre
«escuela» y «aparato». - Dicho sea de pasada, Trotski incurre también en este caso en un error. Cree que sindicato de industria significa sindicato que debe
dominar la producción. Esto es falso. Sindicato de industria significa que organiza a los obreros por industrias, cosa inevitable dado
el nivel actual (tanto en Rusia como en el mundo entero) de la técnica y la cultura. - TOMADO DE LAS OBRAS ESCOGIDAS DE LENIN
CONTINUARÁ