CHILE.- EL GOLPE DE PINOCHET A ALLENDE: ¿CUÁNDO EMPEZAREMOS A CONTAR LA VERDAD SOBRE LO QUE SUCEDIÓ EN CHILE HACE MEDIO SIGLO?

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Allende, un líder político «fatalmente coherente»

POR MANUEL MEDINA PARA CANARIAS SEMANAL.ORG.-

    Hace ya nada menos que medio siglo, -cincuenta y un años, se dice pronto-, a Chile le tocó vivir uno de los momentos más dramáticos de toda su historia. Ese país, que geográficamente constituye la columna vertebral del hemisferio Sur americano, había elegido presidente en 1970 , por la vía de las urnas, al socialista Salvador Allende, que fue víctima de un brutal y cruento golpe de Estado a manos del general Augusto Pinochet que, con el apoyo de las Fuerzas Armadas chilenas y la ayuda intelectual de los Estados Unidos, acabaron en menos de 24 horas con su gobierno constitucional.

      Los hechos se desencadenaron el 11 de septiembre de 1973, cuando los aviones de las Fuerzas aéreas chilenasbombardearon el Palacio presidencial de La Moneda, en Santiago de Chile.

«Allende fue un hombre políticamente honesto, fatalmente coherente con la concepción socialdemócrata que tenía acerca de la sociedad y del Estado. Se inmoló voluntariamente para ser leal con lo que había prometido a su pueblo»

   A diferencia de otros primeros mandatarios, Allende, lejos de coger las maletas, como le ofrecieron, se mantuvo leal a las promesas que había formulado cuando accedió a la primera magistratura del país. Se negó a rendirse y murió, metralleta en mano, defendiendo al Gobierno que su pueblo había elegido.

   Tal y como expresivamente había comentado previamente, solo salió de La Moneda «con el pijama de madera puesto». Ese fue, sin duda, su principal valor, independientemente de la letal ingenuidad que le había hecho creer que el Ejército chileno, poseedor de larguísimas tradiciones históricas prusianas, iba a respetar el mandato popular.  

ALLENDE, UN LÍDER POLÍTICO «FATALMENTE COHERENTE»

     Allende no fue un gran estratega. Tampoco un político extraordinario. Eso, lejos de disminuirlo, lo engrandece, porque a diferencia de otros catalogados hoy como «hábiles hombres de Estado», a los que les faltó tiempo para huir en el primer avión que los propios golpistas pusieron a su disposición,  Salvador Allende se mantuvo firme.  Defendió los principios en los que siempre había creído, con las armas en la mano, rechazando la posibilidad que se le ofertó para que huyera de su país. 

  Allende fue, pues, un hombre políticamente honesto, fatalmente coherente con la concepción socialdemócrataque tenía acerca de la sociedad y del Estado. Se inmoló voluntariamente para ser leal con lo que había prometido a su pueblo. En los tiempos que vivimos gestos como el suyo no proliferan precisamente.

PRINCIPIO Y FIN DE LA «ILUSIÓN DEMOCRÁTICA» 


  Este 11 de septiembre hará medio siglo que dio comienzo en Chile una durísima dictadura militar que logró prolongar su existencia hasta el año 1990. Dejó tras de sí una extensa estela de sangre y tortura, que convirtió toda la geografía vertical de su territorio en hitos indetectables de miles de muertos y desaparecidos.

    ¿Cómo pudieron darse tales circunstancias en un país que, según algunos, poseía una de las «democracias más estables»de América Latina, con una burguesía exquisitamente respetuosa con las tradiciones democráticas del pais?, se han venido preguntando durante medio siglopensadores insignes, políticos brillantesdoctos historiadores eximios profesionales del periodismo.  

     Con similar asombro, generaciones enteras, que fueron educadas políticamente por esos mismos pensadores, historiadores, políticos y periodistas, se continúan interrogando hoy sobre esa misma cuestión. En la creencia, casi mística, de que en una sociedad capitalista es posible preservar la intangibilidad y la «pureza democrática» de las instituciones burguesas, sea cual sea la intensidad con la que se desarrolle la lucha de clases, no logran encontrar una respuesta históricamente convincente, que les ayude a resolver sus posibles dudas.

UNA REVOLUCIÓN QUE NUNCA NO LLEGÓ A SERLO

    En cualquier caso, para trazar apenas un esbozo de análisis sobre los factores que hicieron posible el derrocamiento del gobierno de la Unidad Popular deberemos retroceder cinco décadas atrás, y repasar brevemente el contexto político -social de aquella época en Chile.

    Allende fue un médico y político socialista, que llegó al gobierno en 1970, representando a la Unidad Popular, una alianza variopinta de partidos de izquierda. Prometió a su pueblo llevar a cabo una serie de reformas sociales, que lejos de intentar cambiar radicalmente las estructuras de la sociedad burguesa chilena, tan sólo se proponían reducir las lacerantes desigualdades que se producían en su país, procediendo a nacionalizar la gran minería del cobre y expandir los derechos de los trabajadores.

    Con objetividad tendríamos que precisar, entonces, que elproyecto político que Allende encabezaba no era el de una«revolución social» propiamente dicha, en el sentido tradicional que caracterizó a este tipo de procesos políticos a lo largo del siglo XX.  Sus objetivos fueron limitados.  La mayoría de los Partidos coaligados en la Unidad Popular no pretendían darle una vuelta de revés a la sociedad chilena. Se proponían tan solo cambiar algunos aspectos, -aunque importantes, ciertamente-, de la sociedad capitalista chilena.

UNA OLIGARQUÍA ARMADA CONTRA UNA CLASE TRABAJADORA DESARMADA

    Como las experiencias históricas en América Latina y de otros lugares del mundo hacían previsible que sucediera, el comienzo de ese moderado proceso reformista chileno disparó el rechazo automático de la poderosa elite económica de ese país que, temerosa de que algunos de sus privilegios pudieran ser lesionados, puso en estado de alerta y funcionamientotodos aquellos  instrumentos conspirativos que tenía a mano.

     Desde el principio, el principal objetivo de la burguesía chilena se centró en provocar el caos político y económico. Los medios de comunicación, – radio, prensa y televisión– íntegramente en manos de la oligarquía, comenzaron a tratar de crear una psicosis colectiva generalizada, que llevara a la percepción ciudadana de que Chile había entrado en una fase caótica de desorden y desintegración.

   Para respaldar esa imagen previamente ideada, la burguesía chilena activó también el terrorismo callejero, promovió laguerra institucional en el Parlamento, hizo sonar el ruido de los sables en los cuarteles, estimuló «minigolpes» militares en la calle, y auspició la protesta de las capas medias y de losestudiantes de las poderosas Universidades privadas católicas chilenas.

    Paralelamente, desde su flanco exterior, estimuló que la solidaridad internacionalista de las oligarquías mundialescomenzara a desplegarse a través de múltiples vías, todas ellas orientadas a sembrar la desconfianza y el desprestigio internacional de un proceso político de izquierdas que había proclamado como uno de sus principales «valores» el sagrado respeto hacia unas instituciones que, paralelamente, se dedicaban de forma descarada a propiciar su  derrocamiento.

   Desde esa misma trinchera, la Administración estadounidense, temerosa de que después de lo sucedido conRevolución cubana el gallinero de su patio trasero pudiera verse nuevamente agitado, utilizó la clásica arma del bloqueo económico – actualmente remozada con el nombre de «sanciones»– con el objetivo de provocar la desestabilización económica y la bancarrota de Chile.

     Por su cuenta, y con las duras amonestaciones críticas del Ejecutivo encabezado por Allende, los trabajadores chilenos, ante la ofensiva de los «momios», se movilizaron y comenzaron a ocupar fábricas y a preparar milicias populares desarmadas para hacer frente a la conspiración que urdía la oligarquía chilena.  Era evidente que en Chile, pese al papel amortiguador desempeñado por el Gobierno de la Unidad Popular, la gran confrontación de clases antagónicas estaba servida.  Pero también es verdad que en ese previsible «choque de trenes» los menos preparados  para librar la batalla que se avecinaba, eran los trabajadores.  Como pudo constatarse poco después, la clase trabajadora chilena  no solo  tuvo afrontar inerme las ultimas secuencias de la refriega clasista, sino que la batalla decisiva ni siquiera llegó a tener lugar, porque los detacamentos de los civiles que debian hacer frente al levantamiento militar carecian de planes para combatirlo. La batalla, pues, estaba previamente perdida.

     Finalmente, ante la incapacidad institucional de destituir aAllende a través de procedimientos legales la oligarquía chilena optó – como invariablemente ha sucedido en la historia del siglo XX- por la vía militar violenta para detener el impecable proceso político que se había iniciado tres años antes.

  El 11 de septiembre de hace exactamente medio siglo, las Fuerzas Armadas de Chile bombardearon la residencia presidencial de La Moneda. El presidente Allende murió defendiendo la legitimidad de su Gobierno, mientras las calles de Santiago permanecían pavorosamente vacías. A partir de ese momento, el general Pinochet instauró una férrea dictadura militar que se dedicó a perseguir con saña implacable atrabajadores, sindicalistas, profesionales y demócratas consecuentes.

    Lo cierto es que, como un día expresara el primer ministro sueco Olof Palme, nada sospechoso de ser un peligroso revolucionario, el «delito» de Allende realmente había consistido en

   «intentar construir una sociedad más justa tras décadas de desigualdad, y hacerlo mediante las urnas en lugar de con las armas».

    Aquel «experimento» político chileno, consistente en hacerse con el Gobierno, pero no con el Poder, para tratar de efectuar algunas reformas parciales, sin cambiar las estructuras básicas del sistema, terminó conduciendo un abrupto y violento desenlace.

 CUANDO LAS DERROTAS NO OFRECEN LECCIONES DE LAS QUE APRENDER

    Pero más allá de la tragedia que sufrieron los chilenos cabe preguntarse hoy si, a medio siglo vista, ¿no ha habido ninguna lección que extraer de aquella y otras aplastantes derrotas?  ¿No existe ningún planteamiento que reformular? ¿No inducen aquellos acontecimientos a ningún tipo de reflexión y reconsideración  táctica o estratégica

    Las decenas de miles de víctimas provocadas por la reiteración de procesos políticos similares que han tenido lugar en distintos puntos del planeta, con desenlaces también similares, ¿no deberían inducirnos a articular alguna suerte de alternativa que nos permita salir del presente empantanamiento?   

    ¿Es posible que aquellos acontecimientos, y otros parecidos, solo nos inspiren una respetuosa y dolida conmemoración, en recuerdo por lo entonces  sucedido?

   Si, en efecto, fuera así, estaríamos ciertamente perdidos.

https://canarias-semanal.org/art/34876/el-golpe-de-pinochet-a-allende-cuando-contaremos-la-verdad-sobre-todo-lo-sucedido-en-chile-hace-medio-siglo

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