CAYETANO RODRIGUEZ DEL PRADO.- Fragmentos de Notas Autobiográficas.- Recuerdos de la Legión Olvidada (2008) No. 36

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UNA OCASION PARA EL MPD DEBATIR SOBRE SUS RELACIONES CON LA REVOLUCION CUBANA

DEDICADO A SALVADOR ALLENDE, QUIEN ALCANZO LA PRESIDENCIA DE CHILE, AL CAPITAN DE NAVIO PEDRO MEDINA SILVA LIDER DE LOS ALZAMIENTOS DE CARUPANO Y PUERTO CABELLO EN VENEZUELA, AL COMANDANTE LUIS TURCIOS LIMA JEFE DE LAS FUERZAS REBELDES DE GUATEMALA Y AL GENERAL ENRIQUE LISTER, PARTICIPANTE EN NUMEROSAS BATALLAS EN EL BANDO REPUBLICANO ESPAÑOL Y EN LA LUCHA CONTRA LOS NAZIS EN LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL, TODOS ELLOS COMPAÑEROS NUESTROS EN LA CONFERENCIA TRICONTINENTAL DE LA HABANA DE ENERO DE 1966.



 La Conferencia Tricontinental constituyó un intento de los principales movimientos de Asia, Africa y América Latina para integrar una amplia organización que fuera capaz de coordinar y apoyar la lucha de los pueblos de estos tres continentes. Para subrayar la importancia extraordinaria de esta reunión y a pesar de que un funcionario cubano de muy alta investidura presidía la conferencia, el propio Comandante Fidel Castro, desde un despacho situado en el mismo edificio, trazó constantemente sus directrices a los miembros de su delegación.
Sin embargo la Conferencia era también el lugar de confrontación entre las ideas de la Unión Soviética (URSS), liderada en aquellos momentos (enero de 1966) por Nikita Krushev, y que planteaba la co-existencia pacífica con los Estados Unidos, y por el otro lado las posiciones revolucionarias del Partido Comunista de China, liderado por Mao Tse-tung, que sin lugar a dudas representaba verdaderamente los ideales de lucha de los pueblos empobrecidos de Asia, África y América Latina.
 La gran mayoría de los movimientos revolucionarios de América Latina en esos momentos, de una manera u otra giraban alrededor de las posiciones ideológicas del Partido Comunista Soviético (PCUS) y, en tal sentido, los soviéticos habían ido estructurando en nuestro continente un importante cerco ideológico en contra de República Popular China y de su partido dirigente.
 Nuestro Partido, el MPD, era una de las pocas excepciones que apoyaba decididamente las posiciones chinas en el debate internacional. Y además había surgido de la guerra de abril con un importante prestigio e indiscutible crecimiento.       Los del MPD sentimos siempre gran respeto y solidaridad por la Revolución Cubana, pero en el aspecto ideológico nunca vacilamos en manifestar pública y privadamente nuestro apoyo a las posiciones ideológicas del PCCh. Gradualmente el “14 de Junio” asumió también esa misma posición.
 Cuba y su comandante en jefe Fidel Castro trataban de mantener su propia agenda en política internacional, pero las presiones de la dirigencia soviética en aquellos momentos eran verdaderamente insoportables.
 Sumergidos en ese ambiente, la delegación dominicana a la Tricontinental tuvo una de varias reuniones donde Euclides Gutierrez, en un aparte y en mi presencia, le entregó a Fidel Castro una carta cerrada del Coronel Francisco Alberto Caamaño. Se trataba del primer contacto entre el Comandante en Jefe cubano y el Coronel de Abril. La leyó inmediatamente y con evidente interés, diciéndole a Euclides que le contestaría por esa misma vía cuando partiera de la conferencia y regresara a Santo Domingo.
 Posteriormente, y durante el tiempo que duró la Tricontinental, tuve dos encuentros más en privado con Fidel Castro para tratar acerca de las relaciones de Cuba con el MPD, pues el líder cubano se encontraba ofendido con Máximo López Molina, presidente del MPD en el exilio durante cerca de dos años. La contradicción se debía a unas declaraciones que había dado Máximo desde Europa, quejándose del poco apoyo que, en su opinión, recibió el pueblo dominicano de parte de Cuba durante la guerra de 1965.
 Fidel, que siempre tenía a un viejo taquígrafo de confianza, vestido de uniforme militar verde olivo y sentado discretamente a un lado del saloncito, esta vez le ordenó salir del lugar.
 “Oye Cayetano, esas declaraciones de Máximo López Molina y que fueron difundidas por toda la prensa internacional, nos hirieron muy profundamente”, me dijo Fidel con una expresión de gran molestia. “Tú sabes lo solidaria que ha sido Cuba con todos los revolucionarios del mundo y, particularmente, con los de América Latina… Pero, ¿qué más podíamos haber hecho nosotros por los dominicanos en esa situación?”.
 Noté que mi interlocutor se encontraba verdaderamente preocupado y molesto por las declaraciones de Máximo, pues la solidaridad con los demás pueblos era una de las banderas de lucha más importantes de la revolución cubana, pero continué escuchando en silencio.
 Fidel en sus conversaciones utilizaba la táctica de encender lentamente un habano, interrumpiendo sus palabras como para pensar mejor lo que diría. Así también lo hacía el Che Guevara, pero el argentino lo extendía el mayor tiempo posible, hasta el punto de confundir a cualquier interlocutor que le formulara una pregunta de difícil respuesta.
 “Si se trataba de solidaridad en el plano político, los dominicanos pueden sentirse orgullosos de la infinidad de movilizaciones de masas que el pueblo cubano realizó en apoyo de esa resistencia tan valerosa. Puedo decirte que hasta pueblos muy poco dados a las movilizaciones de masas, como algunos de América del Sur, realizaron movilizaciones populares en apoyo de ustedes, tan grandes como yo nunca había visto”, continuó Fidel describiéndome la impresión que le habían causado algunas protestas escenificadas en Buenos Aires.
 “No pensé nunca que ustedes necesitaran dinero, pues tengo entendido que tenían el control sobre un territorio con buen desarrollo económico. Y armas, las tenían, pues una parte del ejército dominicano se había pasado al lado rebelde, es decir, al Constitucionalista. ¿Qué podíamos haber hecho nosotros? ¿Enviar tropas y enfrentarnos con las fuerzas norteamericanas?”, preguntó Fidel, dándole un tono amargo a sus últimas palabras.
  Mientras pensaba yo en la respuesta que debería darle a Fidel, en los pasillos del edificio que albergaba la Tricontinental se escuchaba el bullicio de centenares de delegados de Asia, África y América Latina que trataban de encontrar nuevas fórmulas de lucha para lograr la verdadera independencia de las naciones que conformaban los tres continentes más pisoteados por las potencias desarrolladas de aquella época.

CONTINUARA…

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