
Exhibir la muerte social de Julian Assange servirá para atemorizar a futuros denunciantes de las prácticas criminales del gobierno estadounidense
Gonzalo Segura mantiene que sea cual sea el resultado de la apelación estadounidense en contra de la denegación de su extradición, Julian Assange “aun saliendo indemne del último embiste norteamericano, será un cadáver social. No podrá tener un trabajo normal, no podrá tener una vida normal. Por ello, «exhibir la muerte social de Julian Assange cumple dos funciones principales: atemorizar a futuros alertadores o denunciantes de corrupción o malas prácticas estatales…»
REDACCIÓN CANARIAS SEMANAL
Según mantiene el todavía teniente (1) del Ejército español Luis Gonzalo Segura, en un reciente artículo que titula “Requien por Julian Assange“, la decisión tomada por la jueza británica Vanessa Baraitser de proceder a denegar la extradición de Julian Assange a los Estados Unidos no va a variar sustancialmente su futura situación.
Porque, precisa el militar español en su artículo,
“los muertos jamás vuelven al mundo de los vivos. Julian Assange jamás lo hará. Una situación que no varía, dado que es irreversible, por que la jueza Vanessa Baraitser de la corte penal de Old Bailey denegase este lunes 4 de enero su extradición a Estados Unidos al considerar «demostrado» que sería confinado y que ello supondría que el riesgo de suicidio aumentase. Ni revive al muerto ni redime a su ejecutor, Europa, ni perdona al autor intelectual del crimen, Estados Unidos. Tan solo demuestra que los norteamericanos violan de forma tan salvaje los Derechos Humanos que, hasta para los tribunales británicos, resulta una obviedad el riesgo que supone extraditar a Assange.
Y es que
“Ciertamente, Julian Assange fue condenado a muerte social en 2010, cuando comenzó su persecución mundial, y fue ejecutado a la vista de todos en 2012, cuando se recluyó en la Embajada de Ecuador. Desde entonces no sabe lo que es la libertad ni la vida normal. Ni lo sabrá nunca.
En el año 2010 – prosigue Gonzalo Segura– se publicaron los primeros grandes escándalos de WikiLeaks, entre el que se incluía el material clasificado norteamericano de las guerras de Irak y Afganistán. En ello se podía contemplar cómo
«un helicóptero norteamericano disparaba contra diez civiles en Bagdad, entre los que se encontraba un periodista de Reuters; y, por supuesto, el Cablegate, con más de 700.000 documentos diplomáticos que dejaban al descubierto el comportamiento delictivo de Estados Unidos y que fueron difundidos en Estados Unidos, Reino Unido, Alemania, Francia o España de forma simultánea. Hasta que los norteamericanos llamaron al orden y medios como “El País” en España dejaron de publicar la información hasta que paulatinamente se convirtió en residual”.
A partir de ese momento ya nadie podía negar la evidencia, que la verdadera imputación de Assange era WikiLeaks.
«Su fiscal, «El Padrino» norteamericano; y la acusación, una vendetta ordenada y orquestada. Fue entonces cuando ya era evidente que Julian Assange estaba muerto y que los Estados Unidos de Guantánamo, Irán-Contra, el Cóndor y Abu Ghraib habían ordenado su ejecución…»
”EE.UU., Reino Unido y Europa le condenaron en el mismo Londres en el que protegieron a Augusto Pinochet. Estos países se angustian más por la salud de un dictador sanguinario que por la de un periodista cuya contribución histórica se encuentra a la altura de los más grandes.”
“En 2019 se supo que una empresa española fundada por un ex militar, David Morales, con sede en Jerez de la Frontera (Cádiz), el sur de España, estuvo espiando ilegalmente a Julian Assange, con lo que pudo almacenar ilegalmente horas de grabación, realizar informes sobre WikiLeaks y apoderarse de datos personales como huellas dactilares, datos grafológicos, fotografías de pasaportes o números de teléfono móvil de aquellas personas que visitaron a Assange. En la actualidad, el juez español que investiga el caso, José de la Mata, no puede avanzar más porque tanto Estados Unidos como Reino Unido se lo impiden, dado que no corroboran la información del principal testigo, de la que surge la sombra de The Shadowserver, una empresa norteamericana de seguridad vinculada al Gobierno norteamericano«.
Y es que, agrega Luis Gonzalo,
“en cualquier caso, Julian Assange ya está muerto porque aun ganando, y no será fácil, perdió, pierde y perderá. Ha perdido diez años de su vida, que serán muchos más; ha perdido su prestigio entre informaciones denigrantes de grandes medios de comunicación que se han comportado como medios sensacionalistas de tres al cuarto; y, sobre todo, ha perdido su futuro”.
Porque, además ¿cuál podría ser en las presentes circunstancias el futuro de Julian Assange?, se interroga el militar español.
“Aun saliendo indemne del último embiste norteamericano, será un cadáver social: no podrá tener un trabajo normal, no podrá tener una vida normal, no podrá ir al cine como una persona normal, no podrá cenar o beber una copa de vino como una persona normal, no podrá viajar con normalidad. Aun viviendo, Julian Assange está muerto. Estados Unidos, Reino Unido y Europa le condenaron en el mismo Londres en el que protegieron a Augusto Pinochet. Se angustian más en Estados Unidos, Reino Unido y Europa por la salud de un dictador sanguinario que por la de un periodista cuya contribución histórica se encuentra a la altura de los más grandes”.
Cuestión no es baladí. Para los Estados Unidos en estos momentos resulta de suma importancia poder
«exhibir la muerte social de Julian Assange cumple dos funciones principales: atemorizar a futuros alertadores o denunciantes de corrupción o malas prácticas estatales con el destino que les espera y marcar los límites de la libertad de expresión y el periodismo. Y es que en las democracias occidentales se puede hablar de todo, menos de las democracias occidentales. Entre otras cosas, porque Julian Assange ya está muerto”, concluye escribiendo el todavía teniente Gonzalo Segura.
(!) Gonzalo Segura tiene pendiente Su expulsión del ejército español de una demanda presentada por el ante el Tribunal Europeo de Derechos Humanos