Llevo años dando vueltas a este asunto que parece que ahora viene a catalizarse por causas ajenas, pero bien reales, a lo educativo. No creo que la escuela tenga que cambiar por el COVID-19, la escuela (la Universidad también), los sistemas educativos tienen que cambiar porque el modelo en el que se basan está caducado hace tiempo. Que la situación pandémica podría actuar de catalizador de ese cambio, de acuerdo. Pero la razón es mucho más de fondo, para nada coyuntural. ¿Por qué? A mi juicio porque ya no se cumple con esa característica que todo sistema tiene que tener que es la funcionalidad. La Escuela tiene que servir a la sociedad y, por ello, debe lograr resultados que sean socialmente adecuados para responder a las necesidades de la misma. La funcionalidad exige, por tanto plantearse si los aprendizajes que promueven las instituciones educativas responden a las necesidades de los ciudadanos, a su formación intelectual, a su inserción laboral, etc.
El aprendizaje ya no se concibe como antaño; ya no basta saber, es preciso saber hacer y, más aún, es necesario reconocer que los resultados del aprendizaje deben abordar la adquisición de otras competencias como el planteamiento y la resolución de problemas, el pensamiento crítico, el trabajo colaborativo, la alfabetización digital, y tantas otras. Existen catálogos sobre esto pero, esencialmente, todos tienen que ver con estas dimensiones que se destacan en el aprendizaje profundo:
- Capacitar a los estudiantes como aprendices.
- Contextualizar el conocimiento por lo que éste será coherente.
- Relacionar el aprendizaje con experiencias del mundo real.
- Ampliar el aprendizaje más allá de la escuela.
- Inspirar a los estudiantes mediante la personalización de las experiencias de aprendizaje.
- Incorporar intencionadamente la tecnología para mejorar
(no automatizar ) el aprendizaje
Hace un tiempo escribí una entrada en la que refería 11 modificaciones que deberían considerarse para crear una escuela mejor, que fue precedida de otra en la que reflexionaba sobre 8 puntos para re-pensarla. Algunos de esos puntos los abrevio ahora:
- Incrementar la individualización, la adaptación a las necesidades de cada alumno en cada momento de su desarrollo.
- Una escuela adaptativa, menos graduada en la que los alumnos se muevan por el currículo en función de su capacidad de aprendizaje demostrado, no de su edad, no de la velocidad que esté dispuesto a imprimir a la enseñanza el profesor.
- Permitir que los alumnos se muevan por el currículo, en función de su capacidad y dominio de las competencias requeridas.
- Establecer los estándares de rendimiento oportunos.
- Una escuela orientada al aprendizaje, es decir,una escuela que exige del alumno una implicación y una motivación hacia la tarea plena de esfuerzo y autoexigencia personales.
- Establecer un sistema de evaluación que permita “monitorizar” el sistema (más allá de las meras evaluaciones de “mínimos”), para orientar la toma de decisiones de acuerdo a los resultados.
- Una escuela orientada a estándares, es una escuela que se orienta hacia la excelencia de cada escolar dispuesto a asumir el reto.
- Para que la individualización sea una realidad, recurrir a la integración de la tecnología educativa y digital
- Establecer un programa de desarrollo de un currículo digital de la máxima calidad.
En plan esquemático, me atrevo a señalar, de acuerdo también con lo con lo anterior, que el sistema educativo que necesitamos podría venir inspirado en los ejes que señalo a continuación, que se conciben desde la perspectiva del rol del alumno y del profesor; es decir, desde un modelo centrado en el aprendiz, en el alumno, y no en el profesor.
- Personalizado, donde las características, intereses, motivación y competencia de los aprendices son la guía de todo el proceso. El alumno es el protagonista de su aprendizaje y el profesor una ayuda necesaria.
- Basado en competencias, es decir que los alumnos avanzan en función de su dominio demostrado de las unidades de aprendizaje. Esto implica una nueva concepción del tiempo escolar, de la flexibilidad del currículo, etc.
- Orientado a estándares de aprendizaje claros, coherentes y establecidos de modo que señalen lo que el alumno debe saber y saber hacer en cada materia y edad.
- Promotor de un aprendizaje profundo y conectado.
- Orientado al dominio (Mastery Learning)
- basado en un diseño de instrucción en el que se establezcan perfectamente las bases del aprendizaje (más que de la enseñanza): objetivos, metodologías basadas en la acción del alumno, evaluación y avance formando un todo coherente.
- Uso de herramientas y recursos digitales abiertos.
- Modelo blended, en el que se combinen lo on line y lo presencial.
- Encaminado al desarrollo óptimo del potencial de cada persona, es decir del talento.
- Basado en evidencias de investigación.
Es seguro que se pueden incorporar muchas otras característica o peculiaridades al modelo de escuela (o de universidad) que queremos, pero también es cierto que estas serían, a mi juicio, críticas en ese enfoque. Dicho en otros términos, la ayuda que se debe proporcionar a los centros educativos, a sus profesores, para afrontar este «nuevo modelo», deberían estar organizado en torno a esto ejes, si queremos que afronten esta transición necesaria, aunque venga impuesta por las circunstancias.
Naturalmente requieren justificación o desarrollo, pero esto lo he venido haciendo en multitud de entradas anteriores que ahora resumo, al menos algunas, en esta herramienta de curación de contenidos que cada vez me gusta más.
https://www.javiertouron.es/que-sistema-educativo-necesitamos/