Fanon fue un intelectual humanista comprometido con la descolonización de los pueblos. Su obra nos ayuda a entender los contornos y profundidades del colonialismo. Nació en la isla de Martinica en 1925. Fue filósofo, psiquiatra y escritor. En 1944, combatió al lado de los franceses en contra de Alemania; apenas diez años después, se unió al Frente de Liberación Nacional para luchar por la liberación del pueblo argelino.
En el libro Los condenados de la tierra (1961), hace una fuerte crítica a la Europa colonialista y convoca a sus compañeros a abandonar a esa Europa que no deja de hablar del ser humano al mismo tiempo que lo asesina por dondequiera que lo encuentra, en todas las esquinas de sus propias calles, en todos los rincones del mundo. Concluye afirmando que, hace siglos, en nombre de una pretendida aventura espiritual, la Europa ahoga a casi toda la humanidad.
Para Fanon, la lógica colonial se rige por una trabazón del capitalismo, eurocentrismo blanco-blanqueado y colonialidad del poder, la deshumanización, el racismo y la racialización, que están indudablemente entretejidos (Walsh, 2013). En este orden, el mundo colonial se asemeja al movimiento de varias inercias que actúan al mismo tiempo y en un mismo sentido.
En la caracterización que realiza de las estructuras de poder, el colonizador es el blanco, el dominador, el que padece el complejo de superioridad, el racista, el negrófobo, es el que destruye tradiciones y sustituye lenguas, es el déspota que se adueña de territorios y de la vida de sus habitantes. Por su parte, el colonizado es el negro, el dominado, el racializado, el embrutecido, al que se le impuso el complejo de inferioridad, el perezoso, el timador, el ladrón, el símbolo de la maldad y también del pecado. En este sentido, el colonizador condena al negro a la zona de no-ser, una dimensión en la que al negro se le excluye de los derechos que, como persona, tiene ante el Estado.
La obra de Fanon parte de una premisa básica: la civilización blanca y la cultura europea han impuesto al negro una desviación existencial. El blanco está encerrado en su blancura y el negro en su negrura. Por ello, la finalidad de su obra es liberar al ser humano del color de sí mismo. Y, para liberarlo, es necesario desalienarlo, lo que implica que el negro tome conciencia de las realidades económicas y sociales.
En este sentido, el autor sostiene que, si el colonialismo es el que extingue la esperanza de los pueblos por encontrar la libertad, será contra el colonialismo contra quien lanzará una abierta confrontación no solo teórica, sino también práctica. Propone que la deshumanización que impone el colonialismo se debe combatir en dos vías. Por un lado, desde la analítica de la colonialidad y, por el otro, desde la superación de esta imposición existencial, es decir, descolonizar exige replantearse los hábitos y conductas heredados de un pasado remoto, la descolonización implica un reaprender a ser seres humanos. Para él, la superación del problema colonial implica impulsar la lucha anticolonial.
Las formas de identificación, resistencia y superación del colonialismo son en sí mismo una pedagogía, una metodología y una estrategia de liberación no solo para los sujetos, sino para un pueblo. De tal forma que la liberación del negro pasa por resignificar el conocimiento y los
aprendizajes que se adquieren en la escuela. Por ello, se opone al tipo de pedagogía que se promueve en el seno de su país:
En las Antillas, el joven negro, que en la escuela no deja de repetir “nuestros ancestros los galos” se identifica con el explotador, el civilizador, el blanco que lleva la verdad a los salvajes, una verdad toda blanca. Hay identificación, es decir, que el joven negro adopta subjetivamente una actitud de blanco. (Fanon, 2001, p. 123)
Si a las nuevas generaciones se les educa en una cultura extranjera, resulta evidente que se sentirán extranjeros en su propia tierra:
Yo soy un negro, pero no lo sé, puesto que lo soy. En casa mi madre me canta en francés romances en los que nunca se habla de negros. Cuando desobedezco, cuando hago demasiado ruido, me dicen que “no haga el negro”. Un poco después leemos libros blancos y asimilamos, poco a poco, los prejuicios, mitos y folklore que nos vienen de Europa. (Fanon, 2001, p. 159)
Ante este escenario, Fanon apuesta por que la elaboración de libros en las escuelas verse sobre la realidad concreta de los negros. Las canciones deben expresar el sentir de la cultura antillana. En el libro Piel negras, mascaras blancas (2001), hace una crítica al sistema educativo de las Antillas. Menciona que los maestros, representantes de la cultura europea, estaban a favor de la “lengua” y no de un “dialecto”, por ello, vigilaban que los niños hablaran francés y no criollo. Recuerda que, cuando él asistía a la escuela, se discutía sobre las costumbres salvajes de los senegaleses, en contraposición con las buenas costumbres de los galeses. En este mismo sentido, advierte un aspecto central que define a la educación colonialista: en las Antillas no se piensa en negro; se piensa en blanco. El negro vive en África. Subjetiva e intelectualmente, el antillano se comporta como un blanco. Ahora bien, es un negro. De esto se dará cuenta en Europa y, cuando oiga hablar de negros, sabrá que se refieren tanto a los senegaleses como a él.
Maldonado-Torres identifica el método pedagógico de Fanon: la sociogenia o sociogénesis. A través de esta herramienta pedagógica, intenta mostrar a los negros la densidad en la realidad colonial:
Con la sociogenia Fanon pretende hacer explicita la conexión entre lo subjetivo y objetivo, en este caso, entre los complejos de inferioridad de los pueblos negros y colonizados por un lado, y la estructura particularmente opresiva de la sociedad colonial, por el otro. Fanon espera que esta revelación haga que el negro tome conciencia que la única alternativa de liberación reside en actuar hacia el cambio social. De esta forma, la sociogenia se convierte en una ciencia para la humanidad. El análisis es aquí correlativo a la restauración. La sociogenia un tipo de pedagogía cuyo papel no es educar a la manera tradicional, sino permitir que los negros se liberen actuando contra las estructuras que los oprimen y niegan su peso ontológico. Fanon se convierte en una especie de pedagogo o maestro socrático que tiene como
objetivo facilitar la formación de la subjetividad, la autorreflexión y la praxis de la liberación. (Maldonado-Torres, 2005, p. 157)
La pedagogía de Fanon tiene como eje rector cuatro enfoques: el hacer despertar, despertar la autoagencia y acción, facilitar la formación de subjetividad y autorreflexión y fomentar y revitalizar racionalidades políticas-éticas “otras” que se distancian de la razón moderna-occidental-colonial (Walsh, 2013).
Para llevar a cabo el proceso de descolonización, se requiere que el pueblo tenga conciencia del problema del colonialismo y advierta su complejidad. De ahí, la necesaria impronta de una nueva pedagogía. Por ello, Fanon insiste en la apertura vivencial de los negros. En la medida en que el horizonte se amplíe, nuevas dimensiones existenciales aparecerán. Su preocupación central es lograr introyectar en la mente de los negros que la vida es un proceso interminable de aprendizaje y desaprendizaje.
La pedagogía de Fanon es una invitación a la acción para la construcción de otro mundo, donde el color de piel, la orientación sexual o el credo que profesen las personas no sean formas de exclusión. Su propuesta pugna por un proyecto educativo y social alternativo.
Fanon considera fundamental que los negros tomen conciencia de su condición oprimida y que, desde este posicionamiento, puedan emprender otro tipo de acciones para subvertir el relato y la experiencia vivencial a que el colonialismo los reduce.
Boaventura de Sousa Santos y su pedagogía del conflicto
Nació en Portugal en 1940. Es sociólogo, filósofo y abogado. Su trabajo ha adquirido reconocimiento a nivel internacional. Es un intelectual comprometido con los movimientos sociales y con las luchas de los pueblos del sur global en su búsqueda por su emancipación. Su obra literaria es indispensable para comprender la matriz de la modernidad. Se inscribe dentro del movimiento de pensadores que apuntalan la descolonización política, económica y epistémica. No habrá justicia social si no existe justicia cognitiva, refiere una de sus premisas que nos conmina a repensar la teoría del Estado y la importancia de las epistemologías del norte y del sur.
Para Santos (2009), las sociedades modernas están divididas por una línea abismal que clasifica a sus habitantes. Los que viven en territorios metropolitanos se encuentran encima de la línea abismal. En este espacio, los conflictos se gestionan a través de mecanismos de regulación y emancipación. Por su parte, los que viven en territorios coloniales se encuentran debajo de esta línea. En este espacio, los conflictos se gestionan por medio de la violencia y apropiación. Grosfoguel (2011) reinterpreta esta categoría desde el inédito faniano, y menciona que, si traducimos esta línea como la línea de lo humano y llamamos zona del ser a los que habitan encima de la línea abismal y zona del no-ser a los que habitan debajo de esta línea, podemos enriquecer el conocimiento de la modernidad y su sistema mundo capitalista/imperial/patriarcal/racial colonial que habitamos.
CONTINUARÁ…