EDUCACIÓN.- ESPAÑA.- La reconstrucción del movimiento estudiantil. Análisis de la experiencia de la Asamblea de Estudiantes de la UC3M

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MOVIMIENTO ESTUDIANTIL

DANIEL MAIRE-RICHARD

La reconstrucción del movimiento estudiantil. Análisis de la experiencia de la Asamblea de Estudiantes de la UC3M

Papel de la universidad en el capitalismo y necesidad de seguir disputándola.

La universidad se encuentra en un momento de restructuración, adaptándose a las necesidades del mercado y atacando duramente al movimiento estudiantil, aprovechando la debilidad de este tras la derrota de las movilizaciones contra el “Plan Bolonia”. Sin embargo, pese a que la universidad se esté elitizando y esté degradando su calidad, hay que entender que es un elemento más del sistema capitalista, que va a reproducir sus lógicas y que va a defender el sistema y sus intereses, pese a las distintas reformas que se puedan conseguir. En este punto vamos a intentar desarrollar el papel de la universidad dentro del capitalismo, para poder entender nuestra intervención en ella como una forma de, a través de las demandas transitorias, radicalizar al estudiantado, en muchas ocasiones de clases medias, para que entienda que el conjunto de sus demandas no se pueden lograr en este sistema, y así en alianza con las clases trabajadoras se puedan abrir brechas a partir del movimiento estudiantil.

La universidad, tanto la pública como la privada, es un instrumento más de las clases dominantes para la reproducción de hegemonía, reproduciendo discursos, estructuras y relaciones de poder y de clase. En los años 60 la universidad se abrió a las masas, dejando de ser un espacio reducido a las élites, por la falta de mano de obra cualificada ante el avance tecnológico. Esta apertura ayudó a instaurar en las clases trabajadoras la idea de la escalera social. Fue un momento en el cual estudiar en la universidad suponía una mejora de la posición social. Sin embargo, cuando las necesidades del mercado fueron cubiertas, y con esta idea de ascenso social ya hegemónica, se ha empezado a producir una nueva restructuración de la universidad.

La universidad hoy, tras el proceso de Bolonia y las reformas que ha seguido sufriendo, ha buscado volver a generar una masa de mano de obra descualificada que estén dispuestas a aceptar cualquier puesto de trabajo, independientemente de las condiciones de este. Y reducir la cualificación y el contenido no generalista a los másteres, más caros y a los que las clases trabajadoras no tienen tan fácil acceso. Los grados están diseñados para adaptar a las estudiantes a los ritmos de trabajo del sistema, y no buscan crear personas intelectualizadas, sino personas capacitadas tan solo en lo que le interesa al mercado. Esto lo podemos ver en la Universidad Carlos III con asignaturas impuestas por las empresas como la de “habilidades profesionales interpersonales”, pero no solo en esas que se percibe de forma clara, sino que es una dinámica que se da en el conjunto de programas de grado.

Aunque, como hemos especificado al principio, la universidad siempre ha estado al servicio del sistema al ser un elemento fundamental de este, observamos que con el Plan Bolonia y sobre todo con la implantación de los consejos sociales, el mercado ha profundizado su influencia en la institución, haciendo también con ello que la reproducción de la ideología dominante que de por sí se dan en la universidad, se dé de manera más explícita y se generen más dinámicas de elitización y ataques a la clase trabajadora. Los Consejos Sociales son, aparte de la cofinanciación, el mecanismo mediante el cual las empresas pueden establecer su agenda en mayor medida en la universidad. Este órgano tiene la responsabilidad de aprobar el presupuesto y la programación plurianual de la universidad. También se encarga de definir el plan estratégico de la institución y de definir el programa académico. Esto quiere decir que las empresas pueden y de hecho diseñan los grados en función de los intereses de mercado. Los consejos sociales podrían haberse suprimido con la última ley de universidades, la LOSU, aprobada por el gobierno “más progresista de la historia”, sin embargo, no solo no se eliminaron, sino que se les otorgó un mayor poder.

En la Universidad Carlos III de Madrid forman parte del Consejo el diario La Razón, Bornay Desserts, Rastreator, Dide y Ernst and Young, además de tener un representante la CEOE y otro la asociación empresarial de la comunicación. En este órgano la representación de las estudiantes, profesorado y PAS es muy reducida (un representante de estudiantes, uno del profesorado PDI y otro del PAS) siendo que es el órgano que decide sobre nuestros grados. Esta sobrerrepresentación empresarial, bajo la excusa de representar la sociedad, marca por completo el funcionamiento de la institución.

Además, también resaltar que en la universidad se reproducen las relaciones de clase del sistema capitalista. Los profesores titulares y catedráticos forman una élite respecto a los profesores asociados, y más aún respecto a los trabajadores de servicios. Esto se puede ver en las elecciones a rectorado, dónde el voto de profesorado cuenta un 54%, frente al 18% de las estudiantes, o 8% de asociados y personal de servicios. Esto provoca que, debido a la composición de la universidad, el voto de un estudiante valga 90 veces menos que el de un profesor titular. Esta situación de infrarepresentación no solo hace que las estudiantes no puedan decidir sobre la universidad, siendo ellas quienes la construyen, sino que marca las condiciones de precariedad de las trabajadoras de la universidad.

Una muestra de esto son las condiciones de precariedad en las que se encuentra el profesorado asociado. Realizando más de 120 horas lectivas por curso (máximo posible por contrato), además de numerosas otras tareas de investigación, gestión o asumen responsabilidades que superan los términos de su contrato por un salario claramente inferior al sueldo de otras figuras docentes. Lo que fuerza a estos docentes al pluriempleo para poder vivir, lo que implica trabajar en dos o incluso tres universidades. Además, mientras que para los catedráticos se considera que una hora de docencia requiere cuatro de preparación, en el caso de los asociados no se cumple esta ratio, lo que precariza a este profesorado y a la calidad de la educación. Por este motivo se presenta la necesidad del movimiento estudiantil de establecer alianzas con estos sectores, no solo para poder tener unos mayores apoyos en las luchas, sino como un proceso mediante el cual las estudiantes también puedan tomar conciencia de clase. En los próximos años este colectivo de profesorado va a abrir nuevas luchas, debido a sus condiciones de precariedad, y el movimiento estudiantil tiene que ser capaz de trabajar en alianza para poder plantear y construir un nuevo horizonte de universidad.

Por todo ello el movimiento estudiantil en alianza con todos los sectores precarizados en la universidad tiene la tarea de a través de demandas transitorias, ir extendiendo la idea de que la universidad no sirve a los intereses de las estudiantes sino a los del capital, y crear mediante la lucha la conciencia de que la única forma de lograr el conjunto de las demandas es mediante la gestión democrática de la universidad por parte de las estudiantes y trabajadoras. Una universidad popular, democrática y sin presencia del sector privado. Esto no se puede conseguir dentro del sistema, pero el proceso puede abrir las brechas que impulse un movimiento popular también fuera de la universidad.

Asambleas unitarias como eje de reconstrucción del movimiento estudiantil

Antes de la acampada interuniversitaria por Palestina llevada a cabo en ciudad universitaria, el movimiento estudiantil se encontraba en una situación de debilidad debido, en gran medida, a la despolitización de la juventud con el cambio de ciclo. Las distintas organizaciones no estaban siendo capaces de apelar al estudiantado para politizarle y radicalizarle, limitándose, en muchas ocasiones, a relacionarse y actuar solo en su burbuja de personas afines, abandonando la pretensión de un movimiento amplio y de masas.

Ante esto, las asambleas de estudiantes de facultad o universidad se presentaban como un espacio capaz de unir en torno a consensos a las distintas organizaciones y construir entre ellas un primer espacio unitario de politización natural para las estudiantes, pudiendo ser un espacio que realice sindicalismo estudiantil y trate de constituirse como órgano de representación de las estudiantes fuera de los marcos burocráticos de la universidad. Este modelo de representación conecta en mayor medida con las estudiantes que no se sienten representadas por las delegaciones de estudiantes, que están copadas por las juventudes del PP y, en menor medida, del PSOE. De esta forma se consigue movilizar a un sector del estudiantado que no se movilizaría en primera instancia a través de organizaciones que operan también fuera de la universidad. Está claro que esta primera politización, solo en el ámbito universitario, tiene muchas limitaciones, por ello las asambleas estudiantiles tienen que poder tener un equilibrio entre atraer perfiles pocos politizados, pero que estos perfiles se radicalicen en las luchas universitarias para que adquieran conciencia y actúen también fuera del marco estudiantil. Esto es algo que hemos visto en la acampada por Palestina, donde han participado muchas personas que su primera politización fue con la Asamblea de Estudiantes de la Carlos III, pero que se han unido a la lucha propalestina que va más allá de las demandas a la propia universidad.

Esta propuesta, que venimos defendiendo desde hace tiempo, sale fortalecida de la Acampada por Palestina, ya que se van a crear comités en cada universidad. Es decir, espacios abiertos y unitarios donde la comunidad universitaria, tanto organizaciones como estudiantes independientes, se van a organizar para seguir luchando por la ruptura de relaciones de sus universidades con Israel. Estos espacios, aun siendo para la lucha propalestina, sirven de base para la creación de vías de diálogo entre los distintos sectores del movimiento estudiantil, que pueden llevar a la construcción de estructuras que permitan unir al movimiento estudiantil para distintas luchas más allá del movimiento propalestino. Además, la experiencia de la Acampada ha puesto en contacto a profesores y estudiantes, que han colaborado durante todo el proceso, tanto a nivel logístico como en la presión en las negociaciones. Esto abre la posibilidad de una relación real entre el profesorado y las asambleas universitarias que permita luchar de forma conjunta y golpear con más fuerza a la institución.

Análisis de la experiencia asamblearia en la Universidad Carlos III de Madrid

Partiendo de lo expresado en el anterior punto, en la Universidad Carlos III, desde algunas asociaciones, entre las que se encuentra Abrir Brecha, decidimos impulsar este espacio unitario, que aunque estuviera impulsado por asociaciones, fuera más allá y supusiera un espacio de primeras militancias para las estudiantes. Este espacio en el cual han ido participando más asociaciones con el paso del tiempo ha tenido distintos momentos de fuerza y de capacidad de agrupar a perfiles independientes.

La asamblea inicial fue un gran éxito, se convocó señalando la falta de democracia en las elecciones a rector, y surgió como un espacio que ocupaba un lugar que no existía en la universidad. Esta asamblea permitió organizar unas jornadas sobre democracia universitaria y la influencia del capital en la universidad y la organización de una sangriada como espacio de ocio alternativo y autogestionado que llevaban años prohibidas en el campus.

Sin embargo, tras este momento de alza, debido a los ciclos universitarios, hubo un vaciamiento de la asamblea. Participaba un menor número de gente, y no estaba consiguiendo retomar la dinámica. Esta situación se revirtió, cuando debido a la fuerza que estaba tomando el movimiento propalestino y a una campaña de Abrir Brecha (“La UC3M patrocina el genocidio palestino”) la universidad publicó un protocolo que limitaba la libertad de expresión y la capacidad de organización de las estudiantes.

Frente a este protocolo se demostró que realmente había fuerzas, pero que había que organizarlas y movilizarlas. Se logró en pocas semanas publicar un comunicado con un gran apoyo, lograr más de 650 firmas y tener una asamblea de más de 50 personas. A partir de este momento la actividad y participación en la asamblea se ha mantenido al alza, pudiéndose organizar unas nuevas jornadas de debate sobre represión y movimiento estudiantil y convocándose una manifestación contra el protocolo y las empresas en el campus. Tras las jornadas sufrimos la represión por parte de la universidad, ya que nos cerraron nuestro espacio, pero, sin embargo, ante el riesgo de desmovilización que esta pequeña derrota podía suponer aumentó el impulso de la lucha.

Las conclusiones que podemos sacar de estos meses de experiencia al respecto de la participación y la involucración de las estudiantes, es que está fuertemente marcada por los cortos ciclos universitarios, y que estos son aprovechados por algunos sectores para tratar de construirse a la interna en vez de buscar construir el espacio amplio. Todas las organizaciones intentamos que la gente escuche nuestras propuestas y participe con nosotras, pero priorizar esa tarea de manera sistemática frente a la construcción unitaria es la vía más rápida para que el movimiento se desarticule. Sin embargo, hay que ir más allá y hacer autocrítica, es un hecho que a pesar de haber experimentado un crecimiento inicial con el surgimiento del conflicto, la asamblea se ha estancado, no ha tenido capacidad de transmitir el mensaje al alumnado.

Un análisis que podemos extraer es que los casos de represión no conectan con el estudiantado no politizado y no organizado, pero eso no supone que debamos abandonar esta lucha. Por ello debemos evitar caer en derivas autorreferenciales sobre la deriva represiva de la universidad y tratar de vincular estas cuestiones con las demandas reales del estudiantado, para que las estudiantes vean sus necesidades representadas en el discurso y sientan a la asamblea como un verdadero espacio de representación de sus intereses.

A raíz de esta reflexión se deciden hacer las jornadas que nos permitieron crecer algo más y plantearnos debates que no habíamos desarrollado en profundidad. También por este motivo, en las demandas de la manifestación que se realizó se incluyeron demandas contra la privatización o la mejora de servicios para salir del aislamiento y tratar de vincular nuestras demandas con las demandas de las estudiantes y trabajadores, pero a pesar de esto, no se logró este objetivo.

Como militantes tenemos la tarea de construir un movimiento estudiantil fuerte que puede abrir nuevas brechas en el sistema, y esto no lo podemos hacer entre las más politizadas. Tenemos que ser capaces de llegar a las estudiantes a través de luchas más concretas, a través del sindicalismo estudiantil, y ser capaces de politizar esas demandas del día a día. Un ejemplo de esto, sería organizar una lucha por la ampliación de los horarios de las bibliotecas y explicar que es algo importante porque debido a la especulación inmobiliaria, las estudiantes y las vecinas de Getafe no tienen espacio donde poder estudiar.

Además, es importante comprender que estas demandas y los distintos posicionamientos políticos de la asamblea deben construirse basándose en los consensos entre las distintas posiciones tras un proceso de debate. Muchas veces ante nuevas coyunturas se terminan imponiendo las posiciones de alguna de las tendencias sin un debate y un consenso previo, y esto puede acabar rompiendo el espacio unitario, el cual hay que defender, ya que es desde el cual se van a poder articular las luchas a mayor escala. Y pese a que la asamblea deba construirse en torno a los consensos, esto no quita que las organizaciones puedan desarrollar campañas al margen de la asamblea defendiendo sus distintas posiciones, y tratando de extenderlas entre el estudiantado, para que en última instancia, sean las que se decidan en el proceso de debate de la asamblea.

Planteamos, por tanto, que una vez la asamblea se ha reactivado gracias a un conflicto en torno a la represión, realizar nuevos actos y campañas que apelen al estudiantado general, para politizarlos, generar una mayor conciencia y que esto genere una mejor correlación de fuerzas que permita escalar en mayor medida futuras luchas. Apelar al estudiantado en general no supone una rebaja de las demandas, sino que debemos partir de las demandas de este para que, junto a las demandas inmediatas, asuma las que realmente van más allá. Tomarlas como demandas transitorias que permitan conectar con amplias capas del estudiantado, que se radicalizará y tomará conciencia en la lucha de que la universidad no sirve a los intereses de las estudiantes sino a los del capital. La única forma de lograr el conjunto de las demandas es la gestión democrática de la universidad por parte de las estudiantes y trabajadoras.

Daniel Maire-Richard, militante de Anticapitalistas y de Abrir Brecha Madrid.

Bibliografía

Fernández González, y Urbán Crespo, Miguel. (2013). De la nueva miseria : la universidad en crisis y la nueva rebelión estudiantil.

Ferrín, A. G. (2022, 29 noviembre). Una respuesta estudiantil frente a la universidad de las empresas. Poder Popular.

Movimientos estudiantiles: resistir, crear, imaginar en la universidad. Entrevista con los autores. – Anticapitalistas. (s. f.).

Rico, S. A. (2013, 14 junio). Universidad y hegemonía – Viento Sur. Viento Sur.

https://vientosur.info/la-reconstruccion-del-movimiento-estudiantil-analisis-de-la-experiencia-de-la-asamblea-de-estudiantes-de-la-uc3m

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