Esta pandemia causada por el covid 19 nos tomó de imprevisto. Virus contagioso que dependiendo del contexto e infectado puede ser mortal, pero lo que más preocupa es la capacidad infraestructural de nuestro sistema de salud que pueda afrontar este mal biológico. El gobierno y sus autoridades han estado improvisando por desconocimiento y desorientación, sumado a que poco se sabe del asunto. Como si esto fuera poco se profundiza y consolida la crisis, teniendo como resultado la miseria que padece nuestro pueblo y sectores populares. Vemos por doquier ollas populares y canastas (en su mayoría organizadas por movimientos sociales y sindicatos), que palian la situación de hambre que viven los más humildes.
La educación en tiempos de pandemia no escapa a esta realidad. Existen varios puntos para analizar sobre el asunto: Las clases se suspendieron en Marzo y paulatinamente se retorna en Junio. En este tiempo primó el mensaje del Ejecutivo, y la ANEP suspendió las clases presenciales, sin ahondar demasiado en comunicados, ni brindar un mensaje claro. Los mandos medios teniendo carta libre se empoderaron y en muchos liceos los directores se fueron convirtiendo en gerentes, y comenzaron a experimentar en nuevas formas de organización del trabajo y en aventurarse en “nuevas” (término muy utilizado en esta posmodernidad) prácticas pedagógicas. Este fenómeno parece premeditado, ya que ensaya cuestiones que pretende implementar la ley de urgente consideración (LUC) en torno a cómo debe funcionar la educación de aquí en más. Docentes convertidos en instrumentos/operadores de los gestores/gerentes que compiten entre sí para ver quién será el empleado del mes. La educación pública fue contaminada por otro virus, el virus de mercado, proceso que se acentúa y consolida cada vez más. No existe una mirada pedagógica con crítica y compromiso social, la pedagogía se ha convertido en mera técnica supeditada a la didáctica. Lo peor es que es bajo recomendaciones directas o indirectas de los organismos multilaterales y principalmente del Banco Mundial. Viejo plan rama, ahora nucleados en Eduy21 teniendo fuerte influencia en estos últimos gobiernos.
Se aprobaron protocolos sanitarios para laburar en el marco del covid19. Gracias a ello queda en evidencia las dificultades infraestructurales de nuestras instituciones educativas. Centros superpoblados con pocos funcionarios de limpieza y sin los instrumentos necesarios, edificios deplorables, falencias del famoso plan ceibal en herramientas para estudiantes y educadores, conexión a internet, formación y plataformas de trabajo. No se comienzan las clases en pos de la salud de estudiantes y funcionarios, sino por la fuerte influencia de las instituciones privadas que precisan de los ingresos de las cuotas para lucrar con la educación. Momento oportuno para los detractores de la educación pública implementar planes, proyectos y lógicas de mercado a través del trabajo online y empoderar a los colegios, haciéndolos vanguardias de la “educación del siglo XXI”
Muchos de nuestros estudiantes en Educación Media no pudieron acceder a estas formas pedagógicas desde la virtualidad. Existen múltiples factores: Gurises del entorno rural que no cuentan con acceso a internet, muchos sin equipos ceibal; problemas económicos y familiares (familias en seguro de paro y desempleo, la pobreza que se acentúa). Lo que va generando esta situación es una mayor desigualdad social, la presencialidad es muy importante, ya que el contacto con los estudiantes permite al docente conocer su realidad de forma directa y un punto de partida para problematizar la realidad en conjunto estando todos presentes.
Cada vez más será necesario plantear una pedagogía crítica, comprometida y revolucionaria que pretenda empoderar a los más humildes, ya que el virus del mercado contaminó a la educación pública y pretende someter al pueblo, esclavizándolo/ sometiéndolo al capital.
Miguel Sosa desde Rocha