EDUCACIÓN.- Tesis – El carácter revolucionario y nacional de la ciencia y la tecnología en nuestro país

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El hombre es un producto de la naturaleza, su desarrollo más avanzado. Lejos de ser el «cáncer del planeta» como algunos pretenden, es la realización de la materia como un ser pensante. Y es precisamente la capacidad de pensar lo que diferencia a los hombres de todos los demás seres. Como no actúa solo con respuestas condicionadas al entorno, es capaz de realizar transformaciones gigantescas en el mundo, aún con su pequeña fuerza y tamaño, fue lo que, sin comparación alguna, más transformó la realidad en la que se inserta. Esta capacidad de pensar no tiene nada de mágico y se basaba en nada más que su mano con su pulgar oponible. Fue este pequeño detalle, que le da al hombre la capacidad de pellizcar con los dedos, lo que nos hizo pensar. De hecho, más que eso, fue esta característica presente en cierta especie de mono la que lo hizo posible e impulsó, a través del trabajo, su transformación en humano. Con esta mano el hombre primitivo pudo hacer su trabajo mucho más eficiente y preciso. Y nuestros antepasados necesitaron trabajar duro para superar las debilidades naturales, en el trabajo de la lucha por su supervivencia que desarrolló el cerebro del hombre. La mano con el pulgar oponible y el trabajo generaron lo que hoy somos, el Homo sapiens.

Nuestro telencéfalo altamente desarrollado es la clave de la superioridad del hombre sobre todos los demás animales, porque nosotros, a diferencia de todos los demás seres, ya no realizamos un trabajo simple, sino un trabajo reflexivo. Cuando un hombre corta un árbol, lo hace conscientemente, es decir: antes de cortarlo, el hombre «planea» tal acto en la cabeza o lo derriba primero «en la cabeza». Un castor, en cambio, derriba simplemente por instinto. No es de extrañar que el pobre castor haya estado talando árboles de la misma manera desde su aparición, a diferencia del hombre, que con el tiempo es capaz de desarrollar técnicas cada vez más mejoradas, porque como tenemos la capacidad de reflexionar sobre la realidad, podemos mejorar con cada experiencia. Somos materia en su movimiento más complejo y desarrollado. Sólo los humanos pueden ser conscientes de su existencia. Conocer y transformar la realidad es entonces la razón de la existencia humana.

La ciencia es la lucha del hombre por conocer la realidad, el mundo. Es la búsqueda infinita de la verdad. Y desde el comienzo de nuestra existencia buscamos interpretar el mundo que nos rodea, conocer las leyes de la naturaleza, predecir sus fenómenos. El desarrollo científico ha impulsado el avance de la tecnología, lo que nos permite interferir cada vez más en el medio ambiente. Es sobre la base de esta injerencia en el medio ambiente, la lucha por dominar la naturaleza, que se establecieron los inicios de nuestra sociedad. Desde su origen, en la lucha por la producción de sus necesidades materiales y espirituales, el hombre entró en ciertas relaciones sociales, independientes de su voluntad y que determinaron su pensamiento. La lucha por la producción es la forma más antigua, la originaria de la práctica social del hombre. El desarrollo de las formas en que el hombre produce y el aumento de la complejidad de sus relaciones sociales, llegados a un cierto grado de desarrollo, dieron origen a la sociedad de clases antagónicas. De esta etapa, la de la conformación de la sociedad de clases antagónicas, surge una nueva forma de práctica social, la de la lucha de clases, que ha aumentado enormemente su capacidad de producción dentro de un cierto grado que, habiendo alcanzado un cierto grado de desarrollo, comienza a obstaculizarla. Las relaciones sociales establecidas entre los hombres en la producción material de su existencia en cierto modo, al principio, dan impulso al progreso general, y cuando llega a un cierto grado de su desarrollo, comienza a obstaculizarlo. De ahí la necesidad de un nuevo modo de producción que libere el progreso y continúe su desarrollo. Y esto lo hace la propia lucha de clases.

La lucha de clases es el motor de la Historia», porque con sus contradicciones antagónicas, que solo se resuelven con la transformación de las relaciones de producción (la forma en que los hombres y sus clases se relacionan en la lucha por producir), produjo revoluciones sociales y cambios bruscos en la forma en que el hombre producía y, en consecuencia, en su forma de pensar.

La tercera forma de práctica social del hombre es la investigación y la experimentación científica. Y es, en general y sobre todo, la sistematización de las otras dos formas: la lucha por la producción y la lucha de clases. Es el conocimiento, su elaboración, la ciencia en su constante desarrollo. El vínculo entre la ciencia y la revolución social radica en el hecho de que esta última requiere honestidad y desinterés. Sólo aquellos que desean transformar toda la realidad social pueden desarrollar estas cualidades. Para las clases dominantes que explotan el trabajo humano, no les interesa, a partir de un momento determinado, revelar la verdad. Necesitan el oscurantismo para mantener a las masas bajo su régimen de explotación y opresión. La ciencia es, por tanto, enemiga del statu quo, es en esencia transformación, porque conocer es transformar. En este sentido, hoy en día, la llamada producción científica de la burguesía no tiene nada que ver con la ciencia porque no sirve para liberar. Todo el desarrollo de la técnica burguesa tiene como objetivo el beneficio de unos pocos burgueses que se mantienen mediante la explotación de miles de millones de trabajadores. Lo que hemos aprendido a ser ciencia, y lo que difunden los medios de comunicación en general, son incrementos tecnológicos en sus baratijas que aparentemente representan grandes avances. Pero, ¿qué avance para la humanidad representa un DVD, un microondas o un automóvil que acepta comandos de voz? Ninguno. Lo que aparentemente son productos cómodos no son más que mercancías que dominan a sus productores. Y es una dominación concreta porque, de mil maneras, nos vemos obligados a la necesidad de ellas, lo que nos da la impresión de que cada novedad era lo que faltaba para nuestro bienestar. Pero basta con ver que nunca estamos satisfechos para darnos cuenta de que no son nuestras necesidades las que crean estas mercancías, sino estas mercancías las que crean estas necesidades. La burguesía produjo la ciencia, pero, por supuesto, sólo en su período revolucionario, en el período que destruyó despiadadamente todas las cosas viejas del mundo feudal, y así hizo grandes contribuciones al desarrollo de la humanidad. Estos científicos burgueses, por supuesto, fueron grandes revolucionarios en su tiempo. Fue este espíritu revolucionario burgués el que dio a la sociedad humana el Renacimiento, la Ilustración, el movimiento naturalista y racionalista, el desarrollo de las matemáticas con el cálculo diferencial y una nueva concepción de la geometría, de la física con los descubrimientos del electromagnetismo, de la biología con la teoría de la evolución de las especies, de la química con la divisibilidad y transformación de la materia, en la filosofía con la reanudación del materialismo y la dialéctica, en la economía con los comienzos de las leyes del valor, de la renta y de la plusvalía (en sentido estricto, la plusvalía es una categoría de Marx), de las ciencias sociales con el pensamiento socialista, todavía utópico, de una nueva sociedad. Todos estos cambios y avances, combinados con un gran desarrollo de la producción, primero con el mercantilismo y luego con la revolución industrial, se produjeron en lucha abierta contra toda la estructura económica y social de la sociedad feudal. Hubo duros enfrentamientos contra las relaciones feudales y la cultura del miedo y el oscurantismo determinados por ellas. Pero al tomar el poder, la burguesía busca consolidarlo en un Estado como instrumento para mantener y expandir la explotación del proletariado, así como la dominación en general, pasando a la lucha directa y abierta contra esta nueva clase. De una clase revolucionaria que juega un papel revolucionario en la historia, pasa a jugar un papel reaccionario. La burguesía, como parte principal de una nuevaLa formación social que surge del seno de la vieja sociedad feudal que la destruye es revolucionaria y al mismo tiempo, siendo una clase que también se sustenta en la explotación del trabajo, es contrarrevolucionaria. De ahí que, entre otras consecuencias, no llevara hasta el final la lucha contra el idealismo, incluyendo aliarse y mantener diversas instituciones feudales como la Iglesia Católica. La verdad dejará necesariamente de interesar a la burguesía, y la burguesía traiciona a sus antepasados cayendo en la mediocridad, en la ligereza, en la falsificación y en el espíritu comercial falsificado como ciencia. Este carácter reaccionario del pensamiento burgués se acentúa cuando su sociedad capitalista entra en su etapa monopolista y superior, que es su última y decadente fase, el imperialismo. A partir de entonces, la burguesía no produce nada progresista, rompe completamente con la ciencia, la prostituye. E incluso cuando hace descubrimientos, estos se pierden en su pensamiento limitado por la necesidad de justificar y mantener la explotación de cientos de millones, incluso miles de millones de personas para sobrevivir como clase, obstaculizando todo progreso, descomponiendo la sociedad, saqueando y degradando todas las condiciones naturales de la Tierra.

Todos aquellos que quieran ser científicos, que quieran producir ciencia deben tener en cuenta que no basta con transformar la materia solo en el laboratorio o en el aula. Debemos hacerlo en todas las esferas de nuestra vida. Para contribuir a la ciencia debemos comprometernos con el progreso general de las amplias masas de nuestro pueblo, con su completa liberación de todas las formas de explotación y opresión. Contribuye y apoya su lucha de alguna manera. Por lo tanto, el carácter revolucionario de la producción científica radica en el hecho de que sólo puede llevarse a cabo lejos del marco de la dominación burguesa reaccionaria, fuera de su control, por lo que es contraria a los intereses del imperialismo. Así, el desarrollo científico va de la mano con la lucha por la liberación popular y nacional, contra la dominación imperialista reaccionaria. Debemos tener siempre presente que sólo con la liberación total de la dominación imperialista tendremos las condiciones materiales y subjetivas para producir ciencia.

Toda la producción científica se desarrolla en la lucha por la producción y en el seno de la lucha de clases, y en la época del imperialismo es impulsada por el polo más avanzado y revolucionario de la contradicción que encierra a esta sociedad, el proletariado. Camina junto al pueblo y siempre buscará resolver los problemas de las amplias masas. Así, concretamente en nuestro país, de acuerdo con las leyes que han regido su desarrollo económico y social, es necesario dar una solución completa a la pendiente cuestión agraria, campesina, nacional y proletaria. Promover la revolución agraria basada en el programa del proletariado para el campesinado pobre y llevar ininterrumpidamente la revolución democrática al socialismo es el marco dentro del cual se puede producir ciencia concretamente en nuestro país hoy. No tiene sentido pensar en «proyectos grandiosos» porque estos son infinitamente más pequeños que el de transformar nuestro país y el mundo. Empecemos por proyectos pequeños pero que son nuestros, la ciencia tiene la marca de la audacia. Los verdaderos amantes de la ciencia luchan por el nuevo mundo porque en él tendremos un desarrollo científico pleno, donde se levantarán las bases materiales para las transformaciones más gigantescas sobre las que se abolirán las clases sociales, la explotación del hombre por el hombre, las diferencias entre la ciudad y el campo, las diferencias entre el trabajo manual e intelectual y las desigualdades entre mujeres y hombres. Donde toda la humanidad se liberará del idealismo, donde dejaremos el reino de la necesidad para entrar en el reino de la libertad, donde todos, sin excepción, serán científicos. Entonces veremos fluir la ciencia. Por suerte para nosotros, el conocimiento de la humanidad es infinito y la capacidad humana no tiene límites. Porque la contradicción es la única ley universal que rige la transformación incesante de la materia eterna y por lo tanto, la razón de la existencia humana nunca terminará y siempre tendremos nuevos descubrimientos que hacer para resolver la contradicción entre lo viejo y lo nuevo, entre el bien y el mal.

Tesis – El carácter revolucionario y nacional de la ciencia y la tecnología en nuestro país – N-MEPR (meprbrasil.com.br)

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