EDUCACIÓN.- Mariátegui: «Estudiantes y Docentes»

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Los profesores que no están seguros de su capacidad intelectual tienen un tema favorito: la disciplina; Recordemos el movimiento de reforma universitaria de 1919 como un motín. Para ellos, este movimiento no fue una protesta contra la vigencia de métodos arcaicos, ni una denuncia del atraso científico y tecnológico de la educación universitaria, sino más bien una ruptura violenta de la obediencia y el respeto debido por los estudiantes a sus profesores. En todos los sucesivos disturbios estudiantiles, estos profesores encuentran la huella del espíritu atronador y turbulento de 1919. La Universidad -según sus criterios muy subjetivos- no puede reformarse sin disciplina.

Pero el concepto de disciplina es un concepto que se entiende y define a su manera. El auténtico maestro no se preocupa demasiado por la disciplina. Los alumnos lo respetan y escuchan, sin que su autoridad tenga que refugiarse jamás en las reglas o ejercerse desde una plataforma. En la biblioteca, en el claustro, en el patio de la Universidad, rodeado de alumnos, él es siempre el maestro. Su autoridad es un hecho moral. Sólo los profesores mediocres -y, en particular, los que no tienen más que un título convencional o hereditario- se preocupan tanto por la disciplina, asumiéndola como una relación rigurosa y automática que establece irrevocablemente la jerarquía material o escrita.

No quiero defender a la juventud universitaria –sobre la cual, contrariamente a lo que se podría pensar, soy un poco parcial y blando–; pero puedo contribuir libremente a mi testimonio de que la defensa, con respecto a la cuestión de la disciplina, declara que nunca he escuchado de estudiantes juicios irrespetuosos sobre un maestro verdaderamente respetable. (No cuentan las excepciones o discrepancias individuales. Me refiero a un juicio más o menos colectivo). Sé también que cuando se formuló la lista de profesores repudiados en 1919 – a pesar del ambiente acalorado y de las asambleas tumultuosas, no era el propósito de evaluaciones mesuradas – los estudiantes tuvieron cuidado de no exagerar sus sentencias. Las acusaciones siempre contaron con un consenso mínimo del 90% de los estudiantes de cada clase. En la mayoría de los casos fueron votados por unanimidad y aclamados. Todos los líderes de la Reforma se distinguieron por su escrupulosa consideración. No pretendían purgar la Universidad de los mediocres, sino sólo de los terribles. La sanción que encontraron en el gobierno y en el Congreso, todas las acusaciones en su momento, demuestra que no eran ni contestables ni discutibles.

El tema de la disciplina es, por tanto, un tema barato y engañoso.

Y del mismo tipo son las críticas que, de forma sencilla e interesante, se pronuncian sobre la influencia que otras relajaciones o deficiencias del espíritu estudiantil tienen en la crisis universitaria.

Contra todo lo que se insinúa o se sospecha engañosamente, la crisis docente ocupa jerárquicamente el primer plano. Sin maestros auténticos, sin direcciones austeras y elevadas, la juventud no irá por buen camino. El alumno de mentalidad y espíritu limitado y mediocre ve al maestro como su modelo o su muñeco; con un maestro carente de desinterés e idealismo, el alumno no puede aprender ni apreciar ninguna de las dos cosas. Más bien, se acostumbra descartarlos prematuramente por considerarlos superfluos, inútiles y embarazosos. Un maestro –o mejor dicho, un profesor– en quien sus discípulos descubren una fina capa de cultura profesional y nada más, carece de la autoridad y la aptitud para inculcarles y enseñarles con amplitud y profundidad. Su ejemplo, por el contrario, persuade al discípulo negligente de la conveniencia de limitar sus esfuerzos, primero a la obtención rutinaria de una carrera y luego a la posesión de un automóvil, a la acumulación de una fortuna y, si es posible, a la conquista de una cátedra – una posición de lujo. , capricho de la academia. La vida y la personalidad egoístas, burocráticas y tímidas del maestro decorativo y afortunado influyen inevitablemente en la ambición, el horizonte y el programa del estudiante promedio. Los maestros estériles producen discípulos estériles.

Sé bien que esto no inmuniza completamente a la juventud contra la crítica o la desaprobación. La universidad no es necesaria y exclusivamente tu único entorno moral y mental. Todas las intelectualidades investigadoras, todos los espíritus curiosos pueden -si quieren- ser fructíferos gracias al pensamiento mundial, a la ciencia extranjera. Una de las características fisionómicas de nuestro tiempo es, precisamente, la circulación universal, rápida y fluida de las ideas. La intelectualidad trabaja, en este momento, sin limitaciones de fronteras ni distancias. Finalmente, no nos faltan profesores latinoamericanos a quienes podemos dirigir útilmente nuestra atención. La juventud –sus propios movimientos lo demuestran y lo declaran– no vive sin falta de estímulo intelectual o de auspicios ideológicos. Nada la aísla de las grandes preocupaciones humanas. ¿No estuvieron las más grandes figuras de la cultura peruana fuera de la universidad?

Los estudiantes, después de los honorables viajes de reforma, parecen haber vuelto a caer en el conformismo. Si alguna crítica causa conmoción, no es ciertamente la que balbucean, reprendidos y molestos, los profesores que exigen el establecimiento de una disciplina singular, basada en el gregarismo pasivo y la obediencia.

Publicado originalmente en Mundial, en Lima, Perú. 9 de marzo de 1928.

Escrito por José Carlos Mariátegui

Traducido por I. Días

https://www.novacultura.info/post/2024/03/27/mariategui-estudantes-e-professores

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