«El precio de plantar cara es muy alto, por eso nadie lo hace», explica Joana (nombre ficticio para preservar su identidad), una doctoranda que hace un año denunció por acoso laboral a su exdirectora de tesis, una reconocida profesora de Arqueología de ICREA que trabaja en la Universidad de Barcelona.
Dos años después de trabajar bajo la influencia de esta profesora y de pasar dos veces por una baja por ansiedad, Joana interpuso una denuncia contra su directora de tesis y fue trasladada de universidad y le cambiaron la directora de tesis.
¿Pero cuál fue el precio que ha pagado? ¿Qué efectos colaterales ha sufrido por interponer la denuncia? Su respuesta es clara y concisa: «Muchísimos, ha sido un año terrible en lo que se refiere a la salud, a la vida social, con las amistades…». Es tener que estar yendo a médicos, psicólogos, acudir a terapia semanal sólo para poder aprender a vivir con la situación que estaba viviendo y que había vivido». «Al fin y al cabo, y por mucha rabia que me dé, debía aceptar todo lo que había pasado para poder continuar viviendo con aquello».
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“La investigadora, comenta, tuvo acceso a la denuncia que presenté donde estaban adjuntos mis informes médicos y va esparciendo por allí las patologías que aparecen. Gente que no me conoce ni me conocía sabe mi historia por su boca».
El impacto académico
Más allá de la salud, también tiene un impacto académico: «Ha conseguido que hoy en día haya muchas personas estén en paro o hayan abandonado por completo la arqueología», comenta con pena. «La gente aguanta, espera que se le acabe el contrato, busca otro o simplemente deja la profesión, porque es más fácil acabar de forma neutra y medianamente mala que no directamente muy mala, como es mi caso».
«El precio a pagar en el ámbito laboral no lo sé ni lo puedo saber todavía; yo por suerte sigo con el contrato que tenía, que era de cuatro años y todavía me quedan dos, pero de cara al futuro lo que pesará en mi currículum y en mi persona no puedo saberlo», sigue la joven. Argumenta que es consciente de que mucha gente sabe lo que ha hecho y quién es, lo que hace que sea conocida no por su trabajo, sino por lo que le ha pasado. «Y fruto de ello es que muchas personas pueden pensar que soy valiente y otras que soy problemática o me quejo demasiado».
La investigadora denunciada forma parte de la Facultad de Geografía e Historia de la UB, pero es doctora de la Institución Catalana de Investigación y Estudios Avanzados (ICREA) -un organismo de la Generalitat de Cataluña que atrae a académicos de prestigio que trabajan adscritos a las universidades- y también es directora de tesis de, entre otros, la última doctoranda que la denunció en 2022.
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La resolución del rectorado
A raíz de la denuncia, la Universidad abrió un expediente. La resolución del rector de la UB descarta que la denunciada llevara a cabo «acoso laboral», pero considera que la arqueóloga diera un «trato inapropiado» a la investigadora predoctoral que la denunció por acoso laboral. También constata la existencia de un «mal clima laboral» en todo el grupo de trabajo, que afectó de forma «grave» a los proyectos de investigación.
En esta resolución se dictamina que la investigadora deberá realizar un cursillo de reeducación de mínimo seis meses. Asimismo, también se concluye que la prestigiosa investigadora y presunta autora de malas prácticas laborales «tampoco podrá asumir nuevos proyectos de investigación ni dirigir nuevas tesis doctorales hasta que haya completado el curso y se evalúe si existen evidencias de mejora». De lo contrario, la UB podría apartarla definitivamente de la universidad.
Desde ICREA, explican que la profesora ya inició la formación hace unos meses y que está previsto que la continúe durante el próximo semestre. Además, explican que realizarán un seguimiento de aproximadamente un año. La UB también establecerá un «sistema de acompañamiento y supervisión» a todos los empleados que queden bajo la dirección de esta arqueóloga y la vicerrectora de doctorado revisará los contactos entre ella y sus trabajadores. La académica tampoco podrá solicitar la contratación de nuevo personal predoctoral y, en caso de contratar a personal que ya haya finalizado la tesis, la contratación deberá pasar por previa supervisión del rectorado de la UB.
Joana valora positivamente que no pueda contratar a nuevos doctorandos y que se pregunte a los otros doctorandos que tenía si se querían cambiar de directora. Sin embargo, considera que la medida va tarde: «debería haber pasado hace año y medio, y todo se ha dado porque después de mí otra persona de su equipo se ha cambiado de dirección de tesis y evidentemente las persona es que siguen trabajando para ella tienen una postura bastante compleja».
“Aún tengo miedo de encontrármela”
Los testimonios de este reportaje advierten que no se han interpuesto más denuncias formales por el miedo a las represalias debido al gran prestigio de la investigadora y a sus contactos con el mundo académico y científico. Sólo con uno de sus proyectos, financiado por la Unión Europea, ha obtenido más de 2,2 millones de euros para investigación entre 2018 y 2024. Además, la docente cuenta con gran prestigio; ganó el Premio Nacional de Investigación 2021.
Joana elogia a su nueva directora de tesis, que la acogió sin saber exactamente qué me había pasado. Tilda a su nueva tutora de ser «un encanto de persona». Por eso considera que, por este lado, ha ganado muchísimo: «Ahora no tengo miedo a ir al trabajo, ya no me dan ataques de angustia los domingos porque sé que el lunes tengo que ir a la universidad». Además expone que, en un año que para ella fue muy duro y muy difícil estar al 100%, su nueva directora fue muy comprensiva y la acompañó.
«Para que te hagas una idea de la dificultad de la situación: yo tengo cuatro años para hacer la tesis, uno la he perdido con mi antigua directora -mucha parte del trabajo que hice no la he podido recuperar-; un segundo año he estado al 50%, ya que debía estar pendiente de reunirme con servicios jurídicos, con profesores, ver si me dejaban cambiar, mirar si las retribuciones de mi nuevo contrato estaban bien, además del estrés postraumático».
Sin embargo, Joana considera que el hecho de que haya salido la resolución le ofrece la oportunidad de empezar a cerrar esta etapa tan angustiosa y de sentirse optimista, pero sí es consciente de su situación. «Hoy en día todavía tengo miedo de encontrármela en algún congreso”, explica Joana. «Además, sé que esto me perjudicará toda la vida: ella o sus amigos son jurados anónimo de muchas revistas de prestigio en el ámbito de la arqueología y yo sé que si ve algún artículo firmado con mi nombre se descartará inmediatamente».
«He pasado el último año entero sin ir a un congreso por miedo a encontrármelo. Tampoco podía cumplir al 100% con mi trabajo ni hacer todos aquellos méritos extra que requiere una carrera académica, que es muy exigente y competitiva», lamenta la joven. Explica que hacer una tesis no significa sólo escribirla, sino también presentarla a congresos, escribir artículos, dar charlas, impartir clases, etc. Una parte que no ha podido realizar en el último año. «Ahora me toca coger fuerzas y, por ejemplo, en septiembre iré a un congreso al que tengo constancia de que ella va a asistir y tengo que prepararme psicológicamente, porque se trata de un congreso europeo y esta mujer es mucho más conocida que yo, por tanto, mucha gente cree su versión, porque tiene una posición más alta y de reconocimiento que yo». Admite, sin embargo, que, desgraciadamente, si quiere continuar con su carrera, debe pasar por este trance.
Angustia, comidas obligadas y ningún descanso
Según Joana, la situación que han tenido que vivir ella y sus compañeros era insostenible. «Pedir vacaciones era inconcebible, había miedo, te lo reprochaba y algunos aspirantes a formar parte de su grupo de investigación llegamos a trabajar hasta tres meses sin contrato ni salario» explica Joana. «Las llamadas, emails, mensajes eran constantes: no entendía de días de descanso u horario laboral, daba igual si era el lunes a las 22:00 o el domingo a las 11:00», sigue Joana. «Varios investigadores tuvieron que pedir la baja por ansiedad después de estar bajo las órdenes de la catedrática» afirma Gisela (también nombre ficticio), una investigadora que formaba parte del grupo, pero sobre la que la profesora no tenía el mismo poder.
A la hora de la comida, la directora de tesis de Joana obligaba a todo su equipo a comer todos los días en un pequeño office ubicado a pocos metros de su despacho. «Ella decía que era para hacer equipo, pero se convertía en un espacio reservado para alimentar su ego, en el que sólo hablaba ella y el resto callábamos» afirma Gisela, quien también concluye que «tenía un ego gigantesco, pero se notaba que tenía la autoestima muy baja, por lo que siempre debía criticar y despreciar al resto». En caso de no presentarte a comer, las entrevistadas aseguran que la investigadora «te criticaba delante de todos, te dejaba de hablar durante días, prescindía de ti en tareas relevantes, te negaba la financiación para ir a congresos o te acusaba de crear un mal ambiente de trabajo». Se dedicaba a despreciar a sus doctorandos y, cuando estos intentaban negarse a realizar alguna tarea, les coaccionaba argumentando que «tenían trabajo gracias a ella», dice Gisela.
«Tener que estar presente de manera constante, incluso a la hora de comer -con el añadido del mal ambiente que ella misma generaba en ese rato- me acabó generando una angustia incapacitante y, además, ella me recriminaba que yo la maltrataba por no ir a comer», explica Joana con un nudo en la garganta. «Un día, ya en casa recordando sus palabras, que me acusaban de estar acosándola, acabé en urgencias por ansiedad y pasé una semana de baja por ansiedad con medicación», explica Joana.
Fue a raíz de su primera baja laboral que Joana se dio cuenta de que el trabajo estaba afectando a su estado de salud física y mental, «de la gravedad de la situación y de la necesidad de dar a conocer a la UB lo que sucedía» . Todo esto fue el inicio de un largo y angustioso proceso donde no gozó de ninguna medida de protección ni se sintió muy apoyada, tal y como argumenta la joven.
Fue entonces cuando solicitó a la Oficina de Seguridad, Salud y Medioambiente (OSSMA) de la UB que estudiaran los riesgos psicosociales de trabajar con la investigadora que le llevaba la tesis. Joana lamenta la pésima actuación de la OSSMA. En ese momento le llamó un médico para hacerle un par de preguntas y al cabo de unos días le llamaron para decirle que su caso no era acoso laboral, que quizás era «trato hostil». «Me enfadé mucho, porque ni siquiera habían hablado con ninguno de mis compañeros para comprobarlo».
“Era perjudicial por la salud”
Hemos tenido acceso a numerosa documentación en relación con el caso: una baja laboral, notas que se hacían a modo de exención, informes de riesgos psicosociales realizados por la UB dentro del equipo de esta investigadora después de abrir el expediente.
Tanto la OSSMA de la UB -que más tarde inició un estudio de riesgos psicosociales- como la comisión interna de investigación que se creó constataron que no se asignaban los trabajos correctamente. «Sólo pueden asignarse tareas a los doctorandos que puedan tener verdadero interés por su formación», afirma el informe.
El informe de la Oficina de Salud de la UB, hecho a partir de entrevistar a once miembros del equipo, constata que ocho dijeron que la calidad de su liderazgo y la cantidad de trabajo asignado eran perjudiciales para la salud. Siete afirmaron que su trabajo era «desgastante emocionalmente» en la mayoría de ocasiones y que los conflictos nunca se solucionaban de forma «justa».