Anibal Ponce – Julio Antonio Mella «La educación»

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Anibal Ponce – Julio Antonio Mella «La educación»

BANDERA ROJA: Julio Antonio Mella y la Argentina
Julio Antonio Mella

El tema de la educación, tanto primaria y secundaria como universitaria, su relación con la lucha de clases histórica y actual, y la superestructura al servicio de las clases dominantes, ha sido abordado por muchos marxistas revolucionarios, entre los que se destaca, en nuestro caso, Aníbal Ponce. De sus conferencias dictadas en 1934, en el Colegio Libre de Estudios Superiores, fundado por él mismo, hemos publicado en dos partes su charla inicial «Las luchas de clase y la educación», en los Cuadernos 83 y 84, incluyendo en este último lo que resultó su testamento sobre la Reforma Universitaria: «Condiciones para la universidad libre». Aquí reproducimos otra de sus clases sobre la relación entre las concepciones de la educación, las clases y el Estado dominante (el título es nuestro, hoy).
Acompañamos esta entrega de un escrito de otro marxista latinoamericano sobre la reforma universitaria, el joven revolucionario Julio Antonio Mella, uno de los fundadores del Partido Comunista de Cuba, publicado en la revista Tren blindado, de México, en septiembre de 1928. Escrito que también resultó testamentario, pues Mella murió asesinado en 1929, a los 26 años de edad, por los secuaces del dictador cubano Machado.
Julio Antonio Mella había nacido en La Habana el 25 de marzo de 1903. En 1923 fue presidente del Primer Congreso Nacional de Estudiantes. Ese mismo año funda la Universidad Popular «José Martí». En 1924 crea la Liga Anticlerical y en 1925, la sección cubana de la Liga Antimperialista de Las Américas. En 1926 es expulsado de la Universidad por sus acciones revolucionarias y de rebeldía, y tiene lugar su famosa huelga de hambre. Posteriormente se exilia en México. En ese país constituye la Asociación de Nuevos Emigrados Revolucionarios Cubanos (ANERC). En 1927 después de asistir al Congreso contra la Opresión Colonial en Bruselas, Bélgica, visita la Unión Soviética como delegado al IV Congreso Internacional Sindical Roja. El 10 de enero de 1929 es asesinado en México por matones a sueldo de la tiranía de Gerardo Machado.

Aníbal Ponce: Educación, clases y Estado

Libros de Aníbal Ponce | Universilibros
Anibal Ponce

Frente a las dos concepciones de contenidos tan opuestos (la fascista y la socialista), que podríamos encarnar en los nombres de Gentile y Lunatcharsky, vimos en la clase anterior que otra corriente de la nueva educación se esforzaba en tomar una actitud intermedia. Entre el fascismo de la burguesía y el socialismo del proletariado, aspiraba a crear una educación que no tuviera que ver ni con uno ni con otro. ¿A qué clase social interpreta esa corriente? Es lo último que nos falta investigar.
Cuando se escucha a los teóricos de la burguesía no puede haber muchas dudas respecto a lo que quieren; no las hay, y mucho menos, en las francas palabras del proletariado. Pero al ponernos en contacto con estos nuevos teóricos, cuyo nombre representativo podría ser lo mismo Spranger que Wyneken, todo se vuelve indeciso, confuso, vacilante. Se tiene por momentos la impresión de que sospechan algo de lo que en el mundo está ocurriendo, pero que prefieren mejor no saberlo del todo…
Desarraigados de un sistema de convicciones, no están todavía instalados en otro. Se sienten por lo mismo como seres sin quicio y se forman sobre todo lo que observan, opiniones que bizquean. Saben, por ejemplo, que la historia cambia y que las sociedades se transforman, pero como les asusta admitir la lucha entre las clases se contentan a la sumo con la lucha entre las generaciones. Saben también que las religiones son formas subalternas hace rato superadas, pero como no se animan a conducir hasta el fin su pensamiento, se detienen en una religiosidad sin religión, que es como decir una humedad sin agua. Ambigua situación que los obliga a reconocer en el Universo la existencia de un irracional, de una finalidad o de un elan que es a la postre otras tantas maneras de volver aceptar un Dios de barbas blancas.
Como no saben ni se atreven a dar respuesta franca a ninguna de las grandes cuestiones más urgentes, aseguran que la problematicidad está en el centro de todo lo que existe, y que la filosofía, después de haberse fatigado en los grandes sistemas, debe abrazarse ahora a las aporías.
Si algún término de altísimo linaje puede revelar la recóndita angustia de esos teóricos, ahí está precisamente ese nombre que viene de Aristóteles. Aporía significa etimológicamente, sin camino. Plantear problemas abiertos en vez de problemas cerrados; indagar sin resolver, he ahí en el plano filosófico la consecuencia de esa otra incertidumbre más fundamental que reside en hallarse precisamente sin camino.
Trágica situación, que aunque lleva nombre griego no disimula en lo más mínimo las raíces económicas de la clase social que allí se angustia. Porque entre la burguesía que marcha hacia la muerte y el proletariado que sabe con igual certidumbre que los destinos de la humanidad están entre sus manos, hay otra clase social de caracteres híbridos, de contornos ambiguos que nunca sabe a ciencia cierta lo que quiere.
Tironeada de un lado por la burguesía, atraída del otro por el proletariado, la pequeña burguesía constituye una clase turbia, indecisa y vacilante. Aplastada por la gran burguesía, la pequeña no desaparece de acuerdo a una línea gradualmente descendente. Se mueve entre contradicciones y tiene por lo mismo una marcha en zigzag. La fuerza que la oprime es la producción en gran escala que periódicamente desaloja a los pequeños capitales: malos tiempos entonces que hacen del pequeño burgués un proletario. La fuerza que la eleva es la desvalorización periódica del gran capital motivada por el envejecimiento de las máquinas y de las técnicas: excelente época para la pequeña burguesía que levanta cabeza durante un corto tiempo hasta que el gran capital la obliga en breve a doblegarse.
Burgués unas veces, proletario otras, el pequeño burgués vive perpetuamente sentado entre dos sillas: rechazado por la burguesía en la cual desearía entrar, atraído por el proletariado en el cual teme caer. Abierto a las innovaciones, pero deseoso de implantarlas dentro de la ponderación, el pequeño burgués no alcanza a comprender que la educación no es un fenómeno accidental dentro de una sociedad de clases, y que para renovarla de verdad se necesita nada menos que transformar desde la base el sistema económico que la sustenta.
Tal perspectiva lo horroriza y no puede entrar en sus planes para nada, pero como no es sordo a las voces de su tiempo prefiere creer que dentro del capitalismo se llegará mediante retoques paulatinos a transformar la sociedad.
Algunas conquistas aparentes le dan a veces una sombra de razón: en determinadas circunstancias, cierto es, la burguesía puede verse obligada a oportunas concesiones con el objeto de desarmar algunas amenazas. Pero esas retiradas prudentes que no comprometen jamás sus intereses vitales se transforman en instantáneas ofensivas cuantas veces se siente peligrar.
Creer, por lo tanto, que con pequeños retoques en la educación se podría cambiar la sociedad es no solo una esperanza absurda, sino socialmente mucho peor: una utopía que resulta a la postre reaccionaria porque encalma o entibia las inquietudes y las rebeldías con la ilusión de que el día en que el Estado se autolimite, el día en que el Estado se desprenda graciosamente de la educación, ese día será el de la natividad del hombre nuevo. Al pretender para la escuela una región imposible por encima de las clases, la pequeña burguesía la entrega de hecho maniatada a las más oscuras fuerzas del pasado.
Signos bien elocuentes están mostrando ya la tendencia que la empuja a la derecha. El discurso en que Kerschensteiner anunció la escuela del porvenir, ¿no fue pronunciado en la iglesia de San Pedro, en Zurich? La escuela activa de que tanto habla el bueno de Alfredo Ferrière, ¿no enseña también a ver en la gendarmería y el ejército los protectores y guardianes de la sociedad y la familia? Gaudig, el autor de La escuela al servicio de la personalidad en desarrollo, ¿no afirma que para que esa personalidad se realice es menester que la escuela esté de acuerdo con el Estado unificador y con la iglesia moralizadora? La patética señora Montessori, después de arrojar de su ciudad educativa a los gnomos y a las hadas porque las cosas de la fantasía ayudaban en muy poco a la mentalidad de sus discípulos, ¿no nos ha venido después con que lo fantástico de la religión, lejos de extraviar al niño le es más bien beneficioso? William Boyd, para quien los programas escolares deben plantearse siempre en términos del universo, ¿no nos había dicho siempre en la Quinta Conferencia de Eltimore, que ese universo dentro del cual puede el niño realizarse supone vivir en la cooperación como miembro del reino de Dios, en vivir para realidades invisibles?
Sería un crimen contra el sagrado misterio del alma infantil -se dice- llevar hasta ella nuestras preocupaciones y nuestros odios. Y mientras hasta en el más escondido rincón de la sociedad capitalista todo está construido y calculado para servir a los intereses de la burguesía, el pedagogo pequeño burgués cree que pone a salvo el alma de los niños porque en las horas que pasa por la escuela se esfuerza en ocultarle ese mundo tras de una espesa cortina de humo. ¿No están sin embargo, los intereses de la burguesía en los textos que el niño estudia, en la moral que se le inculca, en la historia que se le enseña?
La llamada neutralidad escolar solo tiene por objeto substraer al niño de la verdadera realidad social: la realidad de las luchas de clases y de la explotación capitalista; capciosa neutralidad escolar que durante mucho tiempo sirvió a la burguesía para disimular mejor sus fundamentos y defender así sus intereses. Para un niño que asiste a cualquiera de nuestras escuelas ¿cuál es, por ejemplo, la causa de la desocupación? Si reúne las mil explicaciones que ha recibido través de las fábulas lecturas libres, conversaciones de moral, etc., llegará a estas conclusiones. No tienen trabajo: 1º) los obreros que no quieren trabajar; 2°) los malos obreros; 3°) los que no conocen bien su oficio; 4°) los que están siempre descontentos con el patrón; 5º) los que se dan al alcoholismo…

CONTINUARÁ

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