Anibal Ponce – Julio Antonio Mella «La educación» II

Correo
Facebook
Telegram
Twitter
WhatsApp

Cada lección de literatura, o de derecho, de sociología o de economía ¿no concurre a demostrar con insistencia infatigable que es necesario, absolutamente necesario, que subsista y se afiance la sociedad capitalista? Las horas que el niño pasa en la escuela significan, además un momento de su vida, y sería ridículo creer que ni en el mejor de los casos podrían contrarrestar la enseñanza infinitamente más tenaz y organizada de la calle, del hogar, del cine, de la radio, del teatro, de la prensa.
Al plantear el problema de por qué los movimientos obreros, cuando no están nítidamente conducidos, se impregnan con la ideología de la burguesía, Lenin contestaba: Por la sencilla razón de que la ideología burguesa, por su origen, es mucho más antigua que la proletaria, porque está estructurada por múltiples costados, porque dispone de medios de difusión incomparablemente más numerosos.

Libros de Aníbal Ponce | Universilibros
Anibal Ponce


Lo que Lenin decía del movimiento obrero se puede superponer punto por punto al movimiento pedagógico. Respetar la libertad del niño dentro de la sociedad burguesa equivale ni más ni menos que a decir: renuncio a oponer la más mínima resistencia a las influencias sociales formidables y difusas con que la burguesía lo impregna en su provecho. Y no se venga después con que es posible luchar contra esas fuerzas quitando a los chicos los juguetes guerreros, corrigiendo este o aquel libro de historia, enviando cartitas amistosas a los niños del Japón o celebrando el día de la buena voluntad.
Cuenta Frolich en sus Recuerdos que Pestalozzi se opuso durante muchos años a que su propio hijo ingresara en una escuela porque la naturaleza -decía- es la que todo lo hace. Un día, con gran asombro suyo, se encontró con que el chico sabía leer y escribir. Aunque su candor llegaba a lo fantástico, no se atrevió a acatar este milagro. Cuando pudo averiguar, descubrió que a escondidas suyas, su propia esposa lo había enseñado a leer… No de otro modo la burguesía gusta comportarse también con los maestros: mientras éstos creen que reciben en sus manos el alma virgen de los niños, la burguesía ya ha enseñado a escondidas a esos mismos niños, lo que ella quiere que sientan y que crean.
A la burguesía le conviene fomentar en los maestros la ilusión desdichada de que son apóstoles o misioneros a quienes entrega sin condición la enseñanza de sus hijos. Todo educador puede considerarse como sacerdote, escribe Jorge Kerschensteiner y luego de analizar sus rasgos psicológicos más típicos, añade que es la candorosa infantilidad la virtud fundamental del educador. El verdadero educador -continúa después- debe tener además una fe viva en lo divino de los principios fundamentales de la conciencia. El sol de su fe en los valores eternos no le permite nunca desalentarse, sino esperar siempre. ¡Qué sentimiento, aparte del religioso, podrá ser más conveniente que éste para el educador que tantos contratiempos tiene que arrostrar! Conducir al hombre, como portador consciente de los valores eternos, a un sentido de la vida, equivale a erigirse en instrumento del Eterno para la realización de dichos valores.
Un apóstol sufrido y candoroso que soporte tranquilo la miseria y el hambre, porque cuanto más hambre y miseria más diáfano será el apóstol, he ahí un ideal que la burguesía tiene particular interés en difundir. En directo contacto con las masas populares sería peligroso que el maestro llegara a comprender que también es un obrero como los otros, y como los otros, explotado y humillado. ¡Qué procedimiento más refinado, en cambio convertir su propia miserable situación en la virtud más excelsa de este venerable instrumento del Eterno! Pero que no se le ocurra al instrumento venerable del Eterno pronunciar la más mínima palabra que contraríe los intereses de los amos. La reacción más brutal caerá de inmediato sobre su cabeza, y si el candor que es su virtud no ha hecho de él irremediablemente un pobre diablo, comprenderá recién todo lo que había de falso y miserable en las adulaciones intencionadas de que había sido objeto.
En una comedia titulada Las Báquides, Plauto representa a un joven libertino que quiere arrastrar a su maestro a casa de una de sus amantes. El maestro resiste y moraliza, pero cuando ha terminado de hablar, el discípulo se contenta con decirle: ¿Quién es aquí el esclavo, yo o tú?, y el maestro, que nada tiene que objetar, acompaña a su alumno murmurando. Crudas palabras de una rudeza sangrienta, pero que ni los maestros más insignes han dejado de sufrir; desde Aristóteles, que se las escuchó a Alejandro, y desde Fenelón que se las oyó al duque de Borgoña, hasta los maestros de nuestros días frente a sus ministros respectivos.
Ochenta años después de que el ministro prusiano von Raurer afirmara que la preparación del magisterio no debía sobrepasar esencialmente el saber popular, un ministro socialista belga, Jules Destrée, en un llamamiento fechado en febrero de 1920, aseguraba que el interés de la escuela limita en los maestros el ejercicio de los derechos políticos. Y como si este texto no fuera suficientemente claro, el ministro liberal Vauthier, con fecha 7 de febrero de 1928, no solo recordaba y aprobaba las anteriores palabras de su colega socialista sino que agregaba este párrafo de lógica no muy impecable, pero de intención transparente: La sociedad moderna no conoce el delito de opinión y yo atentaría contra la conciencia humana negando a los funcionarios el derecho de adherirse en su fuero interno o de expresar en la vida privada su adhesión intelectual a concepciones sociales o a formas políticas que yo mismo rechazo. Pero el maestro que públicamente, por la palabra o por la prensa… proclame sus simpatías por doctrinas que sean la negación y la antítesis del orden moral y social que hemos adoptado… ése no podrá ser al mismo tiempo propagandista de sus convicciones y servidor del Estado: ése tendrá que elegir. ¡Adiós al sacerdote y el apóstol con su candor casi infantil! Si el instrumento del Eterno no se conduce, dentro de la escuela y fuera de ella, exactamente como la burguesía quiere, ya sabe a ciencia cierta lo que tiene que elegir.
El Anti Sedition Bill, aprobado en junio de 1922 por el gobernador del Estado de Nueva York obliga a los profesores de cualquier categoría o escuela a obtener un certificado del comisario de Educación declarándole leal y obediente hacia el gobierno de aquel Estado y de los Estados Unidos, para lo cual es preciso que el profesor no haya preconizado en forma alguna ningún cambio en el gobierno de la nación.
Al estudiar la educación en Roma vimos que Eumenes elogiaba el celo con el cual el emperador escogía los profesores como si se tratase de proveer de jefe a un escuadrón de caballería o a una cohorte pretoriana. A través de los siglos la comparación no ha perdido nada de su terrible exactitud. Mientras no desaparezca la sociedad dividida en clases, la escuela seguirá siendo un simple rodaje dentro de un sistema general de explotación, y el cuerpo de maestros y profesores, un regimiento que defiende como el otro los intereses del Estado.
Más franco que todos sus predecesores, el tirano argentino Juan Manuel de Rosas dejó bien esclarecidas las relaciones efectivas del Estado con la Escuela. Cuando en 1842 la oposición contra la Tiranía recomenzó, el Señor Restaurador creyó ver en las escasas escuelas que había autorizado, focos sospechosos de agitación y rebeldía. Con un gesto digno de él, nombró desde entonces al jefe de Policía director de la enseñanza primaria…
El jefe de Policía, director de la enseñanza primaria. El hecho vale la pena de que se nos quede prendido en el recuerdo.

Julio Antonio Mella: El concepto socialista de la reforma universitaria

BANDERA ROJA: Julio Antonio Mella y la Argentina
Julio Antonio Mella

Mucho se habla de «Reforma Universitaria». El malestar y la inquietud existentes entre los estudiantes hace que se oigan los balbuceos de un lenguaje revolucionario. En Tren Blindado y en pláticas públicas trataremos de desarrollar las bases sociales de este movimiento, sus antecedentes históricos, sus principios fundamentales y todo aquello que sea necesario para su mejor comprensión por la multitud estudiantil.
Lo primero que necesitamos definir es el concepto real de la reforma universitaria. Hay mucha palabrería liberal y vacía sobre reforma universitaria, debido a que los elementos que en muchas partes tomaron parte en este movimiento lo eran de la burguesía liberal. Pero si la reforma va a acometerse con seriedad y con espíritu revolucionario no puede ser acometida más que con un espíritu socialista, el único espíritu revolucionario del momento.
Las universidades, como otras tantas instituciones del régimen presente, están hechas para sostener y ayudar el dominio de la clase que está en el poder. Creer que los intelectuales, o las instituciones de enseñanza no tienen vinculación con la división sociológica en clases de toda sociedad es una ingenuidad de los miopes políticos. Nunca una clase ha sostenido una institución, ni mucho menos instituciones de educación, si no es para su beneficio. Es en las universidades, en todas las instituciones de enseñanza, donde se forja la cultura de la clase dominante, donde salen sus servidores en el amplio campo de la ciencia que ella monopoliza.
Las universidades de los países capitalistas modernos crean abogados, ingenieros, técnicos de toda naturaleza, para servir los intereses económicos de la clase dominante: la burguesía capitalista. Si se considera que los médicos pueden ser una excepción se caería en un grave error. La inmensa mayoría de los médicos que se gradúan, ¿son para servir en instituciones de beneficencia colectiva o para formar en la burguesía profesional individualista y explotadora? Que muchos médicos no triunfen, por las mismas injusticias del régimen presente, no indica que la aspiración del gremio no sea ésta.
Sentado esto, que no necesita ampliarse para cualquiera que posea una media cultura social, diremos que la reforma universitaria debe acometerse con el mismo concepto general de todas las reformas dentro de la organización económica y política actual. No hay ningún socialista honesto que suponga factible reformar toda esta vieja sociedad paulatinamente hasta sacar de ella una nueva y flamante como en las viejas utopías. La condición primera para reformar un régimen, lo ha demostrado siempre la historia, es la toma del poder por la clase portadora de esa reforma. Actualmente, la clase portadora de las reformas sociales es la clase proletaria. Todo debe ir convergente a esta finalidad. Pero el hecho de que la solución definitiva sea, en esto, como en otras mil cosas, la revolución social proletaria, no indica que se deba ser ajeno a las reformas en el sentido revolucionario de las palabras, ya que no son antagónicos estos conceptos.
Un concepto socialista de la lucha por mejorar la Universidad es similar al concepto del proletariado en su acción por mejorar las condiciones de su vida y su medio. Cada avance no es una meta, sino un escalón, para seguir ascendiendo, o un arma más que se gana al enemigo para vencerlo en la «lucha final». Luchamos por una universidad más vinculada con las necesidades de los oprimidos, por una universidad más útil a la ciencia y no a las castas plutocráticas, por una universidad donde la moral y el carácter del estudiante no se moldee ni en el viejo principio del «magister dixit», ni en el individualista de las universidades republicanas de la América Latina o EEUU: Queremos una Universidad nueva que haga en el campo de la cultura lo que en el de la producción harán las fábricas del mañana sin accionistas parásitos ni capitalistas explotadores. Sabemos que no lo vamos a conseguir inmediatamente. Pero en la simple lucha por la obtención de ese ideal de la universidad del porvenir vamos a obtener un doble triunfo: agitar conciencias jóvenes ganando reductos en el frente educacional contra los enemigos del pueblo trabajador, y, probar, ante todos los revolucionarios sinceros, que la emancipación definitiva de la cultura y de sus instituciones no podrá hacerse sino conjuntamente con la emancipación de los esclavos de la producción moderna que son, también, los títeres inconscientes del teatro cómico de los regímenes políticos modernos.

https://www.taringa.net/+reformismo/anibal-ponce-julio-antonio-mella-la-educacionandquo_sbbpo

Nuestro periodismo es democrático e independiente . Si te gusta nuestro trabajo, apóyanos tú también. Página informativa sobre eventos que ocurren en el mundo y sobre todo en nuestro país, ya que como dice nuestro editorial; creemos que todo no está perdido. Sabemos que esta democracia está presa sin posibilidad de salvarse aunque su agonía es lenta. Tenemos que empujar las puertas, son pesadas, por eso, necesitamos la cooperación de todos. Soñamos con una patria próspera y feliz, como idealizó el patricio Juan Pablo Duarte. necesitamos más que nunca vuestra cooperación. Haciendo clic AQUÍ ó en el botón rojo de arriba
Correo
Facebook
Telegram
Twitter
WhatsApp

Noticas Recientes

Opinión