
Fuentes: Rebelión
La dependencia y los desniveles en los términos del intercambio, que surgieron precisamente desde la época de la conquista y la colonización al iniciarse el siglo XVI fueron los factores esenciales para el “subdesarrollo” de América Latina, que continuó durante los siglos XIX y el imperialismo del XX, es decir, luego de las independencias, bajo nuevas “metrópolis”: Inglaterra, primero y Estados Unidos, después.
En el primer tomo de El Capital, publicado por Karl Marx (1818-1883) en 1867, hay un capítulo (el XXIV) titulado “La llamada acumulación originaria” que fue pionero en analizar dos asuntos clave para entender la economía contemporánea: de una parte, la génesis histórica del capital y de otra, el papel que en ello tuvo el colonialismo europeo. Son dos caras de la misma moneda.
Como era usual en varios de sus escritos, Marx comienza por una comparación bíblica y dice: “Esta acumulación originaria viene a desempeñar en economía política el mismo papel que desempeña en teología el pecado original. Al morder la manzana, Adán engendró el pecado y lo transmitió a toda la humanidad”. Y así fue. Marx comienza por distinguir muy bien la “era” del capitalismo frente al sistema capitalista como tal. Afirma: “Aunque los primeros indicios de producción capitalista se presentan ya, esporádicamente, en algunas ciudades del Mediterráneo durante los siglos XIV y XV, la era capitalista sólo data, en realidad, del siglo XVI”; pero el capitalismo definitivamente surge con la primera revolución industrial a mediados del siglo XVIII. Las condiciones de su existencia fueron preparadas por la acumulación originaria que “no es, pues, más que el proceso histórico de disociación entre el productor y los medios de producción. Se la llama “originaria” porque forma la prehistoria del capital y del régimen capitalista de producción”, concluye Marx.
En esa “disociación” los productores directos, los trabajadores de todo tipo, fueron literalmente expropiados de su propiedad y de los frutos de su propio trabajo, para ser convertidos en poseedores de fuerza de trabajo “libre” (en el doble sentido de quedar “libres” de propiedad y “libres” para la venta -salarios- de su fuerza de trabajo), de la cual ya pueden aprovechar los capitalistas contemporáneos para continuar su enriquecimiento. La economía ha olvidado el origen histórico de esa riqueza acumulada, que se ha logrado mediante la esclavitud, la servidumbre, la expulsión a los campesinos de sus tierras, la extorsión o la violencia para saquear recursos y, sin duda, por intermedio de la colonización, de la cual aprovecharon las potencias europeas. Marx resume: “El descubrimiento de los yacimientos de oro y plata de América, la cruzada de exterminio, esclavización y sepultamiento en las minas de la población aborigen, el comienzo de la conquista y el saqueo de las Indias Orientales, la conversión del continente africano en cazadero de esclavos negros: son todos hechos que señalan los albores de la era de producción capitalista. Estos procesos idílicos representan otros tantos factores fundamentales en el movimiento de la acumulación originaria”.
A pesar de su análisis, Marx no llegó a profundizar en los procesos específicamente latinoamericanos, aunque retomó el tema del colonialismo en los tres años finales de su vida. Sin embargo, especialmente desde la década de 1960, América Latina transformó las ciencias sociales por su específico estudio de la región. Aquí surgió la que pasó a denominarse como “teoría de la dependencia”, con múltiples autores de renombre: Enzo Faletto, Theotonio Dos Santos, Ruy Mauro Marini, Celso Furtado, e incluso extranjeros como Andre Gunder Frank y Samir Amin, junto al relevante papel internacional que adquirió la CEPAL y su Secretario Ejecutivo Raúl Prebisch.
Gracias a esas investigaciones se demostró que la dependencia y los desniveles en los términos del intercambio, que surgieron precisamente desde la época de la conquista y la colonización al iniciarse el siglo XVI (destacaron España y Portugal), fueron los factores esenciales para el “subdesarrollo” de América Latina, que continuó durante los siglos XIX y el imperialismo del XX, es decir, luego de las independencias, bajo nuevas “metrópolis” o “centros capitalistas”: Inglaterra, primero y Estados Unidos, después.
Desde luego, las teorías latinoamericanas eran combatidas por “comunistas” o “marxistas”. Pero nunca se pudo afectar ni desmontar la base histórica con la que se sustentaron los análisis económicos.
Un reciente estudio de Gastón Nievas y Thomas Piketty (este último investigador ampliamente reconocido por obras como “El capital en el siglo XXI”), titulado “Unequal Exchange and North-South Relations: Evidence from Global Trade Flows and the World Balance of Payments 1800-2025” (https://t.ly/kS47-) vuelve sobre el tema de las relaciones económicas internacionales; y, sobre el examen de un nuevo e impresionante material estadístico de algo más de dos siglos, llega a conclusiones decisivas: en el siglo XIX las potencias coloniales se enriquecieron a costa de imponer su poder y la extracción de recursos; en el siglo XX la globalización basada en un comercio internacional abierto no impidió sino que acentuó los desequilibrios mundiales en los cuales se perjudicaron los países del Sur global; el neoliberalismo global, que vendió la ilusión por la autocorrección que harían los mercados a los desequilibrios, ha sido un fracaso total y la desigualdad prosiguió. Los autores concluyen que es necesario cambiar el sistema internacional y sus instituciones económicas, para crear nuevas reglas que permitan revertir las desigualdades que incluso han generado tensiones geopolíticas mundiales.
El estudio de Piketty-Nievas revaloriza la “vieja” teoría de la dependencia y los estudios latinoamericanos sobre las relaciones económicas de la región con las potencias saqueadoras y permite reafirmar la perversidad de la “economía libre” para América Latina. Pero también recuerda a Marx, para quien estuvo muy claro que “el capital viene al mundo chorreando sangre y lodo por todos los poros, desde los pies a la cabeza”.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.