EL CAMPO ESPAÑOL SE «UBERIZA» EN MANOS DE LOS GRANDES CAPITALES INTERNACIONALES

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La financiarización del campo español analizada desde una perspectiva marxista

La irrupción de los fondos de inversión en la agricultura ha transformado la lógica del campo. La concentración de tierras y la especulación financiera amenazan la soberanía alimentaria, los ecosistemas y la supervivencia de las comunidades rurales.

POR CÁNDIDO GÁLVEZ PARA CANARIAS SEMANAL.ORG

     [Img #82011]

En el curso de los últimos años, los fondos de inversión sehan convertido en protagonistas silenciosos de una transformación profunda en el campo. Empresas que antes solo operaban en sectores como la tecnología o el inmobiliario ahora están adquiriendo grandes extensiones de tierras agrícolas en España y en todo el mundo.

      Este fenómeno está cambiando rápidamente quién controla la tierra, cómo se producen los alimentos y qué impactos tiene esto en las comunidades rurales.

      A través de este artículo, trataremos de explorar para los lectores de Canarias Semanal la manera en la que este proceso, conocido como «financiarización del campo», está avanzando en otros países y cómo afecta a España.

       Veremos, igualmente, cuáles son sus consecuencias económicas, sociales y ambientales, y escucharemos testimonios de quienes viven estas transformaciones de cerca. En este recorrido, analizaremos también los retos y riesgos que esta nueva dinámica plantea para la sostenibilidad y la soberanía alimentaria. En definitiva, ¿cuál es el futuro que le espera al campo en manos de los grandes capitales?

   ¿En qué consiste el fenómeno de la «urberización» rural?

     La uberización del campo consiste en la transformación de la agricultura hacia un modelo controlado por grandes fondos de inversión y corporaciones, que concentran tierras y recursos en pocas manos.

     Este proceso implica la precarización del trabajo agrario, la sustitución de pequeños agricultores por contratos temporales, monocultivos intensivos y una gestión empresarial orientada al lucro. El resultado es la pérdida de autonomía rural y el desmantelamiento de la agricultura familiar y sostenible.

     Este fenómeno se caracteriza por la adquisición masiva de tierras por parte de grandes grupos de capital, refleja una lógica inherente al sistema: el afán de rentabilidad a costa de las necesidades sociales y ambientales.

     Este proceso puede entenderse como una extensión del capital financiero hacia áreas antes reservadas al trabajo comunitario o a la agricultura familiar, que ahonda las desigualdades y concentra aún más el poder en manos de élites económicas.

     A) El proceso de penetración de los fondos de inversión en otros países

     A nivel internacional, el avance de los fondos de inversión sobre la tierra agrícola ha sido especialmente significativo en países del Sur Global, como Brasil, Argentina o Etiopía, y también en áreas del Este de Europa. Este fenómeno, conocido como «acaparamiento de tierras» o land grabbing, suele presentarse bajo el discurso del desarrollo económico, pero la verdad es que los resultados han beneficiado principalmente al capital financiero y las élites locales, desplazando a comunidades campesinas y promoviendo monocultivos orientados a la exportación.

     En Brasil, por ejemplo, la expansión de monocultivos como la soja y el eucalipto, impulsada por capital extranjero, ha desplazado a pequeños agricultores y comunidades indígenas. Según un informe de Grain, la inversión extranjera en tierras brasileñas responde a una lógica especulativa, donde los suelos fértiles son convertidos  en activos financieros. Esto no solo erosiona la soberanía alimentaria, sino que también multiplica los conflictos sociales por el uso de la tierra y el agua.

     En África, casos como el de Etiopía pueden ilustrarnos cómo los gobiernos, en su afán por atraer capital extranjero, otorgan tierras fértiles a corporaciones internacionales, despojando a las comunidades locales de su medio de vida tradicional. Estos acuerdos suelen implicar el cultivo intensivo de productos de exportación como flores o caña de azúcar, mientras los alimentos básicos escasean para la población local. Este proceso no es sino una forma contemporánea de «acumulación por desposesión», en la que el capital devora los recursos esenciales para satisfacer sus propias dinámicas de expansión.

B) Cómo se está desarrollando en España

     En España, la financiarización del campo ha seguido una trayectoria similar, aunque con particularidades propias del contexto europeo. Desde 2019, los fondos de inversión han acelerado la compra de tierras agrícolas. Según la Coordinadora de Organizaciones de Agricultores y Ganaderos (COAG), alrededor de 900 fondos gestionan ya más de 100.000 millones de euros en tierras cultivables en la península, lo que ha llevado a un aumento en la concentración de la propiedad.

     Los cultivos más rentables, como el olivar, el almendro o el aguacate, son los principales objetivos de estos fondos. En la Axarquía, Málaga, la expansión del cultivo intensivo de aguacates, promovido por grandes empresas, ha generado una crisis hídrica sin precedentes en una región tradicionalmente escasa de agua. Estas prácticas son un ejemplo de cómo el capital financiero orienta la producción agraria hacia mercados globales, dejando de lado las necesidades locales y el impacto ambiental.

      Además, las estadísticas son claras: el 6,6% de las empresas agrícolas concentran el 42% del valor total de la producción agraria, según datos del Ministerio de Agricultura. Este proceso refleja un avance de los oligopolios sobre el campo, marginando a los pequeños agricultores y bloqueando el acceso a la tierra para los jóvenes interesados en trabajar en el sector agrario.

     Miguel Padilla, secretario general de COAG, denuncia que

  «un joven que quiere incorporarse al sector agrario no puede competir con estos grandes capitales a la hora de acceder a tierra y agua para dimensionar su explotación».

     De esta forma, la agricultura familiar y sostenible queda relegada, mientras los fondos de inversión consolidan un modelo basado en la maximización de beneficios.

C) Las repercusiones en las zonas rurales

 

1. Repercusiones económicas

     La concentración de tierras en manos de fondos de inversión ha encarecido el precio de las mismas, dificultando el acceso de los pequeños agricultores y promoviendo el abandono de explotaciones familiares. Este modelo beneficia a los grandes capitales, pero a costa de las economías locales, que pierden diversidad y resiliencia.

2. Repercusiones sociales

     La financiarización del campo contribuye al vaciamiento de las zonas rurales. La falta de oportunidades laborales, combinada con la imposibilidad de acceder a tierras, ha acelerado la despoblación rural en España. Además, el trabajo agrícola se precariza bajo los nuevos modelos de contratación promovidos por estas empresas, que priorizan la externalización y los contratos temporales.

3. Repercusiones ambientales

    Desde una perspectiva ambiental, el modelo de cultivo intensivo impulsado por los fondos de inversión es insostenible. En regiones como Andalucía, el agotamiento de acuíferos y la erosión del suelo son consecuencia directa de prácticas agrícolas destinadas a maximizar la producción en el corto plazo. Esto no solo amenaza los ecosistemas locales, sino que también pone en riesgo la viabilidad del sector a largo plazo.

D) Testimonios y denuncias

     Las denuncias de organizaciones campesinas y ecologistas no han tardado en llegar. Según COAG, el modelo de los fondos de inversión representa «la uberización del campo», donde las dinámicas especulativas de capital priman sobre las necesidades de los agricultores y de las comunidades rurales.

     Por ejemplo, Ester Rubio, agricultora de Aragón, señala:

    «Estamos viendo cómo la agricultura se convierte en un negocio para quienes no tienen ningún vínculo con la tierra. Las pequeñas explotaciones no pueden competir, y nosotros somos quienes acabamos pagando las consecuencias».

    Desde el lado opuesto, algunos inversores defienden que su entrada al sector trae modernización y eficiencia. Sin embargo, organizaciones como Ecologistas en Acción critican esta narrativa, argumentando que el beneficio se limita a los grandes capitales, mientras que las comunidades locales quedan excluidas de los beneficios.

      Además, la firma de acuerdos de libre comercio, como el de la Unión Europea con Mercosur, ha facilitado la entrada de estos capitales al mercado agrario europeo. Según la COAG, estos acuerdos representan

     «el golpe definitivo para la agricultura y ganadería europeas», profundizando la dependencia de los mercados internacionales y debilitando aún más a los pequeños productores.

La financiarización del campo como amenaza estructural

     Desde una óptica marxista, la financiarización del campo español y global no es un fenómeno aislado, sino parte de una dinámica estructural del capitalismo contemporáneo.

     La tierra, como base de la producción agraria, es convertida  en una mercancía más, al servicio de los intereses especulativos del capital financiero. Este modelo no solo consolida y agranda las desigualdades actualmente existentes, sino que amenaza la soberanía alimentaria, el medioambiente y la cohesión social en las zonas rurales.

    Es, pues, fundamental tomar conciencia de este proceso en marcha y movilizar a los sectores sociales implicados para que las políticas públicas actúen para regular este fenómeno, promoviendo la redistribución de la tierra y protegiendo los derechos de las comunidades rurales. De lo contrario, el campo corre el riesgo de convertirse en otro escenario donde el capital financiero dicta las reglas, a expensas de los agricultores y del futuro de las zonas rurales.

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