Crisis e inflación: el conflicto y las sanciones contra Rusia anuncian un escenario aún más negro

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Contradiciendo las predicciones hechas para este 2022, los precios en los bienes y productos básicos continuarán aumentando y profundizarán en la pérdida de poder adquisitivo de los sectores populares

Redacción lanueve.info

Todas las previsiones que gobiernos y bancos centrales han hecho sobre la inflación, desde que esta comenzaba a subir hace meses, han sido erróneas. Todas. Primero, la inflación iba a ser algo temporal. Cuando se hacía evidente que esto no era así, pasaron a hablar de una “temporalidad” que ya no era tan a corto plazo. Finalmente, la evidencia de unos precios cada vez más al alza les obligaba a utilizar términos como “transitoriedad persistente” y otros eufemismos, reconociendo en el fondo que la inflación había llegado para quedarse.

A lo largo de la historia, la inflación ha sido un mecanismo de expolio de las clases populares; las subidas salariales, en las pensiones o mejoras económicas concretas pueden quedar enterradas con una subida pronunciada de los precios. Y esto es lo que está ocurriendo ahora, en una coyuntura en que incluso las ligeras subidas que puntualmente se puedan estar produciendo en pensiones, salarios mínimos o en algunos convenios —cuyas bondades son anunciadas a bombo y platillo—, suponen en realidad una pérdida de poder adquisitivo, a causa de una inflación que en los últimos meses ya ha superado el 6%. Y por si a la clase trabajadora se le ocurriera luchar por mejoras salariales economistas, bancos centrales o ministras de economía ya han salido a recordar que tal cosa es inaceptable.

Las previsiones de mejora que los organismos económicos hacían para este 2022 ya eran dudosas, pero ahora ya las podemos descartar por completo. Las sanciones aplicadas contra Rusia pueden ser una auténtica bomba para la economía europea, cuya población verá cómo se disparan aún más los precios y se profundiza en una crisis que, en realidad, ya se estaba fraguando desde antes de la pandemia y cuyos motivos son estructurales. La propia presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, afirmaba ayer que las sanciones aprobadas contra Rusia tendrán también efectos negativos para los europeos.

Europa depende profundamente no sólo del gas ruso —que supone más de un 40% del gas consumido en la UE, llegando a superar el 60% en países como Alemania—, también de otros muchos productos y materias primas como el petróleo, el carbón o los cereales. Muchos de estos suministros son insustituibles en el corto y medio plazo, y el cerco económico que significarían sanciones anunciadas contra la economía rusa, aunque de momento están evitando que afecten a los productos energéticos, van a disparar los precios de muchos productos.

Las primeras predicciones hechas por algunas casas de análisis en estos días apuntan a que la inflación media en la zona Euro podrá dispararse hasta un 6,5% en el 2022 (la media en 2021 fue de 3,5%), y que sin ninguna duda será más elevada que cualquiera de las previsiones que se habían hecho. Los precios de la electricidad y la gasolina ya han comenzado a dispararse y las subidas llegarán también a la cesta de la compra. Cada vez más voces advierten de que la llegada de la temida estanflación —escenario en el que se combinan los altos precios con bajo o nulo crecimiento del PIB— es más factible que nunca.

Las sanciones, que tienen como objetivo principal minar la economía rusa —aunque son un criminal instrumento que en realidad a quien castiga es al pueblo—, afectarán de manera mucho más profunda a la economía europea que a la de los EEUU, principales instigadores del actual conflicto. Las medidas impuestas contra Rusia pueden tener un efecto boomerang, haciendo que la crisis en la que nuestras economías están inmersas entre en una fase aún más profunda.

La historia parece repetirse, y las situaciones de crisis capitalista de nuevo nos llevan a la guerra. El imperialismo occidental, con los Estados Unidos en el centro, no puede ya prolongar su hegemonía si no es mediante la desestabilización, llevando a los pueblos a situaciones bélicas. La exacerbación del nacionalismo, del militarismo, las intoxicaciones mediáticas como la que hoy que sostienen nuestros medios contra Rusia, unidos al deterioro de las condiciones de vida de los sectores populares, auguran un futuro difícil, para el que nos tendremos que preparar.

Fuente: Redacción lanueve.info

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