CÓMO LAS EMPRESAS DISEÑAN SUS PRODUCTOS CON DESGASTE PROGRAMADO Y QUE SEA IRREPARABLE

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El 95% de los aparatos eléctricos en la Unión Europea están deliberadamente diseñados para fallar y que sea irreparables. ¿Como podemos los usuarios defendernos ante ese «atropello programado»

El 95% de los aparatos s eléctricos en la Unión Europea están diseñados para fallar, pudiendo el 53% de ellos alargar su vida si se pudieran reparar. Con ello se está promoviendo un ciclo de consumo que permite a las grandes corporaciones ingresos fabulosos a costa de los consumidores y del medioambiente. A través de la obsolescencia programada, las empresas imponen el desgaste prematuro de los bienes, mientras que el Estado mira hacia otro lado. Sin embargo, la falta de organizaciones ciudadanas continúan siendo el mayor obstáculo para frenar este abuso.

CÁNDIDO GÁLVEZ   PARA CANARIAS SEMANAL.ORG.-
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   Un informe de la Open Repair Alliance destaca una realidad muy preocupante: el 96% de los aparatos eléctricos y electrónicos  en la Unión Europea carece de un plan de reparación adecuado. A pesar de que el 53% de estos dispositivos podrían alargar su vida útil mediante reparaciones, los obstáculos como la falta de repuestos o el diseño que impide su apertura están causando que productos con vida útil potencial se desechen prematuramente. Este problema no es casual, sino que responde a una estrategia consciente de las grandes empresas conocida como obsolescencia programada. Esta estrategia incita al consumo constante de productos nuevos, a la vez que el Estado, que debería proteger los intereses de los ciudadanos, está claramente alineado con los intereses del gran capital.

 LA OBSOLESCENCIA PROGRAMADA: UNA ESTRATEGIA DEL SISTEMA ECONOMICO

     La obsolescencia programada es un fenómeno que comenzó a implementarse de manera más explícita durante el siglo XX. La idea detrás de este concepto es simple: diseñar productos con una vida útil limitada para que el consumidor se vea obligado a reemplazarlos más frecuentemente. Esta estrategia no solo genera enormes beneficios económicos para las empresas, sino que además refuerza la lógica capitalista de producción y consumo constante.

     Un ejemplo paradigmático de ello es el caso de las famosas bombillas de la República Democrática Alemana (RDA). Durante la existencia de este país, se producían bombillas que duraban indefinidamente. Sin embargo, cuando Alemania se reunificó en 1990, estas bombillas fueron rápidamente retiradas del mercado, ya que no se ajustaban a la lógica capitalista que imperaba en el sistema de mercado de la Alemania Occidental. En lugar de promover productos duraderos, la industria optó por aquellos con una vida útil corta, fomentando así el ciclo de compra-reemplazo.

    La obsolescencia programada no solo afecta a productos como las bombillas. Hoy en día, aparatos como teléfonos móviles, electrodomésticos, y equipos electrónicos son diseñados para fallar en un periodo determinado. Tal como menciona el informe, muchos de estos aparatos no pueden ser reparados debido a que carecen de repuestos o están diseñados de manera que resulta imposible abrirlos. Esta es una táctica deliberada para forzar a los consumidores a comprar productos nuevos en lugar de reparar los que ya tienen.

    EL ESTADO Y SU ROL EN LA EXPLOTACIÓN DEL CONSUMIDOR

       La responsabilidad de esta situación no recae exclusivamente en las empresas. El Estado, que debería ser el garante del bienestar de sus ciudadanos, está profundamente alineado con los intereses del gran capital. En lugar de regular y sancionar prácticas como la obsolescencia programada, muchas políticas públicas siguen favoreciendo los intereses de las grandes corporaciones, perpetuando de esa manera un sistema donde el ciudadano es visto como un consumidor perpetuo, más que como un individuo con derechos y necesidades que deben ser protegidos.

      A pesar de que la Unión Europea ha tomado algunas medidas en favor del derecho a reparar, como se menciona en el informe de la Open Repair Alliance, estas políticas son limitadas. El enfoque sigue estando en el reciclaje, que si bien es una solución mejor que el vertido de residuos, no ataca el problema de raíz. El reciclaje consume enormes cantidades de energía y solo recupera una pequeña fracción de los minerales y materiales valiosos de los productos desechados. La verdadera solución debería centrarse en la reparación y en la producción de bienes duraderos, lo que no solo reduciría los residuos, sino que también implicaría una disminución en el consumo innecesario de recursos naturales.

LA FALTA DE ORGANIZACIÓN CIUDADANA: UN FACTOR CLAVE

      Otro elemento fundamental en este problema es la falta de organización ciudadana. A pesar de que cada vez más personas son conscientes de las consecuencias medioambientales y sociales del consumo desmedido, la respuesta colectiva sigue siendo extremadamente débil. Este es un punto clave en la perseverancia  de la obsolescencia programada: la falta de una resistencia organizada contra las grandes corporaciones.

     En un sistema capitalista, la organización de los consumidores y la clase trabajadora es crucial para contrarrestar el poder de las grandes empresas. Sin embargo, en muchos casos, la ciudadanía carece de las herramientas o la voluntad para llevar a cabo esta lucha. Las asociaciones como la Open Repair Alliance están comenzando a promover alternativas, fomentando la reparación y la reutilización de productos. No obstante, para que este tipo de iniciativas sean realmente efectivas, es necesario un cambio más profundo en la conciencia social y, sobre todo, en la acción colectiva.

EL IMPACTO MEDIOAMBIENTAL Y EL CONSUMO DESMEDIDO

     El modelo actual de consumo, impulsado por la obsolescencia programada, tiene un impacto devastador en el medioambiente. La producción constante de bienes de consumo genera enormes cantidades de residuos y demanda la extracción continua de recursos naturales, lo que a su vez multiplica problemas como el cambio climático y la pérdida de biodiversidad.

    Como señala el informe, la prevención de residuos debería ser una prioridad en las políticas públicasEn lugar de centrarse en el reciclaje, que en muchos casos solo recupera una pequeña parte de los materiales valiosos, se debería fomentar la reutilización y la reparación, estrategias que permiten extender la vida útil de los productos y reducen la necesidad de extraer más recursos del planeta.

     Además, el fomento de la reparación tendría un impacto positivo en la creación de empleos locales. Las actividades de reparación requieren menos capital que la producción de bienes nuevos, y podrían generar una economía más sostenible y justa. Sin embargo, esto solo será posible si se toman medidas políticas claras y decididas que apoyen esta transición.

HACIA UN MODELO DE CONSUMO RESPONSABLE

     La obsolescencia programada es una manifestación más del capitalismo en su fase avanzada, donde la producción y el consumo desmedido se han convertido en pilares fundamentales del sistema. Para revertir esta tendencia, es necesario un cambio profundo tanto en las políticas públicas como en la conciencia ciudadana. La reparación y la reutilización deben convertirse en prioridades, no solo para reducir los residuos y el impacto ambiental, sino también para promover un modelo económico más equitativo y sostenible.

     La lucha contra la obsolescencia programada no es solo una cuestión de consumo; es una batalla por el control del sistema de producción y por el derecho de los ciudadanos a tener acceso a productos de calidad y duraderos. Sin embargo, esta lucha solo será efectiva si los ciudadanos se organizan y demandan cambios estructurales que pongan fin a esta forma de explotación.

Fuentes Consultadas

  • Climática, “El 96% de los aparatos eléctricos en la UE no tiene plan de reparación, según informe”.
  • Open Repair Alliance.

https://canarias-semanal.org/art/32236/como-las-empresas-disenan-sus-productos-con-desgaste-programado-y-que-sea-irreparable

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