
Cómo la competencia por los recursos estratégicos está llevando al mundo hacia una nueva era de tensiones globales
La competencia entre Estados Unidos y China ha escalado hacia una confrontación total que muchos ya describen como la Segunda Guerra Fría. Con sanciones económicas, restricciones tecnológicas y una creciente militarización, ambas potencias luchan por la supremacía global, mientras el resto del mundo observa las posibles consecuencias de este enfrentamiento sin precedentes.
POR MÁXIMO RELTI PARA CANARIAS SEMANAL.ORG
En septiembre de este mismo año, el Congreso de Estados Unidos aprobó 25 leyes dirigidas a contrarrestar lo que consideran una amenaza creciente de China.
Estas medidas bipartidistas reflejan un consenso entre republicanos y demócratas para frenar la influencia china, marcando un paso importante en la intensificación de la erróneamente llamada «II Guerra Fría».
En este contexto, la relación entre ambos países ha evolucionado tal y como históricamente ha sucedido siempre en la confrontación de las grandes potencias capitalistas. De una competencia económica se pasa a enfrentamiento competitivo en múltiples frentes: político, diplomático, cultural y, finalmente, también militar.
«La CIA considera a China
como la principal amenaza
a largo plazo para la
hegemonía global
de Estados Unidos»
Tanto el director de la CIA, William Burns, como otros altos funcionarios estadounidenses, consideran a China como la principal amenaza a largo plazo para la hegemonía global de Estados Unidos.
Así, el enfoque de las nuevas leyes está dirigido a restringir el acceso de China a sectores estratégicos como la tecnología, telecomunicaciones y tierras agrícolas dentro de EE. UU.
ESCALADA DE SANCIONES Y RESTRICCIONES TECNOLÓGICAS
Entre las leyes más destacadas, se encuentra la «Ley de Autorización del Fondo para Contrarrestar la Influencia Maligna de la República Popular China». El proyecto, encabezado con tan alucinante título, asigna 1.630 millones de dólares en un periodo de cinco años para financiar campañas mediáticas y civiles con el objetivo de contrarrestar la propaganda china.
Además, otra ley prohíbe la participación de empresas chinas en el mercado de vehículos eléctricos en Estados Unidos. Aunque las importaciones actuales de vehículos chinos son bajas, la intención de la ley es prevenir el dominio futuro de este sector estratégico por parte de China.
Asimismo, se han aprobado sanciones dirigidas a empresas y funcionarios chinos, en una táctica habitual de la política exterior estadounidense que también ha afectado a otros países como Rusia, Irán y Corea del Norte.
Estas sanciones buscan frenar el avance de China en áreas tecnológicas tan importantes como los semiconductores, telecomunicaciones y biotecnología, sectores en los que el país asiático ha logrado relevantes avances en los últimos años.
Una de las medidas más controvertidas es la prohibición de la compra de tierras agrícolas estadounidenses por ciudadanos chinos, en un intento de proteger la seguridad nacional y evitar que Beijing gane control sobre recursos estratégicos. Otra medida destacada prohíbe el uso de drones chinos en suelo estadounidense, argumentando «preocupaciones de seguridad».
PROPAGANDA Y CONTROL DE LA NARRATIVA
Un componente clave de la estrategia de Estados Unidos es el uso de propaganda para influir en la percepción pública internacional contra China. La financiación de campañas mediáticas busca desacreditar al gobierno chino y promover los valores democráticos, al mismo tiempo que se denuncian violaciones a los derechos humanos en China. Esta estrategia forma parte de un esfuerzo más amplio para debilitar la legitimidad del gobierno chino en la escena internacional.
LA RÉPLICA CHINA
Ante estas crecientes presiones, China ha tomado varias medidas diplomáticas y económicas. Beijing ha fortalecido sus relaciones con países como Rusia, Irán y Venezuela, que también son objetivos de sanciones estadounidenses, consolidando una especie de «bloque» en su confrontación con Washington. Una de las respuestas más evidentes de China ha sido la promoción de su autosuficiencia tecnológica, con el objetivo de reducir su dependencia de proveedores extranjeros, especialmente en áreas sensibles como los semiconductores e inteligencia artificial.
China también ha lanzado iniciativas como la «Nueva Ruta de la Seda», un ambicioso proyecto que busca aumentar su influencia global mediante inversiones en infraestructura en Asia, África y América Latina. A través de esta estrategia, Beijing ha ganado terreno en zonas tradicionalmente bajo influencia occidental, lo que ha generado serias preocupaciones en Washington.
MILITARIZACIÓN EN EL INDO-PACÍFICO
A nivel militar, China ha aumentado su presencia en la región del Indo-Pacífico, particularmente en zonas importantes como Taiwán y el Mar de China Meridional. Esto ha provocado una intensificación de las tensiones con Estados Unidos, que ha incrementado su presencia militar en la región como parte de su estrategia para contener el avance chino. Las tensiones alrededor de Taiwán son especialmente peligrosas, ya que cualquier conflicto en esta área podría tener graves consecuencias a nivel global.
A medida que las tensiones aumentan, China también ha aumentado su gasto militar y modernizado sus fuerzas armadas. Esto incluye el desarrollo de tecnologías militares avanzadas y una mayor presencia en áreas estratégicas, lo que asegura su capacidad de respuesta ante cualquier escalada de confrontación con Estados Unidos.
LA CONFRONTACIÓN ESTÁ SERVIDA
La aprobación de 25 leyes contra China por parte del Congreso estadounidense el pasado septiembre, marca un nuevo capítulo en la intensificación del enfrentamiento. Estas medidas, que incluyen sanciones económicas, restricciones tecnológicas y campañas propagandísticas, reflejan los esfuerzos de Washington por frenar el ascenso de China como potencia global. Beijing, por su parte, ha respondido fortaleciendo sus alianzas internacionales, promoviendo su autosuficiencia tecnológica y aumentando su presencia militar en regiones estratégicas.
«Estados Unidos y China están
atrapados por las dinámicas
imperialistas, propias
del desarrollo del sistema
capitalista, que ya fueron
descritas hace más de un siglo
por Lenin»
Desde una perspectiva marxista, esta confrontación no puede ser interpretada de otro modo que como un claro conflicto interimperialista, donde dos grandes potencias capitalistas están luchando por el control de recursos, mercados y zonas de influencia. Estados Unidos, como la potencia hegemónica desde el siglo XX, ve en el ascenso de China una amenaza a su dominio global. China, por su parte, trata de consolidar su posición como potencia emergente, desafiando el sistema global liderado por Estados Unidos a través de su modelo peculiar de sistema capitalista y su expansión económica y militar.
En este escenario, tanto Estados Unidos como China están profundamente inmersos en las dinámicas imperialistas – ya descritas hace más de un siglo por Lenin – de la competencia por la acumulación de capital, el control de recursos estratégicos y la expansión de sus respectivas esferas de influencia.
La confrontación entre ambas potencias, – si antes no es abruptamente interrumpida por un «nuclear mistake», – continuará marcando la agenda global durante los próximos años, con consecuencias nada previsibles para el equilibrio de poder a nivel internacional.