América Latina, «la guerra secundaria»

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Alejandro Marcó del Pont 

Fuentes: El tábano economista

Ni Pekín ni Washington, los minerales del siglo XXI de América Latina para América Latina (El Tábano Economista)

En 2025 la competencia global por minerales críticos —tierras raras, litio, cobalto— y fuentes de energía —petróleo, gas, renovables— están reconfigurando el poder mundial. Esta disputa no solo define la seguridad tecnológica y militar, sino también moldea alianzas, conflictos y nuevas dependencias.

En este escenario, la guerra estratégica entre Estados Unidos y China ha escalado, expandiendo su alcance a distintas regiones del mundo, incluida América Latina. En solo dos décadas, la presencia de China en la región pasó de ser marginal a convertirse en una fuerza dominante.

El comercio entre China y los países latinoamericanos se multiplicó exponencialmente, de 20.000 millones de dólares a principios de siglo a casi 518.000 millones en 2024. Hoy, China es el principal socio comercial de Sudamérica y el segundo de América Latina en su conjunto.

Además, se consolidó como una fuente clave de Inversión Extranjera Directa (IED), con más de 180.000 millones de dólares invertidos entre 2014 y 2024. Estas inversiones se han centrado principalmente en infraestructura y extracción de recursos naturales, en muchos casos canalizadas a través de la Iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI). De los 33 países de América Latina, 22 ya se han sumado a esta estrategia global de Pekín.

Este avance reposiciona a América Latina como un espacio clave en el ajedrez geopolítico del siglo XXI. Bajo la superficie de las relaciones diplomáticas tradicionales, se libra una guerra híbrida, donde el campo de batalla no son trincheras, sino deuda externa, tratados económicos, operaciones de inteligencia, narrativas mediáticas y alineamientos diplomáticos. Una guerra secundaria, pero con consecuencias primarias.

La dificultad aquí radica en la gran desventaja americana con respecto a China demostrada en el retroceso de los aranceles de 142% a 30%. La secuencia para arribar a una cadena de suministros de tierras raras, implica para Estados Unidos un intento desesperado de mitigar su dependencia de China. Pero la cadena de suministro de estos minerales no se improvisa. Se requiere:

1. Acceso territorial a los yacimientos

2. Capacidad de extracción

3. Tecnología de refinamiento

Es decir, tener acceso a zonas geográficas que contengan estos recursos, explotarla, refinarla para lograr una cadena de suministros propias o alternativa a la China.

Mientras que Occidente se alejó del procesamiento de tierras raras por razones ambientales, China aceptó ese costo y construyó un monopolio: controla más del 90% del procesamiento global, el 60% de las reservas y domina la producción de imanes industriales. El resultado es, “quien controla estas materias primas, controla el futuro tecnológico, economico y militar” y China las controla

Frente a su atraso, EE.UU. recurre a una estrategia conocida, recuperar control en su esfera de influencia histórica, América Latina, en las batallas por el control de recursos naturales vitales o por negar ese control a los rivales. No es mediante dictaduras o intervenciones militares directas, sino a través de métodos más sofisticados: presiones económicas, alianzas diplomáticas, militarización encubierta y guerras narrativas.

La Doctrina Monroe del siglo XXI se activa con nuevos instrumentos, el FMI, el Banco Mundial, acuerdos bilaterales asimétricos y “cooperación en seguridad”. Mientras tanto, China despliega su propia estrategia pragmática, con swaps monetarios, inversiones en infraestructura y participación en sectores clave.

El caso argentino es un ejemplo paradigmático. A la presión de organismos multilaterales como el FMI y el Banco Mundial —históricamente funcionales a la política exterior estadounidense — se suma una renovada ofensiva para contener el avance de China en el Cono Sur. La administración Milei impulsa un alineamiento directo con Washington. Esto se refleja en la salida del país del BRICS, la ausencia en la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribe (CELAC), el distanciamiento de Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR), y un acercamiento al Comando Sur de Estados Unidos.

En paralelo, las relaciones con China siguen siendo indispensables. Sin swap chino, las reservas colapsarían. Sin inversión en obras, la infraestructura seguiría degradándose, como al parecer sucede. Y sin diversidad de socios, la capacidad de maniobra externa será nula.

La narrativa oficial que presenta a China como un régimen autoritario y a EE.UU. como “el faro de la libertad” ignora los costos estructurales de esa supuesta libertad: dependencia financiera del FMI, cesión de soberanía en materias primas, y subordinación diplomática.

Mientras tanto, otros países de la región exploran alianzas más pragmáticas. En el IV Foro China–CELAC:

– Brasil firmó acuerdos por 5.000 millones de dólares para producir combustibles sostenibles, autos eléctricos y centros de I+D con empresas chinas.

– Chile, a través del presidente Boric, defendió el Corredor Bioceánico Capricornio como respuesta a las amenazas de Trump contra Panamá y como vía estratégica entre Brasil, Paraguay, Argentina y Chile hacia Asia.

–  Colombia, con Petro, se sumó a la Ruta de la Seda, sin condicionalidades neoliberales.

América Latina se encuentra en una encrucijada histórica. Por un lado, el tutelaje estadounidense no ofrece estabilidad, pero reproduce una matriz dependiente y extractivista. Por otro, China propone inversiones directas y sin retórica moral, aunque también puede generar nuevas formas de subordinación si no se gestiona con autonomía. Ninguna de las opciones está libre de costos, pero una cosa está clara, la subordinación estructural al poder financiero y militar estadounidense no ha resuelto ninguno de los problemas fundamentales de la región —ni la pobreza, ni la deuda, ni la desigualdad -.

En este tablero de disputa global, los países latinoamericanos no pueden ser piezas pasivas. La defensa de sus recursos estratégicos, la regulación del capital transnacional, la protección de su recursos, la soberanía tecnológica y política son tareas urgentes.

Porque en una guerra híbrida, el primer paso para resistir es reconocer que se está siendo atacado.

Fuente: https://eltabanoeconomista.wordpress.com/2025/05/18/america-latina-la-guerra-secundaria/

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