Juegos Olímpicos 2024: ¿un rapto democrático?

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ENTREVISTA A JADE LINDGAARD

MARION BEAUVALET | LOUIS HARDY

Juegos Olímpicos 2024: ¿un rapto democrático?

La obra París 2024 – Una ciudad frente a la violencia olímpica (Paris 2024 – Une ville face à la violence olympique, Éditions Divergences), de la periodista Jade Lindgaard, expone las consecuencias de los Juegos Olímpicos en el departamento de Seine-Saint Denis: detrás de los discursos que prometen una recuperación para el departamento hay expulsiones y destrucciones en marcha. Esta contribución permite suscitar el debate, aún cuando la falta de deliberación democrática en torno a la acogida de tal evento hace complicada la organización de movilizaciones amplias.

En La naturaleza es un campo de batalla, Razmig Keucheyan utiliza el concepto de racismo ambiental. La organización de los Juegos tiene una incidencia sobre las ciudades (por ejemplo, ese intercambiador de autopistas cerca de una escuela en Saint-Denis) y sobre la población. Tú hablas de brutalismo y de injusticia medioambiental. ¿Cómo describir lo que está ocurriendo?

La organización de los Juegos de París, sus repercusiones sociales en la región limítrofe entre Saint-Denis, Saint-Ouen y L’Île-Saint-Denis, y las probables consecuencias sobre la población después de los Juegos, son asuntos de importancia. Lo que ocurre se puede asimilar a una forma de desposesión, una violencia social, incluso una violencia olímpica, como en el caso de la escuela Anatole France (Saint-Denis) que es un caso de injusticia ambiental. Es todavía demasiado pronto para decir que es racismo ambiental: hay que esperar sobre todo a conocer qué personas irán a habitar en el futuro.

Desde el comienzo de mi investigación sobre las instalaciones de la villa olímpica, tenía en la cabeza el racismo ambiental. Observaba las diferencias en cuanto a situación socio-económicaentre los habitantes de estos barrios, la situación de las personas racializadas, originarias del Africa subsahariana o del Magreb, ya fueran francesas o no. En esta mezcla de residentes, descendientes de primera o segunda generación de inmigrantes o nuevos llegados, percibía una marcada diferencia con las personas representadas en la publicidad de los promotores inmobiliarios para el futuro barrio, y con el nivel económico requerido para adquirir los apartamentos que se pondrán a la venta.

En 1982, una iglesia americana (la Iglesia Unida de Cristo) llevó a cabo una investigación autogestionada sobre el racismo ambiental. Fue en cierto modo la primera gran investigación sobre racismo ambiental en los Estados Unidos, donde una iglesia, con sus fieles, y un militante, realizaron un amplio censo de enfermedades en los guetos negros de ciudades americanas. Fue un buen ejemplo de la manera como, sin ser científicos o sin disponer de los recursos estadísticos del Estado, se podía poner de relieve un problema fundamental y sistémico de racismo y salud ambiental. Permitió establecer una relación entre el hecho de vivir en un barrio negro de una ciudad americana y los casos de cáncer, por ejemplo. Tenía esto en la cabeza, y al principio pensé hacer algo similar para la villa olímpica, mostrando entre otras cosas los apellidos que aparecen en los buzones de algunos inmuebles del barrio. Abandoné esta idea porque disponía de muy poco tiempo. Además, era una problemática demasiado importante para arriesgarse a tratarla de forma incorrecta.

Por eso no he utilizado el concepto de racismo ambiental. Creo que hay indicios que muestran que eso ocurre. Pero para poder afirmarlo hay que disponer de elementos factuales y demostrados. He preferido por tanto términos más generales, como la sustitución de población, la desposesión, la violencia social, la violencia simbólica. He citado la sustitución de población, que en sí es ya un concepto muy fuerte. Tengo que precisar que de las 1500 personas definitivamente privadas de su lugar de vida a causa de la organización de los Juegos Olímpicos, directa o indirectamente, la gran mayoría está racializada. He expuesto estos elementos con la idea de contribuir eventualmente a un posterior trabajo sobre el tema. Es una cuestión lo suficientemente grave y seria para ser tratada de manera muy objetiva.

Explicas que cuando comenzaste a escribir este libro no eras hostil a los Juegos, también que te movilizaste para salvar los jardines de Aubervilliers en 2018. ¿Cuál ha sido tu evolución respecto a los Juegos Olímpicos?

Para ser honesta, antes de comenzar a trabajar sobre los Juegos, no tenía en verdad una opinión tajante. No tenía una visión muy positiva. No era muy entusiasta sobre los Juegos Olímpicos, aunque los contemplo desde mi infancia: sin pasión, pero también sin animosidad. Cuando comencé a comprometerme en la defensa de los jardines obreros de Aubervilliers, en las primeras asambleas generales o en las reuniones donde algunos se expresaban en contra de los Juegos Olímpicos, yo no estaba de acuerdo. Me sentía desconectada políticamente, con un sentimiento confuso, distante respecto de los Juegos. Mi percepción de esta cuestión se desarrolló de manera progresiva y empírica a medida que iba profundizando en mis investigaciones y hacía frente a su organización. Mi punto de vista se ha construído con estas dos viseras, la de periodista investigadora sobre la preparación de las infraestructuras olímpicas, y la de habitante-militante que defendía un jardín.

Más tarde tuve relaciones tan diferentes como instructivas con la subprefectura, la alcaldía, la policía. Me sorprendió el carácter tan vertical del proceso que, una vez lanzado, se negaba en absoluto a adaptarse, rechazaba ceder, rechazaba suspender y no dejaba ninguna opción al cuestionamiento, ni siquiera parcial, de lo que se estaba organizando. Esta falta de cuestionamiento me llevó precisamente a tener una posición mucho más crítica hacia el proceso de los Juegos Olímpicos. Diría que la reconstitución histórica de la no-consulta a la población en el momento de la candidatura, puso los jalones de mi distanciamiento frente al proceso olímpico, reforzado después por la manera como se ha ejecutado esta instalación, rechazando escuchar a los habitantes que proponían contraproyectos, negándose a hacer el esfuerzo por adaptarse a lo que decían jardineros y jardineras cuando intentaban defender su jardín como un lugar de relaciones sociales, de subsistencia y de protección contra la canícula.

El comité de vigilancia JO 93 se constituyó muy pronto, no en oposición a los Juegos Olímpicos, sino como observador atento. Señaló en varias ocasiones que las instalaciones previstas podrían tener consecuencias negativas, lo cual fue tenido en cuenta por el CIO, aunque no por los electos. No sólo los habitantes, ni el comité de vigilancia JO 93, ni la FCPE o un pequeño grupo de la escuela Anatole France respecto a la autovía A86, han sido escuchados por los electos. Peor todavía, la situación da la impresión de que han sido tratados como enemigos políticos, lo que encuentro muy preocupante.

Hay una verdadera desviación democrática. Antes de los Juegos, no hemos podido debatir, no hemos podido expresarnos como habitantes para decidir si estábamos de acuerdo en acogerlos. Me parece llamativa la diferencia entre las consultas ciudadanas que se han organizado en París sobre cuestiones como la tarifa de los parkings para los SUV [vehículos todoterreno para andar por carretera] o la utilización de patinetes eléctricos, temas concretos de transporte cotidiano, y la ausencia de consulta sobre la organización de los Juegos Olímpicos de Paris 2024. Para mí se trata de un desvío democrático. A la gente no se le ha permitido pronunciarse. No sé cuál habría sido el resultado. Hay que destacar que en otras grandes ciudades internacionales donde estas consultas han tenido lugar la respuesta ha sido siempre negativa.

Como no ha sido así y tampoco ha sido tema de movilización de los habitantes, habrá que conservarlo en la memoria, si queremos hacer un balance de experiencia política de lo que ha ocurrido con los Juegos. Habrá que recordar este encaminamiento de la decisión política impuesta a los habitantes, como un criterio de crítica a estos grandes proyectos de instalaciones, que tienen muchas consecuencias. Pienso que la débil movilización contra los Juegos Olímpicos es consecuencia también del hecho de no haber habido consulta al inicio. El debate nunca ha sido construído. Los argumentos, tanto en apoyo como en oposición, nunca se han planteado claramente en el espacio público. Esto se resiente hoy día.

En tu introducción, presentas tu enfoque e insistes en que no es un libro contra los Juegos Olímpicos, sino una aclaración y una investigación sobre las injusticias ligadas a los Juegos Olímpicos. ¿Cómo explicas la necesidad de justificar tu enfoque para no aparecer como una militante anti-Juegos Olímpicos, la dificultad de tener un discurso crítico sobre los Juegos Olímpicos, sobre todo en la izquierda, sin ser percibida como una aguafiestas?

Es uno de los grandes retos políticos del año 2024. Es interesante intentar comprender por qué parece necesario precisar que no se está en contra de los Juegos Olímpicos. Es una cuestión de sinceridad respecto a mi propio itinerario. Además, yo no he escrito un panfleto, aunque reconozco que los panfletos pueden ser muy útiles a veces para interpelar políticamente. Yo quería escribir una investigación, porque deseaba producir algo accesible a todo el mundo y abrir la discusión a un público más amplio, incluyendo a quienes apoyan los Juegos, con el fin de animarles a mirar más allá de las apariencias y a examinar los arcanos del acontecimiento. Era una actitud sincera y transparente, así como una estrategia editorial. Me parecía importante subrayar esto, porque el espacio público y mediático actual parece todavía bastante homogéneo, con pocas voces críticas. Incluso hoy día, en el enfoque de los Juegos Olímpicos, son raras las críticas y se concentran en aspectos muy específicos.

Estas críticas se manifiestan, pero se oye muy poco sobre el principio mismo de estos Juegos, sobre la manera como han sido decididos y puestos en marcha. Es una forma de bloqueo del debate público, aunque no impuesto por el Comité Olímpico Internacional (CIO), ni por una dictadura que se abatiría sobre Francia desde el CIO. Se trata de un bloqueo compartido. Los organizadores de los Juegos, el COJO, la SOLIDEO, la Dirección Interministerial de Deportes, el Ministerio de Deportes, Matignon, el Eliseo, todo un aparato de Estado y político, han invertido políticamente años en el acontecimiento para el resplandor de Francia.

También está la actitud y el posicionamiento de los electos de Seine-Saint-Denis, tanto las alcaldías de Saint-Denis, Saint-Ouen, L’Ìle-Saint-Denis, así como Plaine-Commune (el organismo público territorial que agrupa a estos municipios y al departamento). Estos electos, mayoritariamente de izquierdas, son muy favorables a la organización de los Juegos, trabajan en concierto con los organizadores. Esta alianza se ha formado en torno a la promesa de un patrimonio y sobre todo de una compensación, ya que las inversiones públicas en Seine-Saint-Denis son históricamente inferiores a la media nacional y a otros departamentos, sobre todo en cuanto a servicios públicos fundamentales. Ante la infrainversión crónica, estos electos ven en los Juegos la ocasión para compensar sus déficits de equipamientos vitales para la región. Esta perspectiva ha sido defendida sobre todo por Patrick Braouezec antiguo alcalde de Saint-Denis y antiguo presidente de Plaine-Commune, que ha sido un actor fundamental en la organización de grandes acontecimientos deportivos en la región, y en particular en la construcción del Estadio de Francia en 1998, considerado como la primera piedra de esta gran instalación en la planicie de Saint-Denis y en la región circundante.

Esa fue la primera piedra. En aquella época, el discurso era muy claro. De hecho, fue abandonado el 93. Se construyó ese gran estadio que sería contemplado por miles de millones de personas en el mundo entero porque se trata de fútbol, y es una fuente de admiración para el departamento. Alrededor de ese estadio, vamos a construir un barrio de oficinas para estimular la actividad. Es lo que ha pasado hoy con la planicie de Saint-Denis. Cuando sales de la estación La Plaine-Stade de France del RER, puedes ver entre otras las sedes de Orange, de SFR. Lo que han decidido para la villa olímpica es su continuación. Fue explícitamente asumido por Patrick Braouezec cuando habló del segundo piso del cohete. Se trata de hacer despegar el 93, con una metáfora que resulta bastante brutal. Cuando se piensa en el despegue, el cohete sube muy alto, pero todo lo de abajo queda quemado. Se trata por tanto de un despegue muy intenso de un cohete, y es el segundo piso. Es un discurso en marcha desde hace mucho tiempo, que hizocaer en su momento al anterior alcalde de L’Ìle-Saint-Denis. Se trataba de un pequeño municipio, agradable, junto al Sena, un pequeño municipio dirigido durante mucho tiempo por un alcalde ecologista, Michel Bourgain, que se oponía a los grandes proyectos por razones ecologistas. Finalmente, se adhirió a la organización de los Juegos y propuso que su ciudad participase en ellos, acogiendo una parte de la villa olímpica. Por eso al comienzo de mi investigación quise reunirme con él. En su opinión, desde el momento en que Saint-Denis y Saint-Ouen aceptaban, veía claro que sería aplastado si lo rechazaba. Dicho de otra manera, todos los recursos se habrían dedicado a los municipios más importantes.

Respecto a Saint-Denis y Saint-Ouen, que cambiaron de mayoría política, es todavía diferente. Se encuentraesta presión por hacer subir cada vez más a Saint-Denis como una ciudad importante, de igual manera que ha sido candidata a ser la Capital de la Cultura, cosa que no ha obtenido. Se trata de la misma lógica: aumentar su notoriedad y su poder de atracción. Es un punto muy importante en todos estos discurso en torno a las metrópolis. Me ha llamado la atención el hecho de que todas estas personas, tanto los electos de la alcaldía de Saint-Denis, de L’Ìle-Saint-Denis, de Saint-Foy como otros, hablan siempre del desarrollo del territorio, lo que se considerado benéfico para Seine-Saint-Denis.

Hace algunas semanas, en el metro parisino, podían verse inmensos carteles proclamando que el Seine-Saint-Denis iba a acoger al mundo. El concepto de territorio es en realidad muy abstracto. ¿De qué territorio se está hablando exactamente? ¿Dónde comienza, dónde termina? El departamento de Seine-Saint-Denis es de hecho muy extenso, existen diferencias significativas entre barrios como los de Raincy y de Stains. Dicho de otra manera, y es lo que resulta problemático, se pretende hablar en nombre de un lugar en el que los habitantes están muy discriminados, pero la manera como se construye ese discurso tiende a despreciar a sus habitantes.

En cuanto al desarrollo territorial, es crucial distinguir dos enfoques fundamentalmente diferentes. Por una parte, el enfoque que gira en torno al crecimiento económico, que pretende aumentar el PIB y las actividades económicas, de cualquier tipo. Por otra parte, el enfoque de la justicia ambiental, defendida por muchos movimientos sociales, sobre todo en los Estados Unidos desde los años 1970. Este enfoque consiste en partir de las necesidades y de los deseos de los habitantes de un barrio para construir juntos proyectos que puedan reparar las discriminaciones y las desigualdades existentes. Se trata por tanto de un enfoque ascendente, partiendo de la base para concluir en un mejor-estar colectivo. Es evidente que estas dos lógicas son diametralmente opuestas, y que la lógica de los grandes proyectos está en contradicción con la lógica de la justicia ambiental, que tiene en cuenta las necesidades de los habitantes.

Este discurso sobre el desarrollo territorial parece, desde muchos puntos de vista, parcial, incluso unilateral. No considerando más que una parte de los retos, resulta posible justificar la construcción de una villa olímpica destinada a personas exteriores al territorio, en detrimento de los actuales habitantes. Esta visión puede ser aceptada en nombre de la imagen de la ciudad o de sus ingresos fiscales, sin tener en cuenta las consecuencias sociales y ambientales. Es difícil separar estos retos, tanto más cuando el discurso en favor de los Juegos Olímpicos, presentado como progresista, sigue teniendo un gran impacto.

Calificas la economía de los Juegos Olímpicos como economía disfuncional. En apoyo de tu definición, utilizas trabajos de investigadores de Oxford sobre los megaproyectos: ¿puedes explicarnos el hecho de que los Juegos engendran sistemáticamente enormes sobrecostes?

Economistas de los grandes proyectos han demostrado que, desde 1968, todos los Juegos Olímpicos, ya sean de invierno como de verano, han desbordado siempre su presupuesto. En el caso de los Juegos Olímpicos de 2012 en Londres, por ejemplo, en una ciudad bastante comparable con París, el presupuesto resultó al final muy superado. Lo interesante es buscar las causas. Los investigadores dicen que hay distintas razones ligadas a la naturaleza misma del proceso olímpico. La primera es el retraso: no se puede no estar preparados para la fecha. A partir del momento en que una variable no puede cambiar, todas las otras variables son flexibles, comenzando por el coste. Si lo más urgente es conseguir acabar los trabajos, se estará dispuesto a gastar más, a emplear a más genta, a hacerles trabajar más tiempo, para que las cosas estén terminadas en el tiempo deseado.

La segunda razón es el síndrome del debutante: organizar unos Juegos Olímpicos es algo muy excepcional para un país y para una ciudad.En Francia, la última organización de Juegos de verano se remonta a 1924. En Los Ángeles, que los va a organizar de nuevo en 2028, ya los acogió en 1984, una cosa nunca vista en la historia moderna. El problema que todo esto plantea es la falta de hábito y de experiencia. En Francia, por ejemplo, tenemos la costumbre de construir autopistas, puentes, metros, aunque constatemos también retrasos en el proyecto Grand Paris Express. Las centrales nucleares son también otro buen ejemplo. No se ha construído ninguna en estos años, y ahora hay años de retraso en las obras del EPR de Flamanville. Estos grandes proyectos son muy complejos, a causa de los parámetros y las muchas cosas a controlar de forma simultánea… Existen tantos parámetros sociales, económicos, humanos durante la fase de concepción, la fase de construcción, la fase de explotación…

A esto se añaden otros elementos, como los precios de las materias primas, la inflación, la crisis de la covid, la guerra en Ucrania, que engendran incertidumbres. A pesar de toda la ingeniería desarrollada, todo el poder público, todo el dinero invertido, el presupuesto de cerca de 9.000 millones de euros es ya considerable. Es tal vez aquí, y digo tal vez, donde el CIO no cumple suficientemente su papel de transmisión de buenas prácticas de un país a otro, aunque ha intentado hacerlo, aunque hay pliegos de condiciones, e incluso ha pedido a las ciudades huéspedes que construyan lo menos posible. París, por ejemplo, construye poco, mucho menos que Londres, y construirá aún menos que Los Ángeles en 2028, y detrás de ello está la idea de que si se construye menos habrá menos retraso.

Esto nos lleva al tercer punto que, en mi opinión, es el más interesante: la cuestión de la escala. Los Juegos Olímpicos corresponden a una escala gigantesca, lo que es contradictorio el respeto a un verdadero presupuesto carbono, con la protección de los ecosistemas, y también con las apuestas por una buena administración, una buena gestión de manera democrática y transparente. El Tribunal de Cuentas, que ya ha publicado dos informes sobre el presupuesto de los Juegos Olímpicos, se apresta a publicar un tercero, sobre el patrimonio, que será interesante de leer para comprender hasta dónde tiran del hilo.

El Tribunal de Cuentas escribió el año pasado que las cifras no estaban claras, ni sobre el coste final para los poderes públicos, ni sobre el aumento de costes en el curso del proyecto. Escribió incluso que había una subestimación de costes en las primeras versiones de los proyectos de París 2024. Muy lejos de la promesa inicial de que los Juegos serían positivos para el clima y debían costar a los franceses, si no nada, como se planteaba al comienzo del proyecto, al menos poco, los organizadores han echado un poco de agua a su vino y reblandecido su slogan. La opacidad de la organización y esta dificultad para reconocerse en ella son también la consecuencia del miedo a aumentar los gastos y por tanto al desborde presupuestario.

Dan la impresión de no querer mostrar demasiado los riesgos de desbordamiento presupuestario por miedo a que esto alimente la crítica de los anti-Juegos Olímpicos, pero se podría decir por el contrario que gracias a la transparencia se pueden conseguir tal vez compromisos presupuestarios -y además ya se han realizado. Se habla mucho de la villa olímpica pero hay una parte de la ciudad de los medios de comunicación construída en Dugny. La han cortado en dos. No han construído más que la mitad de lo previsto. Otro ejemplo interesante es el centro acuático olímpico, inaugurado por Emmanuel Macron el jueves 14 de abril, que es mucho más pequeño que el proyecto inicial.

París era la única ciudad en liza para estos Juegos, los de 2030 [Juegos de invierno] parecen atraer poco. ¿Cómo se explica este desinterés? Cuentas que varias ciudades han desistido tras la organización de referéndums. ¿Puedes explicarnos la génesis de esta candidatura y de esta victoria sin competición? Calificas al CIO de «rareza democrática»: ¿qué es esta institución que apenas conocemos?

Cuando París fue escogida para acoger los Juegos en 2017, era la única ciudad candidata. Algunos meses antes, se había concluído un acuerdo por Los Ángeles para repartirse los años: París en 2024 y Los Angeles en 2028. Es interesante entender cómo se llegó a esto. En primer lugar, las otras ciudades que habían contemplado presentarse para 2024 retiraron poco a poco su candidatura, bien como consecuencia de referéndums, como Hamburgo y Munich, o a causa de movilizaciones ciudadanas, como Boston, con un movimiento denominado No Boston Olympics, impulsado por arquitectos y urbanistas. Este movimiento planteó preocupaciones muy similares a las que hoy día emergen con París 2024, sobre todo la ide de que la instalación urbana no debería estar dictada por los visitantes, sino por los habitantes. Esto resume bien la dimensión extractivista de un gran proyecto como los Juegos Olímpicos. La ciudad de Roma se retiró de la carrera porque la candidata a la alcaldía, Virginia Raggi, procedente del movimiento 5 estrellas, había anunciado en su programa su oposición a los Juegos Olímpicos. Una vez elegida, retiró la candidatura de Roma. No lo voy a presentar como un ejemplo de democracia, puesto que hubo después problemas de corrupción.

Muchas ciudades temían los desbordes presupuestarios, que fue uno de los argumentos principales de los movimientos de oposición a los Juegos Olímpicos en distintas ciudades: «esto va a costar mucho, y no tenemos los medios». ¿Por qué entonces París se mantuvo como candidata? Hay que invertir la pregunta. Inicialmente la alcaldesa de París, Anne Hidalgo, se oponía a los Juegos. Después, en 2015, el Presidente de la República Francesa François Hollande ejerció presión para que París se presentase candidata. ¿Por qué el poder socialista quería que París fuera candidata?

En primer lugar, los atentados de 2015. Antes de ellos, París ya era candidata. Después, hubo una voluntad de no dejarse abatir ante el terrorismo. También, la voluntad de hacer brillar a Francia a escala internacional, sobre todo a través de acontecimientos prestigiosos como los Juegos Olímpicos o la COP21. Hay también una tendencia creciente de las ciudades a jugar un papel de importancia en la escena internacional -lo que corresponde a la agenda de desarrollo y crecimiento. En fin, probablemente también había retos personales para Anne Hidalgo, que pensaba presentarse a las elecciones presidenciales. La candidatura a los Juegos podía constituir un medio para reforzar su posición. En 2017, París fue escogida para acoger los Juegos, lo que suscita preguntas sobre los procesos de decisión y sobre quién las toma, así como sobre las motivaciones que hay detrás de estas decisiones.

El CIO es quien decide. Es otra paradoja de esta historia, la de la comunidad internacional olímpica, una asociación con base en Lausanne, en un edificio impresionante, con escaleras en forma de anillo olímpico. A pesar de su talla modesta, el CIO es sin duda una de las instituciones más poderosas del mundo. El CIO decide qué cidad organizará los Juegos, qué patrocinadores tendrán el privilegio de figurar entre los sponsors premium. Es un círculo muy cerrado, cuyas modalidades de acceso y costes son por lo general desconocidos para el público. El CIO también fija el pliego de condiciones de la organización de los Juegos, incluyendo criterios como la villa olímpica, la construcción de una gran piscina y de un gran estadio.

Todos los Juegos Olímpicos se traducen en importantes proyectos de acondicionamiento urbano y en sus consecuentes operaciones inmobiliarias, ya que su organización necesita la construcción de numerosas infraestructuras. Los Juegos son mucho más que un simple acontecimiento deportivo; desde hace décadas, son también oportunidades de instalación urbana, de actividad económica. El CIO no está sometido a ningún control externo, no teniendo que rendir cuentas a órganos elegidos o a instancias de verificación de cuentas. Gestiona él mismo su consejo de administración y sus presidentes, sin ninguna obligación de transparencia democrática. Esta opacidad suscita preguntas sobre la naturaleza democrática del proceso de decisiones del CIO, una pequeña asociación capaz de dictar plazos a los Estados y de organizar uno de los acontecimientos más mediatizados del mundo, aunque en un relativo secreto.

Explicas que «las obras aceleran y refuerzan una revalorización inmobiliaria que también tiene otras causas» (pg- 103), hablas de 1500 personas desplazadas a causa de los Juegos en Seine-Saint-Denis, de dos millones de desplazados desde final de los años 1960. Son datos que se han resaltado poco, ¿podrías hablarnos de ellos?

Las instalaciones ligadas a los Juegos Olímpicos van de la mano con una importante ruptura social, completamente invisibilizada. Si tomamos el ejemplo de la villa olímpica, hay muchas personas que han perdido su vivienda de manera definitiva, en relación directa o indirecta con los Juegos Olímpicos.

He hecho una estimación, minimalista, de 1500 personas desalojadas de manera directa o indirecta por los Juegos. Por ejemplo, están los hombres que habitaban en una residencia de trabajadores migrantes, que se encontraba en el perímetro de la villa olímpica. Fue demolida. Los habitantes fueron desplazados, evacuados de su domicilio. Aunque la policía no vino a echarlos de su vivienda, estas personas fueron temporalmente realojadas en dos edificios diferentes a la espera de un realojo definitivo que deberá tener lugar después de los Juegos Olímpicos, aunque no en la villa olímpica. Se trata de unas 300 personas.

Otras 400 personas aproximadamente residían en el squat [edificio ocupado} Unibéton, al borde de otra parte de la villa olímpica. Fueron expulsados en la primavera de 2023. Se trataba en casi todos los casos de personas sin papeles, por tanto sin ningún realojo para ellas. Y por último los habitantes de la ciudad Marcel-Paul de L’Île-Saint-Denis. Su situación es diferente y me parece muy emblemática de lo que ocurre aún estando completamente invisibilizada. La ciudad Marcel-Paul es una zona de viviendas sociales en L’Île-Saint-Denis, en parte abandonada por su propietario (hoy día Seine-Saint-Denis Habitat) y hundida en las dificultades sociales y económicas, convertida desde hace años en un importante lugar de tráfico de droga. Es un lugar marcado por la violencia y las dificultades, pero también por un gran solidaridad. Esta ciudad estaba afectado por un proyecto de renovación urbana del ANRU, iniciado antes de la atribución de los Juegos, con el objetivo de realojar a una parte de sus habitantes, en particular los de las tres torres que la componen.

Desde que se atribuyeron los Juegos a París, se aceleró el proceso de renovación urbana. Se sobreentendía, en muchos informes, que la ciudad Marcel-Paul no debía mantenerse en su estado actual durante los Juegos. Aunque no directamente adyacente a la villa olímpica, está muy cerca. La presencia de esta ciudad como vitrina de la miseria social o como punto de distribución de drogas no era compatible con el nivel de seguridad previsto en L’Île-Saint-Denis para los Juegos.

Todo el proceso de renovación urbana tuvo que ser acelerado. Estos habitantes, en muchos casos gentes que viven bajo presión, se vieron empujados a encontrar lo más rápido posible una vivienda a la que mudarse. En la precipitación, hubo ofertas que no correspondían a la ley, a las reglas del realojo ANRU: apartamentos demasiado caros o demasiado lejanos, y sobre todo gente sometida a una presión terrible. Esto continúa, porque una parte de ellos ha sido realojada, pero las situaciones más difíciles no han sido resueltas. Sus derechos como arrendatarios, derecho a viviendas sociales, no siempre han sido respetados.

Esto ha creado la terrible sensación de verse expulsados para los Juegos Olímpicos. Son cosas que he oído muchas veces: «no quieren que se vean nuestras caras durante los Juegos Olímpicos, se nos haexpulsado a causa de los Juegos». Dicho con tristeza, cólera, amargura, por estas personas. Escribí un artículo sobre ello en Mediapart[1]. El alcalde de L’Île-Saint-Denis, Mohamed Gnabaly, sacó un comunicado diciendo que era mentira, una intoxicación por nuestra parte, fue muy agresivo en su comunicación. Se trataba sin embargo de expresiones dichas por habitantes, no todos los habitantes piensan que han sido echados a causa de los Juegos, pero algunos sí lo piensan. La razón de esta crispación de la alcaldía es el posicionamiento de los alcaldes de izquierda ante los juegos. Quieren que esto sirva para el desarrollo del territorio, y resulta que hay un lugar con gente que tienen que ser expulsada por el acontecimiento olímpico, se quiera o no; gente que no podrá volver después, que no podrá vivir allí, y que es de alguna manera víctimade este proceso de acondicionamiento.

Por eso he citado la sensación de desposesión que he notado de su parte: viven en un barrio desde hace décadas, ya sea en la residencia de trabajadores ADEF o incluso en Marcel-Paul. Esta forma de violencia social es amplificada por la falta de visibilidad que rodea este proceso de desposesión, como si pasase desapercibido. Incluso hoy, sigue siendo muy desconocido. ¿Estáis informados de la visita de Emmanuel Macron a la villa olímpica, que inauguró hace algunas semanas? En esta visita oficial estaban presentes todos los «jefes de los Juegos Olímpicos»: el prefecto de Saint-Denis, el director general de la SOLIDEO, Nicolas Ferrand, el presidente del COJO, Tony Estanguet, y el alcalde de Saint-Denis, Mathieu  Hanotin. Según ellos, esta organización está orgullosa por el hecho de que no ha habido expropiaciones. Es completamente exacto: no ha habido expropiación en el sentido de que los propietarios hayan sido forzados a ceder su vivienda, como se ha producido por ejemplo en el Grand Paris Express, tal como relata el libro de Anne Clerval y Laura Wojcik, Los náufragos del Grand Paris Express[2]. Ciertamente, no ha habido expropiación, pero ha habido expulsiones. Y esto, en cambio, no ha sido en absoluto mencionado. Esta declaración me ha indignado, porque muestra claramente que ellos desearían que nadie hubiera sido obligado a irse a causa de los Juegos. Y pone en cuestión su narración política y su discurso, mostrando la falta de compromiso democrático en la candidatura de París 2024. Nada impedía a París comprometerse, en el momento de su candidatura, a que nadie fuera expulsado, desalojado o perdiera su vivienda. Pero no se tomó este compromiso, cuando situaciones similares a las que he descrito para París 2024 ya se habían producido en Londres en 2012.

Ha ocurrido lo mismo en todas las ciudades que han organizado Juegos: fue terrible con destrucciones enteras de barrios en Río, cerca de un millón de personas fueron desplazadas en Pekín, e incluso en Barcelona 1992, descrito siempre como el ejemplo virtuoso, hubo campamentos de gitanos destruidos. Quiero decir por tanto que es un fenómeno sistémico y está lejos de ser una sorpresa porque está ligado a la forma como se organizan los Juegos. Por eso comencé a trabajar sobre estos Juegos desde 2018, comencé a ir a ese territorio diciéndome que había que documentar lo que había en ese momento.

Desde el anuncio de los Juegos se montaron colectivos, después durante la movilización contra la reforma de las pensiones se vio florecer el slogan «ni retiro ni juegos olímpicos», más tarde se organizaron colectivos (como Saccage 2024 -Saqueo 2024). Se está organizando ya la movilización ante los Juegos de invierno, sobre todo por la incidencia que tendrán sobre la montaña ya dañada por la actividad humana y el fundido de los glaciares. ¿Tienen todavía algún sentido esos acontecimientos en el momento en que las urgencias ecológicas y sociales se multiplican y son cada vez más agudas?

A todo lo que acabo de decir sobre el rapto democrático y la rotura social se añade el aspecto ecológico,del que hemos hablado menos, aunque se ha citado la destrucción de una parte de los jardines de Aubervilliers, la construcción de una villa olímpica, de la ciudad de los medios de comunicación en el parque Georges Valbon, donde se celebraba la fiesta de l´Humanité [periódico del partido comunista]. En fin, la organización de un acontecimiento que debe hacer venir a 13 millones de personas, una gran parte en avión, forma parte de los numerosos atentados medioambientales de estos Juegos.

Cuando se tiene el objetivo de reducir drásticamente nuestras emisiones de gas de efecto invernadero, incluyendo en el transporte aéreo, y cuando París tiene un plan climático en el que la ciudad se compromete a reducir sus emisiones, se organiza un acontecimiento que representa todo lo contrario a estas promesas. Es verdad que se construyen pocas nuevas infraestructuras, pero se construyen pese a todo infraestructuras gigantescas, como la piscina de Saint-Denis o incluso una villa olímpica cuando existen tantos alojamientos en París. Es un acontecimiento que representa un atentado a la sobriedad, en el sentido de que todas las escalas son enormes, incluso desmesuradas, para los Juegos Olímpicos.

Este gigantismo se encuentra en particular en la pasarela, con una anchura como doce autopistas, que unirá la piscina de Saint-Denis con el Estadio de Francia. En su filosofía, tiene algo verdaderamente antinómico con la sobriedad necesaria ante el cambio climático. No comprendo muy bien cómo ese gigantismo olímpico es compatible con el planeta y la necesidad de reducir nuestro impacto medioambiental. Mejor que continuar organizando acontecimientos desde el exterior sería intentar volver de forma forzada a los criterios sociales y ambientales, estamos en un momento en que habría que decirse que ya no se construye más.

Dejar de construir, ocupar y habitar al máximo lo que ya está construído, y si hay absoluta necesidad de construir otra cosa, se construye, pero en un segundo momento, es decir una especie de revolución copernicana ecológica. En vez de partir de la idea de que construir y hacerlo de manera ecológica, utilizando madera, sin climatización, etc., habría que partir de lo que ya existe y ver lo que se puede hacer con ello. El compromiso del COJO y del CIO de emitir dos veces menos CO2 que Londres en 2012 no está en absoluto a la altura de lo que habría que hacer hoy.

Considerando uno tras otro los argumentos democráticos, sociales, ambientales, todo hace pensar que los Juegos Olímpicos, tal como están organizados hoy, no son en absoluto compatibles con nuestra situación humana actual. Y una vez dicho esto, ¿qué hay que hacer? ¿Hay que parar los Juegos Olímpicos? No lo sé. Me digo que hay otras muchas maneras posibles de hacerlos. Por ejemplo, si los Juegos Olímpicos dejasen de ir de una ciudad a otra, habría menos construcción. Habría un lugar, sólo uno, donde esto ocurriría.

Podemos también imaginar que no todo el mundo esté obligado a estar en el mismo lugar en el mismo momento, o incluso que haya menos deportes. Hay muchas pistas, hay mucha gente que trabaja mucho mejor que yo sobre estos temas. Pero en todo caso, para terminar, si se cree en nuestra demostración de que, por razones democráticas, sociales y ambientales, los Juegos tal como se organizan hoy no son compatibles con las exigencias de nuestra época, entonces continuar organizándolos como si no se estuviera en esta época es hiper-problemático.

Es un problema porque desde un punto de vista filosófico y político hace pensar que podemos continuar como antes. Por eso, aparte de todos los aspectos franceses y parisinos de París 2024, pienso que hay cifras políticas, sistémicas, que valen para todo el mundo. Nos tranquilizamos en cierta manera por los pocos gastos, ¿pero hasta cuándo se puede seguir tranquilizando por pocos gastos? ¿Una ola canicular como la de otros veranos, sería una señal suficiente sobre el carácter inmantenible de nuestro sistema? Encuentro la única señal para los Juegos de 2030. Se ve una verdadera movilización en torno a la candidatura de Francia para los Juegos de invierno. Hay una crítica mucho más importante de la habida contra París 2024, y esta crítica se plantea a la vez por asociaciones ecologistas y por deportistas.

En particular, Stéphane Passeron ha tomado la palabra[3] para decir que no había que hacer estos Juegos en nombre de la protección de la montaña, un ecosistema muy frágil, muy afectado por el cambio climático. Organizar allí los Juegos llevaría a reforzar el turismo masivo y la industrialización de la montaña. En este caso concreto, el argumento ambiental ha sido asumido por un gran número de personas que aman estos paisajes y la vida que allí se encuentra. Hay que constatar que esta crítica no ha tenido por ahora mucha influencia sobre la candidatura, puesto que, de nuevo, Francia es el único país candidato para los Juegos de invierno de 2030. El reto es por tanto mantener viva esta discusión hasta la designación.

Tu libro se abre con un preámbulo: los Juegos han dejado infraestructuras, el ecosistema se ha mantenido intacto, las políticas liberticidas y en particular la vigilancia han desaparecido. Sin hacer política ficción, a la vista de lo que has estudiado, ¿cuál será la incidencia de estos Juegos?

Se puede temer la permanentización de los problemas inducidos por los Juegos Olímpicos: París 2024 podría justificar sus construcciones y sus instalaciones en nombre de su durabilidad ecológica. Sin embargo, el riesgo no es sólo que se perpetúen los edificios, sino también el modo de vida que los acompaña. Esto incluye tambiénel reforzamiento de las medidas de seguridad, con la instalación de numerosas cámaras de videovigilancia en Saint-Denis. Existe también el riesgo de una gentrificación agresiva, con la llegada de nuevos residentes a la villa olímpica.

Además, está el riesgo de que se perpetúe un modelo de ciudad ampliamente financiado por el sector privado (la villa olímpica supone una inversión de 2.000 millones de euros, de los cuales el 78% proceden del sector privado). Es una ciudad coproducida por el Estado y los inversores inmobiliarios, con el objetivo de conseguir beneficios a largo plazo. Esto representa una extensión del capitalismo urbano. Existe el riesgo de que, a pesar de los discursos que alardean de este barrio como una vitrina del saber-hacer francés en materia de urbanismo, perpetúe también un ritmo desenfrenado de construcción de barrios. La metrópoli parisina está rodeade de numerosos terrenos vacíos, y si el modelo se generaliza, podría plantear problemas democráticos, sociales y ambientales. Es una hipótesis a tener en consideración.

ContreTemps

Traducción: viento sur

Notas
[1]Jade Lindgaard, À l’Île-Saint-Denis : «Ils ne veulent pas voir nos visages pendant les JO», Mediapart, 26 de julio de 2023.

[2] Anne CLERVAL, Laure WOJCIK, Les naufragés du Grand Paris Express, Paris, La Découverte, 2024

[3] «Ces JO 2030 ne sont ni souhaitables ni tenables», Politis, 6 de marzo de 2024

https://vientosur.info/juegos-olimpicos-2024-un-rapto-democratico

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