
¿Cómo pasó el fútbol de ser un pasatiempo obrero a un negocio multimillonario? ¿Puede el fútbol recuperar su esencia como espacio de identidad y resistencia?
El fútbol nació en Inglaterra, en sus fábricas y en las calles de los barrios de clase trabajadora. Pero hoy se ha convertido en un lucrativo negocio dominado por magnates y grandes corporaciones. ¿Cómo ha cambiado la relación entre el fútbol y la identidad obrera? ¿Existe alguna esperanza de recuperar el espíritu comunitario del juego? ¿Qué nos cuenta el fútbol sobre la historia de la clase obrera? ¿Ha sido el fútbol un escape o una herramienta de control social?
POR ADAY QUESADA PARA CANARIAS SEMANAL.ORG
El fútbol, tal como lo conocemos hoy, tuvo su origen en Inglaterra en el siglo XIX, cuando se establecieron las reglas oficiales del juego. Sin embargo, si hablamos de prácticas similares al fútbol, la historia es mucho más amplia y difusa.
Diferentes culturas a lo largo de la historia han jugado versiones primitivas de un deporte donde se golpeaba un balón con los pies. En China, por ejemplo, existía el cuju, un juego de pelota practicado desde la dinastía Han (siglo II a.C.).
En Mesoamérica, las civilizaciones precolombinas tenían el tlachtli, un juego de pelota con profundas implicaciones religiosas y sociales. En la Edad Media europea, había juegos populares como la soule en Francia y el calcio storico en Italia, donde la pelota se disputaba con manos y pies en medio de caóticas batallas campales.
Lo que hizo que Inglaterra fuera calificada como el país «origen» del fútbol moderno fue la sistematización del juego. A mediados del siglo XIX, en los colegios y universidades británicas se practicaban diferentes variantes de juegos de pelota con reglas poco claras.
Para poner orden, en 1863 se fundó la Football Association (FA), que estableció las primeras reglas oficiales del fútbol asociación (association football), diferenciándolo del rugby.
Por lo tanto, aunque la idea de un juego de pelota es milenaria y global, el fútbol como deporte reglamentado y organizado nació en Inglaterra.
El fútbol inglés: un reflejo de la historia de la clase trabajadora
Desde sus inicios, el fútbol en Inglaterra ha estado profundamente ligado a la clase trabajadora y a su evolución histórica. Lejos de ser solo un deporte, ha servido como un reflejo de los cambios sociales, económicos e industriales que han transformado al país. La relación entre los clubes y las fábricas, el auge y declive de las comunidades obreras, y la gentrificación del fútbol moderno son temas que invitan a cuestionar hasta qué punto el deporte sigue siendo un espacio de resistencia y organización colectiva.
Los orígenes industriales del fútbol
La conexión entre el fútbol y la industria se remonta a finales del siglo XIX, cuando los clubes emergieron en entornos fabriles y mineros. No es casualidad que muchos equipos aún conserven nombres o apodos que remiten a su pasado laboral: los «Potters», los «Hammers», los «Bullets» y los «Colliers» son ejemplos de clubes cuya identidad está directamente vinculada a oficios industriales.
Esta relación no estuvo exenta de contradicciones. Las fábricas y los empresarios que impulsaron el fútbol lo hicieron en un contexto de explotación laboral, donde el deporte funcionaba tanto como un entretenimiento para los trabajadores como un mecanismo de control social. El fútbol ofrecía una válvula de escape: 90 minutos alejados del trabajo, un momento de libertad dentro de una vida rutinaria marcada por la precariedad.
Deporte, poder y transformación social
Desde sus inicios, el fútbol ha sido un campo de disputa entre la clase trabajadora y las élites económicas. En sus primeras décadas, los partidos se jugaban en las calles y eran percibidos por las clases dominantes como una amenaza al orden social. Con el tiempo, se impusieron reglas y restricciones, transformando el juego en un espectáculo regulado y comercializable.
A medida que el fútbol ganaba popularidad, su financiamiento se volvió un tema central. En la Inglaterra victoriana, algunos clubes ya recibían respaldo de empresarios y propietarios de fábricas. Con el tiempo, las inversiones crecieron, y el juego dejó de ser un pasatiempo obrero para convertirse en un negocio multimillonario.
Este proceso se aceleró con la desindustrialización de las décadas de 1980 y 1990. A medida que las fábricas cerraban y las comunidades obreras quedaban devastadas, el fútbol empezó a distanciarse de su base tradicional. Los estadios históricos fueron demolidos, los precios de las entradas subieron y el acceso al deporte se restringió a quienes podían costearlo. Lo que antes era un espacio de identidad colectiva y resistencia pasó a estar cada vez más controlado por patrocinadores corporativos, magnates del petróleo y empresas de apuestas.
La gentrificación del fútbol y sus efectos
El fútbol inglés ha sufrido una transformación radical en las últimas décadas. Mientras que antes los estadios eran espacios de encuentro para los trabajadores, hoy los precios de las entradas han alcanzado cifras exorbitantes.
Clubes que históricamente representaban a sus comunidades han sido adquiridos en la actualidad por multimillonarios extranjeros, perdiendo parte de su identidad en el proceso.
Sin embargo, a pesar de esta mercantilización, el fútbol continúa siendo un elemento central en muchas comunidades. Existen ejemplos de activismo de base y de clubes gestionados por sus propios seguidores, que buscan recuperar el espíritu original del juego. Estas iniciativas han demostrado que el fútbol aún puede ser una herramienta para la organización social y la resistencia contra el modelo capitalista neoliberal.
¿Un resurgimiento del fútbol como espacio de lucha?
A pesar del impacto del capitalismo sobre el fútbol, hay señales de que el deporte sigue conservando su potencial como espacio de organización y resistencia. En los últimos años, ha surgido un interés renovado por los clubes comunitarios y el fútbol semiprofesional, donde todavía es posible encontrar la esencia del juego obrero.
Muchos aficionados han optado por alejarse de los grandes clubes para apoyar equipos locales, donde la relación entre los hinchas y el club sigue siendo auténtica. Algunos equipos han adoptado modelos de propiedad colectiva, devolviendo el control del club a sus seguidores y fortaleciendo el vínculo con la comunidad.
Además, el fútbol ha servido como plataforma para expresar preocupaciones sociales y políticas. Desde protestas contra la subida de precios hasta campañas en defensa de los derechos laborales, el deporte ha demostrado que aún puede ser un espacio de lucha.
El fútbol como herramienta de cambio social
A lo largo de su historia, el fútbol ha sido un espejo de las transformaciones sociales. Desde sus raíces industriales hasta su conversión en una industria global, ha reflejado los cambios en la economía y en la vida de la clase trabajadora.
A pesar de los intentos del capital por apropiarse del juego, la pasión y la identidad colectiva que lo rodean siguen siendo fuerzas poderosas. Si bien el fútbol moderno está lejos de ser el deporte de los obreros que fue en sus inicios, las iniciativas de base y la organización comunitaria muestran que aún hay espacio para la resistencia.
La pregunta clave es: ¿puede el fútbol recuperar su papel como un espacio de lucha y organización obrera en el siglo XXI? La respuesta dependerá de la capacidad de los aficionados y las comunidades para reclamarlo como suyo, resistiendo la mercantilización y construyendo alternativas que devuelvan el juego a sus raíces populares.
FUENTES CONSULTADAS
Historia social del fútbol en Inglaterra – Investigaciones sobre la relación entre el fútbol y la clase obrera.
El impacto de la desindustrialización en las comunidades futboleras – Artículos académicos y reportajes sobre la transformación del deporte.
El fútbol y el capitalismo – Análisis sobre la mercantilización del fútbol y la gentrificación de los estadios.
Movimientos de base en el fútbol – Casos de éxito de clubes gestionados por la comunidad.