El pasado 28 de marzo se cumplieron 78 años de la muerte del poeta Miguel Hernández* (1910-1942).
En los años treinta se produce una rehumanización de la poesía de Miguel Hernández, especialmente en la poesía compuesta durante la Guerra Civil. La de estos años es una poesía abiertamente comprometida, en la que se pasa de la intimidad lírica, del yo, al nosotros de la colectividad de la que precisamente surge el poeta, como expresa Miguel Hernández en la dedicatoria a Vicente Aleixandre* de su libro Viento del pueblo (1937):
Vicente: a nosotros, que hemos nacido poetas entre todos los hombres, nos ha hecho poetas la vida junto a todos los hombres. Nosotros venimos brotando del manantial de las guitarras acogidas por el pueblo, y cada poeta que muere deja en manos de otro, como una herencia, un instrumento que viene rodando desde la eternidad de la nada a nuestro corazón esparcido.
El poeta, comprometido con la causa republicana, se alista como voluntario y recorre los frentes organizando actividades culturales y recitando versos. Así nace Viento del pueblo, en cuyos poemas el poeta quiere ser la voz de todos los hombres, pues para Miguel Hernández la poesía nace del pueblo y es el poeta quien convierte la voz del pueblo en materia poética, como se desprende de estas palabras del prólogo: «Los poetas somos viento del pueblo: nacemos para pasar soplando a través de sus poros y conducir sus ojos y sus sentimientos hacia las cumbres más hermosas «.
Está compuesto por veinticinco poemas que surgen al hilo de los acontecimientos y se
publican en diferentes revistas antes de ser reunidos en el libro. Escritos en los primeros meses de la contienda, en ellos predomina el entusiasmo, el optimismo, la confianza en la victoria. El libro se abre con «Elegía primera», dedicada a Federico García Lorca*, y continúa con un conjunto de composiciones en las que abundan las de tono épico y combativo, pero no faltan intensos poemas de amor como la «Canción del esposo soldado». Alternan las composiciones en versos octosílabos (sobre todo romances), tan abundantes en la poesía popular, con las composiciones en versos largos, de ritmo lento e incluso solemne, preferentemente alejandrinos. El lenguaje es sencillo y directo, pero conserva expresivas imágenes, así como diversos recursos característicos de su poesía.
El poema elegido, que da título al libro, fue publicado por primera vez el 2 de octubre de 1936 en la revista El Mono Azul. Se trata de una arenga, una llamada a los diferentes pueblos de España (citados en una larga enumeración) en respuesta a aquellos que «quieren echar un yugo sobre el cuello de esta raza». El toro, símbolo recurrente en la poesía hernandiana, se convierte aquí, junto al águila y el león, en símbolo del valor y de la rebeldía contra el opresor, y se opone al buey, representación de quienes se conforman con vivir bajo el yugo de la dominación.
El poema gozó de enorme popularidad en nuestro país durante los años setenta del pasado siglo, a lo que contribuyeron las versiones de algunos grupos musicales como ‘Los lobos’ o ‘La bullonera’.
Tomado de: http://elhacedordesuenos.blogspot.com/