Un hijo desobediente por Juan Antonio Alix

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Juan Antonio Alix

Un hijo desobediente

Que fué a una fiesta en contra del
gusto de su padre
A mi amigo el Gral. Pedro M.
Espaillat. Santo Domingo.

Hoy también contar me toca

Otro caso parecido,

Al del hijo maldecido

En un campo allá de Moca.

Que por una cosa poca

O es decir, por un pollito,

Ese muchacho maldito

A su madre maltrató,

Y el diablo se lo llevó

Al infierno derechito.

Pues en Jacagua ha pasado

Otro caso cuasi igual,

Que lo contaré tal cual

Como a mí me lo han contado.

“Un padre de familia honrado

A un hijo le aconsejó

Y mucho le suplicó

Que no fuera a una fiesta,

Que esa noche había propuesta

En qué parte no sé yo”

Y el hijo sin más espera

Al padre así le contesta:

“Pues sí voy a la fiesta

Aunque el demonio no quiera,

Me voy de cualquier manera

Sin que nadie me sujete,

Y el primero que se mete

En privarme de mi gusto,

Cuatro balazos le ajusto

Como cinco y dos son siete”.

Otra vez le dijo el padre:

“Tú no vayas a la fiesta

Que en tu cama hago una apuesta

Que no hay perro que te ladre.

—Por la salud de mi madre

A esa fiesta sí que voy,

Porque listo ya lo estoy

Y el que me salga al encuentro

Del pecho en el mismo centro

Cuatro balazos le doy”.

El padre quedó abismado

Contemplando largo rato,

Aquel hijo tan ingrato

Desobediente y malcriado.

Y al fin, le dijo indignado:

“Hijo mío, jamás te hablo;

Pero yo espero en San Pablo

Y en el gran Poder Divino,

Que al marcharte, en el camino,

Ojalá te lleve el diablo”.

El hijo sin atender

A más nada se marchó,

Y al festín se dirigió

Lleno de gusto y placer;

Pero pronto pudo ver

Que salía de una emboscada

Un hombre de grande alzada

Con dos cuernos en la frente,

Y los ojos puramente

De fuego una llamarada.

El joven así que vió

Aquella infernal figura,

Con muy notable bravura

Al momento se cuadró

Y el revólver lo sacó,

Sin andar con pareceres;

Y al hombre dijo: ¡quién eres!

Si en el mundo andas penando,

De parte de Dios te mando

Que me digas lo que quieres”.

“Cállate esa boca, perro:

El fantasma contestó,

Que a arreglarte vengo yo

Con estas uñas de hierro.

Yo soy el diablo que encierro

A todo el que no me cuadre,

Y al perro que a mí me ladre

Como tú, que así me gruñas,

Le enseño con estas uñas

A respetar a su padre”.

De una vez entró con él

El demonio y lo tumbó,

Y las uñas le clavó

Con una fiereza cruel;

Que si no es por San Miguel

Que de encima se lo quita

De virtud con su varita,

El joven ya estuviera

Junto con aquella fiera

Que maltrató a su mamita.

E1 hijo, de tal manera

Llegó a su casa estropeado,

Con todo el cuerpo aruñado

Y la camisa por fuera,

Gritando al padre le abriera

La puerta sin dilación,

Para pedirle perdón,

Y el padre así que lo vió

Hincado, lo perdonó

Y le echó la bendición.

Viva la paz! Viva la unión! Y abajo

los cogedores de mangos bajitos! AlIé.

AlIé, a buscar qué hacer, y dejen al

País tranquilo.

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