PREAMBJULO
I
¿Qué autoridad decide el gentilicio de un lugar?
Gentilicio es la denominación común para personas que
pertenecen a una misma nación o lugar de nacimiento. Es
relativo a la gente y por extensión se aplica a manifestaciones
propias de los humanos (historia dominicana, arte dominicano,
culinaria italiana, literatura española, cultura caribeña…).
El gentilicio es una genuina expresión de orgullo territorial, factor
sentimental de unidad de los naturales de un lugar determinado.
En el caso de un Estado o nación, el gentilicio queda explicitado
en su acta constitutiva: “El pueblo dominicano constituye una
Nación organizada en Estado libre e independiente, con el
nombre República Dominicana” (artículo uno de la Constitución
dominicana).
En los municipios, distritos municipales y otras demarcaciones, el
gentilicio procede de la población. Por eso en algunos casos no
hay acuerdo acerca de cómo llamar a los naturales, si jamaeros o
jamaenses, si micheros o michenses, si hateros o
hatomayorenses.
Las dos principales ciudades del país padecen indefinición en
cuanto al gentilicio. Hablo de Santo Domingo de Guzmán y
Santiago de los Caballeros. Los naturales de Santo Domingo,
Distrito Nacional, por ser esta la capital de la República
Dominicana, se identifican como capitaleños.
Así lo recoge, incluso, el Diccionario de la lengua española: “1. adj. Natural de
Santo Domingo, capital de la República Dominicana. U. t. c. s. 2.
adj. Perteneciente o relativo a Santo Domingo o a los
capitaleños”.
Dado que cada país tiene una ciudad capital, “capitaleño” es un
gentilicio común, además de que resulta chocante y poco
afectivo. Los de Madrid son madrileños o matritenses; los de La
Habana, habaneros; los de Buenos Aires, bonaerenses, en fin,
cada capital tiene el suyo, ¿por qué la nuestra se identifica con
un nombre genérico?
El Diccionario académico incluye en la definición de dominicano
una acepción según la cual así se les llama también a los nacidos
en la capital: “1. adj. Natural de la República Dominicana, país de
América, o de Santo Domingo, su capital. U. t. c. s.2. adj.
Perteneciente o relativo a la República Dominicana, a Santo
Domingo o a los dominicanos”. El dato es ignorado por los
propios capitaleños.
El otro gran municipio con cuyo gentilicio se presentan dudas y
dificultades es Santiago de los Caballeros, cuyos habitantes, tan
fervorosos con su patria chica, al parecer prefieren ser
“santiagueros” y no “santiaguenses”. Son muchas las ciudades de
América y Europa que llevan ese nombre y entre las cinco más
importantes una adoptó o difundió el gentilicio “santiaguero”,
antes que lo hiciera el primer Santiago de América.
Entre santiagués (Santiago de Compostela, España), santiaguino
(Santiago de Chile), santiagueño (Santiago del Estero, Argentina),
santiaguero (Santiago de Cuba), a la capital del Cibao le ha
correspondido santiaguense. Es cuestión de interiorizarlo y
proclamarlo y promoverlo.
En un magnífico ensayo titulado “Un gentilicio para Santiago”,
publicado en el Boletín número 16 de la Academia Dominicana
de la Lengua (marzo 1993), el historiador Julio Genaro Campillo
Pérez, natural de Santiago, ofrece razones y argumentos
suficientes para que sus compueblanos adopten el gentilicio que
los identifique y diferencie como naturales de Santiago de los
Caballeros: santiaguenses.
Y volviendo a Santo Domingo, la capital, ¿cómo hemos de llamar
a sus naturales que no sea “capitaleños? ¿Sandomingueños? ¿A
caso santodominganos? No he nacido en esta ciudad, pero soy
parte interesada, pues aquí han nacido cuatro de mis hijos.
El otro problema se presenta con los tres Santo Domingo que
circundan el Distrito Nacional, que mediante una ley (la 163-01)
fueron constituidos en municipios, formando una provincia
también denominada Santo Domingo. ¿Cuáles son los gentilicios
de los nacidos en esos municipios? ¿Lo ha pensado alguna
autoridad?
A diferencia de otras poblaciones que han adquirido sus
gentilicios por creación popular, repetida por la tradición oral,
esos tres municipios están en la situación de que les sean
creados los suyos. Durante realizaba las investigaciones para
componer este diccionario, me dirigí, mediante cartas, a las
autoridades de esos municipios (año 2018) y les propuse aprobar
un gentilicio para los habitantes de cada municipio, pero ninguno
respondió. Pudo ser, por ejemplo: estedomingueño o
estedomingano, para Santo Domingo Este; nortedomingueño o
nortedomingano, para Santo Domingo Norte; oestedomingueño
u oestedomingano, para Santo Domingo Oeste.
En 2024, el alcalde de Santo Domingo Este sugirió el gentilicio
orientaleño para sus munícipes y así aparece en esta publicación:
orientaleño, ña. 1.Adj. Natural de Santo Domingo Este, municipio cabecero de la
provincia Santo Domingo. U.t.c.s. 2. Perteneciente o relativo a Santo Domingo Este o a
los orientaleños
¿Qué autoridad se ocupará de esto? Al menos en República
Dominicana, ninguna. Los gobiernos municipales no tienen este
asunto entre sus responsabilidades. Tampoco los legisladores.
II
Gentilicios se forman por sufijación
Los nombres propios que designan lugares admiten la aplicación
de sufijos para originar una palabra con la que se identifica a las
personas naturales de tales lugares. A eso se llama gentilicio, que
para unos usos funciona como sustantivo (Los veganos somos
buenos todos) y en otros casos actúa como adjetivo (Han
desvirtuado el carnaval vegano). En la primera oración “veganos”
es sustantivo y en la segunda funciona como adjetivo.
La palabra gentilicio es la denominación común para personas
que pertenecen a una misma nación o lugar de nacimiento. Es
relativo a la gente y por extensión se aplica a manifestaciones
propias de los humanos (arte, culinaria, literatura, cultura…).
Según indica la Nueva gramática de la lengua española, los
gentilicios se forman, por lo común, a partir de las siguientes
terminaciones, las cuales admiten la forma femenina: -aco
(austriaco); -ano (seibano, petromacorisano); -ata (croata); -eco
(guatemalteco); -ego (manchego); -eno (chileno, damasceno,
asunceno, natural de Asunción); -ense (pedernalense,
ateniense); -eño (maeño, salvadoreño); -eo (europeo, galileo); –
ero (jamaero, michero); -és (samanés, dominiqués); -eta
(lisboeta); -í (iraní, catarí); -in (mallorquín); -ino (sabanalamarino,
granadino); -ita (israelita, vietnamita); -ol (español); -uno
(villavicenciuno).
Estas son las terminaciones más comunes, pero no las únicas.
Hay la escasa terminación -ejo (banilejo, natural de Baní). Otros
gentilicios no se conforman con un sufijo agregado al nombre del
lugar, sino que el nombre sufre alteraciones al principio o al
medio como al final. Ejemplos: francomacorisano (natural de San
Francisco de Macorís); petromacorisano (de San Pedro de
Macorís); gasparense (de Gaspar Hernández).
El sufijo –ano es de los más empleados para formar gentilicios:
africano, americano, colombiano, tibetano, asturiano,
australiano, castellano, coreano, floridiano, troyano, guineano,
italiano, jamaicano, mexicano, montevideano, peruano, romano,
toledano, veneciano, zacatecano. En nuestro país por igual:
dominicano, quisqueyano, higüeyano, seibano, macorisano,
nordestano, vegano, cotuisano, azuano. Otras terminaciones que
compiten con -ano en frecuencia, entre los gentilicios criollos son
-ense (hatomayorense, salcedense, romanense) y -ero
(baniquero, baitoero, aguayero).
Pero la terminación –ero parece la predominante para nombrar
a los naturales de las localidades dominicanas: yumero (de San
Rafael del Yuma); santiaguero ( Santiago de los Caballeros,
aunque con dudas); tireero (de Tireo); matero (de Las Matas de
Farfán); nagüero (de Nagua); sanjuanero (San Juan de la
Maguana); neibero (de Neiba); barahonero (natural de
Barahona); dajabonero (natural de Dajabón), constancero (de
Constanza); sabanetero (de Sabaneta); sanchero (de Sánchez);
postrerriero (de Postrer Río), hondovallero (de Hondo Valle).
En otros países, aparecen casos más extraños, que parecen
producto de deliberaciones de un consejo o comisión. Son los
casos de hidrocálido (natural de Aguas Calientes, México),
fluminense (natural de Los Ríos, Ecuador); regiomontano (natural
de Monterrey, México); josefino se llama a los naturales de San
José, Costa Rica.
El gentilicio es un timbre diferenciador para una localidad, por lo
que cada ciudad ha de procurar un nombre exclusivo, aun se
repita el topónimo en otro país. Resulta muy pertinente la
costumbre de emplear sufijos diferentes, para formar su
gentilicio, cuando dos o más ciudades comparten el mismo
nombre. Pero no siempre se cumple esa aspiración. Veamos
algunos ejemplos:
Meridano (Mérida, México); merideño (de Mérida, Venezuela);
sanjuanino (de San Juan, Argentina y San Juan Nepomuceno,
Paraguay); sanjuanero (de San Juan, Cuba; San Juan Puerto Rico,
y San Juan de la Maguana, RD); santandereano (Colombia);
santanderino (España); santafesino (de Santa Fe, Argentina);
santafereño (de Santa Fe de Bogotá); santiaguino ( de Santiago
de Chile); santiaguense (Santiago de los Caballeros, Rep.
Dominicana); santiaguero (Santiago de Cuba), santiagueño (de
Santiago del Estero, Argentina) y santiagués (de Santiago de
Compostela, España).
El asunto de los gentilicios tiene más importancia de la que
suelen darle las autoridades (ediles, alcaldes y legisladores) y los
intelectuales.
III
Gentilicios que originaron apellidos
Por su entronque etimológico con la palabra gente, el gentilicio
ha servido para identificar a las personas y ubicarlas en su origen,
lo cual es parte sustancial de la identidad del individuo. Una de
las acepciones registradas en el Diccionario para el vocablo
gentilicio es “Perteneciente o relativo a las gentes o naciones”.
La historia ha marcado los nombres de grandes personalidades
de la ciencia, de la política o de la filosofía con el lugar de su
nacimiento, para diferenciarlas de otras de igual nombre, ya que
vivieron en tiempos en los que todavía los apellidos no
alcanzaban predominio. Así, tenemos a Arquímedes de Siracusa,
Heráclito de Éfeso, Jesús de Nazaret, Isabel de Castilla, Fernando
de Aragón. Otros nombres de sabios y santos de la antigüedad
son recordados por sus lugares de nacimiento: Sócrates de
Alopece, Tomás de Aquino, Agustín de Hipona, Pitágoras de
Samos. Filósofos actuales suelen referirse a Aristóteles como el
Estagirita, porque nació en Estagira, Grecia, 384 años antes de
Cristo.
En cada caso, el nombre de la localidad, precedido de la
proposición /de/ equivale a un gentilicio. Luego, los
antropónimos, por vía de su gentilicio, derivaron en apellidos
que hemos heredado. Tales son los casos de Castellano
(gentilicio de Castilla) y Aragonés (gentilicio de Aragón).
Los gentilicios se cuentan entre los factores que han servido para
formar apellidos. Llevamos esos apellidos o los citamos porque
corresponden a amigos, a líderes, a nuestro médico, nuestro
escritor favorito, pero no siempre advertimos que este término
denota relación con un lugar geográfico.
Por ejemplo, Navarro es el gentilicio de Navarra, comunidad
española. Avilés (de Ávila), Soriano (natural de Soria, España),
Toledano (de Toledo), Segoviano (natural de Segovia, España),
Sevillano (de Sevilla), Zamorano (de Zamora, provincia de
España), Cordobés (de Córdoba).
De la cultura hispánica proceden también Vizcaíno (natural de
Vizcaya), Gallegos (de Galicia, comunidad autónoma de España),
Canario (de Canaria). El apellido Catalán, que llevó el lingüista
Diego Catalán, recuerda a los habitantes de Cataluña, mientras
Bejarano alude a los nacidos en Béjar, Salamanca.
Serrano es un gentilicio común aplicable a personas y cosas
procedentes de la sierra, pero Cartagena debió originarse en el
nombre Cartago, antigua ciudad en el norte de África,
conquistada por los romanos. Cartagena, palabra derivada, es un
apellido y, además, nombre de algunas ciudades (España y
Colombia) cuyo gentilicio viene a ser cartagenero.
Gentilicios italianos han propiciado apellidos hispanos: Romano
(de Roma), Milanés (de Milán, aunque Pablo Milanés sea de
Cuba), Florentino (de Florencia), Toscano (de Toscana). Conozco
este apellido en Nicolás Toscano Liria, intelectual sevillano,
miembro numerario de la Academia Norteamericana de la
Lengua Española.
Los nombres de países, con sus gentilicios, han originado
apellidos tales como Ítalo (de Italia), Macedonio (de Macedonia,
reino de la Antigua Grecia), Alemán (de Alemania), Germán
(relativo a Alemania), Español (de España). Tres apellidos hacen
referencia a Francia y su gentilicio: Francés, Franco y Gala.
Bretón es apellido y gentilicio de origen francés.
Checo se les llama a los naturales de la República Checa, en
Europa Central, checo es su idioma y Checo es el segundo
apellido del historiador dominicano José Chez Checo. Los
antiguos importantizaron el uso del gentilicio y establecieron una
cultura de los gentilicios, por lo cual estos aparecen en la historia
de la ciencia y el conocimiento (griegos, romanos, egipcios,
árabes, chinos, indios…). En la Biblia, un conjunto de textos bien
antiguos, el uso de los gentilicios resulta verdaderamente
abundante. Veamos algunos ejemplos.
IV
Los gentilicios en la historia bíblica
En la Biblia abundan relatos en los que se mencionan tribus y
etnias más por el gentilicio que por el nombre del lugar donde
habitaban los involucrados en la narración. Mire esta breve
historia de los judíos: “…hicieron huir delante de ellos a los
cananeos, a los ferezeos, a los jebuseos, a los siquemitas y a
todos los guergueseos y habitaron en esa tierra mucho tiempo”.
(Judit 5,15-16).
Los israelitas, hebreos o judíos se destacaron no solo por su
capacidad de guerrerismo y de atropello a los vecinos, sino
porque su religión se ha impuesto y ha dejado sus marcas en
religiones que practican otros pueblos del mundo. Aún hoy,
algunos religiosos siguen creyendo que los hebreos constituyen
el pueblo de Dios, posibilidad que quedó derogada con el
nacimiento de Jesucristo.
Precisamente, entre ellos nació Jesucristo, el hombre más
influente, hoy por hoy, en la historia de la humanidad. Nació en
un lugar denominado Nazaret y vino a ser llamado nazareno,
pero de niño fue llevado a vivir a la región de Galilea y adquirió el
gentilicio galileo. Compartió con samaritanos y una magdalena,
fue perseguido por los romanos, traicionado por un iscariote.
Los judíos no se llevaban bien con la gente de Samaria, por eso
una mujer de esa estirpe se extraña de que Jesús le pidiera agua
mientras ella la sacaba de un pozo. “Dame de beber”, reclamó el
Maestro. Entonces la samaritana le dijo: «¿Cómo es que tú,
siendo judío, me pides de beber a mí, que soy samaritana?
Porque los judíos no tienen tratos con los samaritanos”. (Juan 4,
9).
Que los samaritanos no disfrutaban de aprecio entre los
compueblanos de Jesús queda evidenciado en el ejemplo usado
por el nazareno para demostrar quién es el verdadero prójimo
de alguien, frente a la desgracia sufrida por un hombre víctima
de malhechores. Pasó un sacerdote y no hizo nada por él,
tampoco un levita. Un samaritano lo curó y vendó sus heridas.
De ahí el símbolo del buen samaritano.
Tras la desaparición física de Jesús, a sus discípulos se unió Saulo,
de Tarso, posteriormente llamado san Pablo. Este tarseño llevó
a cabo una intensa predicación de la doctrina cristiana y sufrió
persecuciones. El rey Areto IV y los nabateos lo hicieron huir de
Damasco. Luego disfrutó la generosidad de los macedonios. En
Corinto se entendió con su gente, luego y más tarde envió dos
cartas a los corintios.
El Apóstol visitó también, y luego escribió cartas, a los gálatas.
Galacia es una ciudad del Asia Menor que recibió ese nombre de
los galos (luego franceses) que en el siglo III a. C. atravesaron el
mediodía europeo e invadieron el Asia. Vencidos, los galos se
unieron a los romanos y muerto el último rey gálata (25 a. C.
Augusto convirtió la Galacia en una provincia romana). Pablo
estuvo en la tierra de los tesalonicenses (Tesalónica); de los
efesios (Éfeso), de los corintios (Corinto), de los filipenses
(Filipos), de los colosenses (Colosas, ciudad próxima a Laodicea) y
por igual predicó a los hebreos y les remitió un texto teológico.
Sin duda, la Biblia es abundante en el uso de los gentilicios,
muchos de los cuales han hecho marcas en la historia de la
humanidad.
V
Los gentilicios tienen su enjundia.
El gentilicio sale del topónimo como el retoño de los troncos. O
como el calor del fuego, conforme ha dicho Gustave Flauber para
describir la correspondencia entre la forma y el fondo de un
texto. La relación entre el nombre del lugar y la palabra
designada para llamar a sus naturales es indisoluble.
En algunos casos –muy pocos- la dependencia se da a lo inverso:
el gentilicio ha generado el topónimo, es decir un pueblo o una
nación da origen a una entidad organizada políticamente
(república, imperio, municipio, ciudad…) la cual asume el nombre
por el cual se conocía a ese grupo humano. En esta circunstancia
el gentilicio no es derivado, sino absoluto.
La Republica Dominicana es un ejemplo de ente político cuyo
gentilicio nació primero. Antes de fundarse la república, siglo
XVII, a los habitantes de la parte oriental de la isla Santo
Domingo se les llamó dominicanos.
El gentilicio no solo evidencia el vínculo de la gente con el lugar
geográfico donde ha nacido, sino la ligazón cultural con una
comunidad o nación. Es una expresión pura del derecho de
gentes. El vocablo se remonta a la cultura latina “gentilicius”.
Hablar de gentilicio es una referencia necesaria a las gentes o a
las naciones.
Hemos señalado muestras de la importancia que han tenido los
gentilicios para los pueblos antiguos. Por ejemplo, una de las
universidades más prestigiosas de España se identifica con un
viejo gentilicio. Me refiero a la Universidad Complutense,
nombre que deriva de la vetusta ciudad que se llamara
Complutum, conocida posteriormente como Alcalá de Henares.
Es el gentilicio de Alcalá de Henares, en la provincia de Madrid,
que además tiene alcalaíno. Allí nació Miguel de Cervantes y por
tanto complutense es también su gentilicio.
El gentilicio aporta sustancia y valía a la identidad de un pueblo o
nación. También suma importancia y fortalece la esencia de esa
identidad. Contribuir a que amemos más nuestro lar nativo
(patria chica) y a nuestra patria dominicana, se cuenta entre los
propósitos de este libro. Nunca, según me parece, debe
olvidarse que los gentilicios tienen su enjundia.