Planeta de los simios: nuevo reino no es buena, pero tampoco es mala

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Fotograma de El planeta de los simios: nuevo reino (20th Century Studios)

EILEEN JONES

TRADUCCIÓN: NATALIA LÓPEZ

La nueva secuela de Planeta de los simios nunca alcanza el nivel de su franquicia de medio siglo. Pero el poder duradero de la premisa postapocalíptica de los simios nos hace volver por más.

La última secuela de la reiniciada franquicia de Planeta de los Simios, Nuevo reino, no es buena. Sus efectos visuales son en gran medida poco inspirados, un desmoralizante descenso desde el emocionante aspecto de las dos últimas películas de simios. Los personajes son débiles en comparación con César, Koba, Maurice y los demás simios principales de la franquicia hasta la fecha, lo que explica en parte por qué la narración tarda una eternidad en tomar verdadera tracción. Y el ritmo marcado por el director Wes Ball, de las películas de Maze Runner, que toma el relevo de Rupert Wyatt y Matt Reeves —que guiaron los anteriores reinicios de El planeta de los simios— es glacial.

Pero la película está ganando mucho dinero. El público de todo el mundo no ha perdido su afecto por la historia. Y a pesar de mis resquemores, yo también sigo acudiendo a ver estas películas reiniciadas de los simios, aunque la última que me gustó de verdad fue la segunda, El planeta de los simios: confrontación (2014). En general, cada vez me resultan más aburridas las superproducciones poco imaginativas y repletas de CGI, y sus narraciones lentas, remediales y para tontos son tan largas que se han convertido en un auténtico suplicio.

No obstante, sé que cuando se estrene la próxima secuela de Planeta de los simios, también la veré en el cine. Estas películas son muy adictivas, aunque su calidad varía enormemente.

Planeta de los simios: nuevo reino se sitúa «muchas generaciones» después de la muerte de César, la figura iluminada (interpretada por Andy Serkis) que fundó una sociedad simia estable. Sus máximas se siguen citando («El simio no debe matar al simio») pero, como veremos, ya no se siguen. Los humanos han sido vencidos y viven como humildes carroñeros escabulléndose entre la maleza.

La trama se centra en un joven chimpancé llamado Noa (Owen Teague) del pacífico Clan del Águila, simios que entrenan a aves rapaces para que cacen por ellos. Su principal preocupación es una búsqueda con sus dos mejores amigos, cada uno en busca de un huevo del nido de águila salvaje más alto para pasar por una «ceremonia de unión» de mayoría de edad con los polluelos que van a entrenar.

Pero esa noche, el bosque idílico del Clan del Águila es invadido por gorilas militarizados a caballo que empuñan armas que generan una corriente eléctrica, un avance tecnológico realmente asombroso. Los gorilas secuestran y esclavizan a los chimpancés que no han matado.

Noa sale en su persecución para rescatar a los supervivientes. Por el camino se le unen Raka (Peter Macon), un orangután erudito que aún mantiene la fe en las enseñanzas de César, y Mae (Freya Allan), una humana de aspecto vulnerable que pasa hambre sola en la selva y que parece no tener lenguaje, una condición común de la especie humana en un mundo dominado por los simios. Al final, quedará claro que ella también busca a su comunidad perdida, y tanto ella como Noa tendrán que viajar al reino del brutal gobernante bonobo Proximus Caesar (Kevin Durand) para encontrar a los que han perdido.

Fotograma de El planeta de los simios: nuevo reino (20th Century Studios)

Afortunadamente para los espectadores que intentan mantenerse despiertos, Proximus es el carismático y anciano monarca de un reino duro, costero y acantilado azotado por olas que realmente llenan los ojos. Está obsesionado con abrir una fortaleza de hierro donde se encierra todo lo que queda de la historia y la tecnología humanas, presumiendo que garantizará la supremacía de su reino incluso después de su muerte. Envía a sus soldados a cazar esclavos para dar más fuerza a los intentos diarios de abrir las puertas de hierro.

«Tal vez mañana sea más fuerte», dice con una fe casi conmovedora cuando el gran tirón del día, basado en esclavos que gimen, caballos que sudan y gorilas que chasquean el látigo, vuelve a fracasar.

Proximus es un gobernante severo con un deseo urgente de cualquier tipo de conocimiento que pueda ayudarle a ejercer el poder a largo plazo. Mantiene a un bibliotecario, tutor y consejero humano para que le enseñe la historia de la humanidad. Es una especie de Anna y el Rey de Siam, solo que con William H. Macy, de entre todos los actores, como la improbable figura de «Anna». Se llama Trevathan y es un sórdido oportunista que aconseja a Noa que aproveche su buena suerte cuando Proximus reconoce a Noa como un simio inteligente.

«Me gustan los simios listos», dice Proximus, y es una lástima que la película no haya cortado parte de la trama anterior para poder quedarse aquí un rato. Proximus es un personaje convincente, y Noa podría haber permanecido en su reino durante algún tiempo, debatiéndose entre comprender y compartir la búsqueda de conocimiento del rey y despreciar y rebelarse contra su salvaje autocracia.

Es también durante este último y más interesante tercio de la película cuando descubrimos que Mae no solo tiene lenguaje, sino que tiene una agenda prohumana que la convertirá en una aliada peligrosa en los intentos de Noa por liberarse a sí misma y a su clan del dominio de Proximus.

Confiar o no en los humanos es siempre una cuestión candente en las películas de simios, y la respuesta definitiva es siempre la misma: no. Pero la amnesia cultural y los aspectos perdidos u ocultos de la historia compartida entre simios y humanos son una parte fundamental de la experiencia en estas películas. El protagonista humano hace el chocante descubrimiento de que el planeta de los simios es en realidad la Tierra tras la conquista de los humanos, y el protagonista simio descubre que la supremacía simia, siempre cada vez más autoritaria y trazando un camino familiar hacia la autodestrucción autoritaria, se basa en vínculos suprimidos con el conocimiento y la tecnología humanos. La enmarañada historia de los primates es tan desmoralizadora que siempre se oculta o se olvida de nuevo, y los tímidos intentos de formar lealtades simio-humanas siempre están condenados al fracaso.

Eso es lo que hace que estas películas se puedan ver compulsivamente: su desesperación fundamental ante el arco de la historia de los primates, con los humanos como el más loco y destructivo de los primates. Este arco no se inclina hacia la justicia. No hay forma de hacer una película de simios sin comprometerse con la furiosa crítica social que comenzó con la todavía sorprendente primera película, El planeta de los simios, de 1968, con su mordaz sátira sobre la ideología humana que informa los comportamientos de los simios.

Planeta de los simios: nuevo reino es un eslabón relativamente débil en la cadena de la franquicia, pero la premisa de la serie de películas es tan sólida que iremos a verla de todos modos, aunque esperaremos cosas mejores la próxima vez.

Planeta de los simios: nuevo reino no es buena, pero tampoco es mala – Jacobin Revista (jacobinlat.com)

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