Lenin contra el terrorismo individual (I)
A finales de 1899, el movimiento obrero ruso hace poco que ha iniciado su andadura y crece, principalmente por medio de huelgas. En las filas del Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia (POSDR) reina cierta confusión y división debido a la represión policial y a la influencia de la tendencia «economicista» que predica el. Seguidismo del movimiento espontáneo de masas, renunciando a las tareas preparatorias de la revolución que corresponden a la organización de vanguardia. Lenin escribe entonces el Proyecto de Programa de nuestro Partido :
“…creemos que los medios de lucha deben ser justamente los que señala el grupo ‘Emancipación del Trabajo’ (agitación, organización revolucionaria y paso, en el ‘momento oportuno’, a la ofensiva resuelta, que, en principio , no habrá que renunciar al empleo del terror), pero opinamos que en el programa de un partido obrero no cabe indicar los medios de lucha, que necesariamente debía recomendar, en 1885, el programa de un grupo de revolucionarios residentes en el extranjero. El programa debe dejar abierta la cuestión de los medios, y permitir a las, organizaciones que luchan y a los congresos del partido, que son los que fijan su táctica , la elección de los medios. Es muy dudoso que las cuestiones tácticas puedan figurar en el programa(a excepción de las que tengan importancia de principio , como la de nuestra actitud ante los demás grupos que luchan contra la autocracia). Los problemas tácticos, a medida que vayan surgiendo, se discutirán en el periódico del partido y se resolverán definitivamente en los congresos. Entre estos problemas figura también, a nuestro entender, el del terror. Los socialdemócratas deben necesariamente someter a discusión este problema (no desde el punto de vista de los principios, claro está, sino en el aspecto táctico), pues el desarrollo mismo del movimiento, de modo espontáneo, torna cada vez más frecuentes los atentados contra los espías y más intensa la violenta indignación de los obreros y los socialistas, que ven cómo un número cada vez mayor de camaradas suyos muere en los calabozos y en lugares de destierro, víctima de la., torturas. Para evitar equívocos, diremos ya ahora que, en nuestra opinión personal, en los momentos actuales el terror es un medio de lucha inadecuado, que el partido ( como partido ) debe rechazarlo (mientras no se produzca un cambio de la situación que exija un cambio de táctica) y concentrar todos sus esfuerzos en el fortalecimiento de la organización y la distribución sistemática de materiales políticos. No es éste el lugar para tratar el problema con más detalles.»(tomo IV, págs. 241 y 242. Ed. Akal)
En mayo de 1901, Lenin publica su importante artículo ¿Por dónde empezar? :
“(…) El problema del terror no es en absoluto un problema nuevo, y nos bastará recordar brevemente, a ese respecto, el punto de vista ya establecido de la socialdemocracia rusa.
En principio, nosotros nunca hemos renunciado ni podemos renunciar al terror. El terror es una de las formas de la acción militar que puede ser perfectamente aplicable, y hasta indispensable, en un momento dado del combate, en un determinado estado de las fuerzas y en determinadas condiciones. Pero el problema reside, precisamente, en que ahora el terror no se propugna como una de las operaciones de un ejército en acción, como una operación estrechamente ligada a todo el sistema de lucha y coordinada con él, sino como un medio de ataque individual, independiente y aislado de todo ejército. Por otra parte, careciendo de una organización revolucionaria central y siendo débiles las organizaciones locales. El terror no puede ser otra cosa. Ésta es la razón que nos lleva a declarar, con toda energía, que semejante medio de lucha, en las circunstancias actuales, no es oportuno, ni adecuado a su fin; que sólo sirve para apartar a los militantes más activos de su verdadera tarea, de la tarea más importante desde el punto de vista de los intereses de todo el movimiento; que no contribuye a desorganizar las fuerzas gubernamentales, sino las revolucionarias. Recordad los últimos acontecimientos: ante nuestros ojos, grandes masas de obreros urbanos y de la ‘plebe’ de las ciudades arden en deseos de lanzarse a la lucha, pero los revolucionarios carecen de un estado mayor de dirigentes y organizadores. Si en tales circunstancias, los revolucionarios más enérgicos pasan a la clandestinidad para dedicarse al terror. ¿No se corre con ello el riesgo de debilitar precisamente aquellos destacamentos de combate que son los únicos en los que se pueden cifrar esperanzas serias? ¿No amenaza esto con romper los lazos de unión existentes entre las organizaciones revolucionarias y la masa dispersa de descontentos que protestan y quieren luchar, pero que son débiles, precisamente porque están dispersos? Y sin embargo, esos lazos de unión son la única garantía de nuestro éxito. Está muy lejos de nuestro pensamiento el querer negar todo valor a los golpes aislados llevados a cabo con heroísmo, pero es nuestro deber prevenir con toda energía contra el excesivo entusiasmo por el terror, contra la tendencia de considerarlo como procedimiento de lucha principal y fundamental, cosa hacia la que tanto se inclinan muchísimos en el momento actual. El terror nunca será una acción militar de carácter ordinario: en el mejor de los casos sólo puede ser considerado como uno de los medios para el asalto definitivo. Cabe preguntarse: ¿podernos nosotros, en el momento actual, llamar a semejante asalto? Rabócheie Dielo , por lo visto, cree que sí. Al menos exclama: ‘¡Formad en columnas de asalto!’ Pero también esto es un desatino. La masa principal de nuestras fuerzas de combate son los voluntarios y los insurrectos. Como ejército regular, no tenemos más que unos cuantos pequeños destacamentos, y aun éstos sin movilizar, sin relación entre sí, destacamentos que ni siquiera saben, en general, formar en columnas militares, y menos aún en columnas de asalto. En tales circunstancias, para todo aquel que sea capaz de abarcar con la mirada las condiciones generales de nuestra lucha, sin dejar de tenerlas presentes en cada ‘viraje’ de la marcha histórica de los acontecimientos, debe ser claro que nuestra consigna en el momento actual no puede ser ‘ir al asalto’, sino ‘organizar debidamente el asedio de la fortaleza enemiga’. En otras palabras: la tarea inmediata de nuestro partido no debe ser la de llamar al ataque, ahora mismo, a todas las fuerzas con que cuenta, sino llamarlas a constituir una organización revolucionaria capaz de unificar todas las fuerzas y de dirigir el movimiento no sólo de palabra, sino de hecho, es decir, que esté lista para apoyar toda protesta y toda explosión, aprovechándolas para multiplicar y fortalecer los efectivos que han de utilizarse para el combate decisivo.» (tomo V, págs. 15 y 16)
En ¿Qué hacer?, su obra fundamental para la puesta en pie de un verdadero partido proletario revolucionario, Lenin plantea lo siguiente:
«Los economistas [espontaneístas-sindicalistasreformistas] y los terroristas contemporáneos tienen una raíz común, a saber: el culto a la espontaneidad , del que hemos hablado en el capítulo precedente como de un fenómeno general y que ahora examinamos bajo el aspecto de su influencia en el terreno de la actividad política y de la lucha política. A primera vista nuestra afirmación podría parecer paradójica: tan grande parece la diferencia entre la gente que subraya la ‘lucha cotidiana y gris’ y la gente que preconiza la lucha más abnegada, la lucha del individuo aislado. Pero esto no es una paradoja. Los economistas y los terroristas rinden culto a dos polos opuestos de la corriente espontánea: los economistas, a la espontaneidad del ‘movimiento netamente obrero’, y los terroristas, a la espontaneidad de la indignación más ardiente de los intelectuales, que no saben o no tienen la posibilidad de ligar el trabajo revolucionario al movimiento obrero para formar un todo. A quien haya perdido por completo la fe en esta posibilidad, o nunca la haya tenido, le es realmente difícil encontrar para su sentimiento de indignación y para su energía revolucionaria otra salida que el terror. (…) La actividad política tiene su lógica, que no depende de la conciencia de los que, con las mejores intenciones del mundo, exhortan o bien al terror o bien a imprimir un carácter político a la lucha económica misma. De buenas intenciones está empedrado el camino del infierno, y en el caso presente las buenas intenciones no bastan a salvar del apasionamiento espontáneo por ‘la línea del menor esfuerzo’,…
Svoboda [pequeñoburgueses socialistas-revolucionario] hace propaganda del terror como medio para excitar el movimiento obrero e imprimirle un ‘fuerte impulso’. ¡Es difícil imaginarse una argumentación que se refute a sí misma con mayor evidencia! Cabe preguntar si es que existen en la vida rusa tan pocos abusos, que aun falta inventar medios ‘excitantes’ especiales. Y, por otra parte, si hay quien no se excita y no es excitable ni siquiera por la arbitrariedad rusa, ¿no es acaso evidente que seguirá contemplando también el duelo entre el gobierno y un puñado de terroristas sin que nada le importe un comino? Se trata justamente de que las masas obreras se excitan mucho por las infamias de la vida rusa, pero nosotros no sabemos reunir, si es posible expresarse de este modo, y concentrar todas las gotas y arroyuelos de la excitación popular que la vida rusa destila en una cantidad inconmensurablemente mayor de lo que todos nosotros nos figuramos y creemos y que hay que reunir precisamente en un solo torrente gigantesco. Que es una tarea realizable lo demuestra de un modo irrefutable el enorme crecimiento del movimiento obrero, así como el ansia de los obreros, señalada más arriba, por la literatura política. Pero los llamamientos al terror, así como los llamamientos a que se imprima a la lucha económica misma un carácter político, representan distintas formas de esquivar el deber más imperioso de los revolucionarios rusos: organizar la agitación política en todos sus aspectos. (…)…tanto los terroristas como los economistas subestiman la actividad revolucionaria de las masas. …. Además, no se precipitan en busca de ‘excitantes’ artificiales, otros hablan de ‘reivindicaciones concretas. Ni los unos ni los otros prestan suficiente atención al desarrollo de su propia actividad en lo que atañe a la agitación política y a la organización de las denuncias políticas. Y ni ahora ni en ningún otro momento se puede sustituir esto por nada. (…)
Unos comenzaron a decir que la masa obrera no había planteado aún ella misma tareas políticas tan amplias y tan combativas como las que le ‘imponían’ los revolucionarios, que debe luchar todavía por reivindicaciones políticas inmediatas , sostener ‘una lucha económica contra los patronos y el gobierno’ (y a esta lucha ‘accesible’ al movimiento de masas corresponde, naturalmente, una organización ‘accesible’ incluso a la juventud menos preparada). Otros, alejados de todo ‘gradualismo’, comenzaron a decir que se podía y se debía ‘hacer la revolución política’, pero que, para eso, no había necesidad alguna de crear una fuerte organización de revolucionarios que educara al proletariado en una lucha firme y empeñada; que para eso era suficiente que empuñáramos todos el garrote ya conocido y ‘accesible’. Hablando sin alegorías: que organizásemos la huelga general o estimulásemos el proceso del movimiento obrero. ‘dormido’, con un ‘terror excitante’. Ambas tendencias, la oportunista y la ‘revolucionista’, capitulan ante los métodos primitivos de trabajo imperantes, no tiene fe en la posibilidad de librarse de ellos, no comprenden nuestra primera y más urgente tarea práctica: crear una organización de revolucionarios capaz de dar a la lucha política energía, firmeza y continuidad.
… nuestra ‘táctica-plan’ consiste en rechazar el llamamiento inmediato al asalto, en exigir que se organice ‘debidamente el asedio de la fortaleza enemiga’, o dicho en otros términos, en exigir que todos los esfuerzos se dirijan a reunir, organizar y movilizar un ejército regular. (…)
Precisamente porque ‘la multitud no es nuestra’, es insensato e indecoroso dar gritos de ‘asalto’ inmediato, ya que el asalto es un ataque de un ejército regular y no una explosión espontánea de la multitud. Precisamente porque la multitud puede arrollar y desalojar al ejército regular, necesitamos sin falta que toda nuestra labor de ‘organización rigurosamente sistemática’ del ejército regular ‘marche a la par’ con el auge espontáneo, porque cuanto más ‘consigamos’ esta organización tanto más probable es que el ejército regular no sea arrollado por la multitud, sino que se ponga delante de ella, a su cabeza. Nadiezhdin se confunde, porque se imagina que este ejército sistemáticamente organizado se ocupa de algo que lo aparta de la multitud, mientras que, en realidad, éste se ocupa exclusivamente de una agitación política múltiple y general, es decir, justamente de la labor que aproxima y funde en un todo la fuerza destructora espontánea de la multitud y la fuerza destructora consciente de la organización de revolucionarios. La verdad es que vosotros, señores, cargáis al prójimo las faltas propias, pues precisamente el grupo Svoboda , al introducir en el programa el terror, exhorta con ello a crear una organización de terroristas, y una organización así distraería realmente a nuestro ejército de su aproximación a la multitud, que, por desgracia, no es aún nuestra y, por desgracia, no nos pregunta, o casi no nos pregunta aún, cuándo y cómo hay que romper las hostilidades.»(tomo V, págs. 425-428,452-453,516 y 518-519)
Advertirá el lector que, aquí y ahora, esas dos tendencias aparentemente opuestas pero iguales de erróneas se presentan a los jóvenes revolucionarios como las dos únicas opciones posibles (con la ayuda inestimable del enemigo burgués y su aparato de propaganda) y, hasta ahora, han tenido un rotundo éxito en su empeño contrarrevolucionario. Esperemos que tanta sangría termine pronto, y haremos todo lo que esté a nuestro alcance para que así sea.
En 1902, el movimiento obrero ruso está desarrollándose a buen ritmo, sobre todo mediante manifestaciones y huelgas, aunque todavía no ha alcanzado el nivel insurreccional. El POSDR centra su actividad en los preparativos de la revolución armada mediante la educación política del proletariado y de los oprimidos (denuncias, agitación y propaganda, hojas volantes, periódico revolucionario, etc.,). En ese momento, el partido revolucionario pequeñoburgués (campesino) -llamado «socialista revolucionario», preconiza el terrorismo como método de preparación de la revolución. Lenin, que observa con preocupación que tal planteamiento está arrastrando a los sectores más inestables del partido, se ve obligado a escribir Por qué la socialdemocracia debe declarar una guerra decidida y sin cuartel a los socialistas revolucionarios:
“(…) 6°) Porque los socialistas revolucionarios, al preconizar en su programa el terrorismo y difundirlo como medio de lucha política en su forma actual, causan un daño gravísimo al movimiento, destruyendo los nexos indisolubles entre la labor socialista y la masa de la clase revolucionaria. Ninguna afirmación verbal, ningún juramento pueden refutar el hecho incontrovertible de que el terrorismo actual, tal como lo aplican y lo predican los socialistas revolucionarios, no tiene la menor relación con el trabajo entre las masas, para las masas, ni está en contacto con ellas; que para llevar a cabo actos terroristas una organización de partido distrae a nuestras fuerzas organizativas, ya de por sí muy escasas, de su difícil tarea de organizar un partido obrero revolucionario, tarea que dista mucho de estar ya lograda; que en la práctica , el terrorismo de los socialistas revolucionarios no es otra cosa que el combate individual , método que ha sido enteramente condenado por la experiencia histórica. Hasta los socialistas extranjeros comienzan a desconcertarse ante esa estrepitosa propaganda del terrorismo que realizan ahora nuestros socialistas revolucionarios. Y entre las masas obreras rusas esta propaganda siembra la nociva ilusión de que el terrorismo ‘obliga a la gente a pensar políticamente, aunque sea contra su voluntad’ ( Revolutsiónaia Rossía , núm. 7, pág. 4), de que el terrorismo ‘es más capaz de convertir… a miles de personas en revolucionarios y de inculcarles el sentido [!!] de sus actos, que meses y meses de propaganda verbal’, de que puede ‘infundir nuevas energías a los que vacilan, a los desalentados, a los que se sienten derrotados por el lamentable desenlace de muchas manifestaciones’ ( ibíd .), etc. Estas nocivas ilusiones sólo pueden conducir a un rápido desengaño y debilitar la labor destinada a preparar el asalto de las masas contra la autocracia». (tomo VI, pág. 217. Ed. Akal).
A mediados de 1903, entre los Proyectos de resoluciones para el II Congreso del POSDR , Lenin propone el siguiente “ Proyecto de resolución sobre el terrorismo «:
«EI Congreso rechaza con toda energía el terrorismo, es decir, el sistema de asesinatos políticos individuales, por ser un método de lucha política que en los momentos actuales resulta particularmente contraproducente, porque aparta él las mejores fuerzas de la labor urgente y perentoria de organización y propaganda, destruye los vínculos entre los revolucionarios y las masas de las clases revolucionarias de la población y difunde entre los propios revolucionarios, y entre la población en general, las más falsas ideas acerca de los objetivos y los métodos de lucha contra la autocracia. (tomo VI, pág. 5l0)
En su muy importante trabajo Carta a un camarada sobre nuestras tareas de organización (que se publicaría en 1904, ¡tan sólo un año antes del estallido revolucionario de 1905!), Lenin inserta la siguiente nota:
«Debemos lograr que los obreros comprendan que si bien matar a los espías, provocadores y traidores puede ser, a veces, como es natural, absolutamente inevitable, resultaría muy inconveniente y equivocado convertir esto en sistema, y que debemos tender a crear una organización que, al desenmascararlos y perseguirlos, volverá inocuos a los espías (*). Será imposible que nos desembaracemos de todos, pero podemos y debemos crear una organización que les siga la pista y eduque a la masa obrera». (tomo VI, pág. 266)
(*) Éste es uno de los esfuerzos que está realizando actualmente el movimiento contra la globalización imperialista, lo que enfurece a la policía, porque dificulta su labor de infiltración y provocación. De ahí su asalto al Foro Social de Génova, durante la Cumbre del G-7.
(CONTINUARÁ)