La sangre de la libertad | por Albert Camus

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«Este París que lucha esta noche quiere mandar mañana. No por el poder, sino por la justicia; no por la política, sino por la ética; no por el dominio de su país, sino por su grandeza.» Albert Camus  

El siguiente artículo fue publicado por el filósofo y periodista, ganador del premio nobel de Literatura, Albert Camus, el 24 de Agosto de 1944 en Combat. Entre el otoño de 1943 y junio de 1947, fue redactor jefe y editorialista de este periódico de la Resistencia Francesa.

Por: Albert Camus

París dispara todas sus balas en la noche de agosto. En este gigantesco decorado de piedras y aguas, alrededor de este río de olas preñadas de historia, las barricadas de la libertad una vez más se han alzado. Una vez más hay que pagar la justicia con la sangre de los hombres.

Demasiado sabemos de este combate, demasiado integrados en él estamos en carne y corazón y aceptamos sin amargura esa condición terrible. Pero también sabemos demasiado lo que está en juego y la verdad que lleva consigo y no rechazamos el arduo destino con el que no nos queda más remedio que apechar solos.

El tiempo demostrará que los hombres de Francia no querían matar y que entraron con las manos puras en una guerra que no escogieron. ¡Qué gigantescas han tenido que ser sus razones para que dejen caer de golpe los puños en los fusiles y disparen sin tregua, en la oscuridad de la noche, sobre esos soldados que pasaron dos años creyendo que la guerra era fácil! 

Sí, sus razones son gigantescas. Tienen el tamaño de la esperanza y la hondura de la rebelión. Son las razones del porvenir para un país al que tanto tiempo han querido mantener rumiando, mohíno, su pasado. París pelea hoy para que Francia pueda hablar mañana. El pueblo está en armas esta noche porque alberga la esperanza de una justicia para mañana. Hay quienes andan diciendo que no merece la pena y que, con paciencia, París se liberaría a bajo coste. Pero eso es porque perciben confusamente a cuántas cosas amenaza esta insurrección, cosas que seguirían en pie si todo esto ocurriera de otra forma. 

Es preciso, antes bien, que quede muy claro: nadie puede pensar que una liberación conquistada esta noche, entre esta sangre, vaya a tener el rostro apacible y domesticado con el que a algunos les gusta soñar. Este parto terrible es el de una revolución. 

No es posible albergar la esperanza de que unos hombres que han pasado cuatro años luchando en silencio y días enteros entre el estruendo del cielo y de los fusiles consientan en ver regresar a las fuerzas de la abdicación y la injusticia bajo forma alguna. No es posible esperar que estos hombres, que son los mejores y los más puros, vuelvan a estar dispuestos a hacer lo que pasaron veinticinco años haciendo los mejores y los puros, y que consistía en amar en silencio a su país y en despreciar en silencio a sus jefes. Este París que lucha esta noche quiere mandar mañana. No por el poder, sino por la justicia; no por la política, sino por la ética; no por el dominio de su país, sino por su grandeza. 

De lo que estamos convencidos no es de que se hará, sino de que ya se está haciendo hoy, entre el sufrimiento y el empecinamiento del combate. Y por eso es por lo que más allá del padecimiento de los hombres, pese a la sangre y la ira, esos muertos insustituibles, esas heridas injustas y esas balas ciegas, no son palabras de arrepentimiento sino que son palabras de esperanza, de una terrible esperanza de hombres aislados con su destino, las que hay que pronunciar. 

Este París enorme, a oscuras y caluroso, con sus dos tormentas, en el cielo y en las calles, nos parece, en último extremo, más iluminado que aquella Ciudad de la Luz que nos envidiaba el mundo entero. Estalla con todos los fuegos de la esperanza y del dolor, tiene la llama del valor lúcido y todo el resplandor no solo de la liberación, sino de la libertad cercana. 

https://www.bloghemia.com/2024/09/la-sangre-de-la-libertad-por-albert.html

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