Ideas filosóficas sugestivas pero que nadie toma en serio en la vida real
En un mundo donde la verdad parece cada vez más relativa, ¿cómo influye esta percepción en nuestra vida cotidiana o en los proyectos que aspiran a transformar la sociedad en un sentido positivo. ¿Es la verdad una construcción social o una realidad objetiva? Exploramos someramente la importancia de la verdad en la ciencia, la tecnología y la supervivencia de las sociedades humanas (…).
Por EUGENIO FERNÁNDEZ PARA CANARIAS-SEMANAL.ORG.-
En la vida cotidiana, la búsqueda de la verdad es una constante que afecta a todas nuestras decisiones y expectativas. Desde la compra de un automóvil hasta la elección de un producto, esperamos sinceridad y precisión en las respuestas que recibimos. Esta demanda por la verdad no solo es un reflejo de nuestra necesidad de confianza, sino también una base fundamental para el funcionamiento de la sociedad.
La Verdad en la Ciencia y la Tecnología
La ciencia y la tecnología son campos donde la verdad es indispensable. La ciencia busca representaciones verídicas del mundo, mientras que la tecnología depende de estos conocimientos para crear dispositivos funcionales y seguros. Por ejemplo, si el coeficiente de viscosidad de un neumático no se determina correctamente, su uso podría resultar en un accidente fatal. Esta precisión es lo que permite el avance tecnológico y garantiza nuestra seguridad. Y, como el conocimiento puede utilizarse con la mejor o la peor finalidad, la barbarie y devastación sufridas por las poblaciones de Hiroshima y Nagasaki se debe también al hecho de que los físicos no son meros ideólogos, con un conocimiento equivalente al de cualquier charlatán, sino que tanto la Teoría de la Relatividad como los desarrollos sobre la fisión nuclear se corresponden a realidades objetivas que, gracias a este conocimiento fidefigno, es posible manipular.
La ciencia moderna, en definitiva, se basa en innumerables enunciados verificados -aunque sea siempre de forma provisional- y validados bajo condiciones rigurosas. Esta acumulación de conocimiento probado es lo que sostiene la tecnología que usamos diariamente, desde los dispositivos médicos hasta los sistemas de transporte a los materiales que garantizan que un puente o un edificio se puedan construir y puedan perdurar.
¿Es la «verdad» una mera «construcción social»?
Sin embargo, en muchos círculos académicos, especialmente dentro de las ciencias sociales, se debate la idea de que la verdad es una construcción social. Esta perspectiva sugiere que cada sociedad, grupo humano o incluso individuo tiene su propia «verdad», y que no existen las verdades objetivas.
Estas opiniones, aunque no son nuevas, resurgieron fuerza en la filosofía posmoderna y constructivista, influenciadas por pensadores como Gaston Bachelard, Paul Feyerabend y Bruno Latour.
Según estos enfoques, las verdades científicas no se descubren, sino que se inventan o construyen en contextos sociales específicos. Para Latour, por ejemplo, las verdades en el laboratorio se producen en un ambiente influenciado por múltiples factores sociales y culturales.
Definiendo la verdad
Para evaluar estas opiniones, es esencial tener una clara comprensión de lo que significa «verdad».
Aristóteles definió la verdad como decir de lo que es, que es, y de lo que no es, que no es. Esta definición establece la verdad como una relación entre nuestras creencias y la realidad. Hay dos tipos de verdades que podemos distinguir: las ontológicas y las semánticas.
Verdades Ontológicas: Estas se refieren a la correlación entre procesos físicos en nuestro cerebro y el resto del universo. La verdad ontológica debe investigarse mediante ciencias empíricas, como las neurociencias.
Verdades Semánticas: Son relaciones entre conceptos expresados en nuestro lenguaje. Estas verdades son estudiadas por la semántica filosófica y se refieren a la coherencia interna de un sistema de enunciados, como en las matemáticas.
Un enunciado fáctico es verdadero si está de acuerdo con la evidencia derivada de la experiencia. La ciencia establece esta verdad bajo condiciones controladas, y la evidencia científica evoluciona con nuevos datos y teorías.
Es crucial entender que los enunciados no son verdaderos o falsos en sí mismos. La verdad de un enunciado fáctico se determina mediante la comparación con la evidencia disponible. Esta verdad es relativa a la evidencia, pero no subjetiva; depende de la información obtenida y no de la voluntad o percepción individual.
El valor de las representaciones verdaderas
La supervivencia de los seres vivos, incluidos los humanos, depende de la precisión de sus representaciones del entorno. Una sociedad que se base en concepciones falsas del mundo carecerá de la capacidad de adaptarse y progresar. Por ello lucha contra la ignorancia, la superstición y la mentira, así como contra las corrientes filosófica irracionalistas que han vuelto a estar en auge en estos tiempos de postmodernidad, es esencial para el avance de la civilización y para la libertad humana.
La verdad es, en definitiva, un pilar fundamental tanto en la ciencia como en la vida diaria. A pesar de los debates filosóficos sobre su naturaleza, la búsqueda de la verdad sigue siendo vital para el progreso y la propia supervivencia de la especie humana. La lucha por mantener y descubrir verdades es, en última instancia, una lucha por la libertad y el bienestar de la humanidad.
No por casualidad el revolucionario marxista italiano Antonio Gramsci, quien escribió extensamente sobre la relación entre la verdad, la ideología y el poder, advertía que «la verdad es siempre revolucionaria» y por ello un objetivo ineludible para todos aquellos que luchan por la transformación social.
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