El lugar de la mujer en Don Quijote
Hay una cuestión importantísima que refleja todo un trasfondo histórico: el lugar de la mujer en Don Quijote. Sabemos que la novela se burla de la caballería y del culto que se le concedía en la Edad Media.
El problema es que el romanticismo caballeresco se mantiene abiertamente, y que es incluso una cierta palanca para afirmar la igualdad entre hombres y mujeres. Hay aquí una poderosa contradicción.
¿Qué pasa con eso? Para entenderlo hay que captar la mentalidad nacional española que se imponía en aquel momento.
Veamos primero lo que sucede con Don Quijote. Como todo caballero, honra a una mujer, aquí a Dulcinea de Toboso. Es para él un pretexto para quejarse y emprender aventuras, para realizar acciones fantásticas en su honor, conquistar su corazón con su valor, etc.
Don Quijote se queja así para sí mismo de que:
“¡Oh princesa Dulcinea, señora de este corazón cautivo! Gran insulto me has hecho al darme permiso, al imponerme, por orden tuya, la rigurosa obligación de no presentarme más en presencia de tu belleza.
Dígnate, oh señora mía, recordar este corazón, súbdito tuyo, que sufre tantas angustias por amor a ti. »
Es un pretexto para un juicio.
“Oh Dulcinea del Toboso, día de mis noches, gloria de mis penas, norte de mis viajes, estrella de mi buena fortuna, que el cielo te dé siempre feliz en todo lo que de él te plazca pedir, si te dignas considerarlo. ¡A qué lugares y en qué estado me ha llevado tu ausencia, y responde con feliz resultado a la constancia de mi fe! »
Lo idealiza según el ideal caballeresco.
“No puedo decir”, dijo, “si mi gentil enemigo desea o teme que el mundo sepa que soy su sirviente; sólo puedo decir, respondiendo con tanta cortesía a la oración que me hicieron, que se llama Dulcinea; su tierra natal, Toboso, un pueblo de La Mancha; su calidad, al menos la de princesa, ya que es mi reina y mi señora; y sus encantos, sobrehumanos, porque en ella se realizan y se unen todos los quiméricos atributos de belleza que los poetas regalan a sus amantes.
Su cabello son trenzas de oro, su frente como campos elíseos, sus cejas como arco iris, sus ojos como soles, sus mejillas como rosas, sus labios como coral, sus dientes como perlas, su cuello como alabastro, su pecho de mármol, sus manos. de marfil, su blancura la de la nieve, y lo que el pudor oculta a la mirada de los hombres es tal, imagino, que sólo el examen más juicioso podría reconocer su valor, pero no encontraría allí términos de comparación. »
Sin embargo, en la práctica se trata de una campesina a la que aparentemente ni siquiera conoce y a la que ha visto de lejos varias veces durante un período muy largo. Esto es lo que aprendemos al respecto.
“- En cuanto a la carta de amor, pondrás para firma: Tuyo hasta la muerte, el caballero de la Cara Triste.
No importará si está escrito por mano extranjera; porque, si mal no recuerdo, Dulcinea no sabe leer ni escribir, y jamás en toda su vida ha visto carta de mi mano.
En efecto, mis amores y los suyos siempre han sido platónicos, sin ir más allá de una mirada honesta, y tanto más de vez en cuando, que me atrevería a jurar una cosa con total seguridad de conciencia: el caso es que, en el Al menos doce años que la he amado más que a la niña de esos ojos que algún día deberán comer las lombrices, no la he visto cuatro veces.
Nuevamente, de estas cuatro veces, tal vez en ninguna haya notado que yo la miraba, tal es la reserva y el retiro en que la educaron su padre Lorenzo Corchuelo y su madre Aldonza Nogales.
– ¡Cómo, cómo! -exclamó Sancho-, ¿es hija de Lorenzo Corchuelo la que es en este tiempo mi señora Dulcinea del Toboso, la que se llama, con otro nombre, Aldonza Lorenzo?
“Es ella misma”, respondió Don Quijote, “la que merece reinar sobre todo el universo.
– Oh ! La conozco bien, respondió Sancho, y puedo decir que tira la barra tan bien como el tipo más fuerte de todo el pueblo. Tudieu! »
Entonces todo esto es ridículo. Sin embargo, sabemos que Don Quijote se comporta de manera muy civilizada y refinada cuando no delira. A partir de ahí, es imposible no quedar marcado por su profundo respeto hacia una mujer.
Esto es tanto más cierto cuanto que en varios momentos se desarrollan increíbles historias de amor, cada vez expresando un romanticismo absoluto. Sin revelarlas aquí, revela las situaciones románticas más fuertes.
De fondo, tenemos mujeres que rechazan a hombres o hombres que se creen rechazados, y viven separados, llorando y expresando su tristeza, como Don Quijote. Luego viene la resolución romántica, la más improbable y, sin embargo, transportadora.
También tenemos muchas parejas en la novela y las mujeres siempre tienen personajes fuertes. No son iguales a los hombres en funciones: la novela se mantiene en el marco español de la época. Sin embargo, la mujer es capaz de ser protagonista, y eso es una gran novedad.
Aquí tenemos un salto cualitativo. En Francia, hubo que esperar hasta Molière (para la dimensión social) y Racine (para la dimensión psicológica) en el siglo XVII para tener tal afirmación, aunque es cierto que iría mucho más allá y sería mucho más profunda.
VIVE LE MAOÏSME!
LA RUPTURE ET LA CULTURE