A LOS HÉROES SIN NOMBRE
Vosotros, los humildes, los del montón salidos,
heroicos defensores de nuestra libertad,
que en el desfiladero o en la llanura agreste
cumplisteis la orden brava de vuestro capitán;
vosotros, que con sangre de vuestras propias venas,
por defender la patria manchasteis la heredad,
hallasteis en la lucha la muerte y el olvido:
la gloria fue, absoluta, de vuestro capitán.
Cuando el cortante acero del enemigo bando
cebó su torpe furia en vuestra humanidad,
y fuisteis el propicio legado de la tumba,
sin una cruz piadosa ni un ramo funeral,
también a vuestros nombres cubrió el eterno olvido:
¡tal sólo se oyó el nombre de vuestro capitán!
Y ya, cuando a la cumbre de la soñada gloria
subió la patria ilustre que fue vuestro ideal,
en áureos caracteres la historia un homenaje
rindió a la espada heroica de vuestro capitán.
Dormidos a la sombra del árbol del olvido,
¡quién sabe en dónde el resto de vuestro ser está!
Vosotros, los humildes, los del montón salidos,
sois parias; en la liza, con sangre fecundáis
el árbol de la fama que da las verdes hojas
para adornar la frente de vuestro capitán…
EL VIOLÍN DEL MENDIGO
En sus manos llora como un niño hambriento,
como un niño pobre que pidiera pan,
el cordaje antiguo del viejo instrumento
con que implora el beso de la caridad.
Es un viejecito de barba copiosa,
de copiosa barba color de marfil,
que perdió los hijos y perdió la esposa
y hoy va por la vida con voz temblorosa
cantando sus penas al son del violín.
Y el violín solloza, suspira, se queja,
y hasta cuando entona cántico vivaz,
el violín solloza y en el alma deja
la caricia intensa de algún malestar.
Es el más querido de los limosneros,
por oírlo, todos le hacen caridad,
si el violín ensaya cantos lastimeros,
¡quién niega al mendigo la lumbre y el pan!
Señor, mientras tenga fuerzas el mendigo,
mientras tenga alientos para resistir,
aunque solitario, déjale su amigo:
¡qué será si al triste le falta el violín!
¿Quién viste y protege su cuerpo tan magro,
quién presta calzados al pálido pie…?
Si el violín se calla: ¿quién hace el milagro
de hacer menos dura su dura vejez…?
….
Atesta al avaro sus arcas de oro,
ciñe de laureles al conquistador,
a la dama altiva del traje sonoro
dale la más fina seda del Japón;
Dale regio alcázar de rica ornamenta
al señor augusto, del oro señor;
del burgués inútil mayor haz la renta,
de la torpe usura colma la ambición.
Y al mendigo triste, pálido y hambriento,
de copiosa barba color de marfil;
¡Señor! que no pierda su viejo instrumento
¡que muera primero que el triste violín…!
Síntesis Biográfica
Nació en San Pedro de Macorís en 1884. Siendo aún muy joven, comenzó a escribir versos. Sus padres fueron Luis Arturo Bermúdez. de profesión abogado y escritor, y Carmen Ortega. Más tarde colaboró en las revistas literarias más importantes de su tiempo, como «La Cuna de América», «Renacimiento» y «Letras». Llegó a dirigir en su ciudad natal la revista «Mireya».
Obras
Quizás la colección más conocida, aunque no necesariamente más la importante, de su creación literaria, sea «Los Humildes» (1916), dada su inclinación a favorecer siempre a los pobres y los más destituidos en la sociedad en que le tocó vivir. Alcanzó el encomio de la crítica. Publicó también: «Oro Virgen», (1910); «Las Liras del Silencio», (1923) y otras. En «Oro Virgen» y en «Líricas del Silencio», nos encontramos frente a un Bermúdez de tono, forma y contenido esencialmente modernista.
Muerte
Murió en la misma ciudad que lo vio nacer, San Pedro de Macorís en 1921.