Don Quijote, la obra favorita de Karl Marx

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Cuando uno lee el Quijote, no puede dejar de sorprenderse por una cosa: su estilo marcaba indudablemente el de Karl Marx. Encontramos en ella el mismo gusto por el momentum, por las inversiones de propuestas, la misma fascinación por la gente en movimiento.

Fue en el contexto de su actividad periodística en la década de 1850, más precisamente aquí para el New York Daily Tribune que se dirigía a los trabajadores, cuando Karl Marx se interesó por España, llegando incluso a aprender español.

Karl Marx

Karl Marx

Tratando de comprender la realidad social de España y la poderosa protesta que allí se desarrolló, estudió las diferentes secuencias políticas de los primeros cincuenta años del siglo XIX. Esto dio lugar a nueve artículos, ocho de los cuales fueron publicados en la práctica por el New York Daily Tribune, entre el 9 de septiembre y el 2 de diciembre de 1854.

Karl Marx comenzó sus estudios de español con la obra El doctor prodigioso, de Pedro Calderón de la Barca, un gran poeta del Siglo de Oro. Muchas otras obras de autores clásicos también estaban en su biblioteca.

Anselmo Lorenzo, el gran precursor del anarquismo español, relata en sus memorias, tituladas El proletariado militante. Memorias de un internacionalista, cómo había hablado largo y tendido con Karl Marx con ocasión de una conferencia de la Primera Internacional, en 1872.

Su conversación tuvo lugar en español, sobre Cervantes y los autores del Siglo de Oro español después de que se discutieran los temas revolucionarios.

«Agotado el material, o más bien queriendo dar rienda suelta a una inclinación particular, mi respetable interlocutor me habló de la literatura española, que conocía detallada y profundamente, causándome asombro de lo que decía de nuestro antiguo teatro, cuya historia, vicisitudes y progreso dominaba perfectamente.

Calderón, Lope de Vega, Tirso y otros grandes maestros, no sólo del teatro español, sino del teatro europeo, según él, han sido analizados de forma concisa y en mi opinión me parece un resumen muy acertado.

En presencia de este gran hombre, ante las manifestaciones de tal inteligencia, me sentí aturdido y, a pesar de la inmensa alegría que sentí, hubiera preferido encontrarme en paz y tranquilidad en mi casa, donde, aunque sensaciones tan diferentes no me atacaran, nada me reprocharía no estar en armonía con la situación ni con la gente.

Sin embargo, haciendo un esfuerzo casi heroico por no dar una triste idea de mi ignorancia, he evocado la comparación que suele hacerse entre Shakespeare y Calderón, y he evocado el recuerdo de Cervantes.

De todo esto, Marx habló de una intelectualidad consumada, consagrando frases de admiración para el Ingenioso Hidalgo de La Mancha.

Debo señalar que la conversación se llevó a cabo en español, que Marx hablaba con fluidez, con buena sintaxis, como les sucede a muchos extranjeros ilustrados, aunque con una pronunciación defectuosa, debido en gran parte a la robustez de nuestros cc, gg, jj y rr.

À une heure très avancée du matin, il m’a accompagné jusqu’à la chambre qui m’a été destiné, où je me suis donné plus que du repos pour la contemplation des images infinies qui, dans une confusion révoltée, bouillonnaient dans mon esprit à cause de la tournure extraordinaire qu’en peu de jours a pris le cours de ma vie. »

Cela n’apporte malheureusement guère d’informations sur la vision qu’avait Karl Marx du siècle d’or espagnol. On en sait un tout petit plus avec Paul Lafargue, le révolutionnaire français qui était son gendre, et qui raconte la chose suivante dans ses Souvenirs personnels sur Karl Marx.

Voici le passage concerné, et même un peu plus, tellement on ne peut qu’être admiratif devant le titan que fut Karl Marx, notre maître.

« De temps à autre, il s’étendait sur le divan et lisait un roman : il en lisait jusqu’à deux ou trois à la fois, allant de l’un à l’autre.

Comme Darwin, il était grand liseur de romans. Il aimait surtout ceux du dix-huitième siècle, et particulièrement le Tom Jones de Fielding. Les auteurs modernes qu’il lisait le plus étaient Paul de Kock, Charles Lever, Alexandre Dumas père et Walter Scott dont il considérait l’Old Mortality comme une œuvre magistrale. Il avait une prédilection particulière pour les récits d’aventures et les contes amusants.

Il plaçait Cervantès et Balzac au-dessus de tous les autres romanciers.

Vio en Don Quijote la epopeya de la caballería en decadencia, cuyas virtudes habían de convertirse, en el naciente mundo burgués, en objeto de burla y burla.

Y sentía tal admiración por Balzac que se propuso escribir una obra crítica sobre la Comédie humaine tan pronto como terminara su trabajo económico.

Balzac, el historiador de la sociedad de su tiempo, fue también el creador de tipos que, en la época de Luis Felipe, sólo existían en estado embrionario, y no se desarrollaron plenamente hasta la época de Napoleón III, después de la muerte del escritor.

Marx leía con fluidez todas las lenguas europeas y escribió tres de ellas: alemán, francés e inglés, por lo que quienes las conocían quedaban asombrados. «Una lengua extranjera es un arma en las luchas de la vida», solía decir.

Tenía una gran facilidad para los idiomas y sus hijas la heredaron.

A la edad de 50 años, comenzó a estudiar ruso, y aunque no tenía conexión etimológica con los idiomas antiguos y modernos que conocía, después de seis meses sabía lo suficiente como para encontrar el placer de leer a los poetas y escritores rusos que más amaba: Pushkin, Gogol y Shchedrin.

Si emprendió el estudio del ruso fue para poder leer los documentos redactados por las comisiones oficiales de investigación, cuya divulgación el gobierno del zar impidió debido a sus terribles revelaciones. Amigos devotos se los enviaban, y él era sin duda el único economista en Europa Occidental que podía leerlos.

Aparte de los poetas y novelistas, Marx tenía una forma original de entretenerse: las matemáticas, por las que tenía una predilección muy especial.

El álgebra incluso le proporcionó consuelo moral; Ella lo sostuvo en los momentos más dolorosos de su azarosa existencia. Durante la última enfermedad de su esposa, le fue imposible atender a su trabajo científico ordinario; Sólo podía salir del doloroso estado en el que le habían sumido los sufrimientos de su compañero sumergiéndose en las matemáticas.

Fue durante este período de sufrimiento moral cuando escribió una obra sobre el cálculo infinitesimal, una obra de gran valor, según los matemáticos que lo conocen… Marx encontró en la matemática superior el movimiento dialéctico en su forma más lógica y simple. Una ciencia, dijo, sólo se desarrolla verdaderamente cuando puede utilizar las matemáticas.

Su biblioteca, que contaba con más de mil volúmenes cuidadosamente recopilados durante una larga vida de estudio, no le bastaba: durante años fue un huésped habitual del Museo Británico, cuyo catálogo apreciaba mucho.

Sus propios oponentes se vieron obligados a reconocer la amplitud y profundidad de sus conocimientos, que abarcaban no sólo su propio campo, la economía política, sino también la historia, la filosofía y la literatura universal.

Aunque se acostaba a muy altas horas de la noche, siempre se levantaba entre las ocho y las nueve de la mañana; Bebía su café negro, leía los periódicos y se iba a su estudio, donde trabajaba hasta las dos o tres de la noche.

Sólo se interrumpía para comer y para dar un paseo por la noche, cuando el tiempo lo permitía, en dirección a Hampstead Heath; Durante el día, dormía una o dos horas en su sofá. En su juventud, a veces pasaba noches enteras trabajando. »

Las razones de Karl Marx para encontrar fascinante el Quijote son fáciles de entender al leer la obra, donde los polos contradictorios se encuentran a todos los niveles, ya sea entre la realidad y su interpretación por Don Quijote, o entre Don Quijote y Sancho Panza, sin mencionar que los personajes son en sí mismos poderosamente contradictorios.

La lectura de la obra también prevalece para captar su naturaleza dialéctica, y es una lástima que hasta ahora no se haya visto este aspecto.

Queda la cuestión de cómo interpretar la situación de España en ese momento. Es la frase clave de Paul Lafargue que resume el pensamiento de Karl Marx la que ha entrado en juego aquí:

«Vio en Don Quijote la epopeya de la caballería en decadencia, cuyas virtudes habían de convertirse, en el naciente mundo burgués, en objeto de burla y ridículo».

Dos historiadores han tratado de llevar a cabo un análisis que amplíe esta sentencia. El primero es el francés Pierre Vilar, figura institucional (École normale supérieure, École pratique des hautes études, Sorbonne).

Especialista en España y Cataluña, fue él quien escribió «Historia de España» en 1947 para la famosa colección «Que sais-je?»; lo reeditó en 1976 con «La guerre d’Espagne».

Siempre estuvo cerca del PCF sin llegar a adherirse a él, siendo uno de los iniciadores de la revista La Pensée, donde escribió un artículo en el primer número, en 1939, titulado «Historias de España», así como muy activo en la formación del Centro de Estudios e Investigaciones Marxistas.

Pierre Vilar tuvo un eco muy importante en España, así como en América Latina; su punto de vista sobre el Quijote tuvo así un verdadero eco.

Su tesis es la siguiente: la novela Don Quijote es una «despedida irónica» de la sociedad feudal. Sin embargo, nada sustituyó a la sociedad feudal debido a la falta de desarrollo del capitalismo en España.

Así, según Pierre Vilar, la sociedad española se encontraba entonces en descomposición; Don Quijote es una novela que expresa una crisis histórica, que presenta «el naufragio de un mundo y sus valores».

Pierre Vilar se apoya especialmente para su tesis en la figura de Martín González de Cellorigo (1570-1620) quien, sin ningún éxito en su momento, hizo muchas propuestas para reactivar la economía española, que consideraba en decadencia. Los españoles habrían vivido como «hombres encantados», habiéndose divorciado de la realidad.

Esta tesis es absurda: ¿cómo podría una sociedad en plena decadencia producir cosas de valor cultural?

En realidad, el carácter dual de la realidad imperial-católica no fue comprendido por Pierre Vilar, que hizo una lectura unilateral, donde el régimen español es visto como simple y exclusivamente reaccionario.

La primera edición de la segunda parte del Quijote, en 1615

La primera edición de la segunda parte del Quijote, en 1615

La segunda figura es Lúdovik Osterc, un esloveno que trabajó en Émile Zola y participó en la Resistencia, antes de pasar toda su carrera en México después de la guerra, como especialista en Cervantes y en particular en Don Quijote.

Pretendiendo ser un materialista histórico, afirma lo siguiente: Cervantes es un progresista, que se enfrenta a la España reaccionaria de Felipe II. El Quijote es una sátira de la sociedad, del entramado económico y social, incluso de las instituciones políticas y religiosas. El humor permitiría eludir la censura.

Sin embargo, una simple lectura de la obra muestra que Cervantes nunca se posiciona en desacuerdo con los valores del régimen, que además toleró completamente la distribución de la obra y nunca la vio como una amenaza.

En los entrenamientos, tanto Pierre Vilar como Lúdovik Osterc fueron demasiado rápidos. No entendían la salida del feudalismo por la realidad imperial y católica, imaginando que España nunca había salido del feudalismo… Porque después hubo un paso atrás, con el colapso del imperio. Es el desarrollo desigual de España el que no se ha visto.

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