DETERMINISMO E INDETERMINISMO

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DETERMINISMO E INDETERMINISMO (lat. determinare — determinar). El determinismo es la teoría de la conexión necesaria de todos los eventos y fenómenos y su interdependencia causal.

Los idealistas oponen el determinismo al indeterminismo, es decir, a la doctrina de que el curso natural de las cosas no está sujeto a ninguna ley, a ninguna causalidad, que los hombres tienen libre albedrío y que sus acciones no dependen de nada.

Para defender el indeterminismo, los idealistas explotan la incompetencia filosófica de ciertos físicos que sacan conclusiones erróneas e idealistas de los nuevos descubrimientos científicos proclamando la ausencia de interdependencia causal en el microcosmos.

Estos científicos afirman, por ejemplo, que el electrón está dotado de «libre albedrío» en su movimiento.

El indeterminismo es la base de la teoría anticientífica e idealista del weismanismo-organismo (V.) en biología.

Del mismo modo, es ampliamente aplicado por algunos sociólogos en la actualidad a la historia de la sociedad. El existencialismo (V.), corriente reaccionaria en boga en la filosofía actual, se basa en la negación de la causalidad en la vida social.

Sus portavoces declaran que no hay determinismo, que el hombre es libre. Esta «libertad del hombre» es en realidad una apología de la anarquía de la sociedad capitalista, del individualismo burgués, del «derecho» de la clase dominante a explotar a los trabajadores, etc.

Los filósofos burgueses rechazan el principio materialista de la causalidad, porque este principio permite establecer científicamente las tendencias objetivas de la evolución de la sociedad capitalista, que está condenada a desaparecer y a dar paso al comunismo triunfante. El indeterminismo conduce directamente a la religión.

Lenin decía que expulsar las leyes de la ciencia es abrir el camino a la fe. Al defender el principio del determinismo, la filosofía marxista lucha por la ciencia, contra el oscurantismo.

Si bien reconoce la interdependencia causal de todos los fenómenos de la naturaleza y la sociedad, el materialismo dialéctico repudia el determinismo mecanicista y metafísico que identifica la causalidad y la necesidad, que afirma que la necesidad excluye el azar en la naturaleza y la sociedad y hace innecesaria la intervención activa del hombre.

Tal determinismo conduce lógicamente al fatalismo, a la creencia en el destino, al quietismo, a la propaganda en favor de la pasividad total del hombre, a la negación de la lucha revolucionaria.

Aun reconociendo la necesidad en la naturaleza y en la historia, el marxismo-leninismo no niega en modo alguno el azar. Del mismo modo, no niega la libertad de la voluntad humana, sino que explica que esta libertad consiste en el conocimiento de las leyes de la naturaleza y en la posibilidad de hacerlas actuar para fines determinados, y no en la independencia imaginaria del hombre con respecto a estas leyes.

«La idea del determinismo -decía Lenin-, que establece la necesidad de los actos humanos y rechaza la fábula absurda del libre albedrío, no suprime en modo alguno ni la razón, ni la conciencia del hombre, ni el juicio de sus actos. Todo lo contrario: sólo el punto de vista determinista permite hacer un juicio rigurosamente correcto, en lugar de rechazar todo por libre albedrío» (Obras escogidas en dos volúmenes, vol. I, 1ª parte, M. 1954, p. 121).

El materialismo dialéctico reconoce, íntimamente ligada a la idea del determinismo, la enorme importancia de la lucha política del proletariado y de su partido por el comunismo, de su actividad política consciente basada en el conocimiento de las leyes objetivas del desarrollo social.

En cada etapa histórica del movimiento revolucionario, la estrategia y la táctica del Partido Comunista no se determinan arbitrariamente, sino en relación con las circunstancias concretas que determinan una forma de lucha y no otra.

Teniendo en cuenta las condiciones objetivas y las urgentes tareas históricas en cada etapa de la lucha por el comunismo, el Partido formula con precisión su programa de acción y moviliza al pueblo para llevarlo a cabo. Esta política basada en la ciencia sería imposible si no se construyera sobre la idea marxista del determinismo.

Sin el principio del determinismo, toda la ciencia, incluida la ciencia de la sociedad, se convertiría en un revoltijo de errores absurdos. (Véase también Necesidad y azar.)

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