¿Qué responde el materialismo ante las grandes preguntas de la fe y el origen del universo?
¿Estamos solos en un universo sin Dios? El materialismo ofrece respuestas que sacuden la fe, desde el origen del cosmos hasta la misteriosa naturaleza de la conciencia. ¿Te atreves a enfrentar las implicaciones?
POR CÁNDIDO ÁLVAREZ PARA CANARIAS SEMANAL
Esta guía está pensada para creyentes que, con una fe profunda o incipiente, se han planteado dudas sobre el origen del universo, la existencia de Dios, el papel de la materia y la conciencia, así como las implicaciones del materialismo.
La intención es abordar estas cuestiones de manera clara y didáctica, sin pretender agotar el tema, pero sí ofreciendo un panorama que permita comprender mejor los debates filosóficos y científicos actuales.
A lo largo del texto, se presentarán las preguntas formuladas por un interlocutor imaginario (tú, el creyente que cuestiona) y se responderán desde el punto de vista materialista y científico. Se tratará de mantener las inquietudes originales, para que puedas ver cómo surgen los interrogantes y qué respuestas se pueden ofrecer.
Primera pregunta del interlocutor:
“Comencemos a hablar de materialismo… Convénceme con argumentos convincentes de que el materialismo es la filosofía que nos permite comprender la vida.”
El materialismo filosófico sostiene que todo lo que existe es de naturaleza material, incluidas la mente, la conciencia y la vida misma. La razón por la que esto resulta convincente para muchos filósofos y científicos es que esta perspectiva se apoya en evidencias empíricas, en experimentos y observaciones del mundo. Gracias a la asunción materialista, la ciencia puede investigar cómo funciona el universo sin recurrir a entidades sobrenaturales o espirituales.
Con el materialismo, la mente no es algo mágico o inmaterial; es producto de la actividad cerebral, la cual está compuesta por neuronas, moléculas, interacciones bioquímicas y eléctricas. Esta visión nos ha permitido avances médicos, tecnológicos y científicos impresionantes: comprender enfermedades mentales como desequilibrios químicos, tratar problemas con fármacos, desarrollar inteligencia artificial y mucho más. En resumen, la premisa materialista nos ha brindado una comprensión fiable y transformadora del mundo.
La pregunta sobre Dios:
“Eso implicaría la no existencia de Dios…”
Si el materialismo afirma que todo es materia, energía y leyes naturales, ¿dónde queda Dios? Desde un punto de vista materialista estricto, no es necesaria una entidad sobrenatural para explicar el universo. Las leyes físicas, la materia y la energía serían suficientes. Esto no es “negar por deporte” la existencia de Dios, sino señalar que no hace falta invocar una fuerza externa para dar cuenta de la realidad que observamos.
Algunos materialistas se declaran ateos: no creen en Dios porque no existe evidencia científica de su presencia. Otros son agnósticos: no niegan con rotundidad a Dios, pero subrayan que no es necesario para entender el cosmos. En cualquier caso, el materialismo tiende a prescindir de explicaciones sobrenaturales.
Sobre el origen del universo:
“Si eso es así, ¿quién fue el que hizo todo el universo? En la escuela me decían que al igual que una mesa la hace un carpintero, al universo tuvo que hacerlo alguien… Tiene un cierto sentido, ¿no?”
La analogía de la mesa y el carpintero es comprensible. Estamos acostumbrados a que las cosas que nos rodean tengan un creador. Pero el universo no es un objeto fabricado en un taller: es un conjunto de procesos naturales a gran escala. Las estrellas, galaxias y planetas surgen por la interacción de fuerzas físicas, no por la mano de un artesano cósmico.
La ciencia explica el origen del universo a través de la teoría del Big Bang: un estado extremadamente denso y caliente, sin necesidad de un “carpintero” externo. Si bien no sabemos con certeza qué hubo antes de ese estado, la ciencia explora hipótesis sin invocar una entidad consciente. La analogía del carpintero no se ajusta a la complejidad y las condiciones iniciales del cosmos.
La cuestión del azar y la conciencia:
“Entonces, ¿somos producto del azar? ¿Y nuestra capacidad consciente de dónde vino?”
Decir que somos producto del azar no significa que todo sea caos sin sentido. En la naturaleza operan leyes físicas, químicas y biológicas. La evolución biológica ilustra esto: las mutaciones genéticas ocurren al azar, pero la selección natural no es arbitraria, depende del entorno. Con el tiempo, estas presiones ambientales generan organismos más complejos.
La conciencia, lejos de ser un misterio inmaterial, surge de la complejidad del cerebro. A medida que se incrementó la complejidad neurológica en ciertas especies, emergió la capacidad de procesar información sensorial, formar recuerdos y planificar acciones. Así nació la mente consciente. No se requiere una chispa divina: es un fenómeno emergente de un sistema material muy complejo.
Sobre la nada:
“Pero en principio fue la nada… ¿o no?”
La noción de “nada” es engañosa. La teoría del Big Bang no dice que el universo surgió de la nada absoluta. Habla de un estado inicial denso y caliente del que emergieron tiempo, espacio, energía y materia. “Nada” es un concepto que manejamos en la vida cotidiana, pero a escalas cosmológicas y cuánticas es distinto. El vacío cuántico no está realmente vacío; contiene fluctuaciones y potencialidades. Por ello, no es tan simple afirmar que hubo “nada”.
“La pregunta es sencilla: entonces, ¿hubo o no algo?”
No tenemos una respuesta simple. El Big Bang marca un límite de nuestros conocimientos. Antes del Big Bang las leyes que conocemos dejan de ser aplicables. Puede que el universo, tal como lo entendemos, surgiera sin un “antes” definido. Así, la pregunta carece de un sentido claro en nuestro marco actual de conocimiento. No hay consenso, y la ciencia sigue investigando.
¿Qué es el Big Bang?:
“Por cierto, ¿qué es el Big Bang?”
El Big Bang es el modelo que describe el origen y la evolución temprana del universo. Según esta teoría, hace unos 13.800 millones de años el universo estaba en un estado extremadamente denso y caliente, y desde entonces se ha ido expandiendo y enfriando. El Big Bang no es una explosión en el espacio, sino la expansión del propio espacio-tiempo. De este proceso surgen las condiciones para la formación de la materia, las galaxias, las estrellas y, con el tiempo, de la vida.
La cuestión del “antes”:
“¿Y antes de ese ‘estado extremadamente denso y caliente’? ¿No había nada? Y si había, ¿cuál fue su origen?”
Aquí volvemos a la frontera del conocimiento. La ciencia actual no posee una respuesta clara. El tiempo y el espacio podrían haber comenzado con el Big Bang. Preguntar qué había antes puede ser como preguntar qué hay más allá del borde del mapa: quizá la pregunta no tenga sentido porque no existe un “más allá”. Algunas hipótesis científicas sugieren universos cíclicos o fluctuaciones cuánticas, pero nada está demostrado. En la práctica, no lo sabemos.
La idea de Dios como “espacio”:
“¿Por qué no podría ser Dios ese ‘espacio’ al que te refieres?”
Si se redefine Dios como el espacio o la suma de leyes físicas sin intención, conciencia, ni voluntad, se vacía el concepto tradicional de divinidad. La mayoría de las religiones conciben a Dios como un ser con atributos específicos: amor, justicia, voluntad creadora. Igualar a Dios con el espacio o las leyes del universo no añade un entendimiento nuevo; es cambiar el nombre.
Esto no significa que alguien no pueda adoptar una visión panteísta (donde Dios es el universo), pero ya no es el Dios personal o trascendente de las religiones más difundidas. Desde el materialismo, no hay nada que indique que el universo tenga conciencia o propósito, algo esencial en la idea de un Dios persona.
Esta “Guía didáctica para los creyentes” no desea destruir la fe de nadie. Tan solo presentar cómo desde la perspectiva materialista y científica, se afrontan las preguntas sobre el origen del universo, la existencia de Dios y la naturaleza de la conciencia.
Queda claro que:
– El materialismo postula que todo es materia y energía, sin necesidad de un ente sobrenatural.
– La ciencia explica el universo a través de leyes naturales, no de un creador.
– No es necesario un Dios para el Big Bang o el origen de la conciencia, según la visión materialista.
– La noción de “nada” y “antes del Big Bang” se vuelve compleja y quizá carente de sentido dentro de nuestros conceptos actuales.
– La conciencia se entiende como una propiedad emergente de sistemas materiales complejos.
– Igualar el espacio o las leyes físicas a Dios cambia el significado tradicional de la divinidad, vaciándolo de sus atributos centrales.
Para un creyente, estas respuestas pueden resultar chocantes. Sin embargo, es útil conocerlas para comprender mejor el debate actual entre ciencia y religión. El materialismo no es una doctrina sin razón, sino una filosofía que se ha nutrido de la evidencia empírica y que ha impulsado la comprensión del mundo natural. Que cada uno, en su intimidad, decida si estas explicaciones le resultan satisfactorias o si prefiere seguir alimentando su fe en un Dios creador.
Al final, la ciencia no se propone destruir la fe, sino entender la realidad con las herramientas disponibles. El creyente puede encontrar en el materialismo argumentos sólidos y coherentes, y desde su fe, integrarlos o contrastarlos. La cuestión de fondo es: ¿qué respuestas buscamos y en qué plano las queremos sostener?
La fe puede existir independientemente de las explicaciones científicas, mientras que la ciencia avanza sin necesidad de recurrir a lo sobrenatural. Como creyente, tener claridad sobre estas posiciones puede enriquecer la reflexión personal.
https://canarias-semanal.org/art/37203/guia-materialista-rapida-para-creyentes