COMO SI FUERA LA SOMBRA DE UNA NUBE. FERNANDO PESSOA

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De Álvaro de Campos*

TRAPO

El día ha desembocado en lluvia.
La mañana, con todo, estaba bastante azul.
El día ha sido lluvioso.
Desde la mañana he estado un poco triste.
¿Anticipación? ¿Tristeza? ¿Ninguna de las dos?
No sé: desde que me acuerdo ya estaba triste.
El día estuvo lluvioso.

Bien sé que la penumbra creada por la lluvia es elegante.
Bien sé que el sol oprime, por ser tan ordinario, al elegante.
Bien sé que ser susceptible a los cambios de luz no es muy elegante.
Mas ¿quién le dijo al sol o a cualquier otro que yo quiero ser elegante?
Denme un cielo azul, un sol visible.
Niebla, lluvia, oscuridades – eso ya tengo en mí mismo.
Hoy sólo quiero sosiego.
Hasta añoraría mi hogar, si no tuviese uno.
Hasta llego a soñar con tener deseos de sosiego.
¡No exageremos!
Sólo tengo sueño, sin necesidad de explicación.
El día está lluvioso.

¿Cariños? ¿Afectos? Son sólo memorias…
Es preciso ser un niño para tener algo así…
¡Mi madrugada perdida, mi cielo azul y verdadero!
El día está siendo lluvioso.

La linda boca de la hija del casero,
Pulpa de fruta de un corazón a punto de ser devorado…
¿Cuándo fue eso? No lo sé…
En el azul de la mañana…
El día será siempre lluvioso.

ODA MARÍTIMA (fragmento)

Solo, sobre el muelle desierto, en esta mañana de Verano,
Miro al otro lado de la bahía, miro hacia lo Indefinido,
Miro y me alegra ver,
Pequeño, negro y claro, un buque entrando.
Va a lo lejos, nítido, clásico a su manera.
Deja en el aire distante a su paso la estela vana de su humo.
Viene entrando y con él la mañana y en el río,
Aquí, allá, se despierta la vida marítima,
Se yerguen las velas, avanzan las remolcadoras
Y se entrevén barcos pequeños detrás de los navíos amarrados al puerto.
Hay una brisa vaga.
Pero mi alma está con el que veo menos:
Con el buque que entra,
Porque ella está con la Distancia, con la Mañana,
Con el sentido marítimo de esta Hora,
Con la dulzura dolorosa que sube en mí como una náusea,
Como el comienzo de un mareo, pero del espíritu.

Miro de lejos el buque, con gran independencia del alma,
Y dentro de mí un manubrio comienza a girar, lentamente.

Los buques que entran por la mañana en la bahía
Traen consigo a mis ojos
El misterio alegre y triste de quien llega y parte.
Trazan memorias de muelles abarrotados y de otros momentos
De otras formas de humanidad en otros puentes.
Todo atracar, todo partir de todo barco
Es – lo siento en mí como mi propia sangre –
Inconscientemente simbólico, terriblemente
Amenazador de significados metafísicos
Que perturban en mí quien yo fui…
¡Ah, todo muelle es una saudade de piedra!

Y cuando el buque parte del muelle
y se repara de repente en el espacio
Que se abre entre muelle y nave,
Viene a mí, no sé por qué, una angustia reciente,
Una niebla de sentimientos de tristeza
Que brilla al sol de mis angustias ya sembradas
Como la primera ventana donde golpea la madrugada,
Y me envuelve como el recuerdo de otra persona
Que fuese misteriosamente mío.
Ah, quién sabrá, quién sabrá,
Si no partí antaño, antes de mí,
De un muelle; si no dejé, embarcado
En el sol oblicuo de la madrugada,
Alguna especie de otro puerto…
Quién sabe si no dejé, antes de la hora
Del mundo externo que yo veo
Irradiar para mí,
Un grande muelle lleno de poca gente,
El muelle de una ciudad medio despierta,
De una enorme ciudad comercial, crecida, apoplética,
Si es que algo así puede ser fuera del Espacio y del Tiempo…

Sí, de algún muelle, de algún muelle de algún modo material,
Real, visible como el muelle verdaderamente real,
El Muelle Absoluto a partir de cuyo modelo inconscientemente imitado,
Insensiblemente evocado,
Nosotros los hombres construimos
Nuestros muelles en nuestros puertos,
Nuestros muelles de piedra actual sobre agua verdadera
Que después de construidos se muestran de repente como
Cosas Reales, Cosas-Espirituales, Entidades en Almas-Piedra,
En aquellos momentos nuestros de sentimiento-raíz
Cuando en el mundo externo como que se abre una puerta
Y, sin que nada se altere,
Todo se revela diverso.

¡Ah, el Gran Muelle desde donde partimos en Naves-Naciones!
¡El Gran Muelle Originario, eterno y divino!
¿De cuál puerto? ¿En qué aguas? ¿Por qué me pongo a pensar en ello?
Gran Muelle como otros muelles, pero el único.
Lleno como ellos de silencios rumorosos en las madrugadas,
Y regando en las mañanas los ruidos de las grúas
Y de las llegadas de los buques llenos mercancías,
Bajo la nube negra, ocasional y leve,
Del trasfondo de las chimeneas de las fábricas próximas
Que apenumbra el suelo negro del minúsculo carbón brillante
Como si fuera la sombra de una nube que atravesase el agua sombría.

¡Ah, qué esencia de misterio y sentido erguida
En divino éxtasis revelador
Es ahora color de silencios y angustias,
No puente entre cualquier muelle y El Muelle!

Muelle negramente reflejado en las aguas estancadas,
Bullicio a bordo de las naves,
El alma errante e inestable de la gente embarcada,
De la gente simbólica que pasa y con quien nada dura,
Que cuando el barco vuelve al puerto
¡Lleva siempre alguna alteración a bordo!

¡Oh fugas continuas, idas y embriaguez de lo Diverso!
¡Alma eterna de los navegantes y las embarcaciones!
¡Cascos reflejados lentamente en las aguas,
Cuando el barco parte del puerto!
Fluctuar como el alma de la vida, partir como voz,
Vivir trémulamente el instante sobre aguas eternas.
Despertarse a días más directos que los días de Europa.
Ver puertos misteriosos en la soledad del mar,
Virar por cabos lejanos para toparse con súbitos paisajes vastos
Por innumerables laderas atónitas…

Ah, las playas lejanas, los muelles vistos a lo lejos,
Y luego las playas próximas, los muelles vistos de cerca.
¡El misterio de cada ida y de cada llegada,
La dolorosa inestabilidad e incomprensibilidad
De este universo imposible
Sentida a flor de piel en cada hora marítima!
La solución absurda que nuestras almas derraman
Sobre la extensión de diversos mares como islas a lo lejos,
Sobre las islas lejanas de las costas por las que pasamos sin detenernos,
Sobre el crecer nítido de los puertos, de sus casas y de su gente,
Para el navío que se aproxima.

Ah, la frescura de las mañanas en las que se llega,
Y la palidez de las mañanas en las que se parte,
Cuando nuestras entrañas se estremecen
Y una vaga sensación parecida al miedo
– El miedo ancestral de alejarse y partir,
el misterioso recelo ancestral a la Llegada y a lo Nuevo –
Nos entumece la piel y nos atormenta,
Y todo nuestro cuerpo de angustias siente,
Como si fuese nuestra alma,
Una inexplicable voluntad de poder sentir esto de otra manera:
¿Una saudade de cualquier cosa,
Una perturbación del cariño por qué vaga patria?
¿Por qué costa?, ¿qué nave?, ¿qué muelle?
Tan así que se indispone en nosotros el pensamiento
Y sólo queda un gran vacío a nuestro interior,
Una vacua saciedad de minutos marítimos,
Y una vaga ansiedad que sería tedio o dolor
Si supiese como serlo…

La mañana de Verano está, aún así, un poco fresca,
Un leve sopor de noche anda todavía en el aire agitado.
Se acelera ligeramente el volante dentro de mí.
Y el buque viene entrando, porque debe venir entrando sin duda,
Y no es porque yo lo vea moverse en su excesiva distancia.

En mi imaginación él ya está vecino y visible
En toda la extensión de las cuerdas de su carajo
Y tiembla en mí todo, toda mi carne y toda mi piel,
A causa de aquella creatura que nunca llega en barco alguno
Y que yo vengo hoy a esperar al muelle, por un mandato oblicuo.

Las naves que ingresan a la bahía,
Las naves que salen del puerto,
Las naves que pasan a lo lejos
(Me imagino viéndolas desde una playa desierta) –
Todas estas naves casi abstractas en su ida,
Todas estas naves me conmueven así como si fuesen otra cosa
Y no meras naves, naves yendo y viniendo.

Y las naves vistas de cerca, aunque uno no se vaya a embarcar en ellas,
Vistas de abajo, desde los botes, murallas altas de chapas,
Vistas desde adentro, a través de sus cuartos, de sus salas, de sus despensas,
Mirando de cerca sus mástiles, enfilándonos desde lo alto,
Acariciando sus cuerdas, descendiendo sus escaleras incómodas,
Oliendo la untada mezcla metálica y marítima de todo aquello –
Las naves vistas de cerca son otra cosa y la misma cosa,
Dan la misma saudade y la misma ansia de otra manera.

¡Toda la vida marítima! ¡Todo en la vida marítima!
Se insinúa en mi sangre toda esa fina seducción
Y pondero indeterminadamente los viajes.
¡Ah, las líneas de las distantes costas, aplanadas por el horizonte!
¡Ah, los cabos, las islas, las playas arenosas!
Las soledades marítimas como en ciertos momentos en el Pacífico
En que no sé por qué sugestión aprendida en la escuela
Se siente pesar sobre los nervios el hecho de que ese es el mayor de los océanos
Y del mundo ¡y el sabor de las cosas se torna un desierto dentro de nosotros!
¡La extensión más humana, más chapoteada, del Atlántico!
¡El Índigo, el más misterioso de todos los mares!
¡El Mediterráneo, dulce, sin misterio alguno ya, clásico, un mar para entregarse
al encuentro de las explanadas conocidas de los jardines próximos a estatuas                                                                                                                                       blancas!
¡Todos los mares, todos los estrechos, todas las bahías, todos los golfos
Quisiera acercarlos a mi pecho, sentirlos bien y después morir!

¡Y ustedes, oh cosas navales, los hermosos juguetes de mi sueño!
¡Componen fuera de mí toda mi vida interior!
Quillas, mástiles y velas, ruedas de timón, cordajes,
Chimeneas de vapor, hélices, gavias, banderines,
Galdropes, escotillas, calderas, colectores, válvulas;
¡Caen por mí a montones, se amontonan,
Como el contenido confuso de una gaveta desperdigada en el suelo!
¡Son ustedes el tesoro de mi codicia febril,
Son ustedes los frutos del árbol de mi imaginación,
El tema de mis cantos, la sangre en las venas de mi inteligencia,
Ustedes son el lazo que me une estéticamente al exterior,
Me proveen de metáforas, imágenes, literatura,
Porque real, verdaderamente, en serio, literalmente
Son mis sensaciones un barco de quilla al aire,
Mi imaginación un ancla a medias sumergida,
Mis ansias un remo partido,
Y la punta de mis nervios una red puesta a secar en una playa!

Suena en el ocaso del río un silbato, sólo uno.
Tiembla ya todo el suelo de mi psiquismo.
Se acelera cada vez más el volante dentro de mí.

¡Ah, los buques, los viajes, el no-saber-el-paradero
De Fulano-de-tal, marítimo, nuestro conocido!
¡Ah, la gloria de saber que un hombre que andaba con nosotros
Murió ahogado al pie de alguna isla del Pacífico!
Nosotros que andábamos con él vamos a hablar sobre eso a todos
Con un orgullo legítimo, con una confianza invisible
En que todo eso tiene un sentido más bello y vasto
Que meramente el de haber él perdido el barco adonde iba,
¡De haber ido él a parar al fondo por habérsele metido agua a los pulmones!

¡Ah, los buques, los navíos cargueros, los veleros!
¡Veo escasear – ¡ay de mí! – los veleros en el mar!
Y yo, que amo la civilización moderna, que beso como al alma las máquinas,
Yo, el ingeniero, el civilizado, el educado en el extranjero,
Gustaría de tener al pie de mi vista sólo los veleros y los barcos de madera,
De no saber de otra vida marítima que la antigua vida de los mares!
Porque los mares antiguos son la Distancia Absoluta,
El Puro Lejos, libres del peso de lo Actual…
Y, ah, aquí como que todo me acuerda a esa vida mejor,
Esos mares más grandes porque se navegaban más despacio,
Esos mares más misteriosos porque se sabía menos de ellos.

Todo vapor visto a lo lejos es un barco de vela visto de cerca.
Toda nave distante vista ahora es una nave vista próximamente en el pasado.
Todos los marineros invisibles a bordo de los barcos en el horizonte
Son los marineros visibles del tiempo de los más bellos navíos,
De la época lenta y velera de las navegaciones peligrosas,
De la época de madera y de lona de los viajes que duraban meses.

Se apodera de mí poco a poco el delirio de las cosas marítimas,
Me penetra físicamente el muelle con su atmósfera,
La marea del Tajo me desborda por encima de los sentidos
Y comienzo a soñar, comienzo a envolverme con el sueño de las aguas,
Comienzo a pegar bien las corrientes de transmisión a mi alma
Y la aceleración del volante me sacude nítidamente.

Claman por mí las aguas,
Claman por mí los mares,
Claman por mí, alzando una voz corpórea, las lejanías,
Las épocas marítimas sentidas todas en el pasado, claman.

Traducción de FELIPE BOTERO

Fuente: Revista ARCADIA

*Álvaro de Campos es uno de los heterónimos del poeta portugués Fernando Pessoa (1888-1935),

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