«ADOLESCENCIA»: LA SERIE QUE DESNUDA LA VIOLENCIA DEL CAPITALISMO DIGITAL

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«Adolescencia es una radiografía de un sistema en descomposición»

La miniserie Adolescencia, recién llegada a Netflix, ha sido recibida con entusiasmo por la crítica y el público. En cuatro episodios sin cortes, la serie retrata con brutal honestidad la deriva emocional y social de una juventud atrapada entre el algoritmo y la soledad (…).

Por EUGENIO FERNÁNDEZ PARA CANARIAS-SEMANAL.ORG.-

   La miniserie Adolescencia, recién llegada a Netflix, ha sido recibida con entusiasmo por la crítica y el público. No es para menos: esta producción británica, dirigida por Philip Barantini, sacude y obliga a mirar de frente una realidad incómoda.

   Pero más allá de los halagos técnicos o actorales, lo que realmente convierte a Adolescencia en un fenómeno cultural digno de análisis es su retrato demoledor de una juventud moldeada por los dispositivos, abandonada por el sistema y atrapada en un mundo donde la conexión permanente genera más soledad que compañía.

    La historia parte de un hecho trágico. Jamie Miller, un chico de 13 años, es acusado del asesinato de su compañera de clase. A partir de ahí, la serie despliega un recorrido que no solo busca entender al protagonista, sino desmontar el contexto que lo ha llevado a ese punto. La estructura narrativa en plano secuencia –sin cortes aparentes durante cada episodio– no es una simple proeza técnica, sino una elección narrativa e ideológica: no hay escapatoria, ni para el personaje ni para el espectador. Estamos encerrados en una maquinaria social que no deja respiro, y eso se siente.

    Lo que Adolescencia pone sobre la mesa no es un “problema individual”, sino el resultado lógico de una estructura de relaciones profundamente alienantes. Jamie no actúa en el vacío: está inmerso en una cultura donde el valor humano se mide en “likes”, donde la masculinidad se construye desde el dominio y no desde la empatía, y donde el sistema educativo ha perdido su función crítica para convertirse en un engranaje más del control social.

LA INFANCIA DIGITAL Y EL MERCADO DE LAS EMOCIONES

   Uno de los elementos más potentes de la serie es cómo aborda el papel de las redes sociales en la configuración subjetiva de los adolescentes. En lugar de representar estas plataformas como herramientas neutrales, Barantini y su equipo las muestran como espacios donde el capital ha colonizado incluso la intimidad. La identidad ya no se forja a través de la experiencia directa, sino a través de la imagen proyectada: cada gesto, cada palabra, cada cuerpo, se convierte en mercancía para el consumo ajeno.

   En este sentido, Adolescencia no cae en el moralismo simplón de “los jóvenes están perdidos en internet”, sino que denuncia cómo el capitalismo ha utilizado la tecnología para reforzar la competencia, la fragmentación y la cosificación. El acceso a la sexualidad, por ejemplo, ya no pasa por la afectividad, la pedagogía o la conversación, sino por un flujo incesante de pornografía y contenidos violentos. El resultado: adolescentes desprovistos de herramientas para comprender el consentimiento, el deseo o el respeto mutuo.

PADRES DESBORDADOS Y UNA ESCUELA INOPERANTE

   La serie retrata también el papel de los adultos, y lo hace sin condescendencia. No hay villanos ni héroes claros, pero sí una constante: la impotencia. Padres desbordados por jornadas laborales interminables, profesores atados por currículos burocráticos, policías que actúan como bomberos apagando fuegos pero sin capacidad de transformación real. El tejido social está erosionado, y la comunidad, que debería servir de contención, simplemente no existe.

   El mensaje es claro: no es que los jóvenes estén “fallando”, es que están siendo abandonados por un sistema que ya no considera su bienestar como una prioridad. El capital necesita consumidores dóciles, no sujetos críticos; necesita cuerpos funcionales, no mentes reflexivas. Y eso, Adolescencia lo muestra con una crudeza pocas veces vista en pantalla.

LA CRÍTICA TAMBIÉN HABLA: ECOS EN LA PRENSA ESPECIALIZADA

  El impacto de Adolescencia ha traspasado la pantalla. En Rolling Stone la califican como “sobrecogedora y conmovedora”, destacando su capacidad para poner en primer plano las violencias invisibles del día a día adolescente. En Espinofdirectamente la elevan como “una absoluta maravilla”, subrayando que cuando Netflix quiere, puede apostar por contenidos de alta calidad con compromiso social.

   Incluso en medios más tradicionales como The Daily Telegraph, donde podrían esperarse reticencias, se reconocen las “interpretaciones fenomenales” y la fuerza emocional de la historia, aunque se cuestiona si el plano secuencia es algo más que un truco estilístico. En cambio, desde El País se aplaude el trabajo actoral del joven Owen Cooper, quien “impresiona” con su capacidad para sostener un personaje tan complejo en una narrativa tan exigente.

UN GRITO POLÍTICO CAMUFLADO DE DRAMA FAMILIAR

   Pero lo más notable de Adolescencia no es solo su contenido, sino su enfoque. No hay moralina, no hay culpables fáciles, no hay soluciones mágicas. La serie no propone prohibir móviles, vigilar más a los hijos o endurecer castigos. Propone algo mucho más radical: repensar colectivamente el tipo de sociedad que estamos construyendo.

  Adolescencia es una radiografía de un sistema en descomposición, donde el tejido social ha sido sustituido por relaciones mercantilizadas y el bienestar se mide en términos de productividad. Es un llamado a recuperar la comunidad, la educación crítica y la ternura como formas de resistencia frente a un capitalismo que convierte todo –hasta la infancia– en mercancía.

FUENTES CONSULTADAS

https://canarias-semanal.org/art/37485/adolescencia-la-serie-que-desnuda-la-violencia-del-capitalismo-digital

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